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Un gran tipo

Ese rostro con gafas negras entre los mucho rostros célebres que custodian las espaldas de los Beatles en la inmortal portada del álbum Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band es, sí, el rostro de Terry Southern. Muchos se han hecho famosos por mucho menos, y lo cierto es que si algo puede definir a Southern (EE.UU., 1924-1995) fue su potencia de Zelig para estar y figurar en todos los sitios en los que valía la pena figurar y estar. Así, Southern estuvo en los años 40 con los existencialistas del boulevard Saint Gerrnain, en los años 50 junto a los beatniks del Greenwich Village, y en los 60 con los rockers de Carnaby Streel.

En caída libre

Southern también destacó como colaborador creativo de Stanley Kubrick en ‘¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú’ (suya fue la idea del piloto texano cabalgando en caída libre una bomba atómica por amor al Dr. Strangelove) o en Easy Rider (fue él quien escribió los diálogos de la perfecta y sensible escena junto a la fogata nocturna), así como, fuera de créditos y a sueldo de Peter Sellers, patentando muchos de los mejores gags de la saga de La pantera rosa. Además, hizo aportes para otros filmes claves de la época como Barbarella, El rey del juego, El coleccionista, Candy (basado en Su propio best-seller, coescrito junto a Mason Hoffenberg) y Casino Royale.

Demasiado «hip»

Southern también colaboró con The París Review (suya es la antológica entrevista al gran Henry Green) y en Esquire durante su edad dorada. Y fue considerado por Tom Wolfe el verdadero padre del Nuevo Periodismo, por Kurt Vonnegut el hijo bastardo de Mack Sennell y Edna Saint Vincent Millay, y admirado por Norman Mailer, Gore Vidal, William Burroughs, Joseph Heller y Bruce Jay Friedman. Casi nada. Y, para ir resumiendo, mejor citar el título de uno de los textos de A lo rica ma¬rihuana (alguna vez en Anagrama) que lo dice todo: «Eres demasiado hip, tío».

El problema es que todo lo demasiado hip más temprano que tarde deja de serlo, y el ocaso de Southern fue largo y sórdido y puntuado por drogas, anfetaminas, alcohol, etc,

Agotada la vida, queda la obra, y A la rica marihuana (en cuya portada original de 1967 aparecia Jane Fonda acariciando la mejilla del autor) es la mejor introducción a Southern. Reúne relatos celebres como «La sangre de una peluca», piezas de no ficción que investigan la escena jazz («La noche en que Bird tocó para el doctor Warner») o el mundo de las majorettes («Bastoneando en Ole Miss»), perfiles de escritores («Yo soy Mike Hammern») y capítulos de una novela que no fue.

Si a más de uno le resultan algo anticuados los trucos de Southern aquí, recuerden que fue Southern quien lo hizo primero, amparándose en la coartada tan sincera como frágil de «escribo para un lector imaginario muy parecido a mí».

RODRIGO FRESÁN

Arte contemporáneo

Hay libros escritos para el futuro. Hay algunos que, incluso, se plantan en el porvenir como si hubieran sido dispuestos por un contemporáneo de ese tiempo venidero. Ya son más escasos aquellos que, una vez instalados en “la literatura que vendrá”, son capaces de abrir un camino y marcarle un rumbo a esa fecha ulterior.

Cincuenta años después de su aparición, Composición nº 1, de Marc Saporta, cumple con esos requisitos. Sin olvidar que, con sólo mirar la fecha de su primera publicación, podría sonrojar a más de un escritor de la actualidad. Por lo que concierne a los lectores, el impacto no resulta menor: cada uno puede llegar a asumir que está frente a un libro escrito, exclusivamente, para él.

Más que  una pieza sobre el azar, Composición nº 1 (recuperado ahora por la editorial Capitán Swing) se comporta como un objeto “azaroso”, un juego de naipes que cada cual puede barajar, cortar o repartir como prefiera. A partir de ahí, estaremos en condiciones de construir una historia que siempre funciona como primera experiencia de lectura y como la primera composición de todas las posibles. Desde sus páginas sin numerar, Saporta nos permite evocar, como afirma Miguel Ángel Ramos en el prólogo, a Cortázar o a Lezama Lima. Al I Ching y a Juego de cartas, de Max Aub. A Italo Calvino y a Julián Ríos. También se podría hablar del Tractatus de Witgenstein, otra obra que requiere de los medios habilitados por épocas posteriores para completar su “composición” ideal.

Un detalle sobre el prólogo. Lo que dice es muy recomendable. Su ubicación en el ensamblaje del libro es, sin embargo, muy cuestionable. Un libro sin principio ni fin no parece propicio al alojamiento de un prólogo. Al menos no en el mismo soporte de la caja de sorpresas que configura esta obra.

Hay más. A diferencia, pongamos, de Rayuela, Composición nº 1 no nos deja ningún mapa para orientarnos en el territorio. Ni un solo manual de instrucciones para armar el rompecabezas que su trama nos plantea. Y eso que, bajo la cadencia aleatoria de sus pequeños movimientos, persevera un relato, una línea invariable que atraviesa el caos. Bien en ese plano cinematográfico a través del cual, “a ambos lados del coche, desfila la calle” o en una adolescente que se acaricia y gime. En el túnel al final de una catástrofe y en una lágrima que se le escapa a Helga. En una boca a la espera de un beso, como salido de un poema de John Donne, y en unos policías que juegan en sus ratos libres. En un accidente que deja entrever el Big Bang de toda la constelación y en Dagmar, que consigue pintar su sombra.

Ese cuadro es este libro y se llama, precisamente, Composición nº 1. Y este libro, como el cuadro, certifica la “soberanía de la sombra”. También se comporta como un manifiesto contra la literatura como oficio y una apuesta -seguimos en la lógica del juego- a favor de su función como antídoto contra la rutina.

Saporta ha sido definido como un adelantado de la llamada literatura expandida y esto es cierto, dado que utilizó mecanismos de otras artes para que su escritura fluyera. Pero al mismo tiempo es verdad que no se regodeó en una jerga audiovisual para subrayar que había “pasado el puente”.

Y aquí se hace inevitable un comentario. La literatura expandida, tal como la hemos entendido en España, si bien ha provocado una remoción en su punto de partida, ha sido particularmente inocua en el puerto de llegada. (La contundencia crítica generada en Departures contrasta con la indiferencia en Arrivals). Una posible explicación puede estar en el hecho de que los escritores han llegado a un mundo que lleva décadas practicando una narrativa de alto calibre desde soportes audiovisuales. Y que para modificarlo no basta con un book trailer o un ejercicio performático de Spoken Word. La “expansión”, nos guste o no, tendrá que confrontarse, por ejemplo, con las dualidades de Bill Viola o las historias simultáneas dispuestas por Doug Aitken. Con el ejercicio de reconstrucción que se permite Stan Douglas en Inconsolable Memories y el acto de construcción que acomete Pedro G. Romero en Las correspondencias.

Esto por no hablar de que, salvo casos excepcionales, las formas de gratificación a estas obras se mantienen en el mundo editorial convencional, a través de premios, revistas, suplementos, donde se han legitimado toda la vida los escritores (expandidos o no). Conviene recordar, por otra parte, que ese ámbito hacia el que se propaga la literatura está sumergido en su propia crisis y no parece que un incremento audiovisual sea, precisamente, lo que pueda paliarla, sino una restitución de la palabra, hoy deficitaria en esos predios.

Es hora de volver a Saporta. Y a su Composición nº. 1, armada con los riesgos propios del juego, como es el caso de las deudas, las apuestas y las trampas. Y por esos momentos en los que al jugador –al lector-, se le permite recuperarse para que recaiga más tarde con mayor estrépito.

Este libro es además -pero eso lo sabremos demasiado tarde-, una emboscada; urdida para que, de cualquier manera, perdamos la partida. Como dice el autor, o su sombra, o un avatar de Composición nº 1: “Al fin y al cabo, siempre ganan los crupiers”. En este caso, un crupier llamado Marc Saporta.

Iván de la Nuez

Dante Panzeri: per ser seriós, el futbol ha de ser un joc

No hi ha manera més seriosa de mirar i gaudir del futbol que veure´l com un joc on dos equips lluiten per posseir una pilota i ficar-la a la porteria contrària. Aquest esport tan senzill i complexe consisteix en el duel directe de dos equips formats per onze jugadors que lluiten per una pilota i marcar gol a la porteria contrària. Els jugadors de cada equip han d’associar-se, col·laborar i cooperar, ser altruistes entre ells, i oferir una dinàmica de joc per tal de guanyar el contrari. Ara bé, la victòria coneix, a grans trets, dos camins. Una és posseir la pilota, proposar un joc d’atac, combinatori i associatiu, treballant la jugada amb paciència i velocitat, i el·laborar un atac suficientment ràpid, però pacient, amb les passades que calguin, i a la vegada improvisat, per tal de mantenir la pilota com és temps millor i així crear com és ocasions de gol millor per tal de marcar el màxim de gols possibles. L’altra és esperar, defensar-se, intentar anul·lar la proposta del contrari, contenir el seu atac, desesperar-lo i anul·lar-lo, per tal de recuperar la pilota i llavors, atacar en línia recta i arribar a la porteria contrària com més ràpid millor. Són dos conceptes de joc antagònics, totalment oposats, però tots dos han triomfat. No obstant, podem trobar similituds en tots dos: en tots dos pot haver rigidesa tàctica, en tots dos podem trobar jugadors que improvisen, un equip que aposti per un concepte de joc pot aplicar en algun moment l’altre, inclús, segons el partit, pot optar per un o altre; però, la similitud més evident és que totes dues apostes estan pensades per guanyar. Ara bé, sobre aquest senzill i apassionant tema, pels que estimem el futbol, se n’ha escrit i molt. Qui millor ho ha fet, segurament, ha estat Dante Panzeri (Córdoba, 1921- Buenos Aires, 1978), periodista argentí que va escriure sobre aquest tema i sobre d’altres, relacionats amb l’esport rei, qui afirmava, precisament, que per ser seriós, el futbol ha de ser un joc; ni més ni menys. Afortunadament, pels futboleros, Capitán Swing publicar per primer cop al nostre país Fútbol. Dinámica de lo impensado, amb magnífiques introduccions de Santiago Segurola i Ezequiel F. Moores, probablement, el millor llibre de futbol que s’ha publicat mai, això sí, si entens el futbol com la més perfecta introducció a la lliçó humana a la vida cooperativista i un esport on guanya qui fa un elogi a l’espontaneïtat, al talent, a la creativitat, a la dinàmica del que és impensable i/o impensat, incontrolable, alegre, lliure, imprevist i improvisat.

Des de la humilitat que dóna estar segur que finalment només es pot estar segur de no saber gairebé res, Panzeri inicia aquest assaig futbolístic assegurant que Fútbol. Dinámica de lo impensado no serveix per res. Tal qual. No serveix per jugar a futbol, no serveix per ensenyar a jugar a futbol, no serveix per comprendre el futbol, no serveix per aprendre a jugar a futbol… en tot cas serveix per pensar sobre futbol i per mirar-lo amb uns altres ulls. Panzeri detesta el negoci que hi ha al voltant del futbol, l’obsessió per guanyar de mandataris i entrenadors resultatius, individus que no respecten el futbol, que només respecten l’ambició de guanyar i aixecar trofeus com sigui. Pel periodista argentí, autor també de Burguesía y gangsterismo en el deporte i director del rotatiu El Gráfico durant uns quants anys, tot el que té a veure amb els diners i els interessos econòmics, atempta directament contra la idea d’un futbol obert, lúdic i pletòric d’art, cooperativisme i somriures. Segons Panzeri, la “Revolució Industrial” en el futbol està representada, entre d’altres motius, pel pes de l’economia, la quantitat de diners que hi ha en joc, la deshumanització-destructivitat del jugadors amb el joc i la divisa, la substitució de la improvisació per la obediència sistematitzada, la productivitat, el predomini del jugador egoista-angoixat i la progressiva extinció del jugador altruista-despreocupat i la substitució de l’ídol nascut per l’ídol inventat per l’aparell promocional-publicitari partícip de la industrialització de l’espectacle. El futbol s’ha convertit en el que el sistema ha volgut. Panzeri, avui en dia, al·lucinaria, si veiés en què s’ha convertit el futbol, una mena d’opi del poble, un exercici excessiu d’hedonisme i esport protagonitzat, en gran part, per individus egòlatres que s’han convertit en petits déus admirats i copiats per la canalla i per adults que fins i tot imiten els seus pentinats. El futbol que defensa Panzeri, no obstant, encara existeix. Sense anar més lluny, el Barça de Guardiola és un clar exponent del futbol entès com un joc lliure, tot i que Guardiola parteix de l’ordre per arribar a l’espontaneïtat i a l’ordre natural del futbol, mentre que el periodista argentí entén que no cal cap mena de rigor tàctic per arribar al mateix lloc. Ara bé, són dues concepcions totalment complementàries i que casen perfectament, que xoquen frontalment contra la d’equips que només juguen a destruir el rival i perquè no dir-ho, el futbol en sí.

L’obra de Panzeri dóna per molt més. Ho toca tot, i ben tocat. Parla de l’art d’enganyar (que és sinó el futbol, doncs l’art d’improvisar i d’enganyar… ai la picaresca!), de que tot i que no cal un rigor tàctic sí que remarca que en el futbol hi ha infinites tàctiques, dels fonaments del que és imprevisible on es tracta de no repetir mai la jugada i de sorprendre cada vegada a l’adversari,  de la importància de saber entrenar, de quan i com driblar, passar i xutar,de la disciplina i de saber el què, el com i el quan, de que si s’improvisa també es parlar d’organització, i inclús, del director tècnic ideal, que, segur, després de llegir què opina Panzeri, ens vindrà al cap el ben aviat ex-entrenador del Barça: algú amb personalitat i caràcter capaç de donar llibertat als seus jugadors i a la vegada saber com i quan corregir-los, però sense que perdin mai la capacitat per ser ells mateixos.

Per tot plegat, Fútbol. Dinámica de lo impensado de Dante Panzeri resulta un entreteniment imprescindible, sobretot pels que senten passió pel futbol, pel joc, per una manera d’entendre l’esport rei determinada, que s’oblida del negoci i que converteix el terreny de joc en un pati de col·legi amb gespa i espectadors, on els jugadors se senten lliures i només pensen en guanyar, sí, però respectant el contrari, respectant una filosofia de joc, i sobretot, respectant el futbol, sent conscient de la importància de saber guanyar i de saber perdre. Perquè, tot i que per molts el futbol és només guanyar i no saben ni entenen el que és sentir-se orgullós d’un equip i de com defensa una filosofia de joc, tant si guanya com si perd, on no hi falten impresentables disfressats d’entrenadors egòlatres i de periodistes-hooligans, tot i haver de conviure amb Florentino’s i magnats que poc els hi falta per rentar-se el cul amb bitllets de 100 euros, encara queda qui entén, respecta, estima el futbol com ho feia aquest periodista argentí. Només és un joc, però ens encanta, i encara més quan apareixen llibres d’aquest calibre.

A la rica marihuana

Terry Shouthern (1924-1995) fue  un escritor estadounidense y  uno de los pioneros del Nuevo Periodismo y autor, entre otras obras, de A la rica marihuana y otras especias, que acaba de reeditar la editorial Capitán Swing.

A la rica marihuana, y otras especias constituye una obra tan especial como extravagante en el sentido amplio de su conceptualización.

Así pues, como punto de partida e hilo argumental, dentro de la estructura de la obra, la droga, las relaciones sociales y el convencionalismo ocupan un lugar predominante.

La obra está dividida en 21 relatos cortos, diferentes cada uno en su forma y en su contenido pero relacionados entre si por algunos matices que el autor ha querido poner de manifiesto con ciertas expresiones propias de la época que caracterizan una generación muy “al rollo” y muy “en la honda”

Personajes reales, como Franz Kafka, Frau Kafka y el Dr. Freud aparecen mimetizados en un entorno tan cierto y tan real pero a la misma vez tan difuso como si de un experimento sociológico se tratase.

Adjetivos como sagaz, sutil, e irónico describen la forma de abordar el texto dejando de lado los prototipos a los que los lectores estamos acostumbrados y poniendo especial énfasis en  su maestría y estilo propio como reivindicación a los no convencionalismos, no ya de la época, si no de la literatura en general.

Para concluir, es necesario apuntar que a pesar de que la obra está publicada en 1967 como Red-dirt marijuana and other tastes, no está desactualizada, pues  puede observarse un fugaz pero brillante reflejo de la sociedad contemporánea en muchos aspectos cruciales como las drogas o los prototipos.

Jorge Ayora

 

A la rica marihuana y otras especias…

A la rica marihuana y otras especias es el título de esta compilación de textos escritos por Terry Southern (Alvarado (Texas), 1924 – Nueva York, 1995) que apareció en nuestras librerías hace apenas un mes. Para quien no conozca a Southern, aclararé que fue uno de los escritores estadounidenses más importantes del pasado siglo. Escribiendo relatos, novelas, ensayos y guiones formó parte del movimiento literario de posguerra en el París de la década de 1950, del Swinging London de la década siguiente, influyó en la forma de hacer cine en los años 70, escribió para el programa de televisión Saturday Night Live en los 80 e impartió clases de escritura de guiones en varias universidades.

Pero el responsable de Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb (¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú), Barbarella, Easy Rider o The End of the Road también fue conocido, como dijo Tom Wolfe, por ser el creador de lo que se llamó el Nuevo periodismo (caracterizado por aplicar recursos y técnicas de la literatura de ficción y otras corrientes consideradas hasta entonces incorrectas por el periodismo tradicional. Supuso una renovación en las formas de narración de reportajes, crónicas y entrevistas, combinando lo mejor de la literatura con lo mejor del periodismo[1]).

Para saber algo más sobre este estilo, no tenemos más que abrir A la rica marihuana… y comenzar a leer. Además de relatos, este libro contiene los escritos que Southern publicó en la revista Esquire, varias entrevistas y un par de piezas dramáticas que le valieron el reconocimiento internacional y que son una muestra de su personal y satírica forma de escribir.

Con grandes dosis de humor negro y desparpajo, Southern utiliza todo tipo de sustancias legales e ilegales para hablar sin tapujos de la política estadounidense, de la CIA, del periodismo, de la música, de ser moderno, de Kafka, de Freud, de la homosexualidad, de los prejuicios raciales…, pero siempre desde una perspectiva absolutamente personal y subjetiva, lo que le permite experimentar con el lenguaje y jugar con el lector, conquistándolo desde la primera línea.

Izaskun Gracia

 

Diario de Rusia

Justo después de que el Telón de Acero cayera sobre Europa del Este, el ganador del Pulitzer John Steinbeck y el famoso fotógrafo de guerra Robert Capa se aventuraron en la Unión Soviética con el fin de escribir un reportaje para el New York Herald Tribune. Esta oportunidad única llevó a los famosos viajeros no solo a Moscú y Stalingrado

Capa, Robert

Andrei Friedman era el verdadero nombre del mítico fotógrafo y corresponsal de guerra húngaro

Novela, relatos y artículos de un emblema contracultural

Figura señera de la contracultura y precursor del llamado nuevo periodismo, Terry Southern (1924-1995) fue una figura tan excesiva como influyente cuya impronta se extendió también al ámbito cinematográfico.

Forjado en las cavas parisinas de humo y jazz entre 1948 y 1952, Southern se instaló después en Nueva York, donde comenzó a desarrollar su carrera literaria a la par que la «beat generation». Irónico hasta el sarcasmo, ácido hasta la corrosión, rebelde hasta autodestruirse, Southern es además un magnífico dialoguista, talento que aplicaría con éxito a su faceta de guionista cinematográfico. Películas como ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú -que le convirtió en uno de los escritores más celebrados y reclamados de la década de los 60– Casino Royale o la mítica Easy rider -sobre la autoría de cuyo guión se peleó amargamente con Denis Hopper y Peter Fonda- contaron con su participación, no siempre reflejada en los créditos.

Coinciden estos días en las librerías españolas dos oportunas ediciones de obras de Southern. Por un lado, A la rica marihuana … (1967), un volumen multiforme en el que incluyó algunos de sus me¬jores relatos y reportajes. Aquí está, por ejemplo, «Bastoneando en Ole Miss», una pieza sobre una escuela de majorettes de Misisipi que, por la introducción -generosa introducción- del punto de vista subjetivo, ha sido considerada hito auroral del «nuevo periodismo». Junto a ella, cuentos como el supremo «La carretera que sale de Axotle» dan fe de la talla de Southern.

El cristiano mágico, varios años anterior (1959), es la novela en la que el texano quintaesencia su mordacidad, sirviéndose de la figura de Guy Grand, un supemillonario que disfruta comprobando hasta dónde la gente se humilla por dinero. Las ideas delirantes —poner, por ejemplo, a un pigmeo al frente de un estudio de publicidad o ir modificando el lenguaje de un periódico hasta hacerlo absurdo e insoportable— se suceden en la obra para pasmo y gozo del lector.

EUGENIO FUENTES

 

Fútbol. Dinámica de lo impensado

Infinitas  gracias debemos los amantes del deporte rey en España a quienes apostaron por traer a nuestro país Fútbol, dinámica de lo impensable. Porque 45 años después de su publicación, las palabras escritas por el prestigioso cronista deportivode Dante Panzeri… siguen vigentes.

El escritor  ofrece un rico testimonio situado en la época basado en que lo único certero del fútbol es su imprevisibilidad.  No le hizo falta conocer la explosión de Diego Armando Maradona, ni ver a su Argentina imponerse en un Mundial para argumentar obviedades sobre las que a menudo se divaga.

Al fútbol se juega bien o mal, un excelente jugador puede convertirse en un pésimo futbolista pero nunca viceversa, desprecia la excesiva preparación física puesto que ningún atleta ni aún hoy podría destacar en un deporte tan técnico, y afirma que los entrenadores pueden mejorar como mucho el 5 por ciento del rendimiento de un club…  Así echa por tierra algunos de los tópicos tan presentes en el fútbol hoy en día.

La infinidad de tácticas y argumentos que se manejan o tratan de explicar después de un partido o el excesivo número de profesionales y especuladores las vincula Panzieri al dinero que ya entonces movía el deporte rey.  Puesto que desde que rueda el balón el juego es impredecible  y sólo el marcador varía  porque los talentosos consiguen saltarse el guión, los mediocres fallan  o simplemente la  suerte decide.  Cómo recoge el libro, para Alfredo Di Stefano no hay diferencia entre fútbol antiguo y moderno. Existe balompié a secas con unas leyes invariables por su propia naturaleza.  Obra imprescindible para  el periodismo actual, incluso para los que renieguen del fútbol por el testimonio y la pluma del maestro Dante Panzeri.

J.L. Torremocha

Las ruinas del presente

El Crack-Up es una recopilación de textos, cartas,  y ensayos escritos durante  su vida que dan fe, como su propio nombre indica, de la quiebra personal que sufrió el autor. Una caída desde el éxito y la suntuosidad hasta el más profundo abismo colmado de desesperación y de vacío emocional. Íntimos detalles de la vida del día a día que muestran el cambio radical y la profunda desesperación que produjo el impacto en la vida de Francis y Zelda.

Los cuadernos, segunda parte de la ópera póstuma, recoge los aforismos incrustados en una mentalidad de época colindante con la genialidad y el ingenio propio de una persona como el propio Fitzgerald. Estructurado por orden alfabético, de la A hasta la Y,  sin mencionar la Z, última letra del abecedario.

“El éxito prematuro le proporciona a uno la convicción de que la vida es un asunto romántico, y una idea casi mística del destino en cuanto opuesto a la fuerza de voluntad: en su grado peor, el error napoleónico.” Bajo este llamativo epitafio, Fitzgerald da cuenta de su infinito y eterno error.

Las Cartas, muestra la relación del autor con sus contemporáneos, destacando cartas a sus amigos y a su hijo Frances Scott Fitzgerald, o también llamado Scottie.

Sentimientos, emociones y anécdotas recogidos y editados en un todo por Edmund Wilson después de su muerte que conforman una visión clara del epicentro global de su vida, ya que según Scott, Toda vida es signo de demolición.

Jorge Ayora

Manual para náufragos existenciales

¿Alguien ha oído hablar del realismo mágico canadiense? ¿Puede que tenga su origen en Ontario? Me explicaré. Imaginen a un hombre normal -si descontamos su llamativo sombrero morado- que entra en una sucursal bancaria del centro de Toronto. De repente, revólver en mano, dispara al techo y exige a los presentes que le entreguen el objeto con mayor valor sentimental para cada uno de ellos (no quiere dinero, mal empezamos). Una vez satisfechas las exigencias del misterioso ladrón, todos los clientes salen aparentemente indemnes de este inusual atraco. Sin embargo, no tardarán en sufrir las consecuencias: maridos que se tornan muñecos de nieve, tatuajes que cobran vida y persiguen a su propietaria, esposas que resultan ser extrañamente dulces o pobres diablos a la caza de sus corazones, aún palpitantes, a través del tráfico.

Y además tenemos a Stacey Hinterland, que se percata de que está menguando día a día. En este microcosmos kafkiano cabe esperar cualquier situación y los giros más sorprendentes, y la verdad es que la imaginación desbordante de Andrew Kaufman no decepciona. Con una prosa envolvente y precisa, nos sumerge con facilidad en la angustia vital de cada una de las criaturas que desfilan por la obra. Los esfuerzos individuales por salir de esta pesadilla originarán a lo largo de la novela diversos encontronazos entre las víctimas del atracador. Cada una de ellas se verá obligada a replantearse la realidad, a tomar decisiones y a apechugar con las consecuencias de sus actos, ya sea para bien o para mal.

En realidad, este relato es una fábula sobre cómo la vida cotidiana hace que a veces perdamos el norte, nos dejemos arrastrar por los acontecimientos y no reaccionemos hasta descubrir que en realidad lo más importante, lo que nos hace verdaderamente especiales, es el amor que nos ofrecen los demás.

Volviendo a mi pregunta inicial, no, la verdad es que el realismo mágico no ha rebrotado en Canadá. Simplemente asistimos al uso de la magia por parte de Kaufman como metáfora de muchas relaciones de pareja, de la soledad o de la angustia vital (a destacar que parte del botín del hombre del sombrero morado sea una copia manoseada de El extranjero de Camus). Así pues, cada situación surrealista no es más que una suerte de subconsciente ansioso luchando a tiempo completo por salvar vidas o empezar de cero.

En cuanto a las ilustraciones, obra de Tom Percival, tanto su aparente sencillez (todas son siluetas en blanco y negro) como su dinamismo resultan ser el contrapunto perfecto para la narración. Para los curiosos, no está de más dejarse caer por la web del artista (http://tom-percival.com/) para ver toda la fuerza de sus otros trabajos y una muestra de la primera idea que había pensado para ilustrar -a todo color- las aventuras de esta mujer menguante.

Andrew Kaufman (Wingham, Canadá), además de escritor, es director y productor de radio; actualmente trabaja como productor en la CBC Radio de Toronto. Entre sus obras destacan Todos mis amigos son superhéroes (2003), traducida a varios idiomas, y La Biblia impermeable (2009). La esposa diminuta (2010) es un buen ejemplo de su peculiar inventiva, aderezada siempre con un fino, mordaz, y a veces macabro, sentido del humor. Para los que busquen una historia nada convencional que les evada por un momento de la cruda realidad cotidiana, este es el relato ideal. Además, recomiendo un paseo por la atípica página web del autor (http://www.severalmomentslater.com/), un prodigio de minimalismo, fotos retro y detalles curiosos.

Por último, en esta ocasión no voy a incluir citas del libro para ilustrar la reseña, sino el tráiler de promoción, muy atractivo, en el que la animación habla por sí sola:

Pedro Ferrer

Wireless 39

Hace tan sólo unos años, las fusiones y adquisiciones entre los grandes grupos editoriales parecían amenazar lo que entonces se llamaba edición independiente y poner en cuestión la importancia del editor. Este proceso de concentración empresarial, semejante a los que no dejan de producirse en otros sectores financieros y comerciales, se había basado en la convicción de que existía un mercado de masas para «el libro» —fundamentalmente para cierta narrativa de ficción— que sólo podía ser explotato adecuadamente mediante una compleja maquinaria de producción, distribución y  promoción, que exigía una inversión demasiado cuantiosa para una empresa pequeña y que requería el desplazamiento de la capacidad de decisión de los editores a los ejecutivos de márketing y ventas. Curisamente, en el momento histórico en que hasta la cultura de masas comenzaba a ser consciente de la desaparición del «autor» tal y como se le había concebido desde el siglo XIX, el escritor, y no la obra, pasaban a ser el producto principal de una empresa editorial.

Mientras tanto, otros géneros con una audiencia supuestamente más reducida, como la poesía o la ficción underground o de vanguardia, podían permanecer en manos de editoriales pequeñas y/o independientes, ya que se daba por supuesto que ahí no había negocio. En otras ocasiones he comentado que la labor fundamental de una empresa contemporánea no es la producción de objetos, sino la construcción de usuarios: Mientras las grandes editoriales competían por el mercado preexistente, no han dejado de aprecer numerosos proyectos editoriales, más parecidos a las editoriales de poesía que a los grandes grupos tradicionales, que están construyendo nuevos espacios, culturales y comerciales, para la ficción.

Los recientes cambios tecnológicos y sociales son sin duda el factor determinante de esta explosión. La facilidad para publicar online o autoeditarse hace que una editorial no sea imprescindible para el autor, lo que no significa que no sea deseable. Cualquier autor dispone de muchísimas opciones de publicación, por lo que el editor está obligado a aportar mucho más que una plataforma de distribución, mucho más que la capacidad de colocar el libro en el escaparate de unas cuantas librerías. El autor proporciona cierto contenido, pero exige del editor que aporte un contexto; de otro modo, ¿por qué no recurrir a la autopublicación? Podríamos decir que la publicación de narrativa se aproxima cada vez más a lo que solía ser la edición de poesía, y ambas se parecen mucho a la comercialización de obras de arte visual. Si a partir de los años 80 proliferaron en todo el mundo las pequeñas galerías de arte contemporáneo, hoy las editoriales se asemejan cada vez más a galerías de arte autónomas y menos a las grandes cadenas de distribución en que habían intentado convertirse. Pequeños negocios, a menudo puestos en marcha por un mínimo grupo de individuos con un fuerte criterio personal, cuyo propósito es dar a conocer nuevos autores o reeditar obras descatalogadas que, por falta de éxito comercial, habían permanecido «huérfanas» durante mucho tiempo. Quizás estoy siendo demasiado optimista, pero me da la impresión de que sobrevivir en el mercado actual, e incluso disfrutar de un moderado éxito comercial es, pese a la crisis económica, mucho menos complicado de lo que lo había sido hasta hace una década.

El gusto por la elaboración artesanal de libros impresos que son en sí mismos objetos con valor estético, la familiaridad con los medios digitales y el uso inteligente de las redes sociales para difundir sus lanzamientos, son tres sobresalientes características de la reciente proliferación editorial. Uno de los mejores ejemplos de éxito en España es Alpha Decay, que en numerosas ocasiones ha tomado la delantera a los grandes grupos introduciendo traducciones de obras clave de la literatura contemporánea: Entre sus próximos lanzamientos anunciados se encuentran nada menos que House of Leaves de Mark Danielewski y Nothing. A Memoir of Insomnia de Blake Butler. Pero Alpha Decay no es una excepción. La mexicana Sexto Piso se ha relanzado en España con, entre otros, el ambicioso proyecto de reeditar la obra completa de William Gaddis, y nos ha descubierto a una autora novel tan extraordinaria como Valeria Luiselli. Capitan Swing está siguiendo la estela de publicación de libros/objeto en la línea de la inglesa Visual Editions y de la alemana Gingko Press, y acaba de publicar la versión española de Composition nº 1 de Marc Saporta. Blackie Books, Libros del Asteroide, Honolulu Books, Alfabia, Jeckill&Jill y muchas otras siguen un camino semejante con propuestas únicas y perdsonalidades diferentes. Eterna Cadencia en México y La Bestia Equilátera en Argentina son también excelentes ejemplos de pequeñas editoriales en español que publican narrativa de extrordinaria calidad. En muy poco tiempo, Sigueleyendo se ha convertido en una de las pioneras en edición electrónica en español con una magnífica colección de nuevos narradores y una excelente gestión del contenido de su web. Otra gran idea es la de Musa a las 9, que está recuperando en versión digital obras descatalogadas de numerosos autores españoles todavía jóvenes.

Sé que me olvido de muchas y no dispongo de espacio para mencionarlas a todas, pero si algo parece desprenderse de lo que está ocurriendo en el mundo editorial, es que las editoriales relevantes son, cada vez más, «negocios de autor». Quizás los editores son los nuevos «autores». Casi puedo ver la sonrisa en la cara de algún viejo editor.

Germán Sierra

Viajamos en la nube

Hoy viajando desde el estudio esta nube volandera no pierde la oportunidad de surcar los mares. Nos movemos en una nube errante que explora más allá de sus fronteras los confines del conocimiento.

Empezamos por América del Sur recorriendo Brasil a través del austríaco Stefan Zweig, un apasionado de este país que escribió en 1941 Brasil. País de futuro, publicado ahora por Capitán Swing. Hablamos de la pasión de Zweig por Brasil con el editor Daniel Moreno.

Ante una perspectiva buena de futuro -estando el panorama como está- no nos queda más remedio que reiniciar el sistema. Para eso vamos a hacer ‘Ctrl+Alt+Supr’. Hasta para los amores puerto a puerto existe una frontera en cada firewall…

Viajamos a mares nórdicos y a gélidos parajes filosóficos gracias a la fotografía poética del gallego Manuel Vilariño. Victoria Esparza ha visitado la exposición ‘Mar de Afuera’ que presentó Vilariño en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. La muestra, que se puede visitar hasta el 8 de julio, es una selección de la obra reciente del fotógrafo.

Pedro Calvo nos teletransporta con su sección Fondo de Pantalla. Primero descenderemos a las profundidades con ‘Viaje al fondo del mar’; viviremos de nuevo en el pueblo de Cicely por un tiempo, el lugar donde se desarrollaba ‘Doctor en Alaska’ para acabar con la extravagante familia nómada –reconvertida en adinerada- de la serie ‘The riches’.

Como pasajeros en tránsito seguimos recorriendo puntos del mapa que marcamos con cruces cuando visitamos. Ann Arbor es una ciudad estadounidense del estado de Michigan en la que pasó una época la periodista Yolanda Villaluenga. Un pueblo situado en un cruce de caminos, refugio de personas con historias distintas, un oasis en la vida de la protagonista de Ann Arbor, publicada por Demipage, la primera novela de Yolanda Villaluenga con la que conversamos esta noche.

Sonarán las voces errantes de Nicholas Evans, Ángela Becerra y Afrasio Peixoto, pero antes ya sabéis que requerimos las vuestras: ¿Cuál crees que es un país de futuro y por qué?; ¿Cuál es el viaje de tu vida (realizado o no)?; Recomienda un viaje para tiempos de crisis…

 

Brasil redescubierto

Al iniciar los años 30 del siglo pasado, el escritor austriaco Stefan Zweig escribió un libro polémico, “Brasil, país del futuro”. Abandonó Europa enojado con el ascenso del nazismo en Alemania. Al desembarcar en Río y viajar por el interior, el paisaje humano y físico que lo rodeo produjo en él un efecto extraño. No imaginaba que pudiera existir una sociedad como aquella en el cuadro tropical que lo fascino.

En Brasil en acelerado proceso de mestizaje previó una humanidad distante, fraterna, sin guerras, en la cual el racismo habría desaparecido.

Esa visión romántica, retomada por el historiadorSergio Buarque de Holanda con el mito del “hombre cordial brasileño”, fue rápidamente desmentida. En plena fase de industrialización, una cruel dictadura militar de dos décadas sumergió a Brasil en una atmosfera de violencia. Allí, como en cualquier otro país, en el homo sapiens el llamado a la barbarie coexistía con la capacidad de realizar prodigiosas conquistas civilizacionales

La previsión de Zweig fue desacreditada por el camino de la Historia. Los crímenes de la dictadura coincidieron con una profundización de la dominación imperialista y de desigualdad social. El abismo entre la miseria y la riqueza se ampliaron más allá de lo imaginable. El Brasil se convirtió en un país de parias y de millonarios.

En 1957, cuando desembarqué en Sao Paulo, la ciudad tenía 2,3 millones de habitantes y una única favela; al regresar a Portugal en 1974, después de un exilio de 17 años, el área metropolitana de la gigantesca megalópolis rebasaba los 10 millones y un gigantesco cinturón de miseria se extendía por la periferia. Hoy son 18 millones.

Terminada la dictadura, al revisitar Sao Paulo en 88 no fue fácil ambientarme. El conflicto entre la modernidad y el arcaísmo se amplió extraordinariamente. Recordé que Levy Strauss definió al Brasil como la tierra de la “decadencia de lo inacabado”, impresionado por el ritmo de las transformaciones capitalistas marcadas por la dicotomía construcción-deconstrucción. Lo nuevo allí envejece vertiginosamente sin estar terminado.

La vida me ofreció al posibilidad de volver a Brasil con mucha frecuencia en el último cuarto del siglo. Allí me siento brasileño. Allí dejé hijos y nietos, en la tradición de la diáspora portuguesa.

Fue en el Brasil, participando en las luchas de su pueblo, que me descubrí como revolucionario y me torné comunista, me transformé, en el aprendizaje de la breve aventura de la vida, en el hombre que soy.

El distanciamiento físico, a partir del 25 de Abril, no afectó el amor por la tierra y aquellos que la pueblan.

Pero la mutación de la vida en las grandes ciudades brasileñas, en las selvas y las regiones agrestes del país es tan profunda y vertiginosa que en cada regreso siento con fuerza el choque de lo nuevo, de lo inesperado.

Volví ahora. La convicción de que no atravesaré más el Atlántico habrá contribuido para que las sensaciones, imágenes e ideas entrasen en mí ahora en desordenada invasión, reabriendo en la memoria alamedas que el polvo del tiempo habia cerrado. Joyce y Proust fueron mis compañeros en tres semanas de un reencuentro con amigos y camaradas que se mueven en ciudades que, revisitadas, me tocan como seres vivos en diálogos imaginarios.

Una ausencia, para mi larga, de cuatro años, imprimió a estos días brasileños la marca de un tiempo de revelaciones, porque el contacto con lo real tenido por intimo era recibido y archivado como nuevo.

Caminando por Sao Paulo, al llevar a mi compañera a barrios y lugares que yo no veía hace décadas, me sentí muchas veces en una ciudad desconocida. Aquello era simultáneamente, repito, íntimo y nuevo.

 

Megalópolis alucinatória

Por Sao Paulo circulan hoy 7 millones de carros y camiones. Cada semana millares de vehículos nuevos aparecen en las calles salidos de las fábricas de las grandes trasnacionales del automóvil instaladas en el país. El Brasil es actualmente el quinto productor mundial de carros, con tres millones de unidades por año.

Los taxis son carísimos. Los restaurantes también. El precio de los apartamentos de calidad es tres o cuatro veces superior al de Portugal.

Un abismo separa en la pirámide salarial a los de arriba de los de abajo. El salario mínimo es inferior al portugués, pero los parlamentarios los profesores universitarios de la elite –dos ejemplos- tienen pagos muy superiores. Los banqueros y gestores de las grandes empresas también ganan mucho más.

El tráfico en Sao Paulo envuelve a la ciudad en una atmosfera angustiante. Lo cotidiano es marcado por la imprevisibilidad de embotellamientos monstruosos. En algunas avenidas, los corredores reservados a los transportes públicos generaron esperanzas ilusorias. Los rodantes tampoco resolvieron los problemas de un tránsito infernal porque muchas familias tienen tres y cuatro carros familiares para esquivar la prohibición de circular en determinados días. La dificultad para estacionarse, inclusive en los parques subterraneos , es inimaginable para los extranjeros, porque la dimensión del desafío supera mucho el de las grandes ciudades europeas o norteamericanas.

El gigantesco caos de Sao Paulo, diferente de lo que modela lo cotidiano de las megalópolis africanas y asiáticas, asusta al forastero. La sensación de quien llega es la de aquello que no puede continuar como está y que vivir allí es una pesadilla.

Pero los barrios ricos de sao Paulo superan por la modernidad y lujo, en Jardín Europa, en Jardín América, en Pacaembu, en Morumbi, a los del mismo género que conozco en Caracas, México, Nueva York y Paris. Porque la gran burguesía paulista, al revés de las europeas, gusta de exhibir ostentosamente su prosperidad insolente, al lado de la miseria degradante que la envuelve.

Más, pasados los días, el forastero repiensa, medita en las contradicciones, reflexiona, intenta comprender y comienza a asimilar el lado invisible de la vida. Es tocado por el hechizo brasileño…

Los absurdos perturban. En la gran ciudad, en los espacios verdes hay más aves de los que en los europeos. La violencia, hija de la desigualdad, indigna e intimida, pero las personas, en las calles, en las tiendas, en los transportes, son amables, cordiales. El desconocido, al contrario de lo habitual en Europa, surge, luego del primer contacto, con el perfil de un amigo potencial.

En Sao Paulo como en Río, la alegría de vivir, lo mismo en los barrios degradados, en favelas inmundas, acecha en la atmosfera, brota de las sonrisas, de los gestos. Por más sombrías que sean las perspectivas del mañana, el paulista, como el carioca, encuentra la luz en el fondo del túnel, cultiva el humor, el futuro próximo es para él marcado por la esperanza y no por el miedo.

El debate de las ideas no es solo efervescente, sino creador. Eso ocurre en el Teatro, en el Cine, en la Pintura, en la Arquitectura, en la Literatura, en las Ciencias Sociales.

 

Contradicciones

En Río, la cintura de playas, en un escenario paradisiaco, deslumbra, es una fiesta para los sentidos.

Pero en la orilla del Atlántico, casi subiendo de las arenas, empotradas en morros verdes, crecen como hongos gigantescos favelas miserables que exhiben el rostro de la desigualdad social.

Los media internacionales dedicaron millares de palabras a la ocupación por el ejército y la policía militar de algunas de las favelas más famosas para erradicar el crimen organizado y el tráfico de droga. Hubo quien creyó que esas operaciones habían señalado el fin de una era. Engaño. Muchos bandidos regresaron, el tráfico persiste con la complicidad de los militares.

El crimen está enraizado en el submundo de las favelas, pobladas de gente buena, a dos pasos de los esplendores de Copacabana y de Tijuca.

El gobierno de Dilma Rosussef repite incansable, que la desigualdad social está disminuyendo rápidamente en Brasil. Miente.En la estratificación de las clases las divisiones son mucho más acentuadas que en Europa. Y se profundizaron en los últimos años.Los ricos son cada vez mas ricos.

El estamento superior de la clase media toma como modelo a los EEUU. En la sede de la modernidad, en la manera de vestir, en el estilo de vida en los ocios.

En la juventud con acceso a la enseñanza superior la obtención de un titulo confiere status, pero la mayoría de la clase media alta manifiesta un interés mínimo por la comprensión de los grandes problemas del país y de la humanidad. Se juzga culta, pero está distanciada de la cultura en sus múltiples vertientes.

En una ronda por la noche paulista, me impresionó en la Vila Madalena la transformación del área que yo habia conocido hace un cuarto de siglo como barrio en que predominaban modestas casas de una pequeña burguesía anémica.

Ahora exhibe el rostro de un Soho brasileño, un Greenwich Village paulista. En bares, cafés y restaurantes, en galerías de arte de buen gusto, desde la fachada à la decoración, convive alegremente una juventud para mi desconocida.

Ciertamente es heterogénea. Pero a evaluar por el barrio y sobre lo que sobre él leí, el interés de la brillante Vila Madalena por la transformación humanizada de la sociedad brasileña será escaso, para no decir nulo.

No era posible, con el ruido del ambiente, formar siquiera una idea del rumbo de las conversaciones. ¿Por ventura la crisis de civilización que la humanidad enfrenta sería asunto en algunas mesas? No lo creo

Consciente de que pertenezco a otro mundo, sentí que Marx, redivivo, si por allí pasase, concluiría que el concepto de alienación, por él definido, mantiene plena actualidad.

 

La lucha del MST

Tuve la oportunidad de retomar contacto con el Movimiento de los Sin Tierra.

Hablé durante horas, en un convivio familiar, con Joao Pedro Stedile y otros dirigentes del MST. Dos conferencias sobre la coyuntura internacional, una en la Escuela Florestan Fernandez, en Guararema, Sao Paulo, otra en Santa Tereza, en Rio de Janeiro, me permitieron durante los debates evaluar la calidad de los cuadros de diferentes Estados que demostraron un nivel de información elevado sobre la crisis global del capitalismo y disponibilidad para luchar contra el sistema de opresión imperial.

La consciencia de clase en los militantes del MST es una exigencia de las duras condiciones en que el Movimiento lucha por la Reforma Agraria. Sin ella no habria sobrevivido.

Más de cuatro millones de campesinos tienen hambre de tierra en un país donde el latifundio es responsable por la existencia de decenas de millones de hectáreas de tierras improductivas.

Lula se comprometió en el programa de campaña que lo llevó a la Presidencia en el año 2002 a llevar adelante una reforma Agraria. Pero luego olvidó su promesa.

El latifundio más insolente e inhumano del mundo permanece en Brasil como ofensa a los excluidos del campo. En el Norte hay empresas cuyas haciendas tienen la dimensión de Bélgica.

La destrucción de la floresta amazónica, pulmón de la humanidad prosigue con la complicidad de los gobiernos del PT. En el estado de Rondónia la selva virgen casi desapareció, devastada por los plantadores de soja y los creadores de ganado. En Mato Grosso, en municipios como el de Barra do Garças– casi veces mayor que Honduras – La situación es similar. Hace medio siglo, cuando allí estuve, era un paraíso verde; hoy la desertificación avanza en amplias áreas de la cuenca del Río das Mortes y del Araguaia.

El MST creció amparado por las comunidades ecclesiales de base ideadas por la Teología de la Liberación.

La confianza que sus líderes depositaban en los sentimientos cristianos de Lula era ilusoria.

En 2011, apenas 22.021 familias obtuvieron lotes en asentamientos, lo que representó 51% de los conquistados en 1995 en el gobierno de Fernando Henrique Cardoso. El rezago se acentúo con la llegada de Dilma Roussef a la Presidencia (menos 61% de los lotes atribuidos en 2003, en la época de Lula).

Diferentemente de Fernando Henrique, Lula y Dilma no desencadenaron la represión contra el MST. Pero ella prosigue a través de los gobiernos estatales, de jueces y alcaldes corruptos, aliados de los terratenientes.

La organización de los asentamientos asumió facetas de epopeya en la vertiente social, económica y política. El MST creó un movimiento de masas con bases sociales en todo el país, instaló escuelas, forma cuadros, creó inclusive una universidad popular.

Pero el avance torrencial del agronegocio, de la agroindustria, estimulado por los gobiernos del PT paralizó la Reforma Agraria. El número de asentamientos cayó mucho en los últimos años. Sin ayuda oficial, hostilizado por el gran capital y por la mayoría de los partidos del sistema, el MST combate con la tenacidad de los griegos antiguos cantada por Homero.

Uno de sus frentes de batalla es ahora la lucha contra el Código Florestal, aprobado por el Congreso bajo la presión de los grandes señores del latifundio. El MST, como millones de brasileños, exige que la Presidente Dilma Roussef vete ese edicto monstruoso que, de ser promulgado, reforzaría privilegios del latifundio y dejaría las puertas abiertas para la destrucción de lo que resta de la selva amazónica.

 

El otro Brasil

Una imagen distorsionada de la política de Lula recorre el mundo.

Con un estilo y un discurso diferentes, el dio continuidad a la política neoliberal de Fernando Henrique. Es una falsa verdad repito que la desigualdad social haya disminuido durante sus dos mandatos. Con sus medidas asistencialistas redujo la miseria y la pobreza, lo que le garantizó una enorme popularidad entre los excluidos. Pero el abismo entre los de arriba y los de abajo no disminuyó, y es hoy más profundo. La estrategia francamente desarrollista de Lula y de su sucesora, al archivar el programa socialdemócrata, favoreció al gran capital y las trasnacionales. Contó y cuenta con el apoyo del imperialismo, no obstante algunos aspectos positivos de la política exterior.

El prestigio de Lula entre aquello a lo que Marx llamo el lumpenproletariado viene funcionando internamente como un anestésico. Dificulta extraordinariamente la lucha contra la explotación de la que los trabajadores son víctimas. Lula fue un sindicalista valiente que desafío a la dictadura, contribuyendo para apresurar su fin. En el poder neutralizó la combatividad del movimiento sindical y pasó a utilizarlo como instrumento pasivo de su política. El control de la principal Central Sindical, la CUT, es hoy un arma que el PT utiliza bien, favorecido por el bajo nivel de consciencia social de la mayoría de los trabajadores, sobre todo en el Nordeste y en el Norte.

En el embrollo de contradicciones que es el Brasil en este inicio de siglo XXI las asimetrías sociales son un obstáculo al avance de la lucha de masas. Existen condiciones objetivas muy favorables para la condena de la política actual. Pero faltan las subjetivas.

La pasividad de los excluidos se suma a la alienación de la aplastante mayoría de la pequeña burguesía, sobretodo de estamentos preocupados apenas con su ascenso social.

En este panorama confuso, los desafíos enfrentados por las fuerzas revolucionarias asume extrema complejidad.

En Brasil surgió una intelligentsia brillante. De sus grandes universidades –la de Sao Paulo y la Unicamp, de Campinas figuran en la lista de las mejores del mundo- salieron en las últimas décadas sociólogos, economistas, historiadores, cientistas políticos que por el valor y la creatividad de sus obras conquistaron prestigio mundial.

En el campo especifico de la política, la diversidad de formaciones ideológicas se tradujo en discursos en ocasiones antagónicos y de difícil asimilación, lo que, sembrando la confusión, sobre todo después del tsunami que implantó el capitalismo en Rusia, no contribuyó para la movilización de las masas contra el sistema.

Comunista, fue sobre todo en el dialogo fraternal con camaradas del PCB en el cual militeéen los años de la dictadura, que me esforcé ahora por acompañar el movimiento de la Historia y de la vida en el Brasil contemporáneo, en vertiginoso, permanente, casi alucinante proceso de transformación.

La reflexión sobre lo que ví, oí, estudié en estas semanas reforzó mi optimismo prudente.

Aproveche un fin de semana para regresar a Paraty, una ciudad colonial, en el litoral fluminense, que no se compara con ninguna otra por i conocida.

Allí era embarcado para Lisboa el oro de que descendía en tropas de mulas de las serranías de Minas Gerais.

Caminando sobre lajas musgosas en calles bellísimas entre caserones del siglo XVIII, con el pensamiento navegando del pasado al presente y en sentido inverso, la meditación sobre los puentes que ligan el tiempo muerto al tiempo vivo hizo que me subiera a la memoria el polémico libro de Stefan Zweig. La Historia, creo, va a transformar en realidad la previsión que le valió una lluvia de críticas. Anteveo el Brasil como un país que anuncia la humanidad futura.

Miguel Urbano Rodrigues

Mitja dotzena de maleïts

Cap obra d’art perdurable ha estat realitzada mai per un farsant”, escriví John dos Passos sobre Francis Scott Fitzgerald, carregat de tragèdies (alcoholisme seu i de la seva dona, Zelda; incomoditat en un món canviant). Sí, Scott Fitzgerald, com el seu Gatsby, era una mena de maleït i es pot veure en la fantàstica edició d’El Crack-Up de Capitan Swing. Són anècdotes, idees, moments que conformaven els quaderns de notes que prenia des de 1938 quan acabà amb la major MGM. Hi ha records i articles fins cartes on fa llistes sobre les coses importants per preocupar-se a la vida.

El que més preocupava l’iconoclasta Hunter S. Thompson (que transcrivia El gran Gatsby per aprendre) era la pugna entre literatura i periodisme (gènere mal parat). “Tuyo en el miedo y el asco”, conclou més d’una de les missives que escriví entre el 1955 i el 1976 des de William Kennedy i Tom Wolfe a Jimmy Carter i que constitueixen una mena de sucosa autobiografia dels inicis de l’autor-kamikaze (drogues, moters, bandes, màfies del joc…). Tot, a El escritor gonzo.

Molts moments de drogues i alcohol que porten a blackouts enllacen Thompson amb Fante, on Dan, el fill de John Fante, repassa la seva duríssima vida (drogues, alcohol, sexe brut, extorsions…), marcada pel rebuig d’un pare tan alcoholitzat com brillant autor de Pregunta-ho a la pols.

Opi és de les poques coses que no tocà Dan Fante però sí que va ser l’addicció estel·lar feta llibre de Thomas de Quincey, que en torna a parlar en un dels 12 articles de tall autobiogràfic que ara es recopilen a Bosquejos de infancia y adolescencia.

El malditisme de Virginia Woolf era d’una altra mena: les veus que sentia al seu cap, que la portaren al suïcidi, episodi que recull el seu marit Leonard a La muerte de Virginia. Arthur Cravan (peó, boxejador, poeta, futur suïcida…) es defensà en una de les missives que es recullen ara (Cartas de amor a Mina Loy) dels seus excessos: “Sólo los rudos son excepcionales”. Qualsevol cosa, menys farsants, per ser perdurables.

Carles Geli

 

Reconciliarse con el periodismo deportivo

Decía Albert Camus que todo lo que sabía «con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres» se lo debía al fútbol. El deporte, no es nada nuevo, puede albergar los mayores valores del ser humano: la solidaridad, el trabajo en equipo, la cultura del esfuerzo, y un largo etcétera. Pero también es cierto, y no hace falta poner ejemplos, que es una puerta de entrada a los dogmatismos y la chabacanería.

Si el amable lector ha llegado a este segundo párrafo, se estará preguntando qué hace este tema protagonizando una propuesta cultural de fin de semana. La respuesta es simple: recomendamos reconciliarse con el mejor periodismo deportivo como experiencia estética. Tal cual, sin prejuicios. No en vano, algunos de los mejores periodistas norteamericanos comenzaron realizando crónicas para medios especializados.

La agilidad que requiere la escritura, la utilización de elementos de la ficción – como la metáfora, el símil o la hipérbole -, o cierto uso de la épica, hacen de este género una literatura a redescubrir con calma, degustando el fraseo, el vaivén del adjetivo que narra una victoria imposible o una derrota inexplicable.

Comenzamos recomendando una revista exquisita. Panenka, que se promociona como el «fútbol que se lee», y quiere contar historias «aunque sus protagonistas estén jugando en la liga turco-chipriota y no se depilen las cejas». Lo importante de esta publicación, pues, no es seguir «la dictadura de la actualidad» sino actualizar los temas que, de alguna manera u otra, son universales. Se trata, según sus propias palabras, de «la locura de creer que el fútbol merece otro lenguaje y otra estética».

En la misma línea, debemos citar la sección de deportes de la revista Jot Down. En la red, y gratuitamente, se pueden leer temas que van de Gino Bartali y Fausto Coppi: La leyenda del ciclismo italiano a una reconstrucción de La puñalada de Mónica Seles. La cuidadosa elección de las fotografías, casi siempre en blanco y negro, hacen que el artículo se convierta en un placer lleno de nervio, estilo y ritmo.

Magníficos escritores han querido explicar, con su tono y su voz, lo apasionante del deporte. Desde Cortázar y su fascinación por el boxeo, a Paul Auster y el béisbol, o ya, aquí, el insustituible Manuel Vázquez Montalbán. En homenaje a este último, el colegio de periodistas de Catalunya otorga desde 2004 un premio internacional que reconoce a las mejores plumas del periodismo deportivo. Entre sus ganadores está Eduardo Galeano. Su libro El fútbol a sol y sombra (1995) se ha convertido en un auténtico clásico.

Más libros. Otro narrador imprescindible es el mexicano Juan Villoro (también obtuvo el premio Montalbán en 2006). Su libro Dios es redondo recoge algunos de sus mejores ensayos y crónicas sobre el deporte rey. En España, en 2012, apareció Vida y muerte de Diego Armando Maradona, editado por Anagrama.

Cuando se habla de periodistas que han contribuido a este tipo de literatura, sea desde la ficción o no, pronto surge otro nombre incuestionable, el de Enric González. Historias del Calcio, publicado en 2007, es un título de auténtica referencia. Del mismo autor, Libros de K.O. – una editorial muy a tener en cuenta – acaba de publicar Una cuestión de fe, un recorrido por la historia del Espanyol y la construcción de su identidad como equipo.

El deporte no sólo se puede afrontar desde el apunte rápido. El análisis, la necesaria contextualización, toma forma en las crónicas de Perarnau Magazine. Múltiples firmas que nos acercan al fútbol español e internacional, y a otros deportes, desde otros tempos y perspectivas.

Algo de reivindicación del periodismo deportivo de calidad hay en el ambiente para que, en tiempos de brutal crisis económica, nazca una nueva editorial en Barcelona, Contra, que comienza armando su catálogo con una biografía del malogrado portero del Barça, Robert Enke, o el ensayo Fútbol contra el enemigo, de Simon Kuper, «un fascinante viaje alrededor del mundo en busca de los vínculos secretos entre el fútbol, el poder y la cultura».

Capitán Swing ha reeditado Fútbol. Dinámica de lo impensado, un texto que Dante Panzeri escribió en 1967 y en el que defendía que «el fútbol, para ser serio, tiene que ser juego».

Con esa voluntad de juego, con esas ganas de ser puente entre literatura, arte y deporte, el escritor argentino Roberto Fontanarrosa – «El Negro»-, escribió algunos de sus mejores relatos. Inolvidables son su Viejo con árbol o el 19 de de diciembre de 1971.

Tampoco hace falta ir muy lejos. En casa o en un parque, aprovechando el sol que se anuncia este fin de semana, se puede leer en LaVanguardia.com artículos que van en esa misma dirección. No se pierdan los sábados las historias que nos descubren en «Estrellas del futuro» y, los domingos, el ciclo «Deporte y más». Y es que, si existe ambición de relato, ciertamente siempre hay algo más. Ese es el mejor resultado.

Albert Lladó

Un artefacto hipertextual

En el prefacio de Composición nº 1, señala su autor Marc Saporta: “Se ruega al lector que mezcle las páginas como una baraja de cartas. Que las corte si lo desea con la mano izquierda igual que una echadora de cartas. El orden en el que salgan las hojas después de hacerlo orientará el destino de X (…) Del encadenamiento de las circunstancias depende que la historia acabe bien o mal. Una vida se compone de elementos múltiples. Pero el número de composiciones posibles es infinito” La pregunta que de inmediato surge en la mente lectora,  no puede ser otra: ¿De qué se trata? ¿De una nueva o vieja audacia experimental, un intervención artística, una performance libresca opaca, clausurada en si misma, pero incapaz e transmitir nada, como no sea la novedosa fiebre experimentadora?

Sin duda que la caja, excelentemente diseñada en la que Capitán Swing nos presenta estas más de trescientas páginas sueltas, sin numeración, encierra algo más que una simple fiebre vanguardista que Marc Saporta concibió en el año 1962. El autor de este libro caja o artefacto hipertextual es uno de los precursores más conspicuos de los textos no lineales, de los discursos fragmentados que hoy son el gran paradigma de la literatura hipertextual en la que cada lector crea su propio libro. Marc Saporta y ahora Capital Swing Libros lo que nos ofrecen es el azar, un juego estocástico que rompe la estructura de la novela decimonónica (inicio, desarrollo, desenlace), puesta en entredicho por los escritores de Nouveau Roman -Marc Saporta es un miembro de esta corriente-  y nos introduce de lleno en el paradigma de la hipertextualidad al que nos han acostumbrado las nuevas tecnologías (un único clic sobre un enlace hace que un texto nos lleve a otro).

Otros rasgos de este libro caja puesta en manos del lector no son tan novedosos como pudiera parecer. Me refiero a su estructura fragmentaria, ensayada igualmente por el Colectivo Oulipo (Raymond Quenau, Cien Trillones de Poemas, sobre todo) por  Rayuela de Cortazar, Por Max Aub (Juego de Cartas), Italo Calvino (El Castillo de Destinos Cruzados) o el mismo Julian Ríos (Larva). A algo muy semejante remite cierta línea de cultivo filosófico: la pluralidad de conexiones que desarrollan Deleuze y Guattari, la interacción de opiniones simultáneas de las que habla Michel Foucault en El orden de las cosas, o la metodología de la descomposición (fragmentos que remiten a otros) desarrollada de Derrida.

Los cierto es que el lector tiene en sus manos no un texto lineal, sino una “baraja literaria”, cuya mezcla de páginas dará lugar a que los personajes de esta composición tengan uno u otro destino, dependiendo de esa “ars combinatoria” de la que nos habla el prologuista, Miguel Ángel Ramos.

La escritura tradicional mayoritaria nos brinda un molde que nada tiene de laberinto, ya que todos conocemos la salida: el desenlace o la última página. Marc Saporta, contrariamente, nos encierra en un sinuoso laberinto en el que hallamos historias  de Marianne, de Helga, de Dagmar, de Mamá o de Robert…, episodios escuetos que no ocupan más de una cuartilla. Acto seguido las desordenó y publicó como páginas sin encuadernar y sin numerar, dispuestas de forma azarosa.

Le compete al lector activo ordenar el libro trastornando las cartas de esta baraja literaria, siendo así la contingencia la que decide lo que el libro va a resultar al final.

De este modo, como en la cartomancia, nuestro corte y barajado de cuartillas representa un conjunto de acontecimientos. La azarosidad pues y no el orden canónico como conductor de los juegos literarios. Y hablo de juegos literarios porque las cuartillas de Marc Saporta no están habitadas por la nada, sino por una narrativa excelente en forma de breves relatos, rebosantes de agudos matices psicológicos, estampas en las que se deja sentir una inequívoca voluntad de contar, con una clara inclinación hacia el poema en prosa. Lo que diferencia la escritura de Marc Saporta lo recapitula la forma lúcidamente clarificadora el prologuista: “El libro de Saporta propone una liberación de lo encuadernado hacia el sorteo, creando una suerte de contrainte oulipina, una nueva regla de juego que al desestabilizar el tablero non obliga a reconsiderar, revisar lo que posee un exceso de naturalidad previsible. Poner entre comillas cualquier continuidad, poner en cuestión cualquier regla inherente al juego desde el juego mismo”

Francisco Martínez Bouzas

Contracultura, periodismo y sustancias ilegales, en Capitán Swing

A la rica marihuana y otras especias… es una recopilación de escritos, artículos y entrevistas de Terry Southern, al que conocerán bien los amantes del Nuevo Periodismo estadounidense y la contracultura. La recopilación se centra en temas como la droga, la música, la política exterior norteamericana, la CIA, el periodismo o la moral convencional, y lo hace con los textos paridos por una mente descarada y elegante, la de Southern, que (por cierto) fue el guionista de Dr. Strangelove, esa maravillosa comedia negra de Stanley Kubrick.

En A la rica marihuana y otras especias… encontrarás los cuentos primerizos de Terry Southern, como «Eres demasiado hip, tío» o el hilarante «La carretera que sale de Axotle», pero también los escritos publicados en la revista Esquire, como aquel célebre «Bastoneando en Ole Miss» (que aparentemente trata de una academia de majorettes, pero también de las relaciones raciales, del whisky y de Faulkner), textos que lo convirtieron en el primer «periodista» que adoptó un enfoque personal a la hora de escribir artículos. El último relato, el famoso «La sangre de una peluca», es probablemente la mejor pieza que se ha escrito nunca sobre el consumo de drogas ilegales. Hasta los menos modernos lo disfrutarán, afirma Capitán Swing.

Terry Southern (1924-1995), escritor y guionista americano, está considerado uno de los pioneros y maestros del llamado Nuevo Periodismo. Formó parte del movimiento literario de posguerra parisino en los años 50 y fue contemporáneo de la llamada generación beat de escritores en Greenwich Village. Autor muy conocido dentro de la contracultura americana, su talento para los diálogos se hizo evidente en sus guiones para Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb (1964), The Cincinnati Kid (1965) o Easy Rider (1969), algunos de sus trabajos para el cine. Su trabajo en esta última película forma parte esencial del movimiento de cine independiente estadounidense de los años 70.

Para Tom Wolfe, Southern fue el primer ejemplo que yo descubrí de una forma de periodismo en la que el reportero empieza preparando un artículo de encargo (ve a Mississippi y entérate de lo que ocurre cuando 500 bastoneras púberes se enfrentan en competición) y acaba escribiendo una curiosa forma de autobiografía.

 

Upton Sinclair, La Jungla

No pretendemos convertirte en vegano, de la misma manera que no lo pretendía Uptown Sinclair cuando, cien años atrás, paría no sólo su novela realista más importante sino un auténtico acto de transgresión en la industria de la carne (con repercusiones políticas y sociales inmediatas y consiguientes investigaciones), pero a nadie amarga un baño de realidad. Aunque la realidad cuente ya con decenas de decenas de años, La Jungla sigue sonando activo, que no activista. Y Capitán Swing recupera el título y lo edita en castellano como está mandado: una novela que suena a ensayo documental sobre una industria tan gore y violenta como caótica desde lo ético a lo estético. Sangre.

¿Qué libros regalan los escritores?

Cuenta la leyenda que en un reino no tan lejano vivía un dragón terrible que causaba estragos entre la población y el ganado. Para apaciguarlo, se sacrificaba al monstruo una persona escogida por sorteo. Un día la suerte señaló a la hija del rey, que habría muerto de no ser por la aparición de un bello caballero con armadura, de nombre Jorge, que se enfrentó al dragón y lo mató. De la sangre derramada nació un rosal de flores rojas. Desde entonces, el día 23 de abril, los caballeros regalan rosas a sus damas, y ellas les corresponden con libros para que nunca dejen de existir hermosas historias como la de la conocida gesta que San Jorge libró frente al dragón.

Llegan días (y noches) de libros. De regalar (y que nos regalen) historias. Para celebrarlo, hemos pedido a diez escritores (y escritoras) que en el último año han publicado nueva novela (o poemario) que nos desvelen con qué libros van a obsequiar a los suyos y qué títulos les gustaría añadir a sus respectivas bibliotecas. Preguntamos a Álvaro García, Almudena Grandes, Luisge Martín, Eduardo Mendoza, Antonio J. Rodríguez, Marta Sanz, Jordi Soler, Ángela Vallvey, Vicente Verdú y Carlos Zanón.

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Antonio J. Rodríguez:  La jungla, de Upton Sinclair (Capitán Swing), porque, más allá de las necias clasificaciones literarias entre novelas realistas o no realistas, es una enciclopedia de muchos de los temas que hoy precisan una revisión urgente: capitalismo, inmigración, género, condiciones laborales… además de un retrato salvaje sobre una cuestión muy preocupante como es la industria cárnica en las dietas occidentales. Y todo eso habiéndose publicado hace más de 100 años.

Brasil, país de futuro

Publicado en 1941, Brasil, país de futuro parece un libro recién terminado. Zweig escribió tanto sobre aquella tierra que parecía haber nacido allí, evocando con gran precisión los detalles y entresijos de la historia, economía, y cultura brasileñas, así como el desarrollo de sus principales ciudades. Con su habitual destreza y sensibilidad, echó mano de sus vivencias e impresiones personales para retratar una vasta, atrayente y fértil tierra con inmensos recursos y una historia carente de grandes guerras.

 

Una vida llena de agujeros

Motivado por su amistad con el joven Larbi Layachi, Bowles decidió acometer la preservación de la cultura oral magrebí a principios de los años sesenta. Layachi no sabía leer ni escribir, pero se reveló como un maestro de la narración. Su historia, una autobiografía ligeramente velada, es contada con un punto de vista crudo y descarnado

Pequeños miedos esposados

Más poderoso que el dinero y más ambicioso que todo capitalista: el miedo.

Todos lo padecemos. Hasta los tristes enriquecidos. Es, sin duda, el sentimiento/emoción más universal que existe. Globalizado/a también; compartido/a, cómo no.

Usted se despierta por la mañana. Se ducha, se viste, desayuna, coge el coche o el transporte público, va a trabajar o hace como que trabaja, vuelve a casa, ve la tele, habla, discute, calla, asiente, protesta, lee o duerme y ¿piensa en sus cosas?, no, piensa en sus gigantescos miedos. Qué vida más aburrida, ¿verdad?

Pero un día cualquiera acude a una oficina bancaria para realizar una transacción. Da igual de qué naturaleza. Espera usted en la cola. Vista al frente. Le sudan las manos. La de atrás habla como una cotorra por el móvil. El de adelante huele a un par de días sin ver el jabón. Algo de calor, también. Cuando menos se lo espera, ¡oh!, irrumpe un ladrón. Oiga, sí, parece que por un día voy a tener algo de emoción. Como en las pelis. Pero no, qué mala pata. Esto no es como me lo habían contado.

El ladrón no parece violento. No es de los que pegan tiros ni tampoco de los que se lleva dinero. Efectivamente, no desea su dinero, porque carece de valor. Usted no vale nada en este lugar ni en otros muchos, se lo aseguro. Es un ente infravalorado, una marioneta para uso y disfrute de los dominantes. Usted, dominado por garras invisibles es vulnerable. Claro, como todos.

Pero no se preocupe porque este peculiar bienhechor sólo quiere que cada uno de los presentes en el acto de humanidad (ad hoc), le entregue el objeto más valioso que porte en ese momento. Para un día que me toca un atraco, encima con buenas maneras. Vaya.

«Estoy usando un montón de metáforas hoy. Escuchen, tengo un poco de prisa, así que déjenme concluir. Cuando salga de aquí estaré llevándome conmigo el 51 por ciento de sus almas. Esto acarraerá extrañas consecuencias en sus vidas. Pero lo más importante, y lo digo bastante en serio, es que o encuentran la forma de lograr que vuelvan a crecer o morirán».

Se marcha. Nadie sabe adónde. Todos confusos. Todos nosotros. Los miedosos. De momento inmóviles. Ahora, se abren las páginas.

Esta novela corta de Andrew Kaufman es un exuberante manual existencialista sobre la capacidad del ser humano para manejar la peor de sus pesadillas. Fobias encadenadas por esposas sin una llave aparente con la que abrir y conseguir la más preciada de todas las libertades.

Los personajes/(víctimas) no saben que el ladronzuelo es (un dios menor), un elegante usurpador de almas (intranquilas) que lejos de hacer el mal pretende urgar en lo más sencillo y a la vez complejo del ser humano: la emoción. Manipular, pues. Sí, con valores que no cotizan en bolsa pero sí suben y bajan por el estómago de cada vecino. No se engañen.

Todo lo que se lleva de cada (ser) lo convierte en diminuto y, de esta forma, mediante una singular y mágica extrapolación consigue que el miedo más potente de cada vida se vuelva pequeño, tanto que usted lo podrá manejar, mover, pasear, llevar de un lado a otro y convivir con él a su antojo. De repente el gigante se hace enanito. Pero cuidado, las cosas pequeñas también se rompen.

Gran oportunidad, pues. Enfrentarse al miedo en una versión a escala particular de cada uno. La capacidad de manejo aumenta, claro, y convierte así, cada vida en un sincero traje a medida donde poder cohabitar con el temor de turno.

Como todo pequeño ser o criatura, los protagonistas deberán educarlos, hijos de un dios menor, tendrán la capacidad de amoldarlos y convertirse en cómplices de ellos mismos para así vencerlos y una vez hayan crecido poder convertirlos en simples compañeros con los que (convivir).

Esta obra maestra es un ejemplo de lo que el ser humano puede hacer cuando ve materializadas todas sus fobias. Ver, sentir, tocar… sencillos actos que más allá de lo cotidiano se alían en una atmósfera ataviada con la mejor de las fábulas posibles para llevarnos al fantástico viaje del humano poder contra todo.

Kaufman deambula por simples y llanas escenas que convierte en (parábolas) cargadas de simbología urbana para diseccionar una sociedad dominada por los temores más fácticos posibles.

Un complejo de personajes difuminados en el rostro del (monstruo) cruzan una peligrosa y mágica linea donde el equilibrio entre la voluntad y el azar juegan una arriesgada (batalla) anclada en nuestras siempre resbaladizas acciones.

Tan sencillo es temer como vivir.

Aunque morir aquí es lo de menos. La muerte es tan segura que nos da toda una vida de ventaja. No nos exige nada, tan sólo estar. Lo demás, no.

Vivir con miedo es doloroso, nos invade y paraliza.

Pero si alguien lo comprime, y nos lo sirve en pequeñas dosis, es la mejor de las curas posibles.

Para más información consultar el libro arriba citado.

Quizá algún día, ¿quién sabe?, estaremos todos fuera de peligro. Mientras tanto seguiremos buscando refugio en la literatura y en maravillosas creaciones como «La esposa diminuta».

Diego Moya

 

La mirada sobre Brasil de Stefan Zweig

Hay pocos escritores tan pulcros a la hora de escribir como Stefan Zweig. A sus conocidas novelas (Austria, 1881, Brasil, 1942), como ‘Amok’, ‘Los ojos del hermano eterno’, ‘La impaciencia del corazón’ o ‘Carta de una desconocida’, se añaden a su obras interesantes obras de teatro (‘Jeremías’), poemas (‘Cuerdas de plata’) e impagables biografías (‘María Estuardo’, Paul Verlaine’, ‘Montaigne’…)

Lo que nos propone la editorial Capitán Swing es adentrarnos en la faceta de observador forastero. Por ello rescata uno de los últimos trabajos del austriaco, ‘Brasil, país de futuro’, un ensayo sobre una tierra que conocía bien.

Zweig no soportó la decadencia de Europa, de la Europa que él había conocido y retratado en sus memorias, ‘Memorias de ayer’. Por eso se instaló en Brasil, territorio que, si bien servía de guarida a los nazis que trataban de burlar la justicia tras la II Guerra Mundial, representaba la última esperanza para un humanista que sentía que la cultura ya no defendía de la barbarie. Brasil representa el paraíso para Zweig.

En este ensayo no esquiva ningún asunto, aborda la colonización, la cultura propia, los problemas a los que se enfrenta, las enfermedades que lo amenazan –lepra, paludismo-, traza la peculiaridad de los brasileños, su buena disposición y ánimo… le fascinan las callejuelas de Río de Janeiro, le sorprende la profusión de minas de oro, el intenso y delicioso aroma del café, los cafetales en su esplendor… También el clima, y sus modos de vida un tanto ajena al devenir del tiempo, un tanto al margen de los relojes…

Zweig conduce al lector, por poco interesado que esté en la literatura de viajes (y este texto no se encuadra en ella, pero algo tiene del género, acaso la fascinación contagiosa), en un Brasil que no puede por menos que apreciar, porque la prosa del austriaco es rítmica, pero sin alharacas, contundente, pero respetuosa a la vacilación, precisa, pero presta a ser completada por quien lee.

Además, esta edición –conviene recordar que el libro estuvo agotado durante cuarenta años- se remata por una interesante introducción del editor Volker Michels, que nos revela los entresijos de una devoción que queda diluida sólo cuando el lector recala en el presente y concluye que las expectativas de Zweig no se han cumplido por cuanto Brasil sigue siendo un país en espera de ejercer un auténtico liderazgo.

 

El realismo diminuto

Parece que el libro no está dispuesto a caer en el olvido tras las nuevas tecnologías. Las editoriales de hoy, como Capitán Swing, quieren darle una vuelta de tuerca más a sus ediciones, así que no basta con un autor, una buena historia y extras como traducción, cubierta y corrección. Ahora, además, nacen los libros ilustrados. Aunque “La esposa diminuta” no va acompañado de imágenes en cada página, el trabajo de Tom Percival (autor también de la portada), hace que este libro siga siendo muy exclusivo. Más que nunca el mundo de las artes está unido, y eso favorece el mundo del papel en la literatura. El libro como objeto es un culto con cada día más adeptos.

Pero para que se sostenga detrás tiene que haber algo que atraiga al que, además de amante del libro, aspira a una buena historia. En el caso de “La esposa diminuta”, novela corta de Andrew Kaufman, se da una singular combinación que da un buen resultado. Ilustraciones y personajes se dan la mano y se convierten en sirvientes del lector. He leído, además de buenas críticas, que es una novela ingenua y sencilla. Y desde aquí quiero secundarlo sin teñirlo de argumentos en contra. “La esposa diminuta” no es una novela universal con miras de historia, de pasar a la eternidad de la Literatura con mayúsculas. Por suerte, nos quedan todavía historias sin grandes aspiraciones y sin caer en el temido y absorbente best-seller. Así, Andrew Kaufman creo que da con un cuento para niños-adultos que entretiene y aísla del mundo interior y exterior. Es ingenua, sí, y es sencilla, pero ésa es su mejor baza: que es fresca, que es amable. La historia de una mujer sin alma que va encogiendo tras un robo bastante especial (que se da en un banco pero podría darse en cualquier otro lugar) está hecha de un realismo diminuto: no quiero decir que es un realismo mágico porque no creo que sea la intención de Kaufman hablar de magia, o al menos no así me lo ha parecido, pero sí entiendo que este realismo es sólo en su medida (pequeña), y forma piezas de una realidad por la que podemos sentir empatía y otra realidad que pertenece al mundo de la imaginación. Si esperas de “La esposa diminuta” una revolución literaria, saldrás decepcionado. Si, en cambio, esperas una novela con fragmentos de vidas originales, llevadas sin grandilocuencia, con el simple objetivo de seguir contando, como en una narración oral, entonces quedarás satisfecho.

Un ladrón muy peculiar no busca el dinero de sus víctimas, sino el objeto personal más apreciado. Así, se entregan, entre otras cosas, calculadora, chupete, llave o una nómina del recién ascenso. Y del mismo modo que este hecho es ya en sí mismo sorprendente, las consecuencias que la entrega de ellos acarreará son igual de sorprendentes: un tatuaje de león que persigue a su dueña, la multiplicación de madres que miden lo que un alfiler, la historia de las vidas de los antepasados encima como una losa pesada… y la que ya sospechamos: una esposa (porque el narrador es el marido) que se va haciendo cada vez más pequeña. Kaufman va haciendo un despliegue de personajes con vidas antes del robo y después. Lo hace sin darle más importancia, sin dotar a la historia de un misterio. Quizá eso juegue en su contra, pero considero que la originalidad de la historia hace el contrapeso justo. Si se tratara de una novela larga, el fuelle se iría perdiendo hasta dejar de interesarnos, pero juega con la ventaja de ser breve. Insisto: es ingenua y sencilla, pero dentro de sus limitaciones se mueve con mucha soltura y obtiene un buen resultado.

¿Cómo se consigue hacer crecer el alma cuando se la has dado -en forma de objeto querido pero objeto al fin y al cabo- a un ladrón extraño y sin escrúpulos? La respuesta, en Capitán Swing.

Estoicismo con narcóticos

Los setentas berlineses ofrecen dos proyectos ideológicos heterogéneos a sus aturdidos contemporáneos. Preguntarse por la supervivencia moral en la posguerra se halla en último término. Tras el nazismo, exhibir ciertas propuestas éticas deviene el paradigma de la absurdidad. La disyuntiva existencialista del pueblo alemán versa en una doble senda: impulsar una hipotética e imponente revolución social o enunciar la inutilidad de la vía violenta. Günter Grass esboza la sátira de una nueva comunidad politizada y por consiguiente exponencialmente dividida, sobre todo en el terreno universitario, que se articula gracias a un único punto sindical: la voluntad de cambio en abstracto. El autor de El tambor de hojalata que, en su momento, proporcionó a la literatura alemana la voz necesaria ante el porvenir de aquellos tiempos furtivos, firma Anestesia local con el fin de desvelar un enfoque inédito sobre el desdoblamiento de la opinión ciudadana.

En la novela ambas conductas son encarnadas por los personajes principales: el rebelde estudiante de bachillerato Philipp Scherbaum y, su opósito, el profesor Starusch. El menor pretende incendiar a su perro en medio de un acomodado barrio para que los ancianos espectadores puedan presenciar qué sucede al ser salpicado con napalm. En consecuencia, el tutor intentará disuadirlo en la protesta contra la guerra de Vietnam con argumentos a cuál más surrealistas. En este sentido, Günter Grass no da la razón a ninguno de los dos puntos de vista; su planteamiento se dirige hacia un camino más sensato. El autor critica las revueltas ocasionadas en los setentas que, tras el mayo del 68, perdieron toda esperanza en un sentido revolucionario y, paralelamente, desprecia el espíritu por las reformas lentas tan característico del impasible docente.

Alcanzado el status de situación límite, urge un elemento regulador. Dicha tarea la lleva a cabo un dentista al que Starusch acude de forma espontánea. La importancia del citado odontólogo se centra en su profesión. Peculiaridad que Günter Grass explota al máximo en el ámbito metafórico. Aquél que administra anestesia al enfermo físico también puede hacerlo al que sufre una patología distinta. El escritor se refiere a un malestar peculiar que ejemplifica Starusch en la consulta, en concreto, el momento en que ve pasar resquicios de su vida a través de la pantalla del televisor. Sin embargo, no se trata de destacar los hechos pretéritos de un sujeto en cuestión sino ciertos sentimientos, deseos y fracasos. Un conglomerado que simboliza el corazón de una nación rota.

De este modo, el dentista se encuentra en una posición muy compleja. El profesional aconseja a ambos para que no devengan radicales en sus respectivos posicionamientos. Es decir, expone sus sermones antirrevolucionarios sin caer en un pacifismo pasivo. Asimismo, no es fortuito que el médico esté obsesionado con Séneca. El dolor, la ira o el sentimiento de culpa no menguan llevando a la práctica las perspectivas de los protagonistas. Ante todo, el conocimiento de dicho tedio social se postra como el mayor método de aprendizaje posible. El dentista dignifica la autosuperación de ese mal transcurrido mediante el procedimiento estoico mas, si en citadas ocasiones la aflicción es demasiado punzante, tendrá que administrar analgésicos al rebaño.

Carlota Moseguí

Fútbol. Dinámica de lo impensado

ENSAYO. LA PELOTA CORRE más que el hombre: bajo la égida de tan incontrovertible sentencia de José Rodríguez Carrera, un recio half derecho del Estudiantil Porteño de los años treinta, donde compartiera camerino y verde césped -o mejor: marrón tierra- con el célebre insider izquierdo Atilio Demaría, crecí. La infancia del fútbol coincidía con mi propia infancia gracias al relato de mi abuelo Pepe. De estos dos arrabales vitales -la infancia primigenia y el potrero original- mama el maestro de periodistas argentino Dante Panzeri para elaborar su visión de juego y del juego, para escriturar esa actualísima crítica de la (sin)razón futbolística quesupone su Fútbol. Dinámica de lo impensado, obra de referencia en la materia que ve al fin portería en este país, tras más de cuarenta años de ¿inexplicable? ostracismo. Como el buen futbolista, Panzeri hace fácil lo difícil: revelar las mentiras que forman parte de la verdad. Para lograr semejante hazaña, en un libra que es al tiempo manual de instrucciones, folletín libertario y hoja de reclamaciones, Dante riega la cancha con una serie de geniales reflexiones. Encontramos así, por ejemplo, la nada descabellada idea de que el fútbol es «la más perfecta introducción al hombre en la vida cooperativista»; o la lógica fe en que se trata de «una ciencia oculta imposible de ser enseñada»; o la perlita informativa de sir Alfredo Di Stéfano, ‘declarando en 1964 que «el sistema de juego no existe, es un invento de los que no entienden nada de fútbol». Sobre todo desde las páginas de la mítica revista El Gráfico, en la que de correveidile a director sudó la camiseta durante diecisiete años, Panzeri se alzó como tenaz militante por la pronta recuperación de todo lo bello y lo lúdico que lleva en sus entrañas el deporte rey. luchando sin descanso contra un enemigo implacable: ese infame negocio del fútbol que aún tiene nuestra edad y nuestra geografía. Pablo Nacach

El juego infinito

¿Queréis hacerle a alguien (o a vosotros mismos, sin duda mucho más aconsejable…) un excelente regalo literario? Aquí está “Composición nº 1”. Recordemos el criterio que suele utilizarse para los niños: qué mejor elección que aquella que proporcione infinitas horas de disfrute, que siga perdurando con los años y aparezca siempre en un sofá o en el suelo del cuarto de los juegos cuando visitemos la casa. Así ocurrirá con este libro-caja-baraja de posibilidades infinitas, mayores sin duda que Rayuela, que el cubo de Rubik o los videojuegos de inacabables territorios y pantallas.

Claro que el adjetivo “literario” que hemos empleado resulta más relevante de lo que parece: si algo convierte en verdaderamente notable la obra de Saporta es la calidad de cada una de las páginas que nos ofrece. Una a una constituyen excelentes relatos de corte psicológico, estampas cotidianas y dibujos interiores de personajes que reencontraremos en un delicioso azar, y una especie de trama que se construye y destruye con nuestras elecciones, que a veces es meramente intimista, sin apenas acción, y otras se vuelve relato inquietante, novela histórica, thriller policial o drama social. La experimentación, pues, viene de la mano del conjunto, y de una cierta perspectiva con que debe contemplarse, pero no así de sus componentes individualmente considerados. Hay excelente narrativa en estas cuartillas, caracteres bien construidos (la atormentada  Marianne, la soledad de Dagmar -pintora que firma un cuadro abstracto, hecho de chisporroteos de color, irónicamente titulado como el libro-, el misterio de Helga –que parece aludir a un oscuro episodio de abusos en la infancia), la voluntad de contar. De no haber sido así todo habría quedado en un experimento opaco, cerrado sobre sí mismo, como esas intervenciones artísticas de algún mérito técnico pero incapaces de transmitir nada, o bien en una broma intelectual para consumo de iniciados. El libro resulta fascinante precisamente por esto, por no renunciar a la comunicación ni a la capacidad expresiva de la literatura para generar interés, emoción y belleza.

En la prosa encontramos el tono del nouveau roman, su sequedad expresiva y su aprecio por lo mínimo, pero ésta será probablemente una de sus manifestaciones más perdurables. De ahí que debemos aplaudir la decisión de recuperar para los lectores/as de hoy un texto tan, en principio, complicado de editar. Capitán Swing lo presenta en una caja encantadora y con una paginación delicada que, en su reverso -ilustrado por letras desordenadas-, alude a la aleatoriedad del lenguaje.

En definitiva, un volumen fascinante destinado a acompañarnos durante mucho tiempo. Venga, a barajar y empezar de nuevo.

 

En época de descubrimientos y fracasos

F. “La literatura está en crisis porque el modelo dominante de consumo cultural es el entretenimiento”, dijo Aleksandar Hemon en la presentación de la última antología de relatos que Dalkey Archive Press acaba de publicar. Al acto asistió también Nicole Krauss, escritora de éxito y esposa del escritor de éxito Jonathan Safran Foer, quien leyó (Krauss leyó) uno de los relatos. Efectivamente Krauss, que eligió para la ocasión una amplia camiseta verde militar brillante y de look arrugado sobre la que pendía un sencillo colgante de cuentas cilíndricas de madera y que consumió parte del contenido de la sencilla botella de agua mineral embotellada que los organizadores del acto le entregaron al comienzo del mismo, leyó el relato de la escritora y crítica rusa Danila Davydov titulado “El telescopio”, y pareció estar de acuerdo con Hemon cuando interpoló (Hemon interpoló) que el relato era una “obra maestra”. Como es sabido, Nicole vive en Brooklyn con Jonathan, con quien tiene dos hijos en común.

D. Hieronymus Bosch, más conocido como El Bosco, presta su menos célebre nombre a la primera versión de la novela Au temps des monstres et des catastrophes (2011), titulada L’inversion de Hieronymus Bosch (2005), del escritor, cineasta, músico y fotógrafo Alexis Mital, más conocido por el pseudónimo artístico Camille de Toledo. En época de monstruos y catástrofes, versión española publicada por Alpha Decay, es la primera entrega de la tetralogía narrativa Estratos. La narración se centra en la creación, ascenso y caída de un imperio productivo-comercial de artículos personales dirigidos a satisfacer la demanda mundial de entretenimiento y placer sexual. LWK, su creador, emigrado en su juventud desde la Italia rural hasta la Europa tematizada en Norteamérica, se rodea de una ecléctica guardia pretoriana con la que compartirá con generosidad su creciente fortuna. Los personajes, deliberadamente caricaturescos, irán sufriendo una metamorfosis causada por las fuerzas exteriores más provincianas y más globalizadas: la prensa, el poder de los grupos de presión, las masas, el consumismo idiotizado, el pasado, el terrorismo de vanguardia, el puritanismo e incluso la alta cultura o intelectualidad. Es de destacar la aparición estelar de El monje, quien metafóricamente vendió su Ferrari para dedicarse al altruismo anarquista o al anarquismo altruista.

F. “Hace muchos años, la biblioteca a la que iba me regalaba ejemplares del suplemento literario del Times, que en caso contrario hubieran sido arrojados a la basura. Yo los guardaba en una caja grande debajo de la cama, y los leía por la noche. Al final, los encontraba opresivos. El estilo uniforme. La serenidad. La sensación de que cada libro analizado, cada obra, podía incardinarse en la red de la cultura. Qué poco razonable era mi actitud: el Times Literary Supplement es magnífico, impecable; deberíamos dar gracias por su existencia, claro que sí. Pero encontraba el papel opresivo, y todavía ahora me acerco a él con cuidado. … Leo artículos en papel sólo si vienen recomendados por una fuente online digna de confianza. Entrar y salir. No quedarse atascado en las páginas literarias. No internalizar el tono de esas publicaciones. No hacer caso de sus valoraciones. Cultivar en su lugar una especie de barbarie ilustrada…”

D. Tengo aquí al lado la primera novela de un norteamericano de 29 años con un background curricular que tira de espaldas. Comienza así: “Cuando la universidad me retiró la beca, hice lo único que sabía: volví a New Jersey. De vuelta a una ciudad que no había llamado hogar durante años, que toda mi familia había abandonado, como si no hubiera sido yo el primero en marcharme, como si el tiempo entre la partida y el regreso hubiera sido un desperdicio. Había ingresado en el programa de doctorado universitario tres otoños antes, estimulado por lo que suponían cuatro años de estudios de filosofía, y preparado, por fin, creía yo, para dedicarme a la vida académica. Durante el primer año, pasé las mañanas y las tardes enclaustrado en las salas de lectura de la universidad, estudiando metafísica y teología, teoría de cuerdas y escatología. Las noches las pasaba escribiendo. No poseía virtualmente nada, vivía en un apartamento del tamaño de un cuarto de escobas, mis comidas se componían principalmente de cereales y fideos”. Huelga decir (qué anticuada está ya esta expresión, y qué asco que lo esté) que la novela es genial y que el día que se edite en español la va a disfrutar un montón de gente —que lea.

D. En Aire de Dylan, la nueva novela de Enrique Vila-Matas, Francis Scott Fitzgerald tiene un papel estelar, y su libro misceláneo editado póstumamente, El Crack-Up, tiene un cameo a modo de referencia. “Crack-up” significa quiebra, ataque de nervios, pero también partirse de risa, y de todo eso y más hay en el libro de Scott Fitzgerald, recientemente editado en español por Capitán Swing. “Enfadado por un centenar de cartas de rechazo, escribió un relato extraordinariamente bueno y lo vendió privadamente a veinte revistas distintas. De la noche a la mañana era lanzado veinte veces al público. La lápida mortuoria fue costeada por la Sociedad de Autores”, 172. “Ventajas de la educación: amplía el mundo normal y corriente”, 214. “Guionistas a sueldo, habiendo quitado toda vida a un relato, la sustituyen por los malos olores de la vida: un pedo, un chiste verde, una broma asquerosa”, 228. Para comprender bien esta última cita hay que leer Aire de Dylan. Quiero decir que hay que leer Aire de Dylan. Y después, o al mismo tiempo, El Crack-Up.

F. En estos momentos no puedo revelar el título de la novela ni el nombre de su autor porque se trata de un descubrimiento al que he tenido el privilegio de asistir gracias a una nueva amiga norteamericana, y gracias también a la gentileza de una amiga de esa amiga que es editora (la amiga de segundo grado) y que me la ha enviado a casa. Se ve que hay un cierto movimiento en las tripas del mercado para ver quién la edita —en español— y que ese movimiento ya se ha producido en Alemania, Francia e Italia, donde se la han quedado los mejores, o al menos los que disponen de más recursos. No exagero cuando digo que es verdaderamente buena. Pero si ahora me pongo a elogiarla, como aquel que dice antes de tiempo, existe el peligro de que la cotización del artefacto suba más de la cuenta y de que finalmente se lleven el gato al agua los menos idóneos para ello. Porque las editoriales más interesantes son aquellas que todavía no se han convertido en supermercados o grandes almacenes, aquellas cuyas estructuras de producción son escuetas y no pueden permitirse el ¿lujo? de alimentar varias líneas diferentes —me refiero al término “colección”, que en las editoriales pequeñas es redundante e incluso fantasioso—. Aquellas cuya opción es menos aprovechar una tendencia que descubrirla o incluso aspirar a marcarla. Aquellas en las que el riesgo no es una elección sino la mera razón de su existencia.

D. Raymond Queneau definió a los integrantes del OULIPO como ratas que construyen el laberinto del que después intentarán escapar. Se refería a la cuestión de la forma en el arte de la ficción, decimonónicamente constreñido por una única y sempiterna y aburrida forma primordial: planteamiento, nudo y desenlace, todo ese rollo de la trama, etc. Pero no sólo los escritores, sino también la mayoría de lectores, se constriñen a sí mismos en un sencillo laberinto del que de antemano conocen la salida; un artefacto simplón del que no les costará ningún esfuerzo escapar. La ficción mayoritaria sabe que debe seguir ese patrón que emula el aburrimiento vital de sus lectores, sus páginas tan soporíferas y a modo de rueda para esos hámsters semipeludos llamados humanos. Marc Saporta se cargó la rueda, descuajaringó el juguete preferido de los lectores, suprimió el orden. Contó cosas de Marianne, de Dagmar, de Helga en episodios simples que no ocupaban más de una cuartilla y después las desordenó y las publicó sin pegamento ni hilo, metidas en una caja con el título Composición nº 1 a modo de portada, lomo y contraportada. Ahora Capitán Swing las ha editado decorándolas por detrás con melodías de letras aleatorias que no significan nada, sólo hacen bonito. Una bonita forma de acabar con el sadomasoquismo implícito en los números de página.

F. Los verdaderos descubrimientos (D.) suceden así. Un tipo que desperdicia su tiempo de estudios escribiendo páginas que no sabe si le conducirán a algún sitio que no sea de vuelta a casa, directo al fracaso (F.). Una agente experimentada que las lee y sabe que ahí hay algo que se sale de lo común. Un editor o editora que se deja impulsar por el criterio de la agente experimentada. Una ronda de consultas. Una novela. Otra ronda de consultas. Uñas comidas. Mercado. Y antes de seguir creo que debo aclarar que la amiga de segundo grado tampoco es española ni vive en España y que la editorial para la que trabaja es extranjera y está radicada en Londres, donde al parecer finaliza el período de cocción de buena parte de los asuntos literarios importados del otro lado del Atlántico que podrían concernir a la vieja Europa. Pero según cuentan Hemon y Krauss (ver primer Fracaso), la atención no es recíproca: menos del 3% de los libros vendidos en USA son traducciones, y además en parte de ellos las editoriales ocultan el nombre del traductor, para que el consumidor potencial no se cosque de que, al ponderar pros y contras de la adquisición, en realidad está valorando la compra de un producto extranjero adulterado, directamente llegado del Más Allá, un espalda mojada, un inmigrante literario, un indeseable.

D. (y en gran parte F.) Scott Exposito dijo: “A la literatura que cuestiona las ideas establecidas se acercarían más lectores si sus defensores dejaran de elogiarla haciendo que parezca sadomasoquismo”. Sí, esa clase de tortura infligida a Jonathan Franzen según David Foster Wallace cuando le escribía (Wallace escribía) a Don DeLillo esta postal de aquí abajo: “Todavía no he leído a Gaddis, pero estoy en contacto con Franzen, a quien parece que le han encargado la tarea de escribir un artículo exhaustivo sobre Gaddis para el New Yorker, y está pasando apuros”. Y lo escribió, vaya si lo escribió (Franzen escribió).

José Luis Amores

La esposa diminuta

“El robo trajo sus consecuencias. Las consecuencias fueron la clave del robo. Nunca se trató de dinero, ni siquiera el ladrón lo pidió. Que ocurriera en un banco fue algo completamente circunstancial.” Así da comienzo esta fábula del escritor, director y productor de radio canadiense Andrew Kaufman, que a través de la voz del narrador, se transmuta en el esposo de Stacey, una de las víctimas que protagoniza el extraño incidente.

Lo que quiso llevarse el atracador, en vez del dinero, fue el objeto con mayor valor sentimental que llevara cada uno de los presentes encima: un reloj de pulsera viejo, una calculadora antigua, un chupete, una fotografía… Unas horas más tarde, las víctimas de aquel robo extravagante empiezan a sufrir las increíbles consecuencias: una mujer que se vuelve de caramelo, un hombre al que se le multiplican las madres, un león que deja de ser tatuaje para convertirse en una pesadilla de carne y hueso… y Stacey, que va menguando de tamaño día tras día hasta llegar a hacerse diminuta.

Nadie sabe por qué ocurre lo que ocurre, pero a través de las páginas lo vamos averiguando, y aparece la moraleja que hay escondida detrás de las inverosímiles situaciones en las que se ven atrapados los personajes. La clave nos la ofrece el ladrón al principio, justo antes de marcharse del lugar del crimen. “Cuando salga de aquí, estaré llevándome conmigo el 51 por ciento de sus almas. Esto acarreará extrañas consecuencias en sus vidas. Pero lo más importante, y lo digo bastante en serio, es que o encuentran la forma de lograr que vuelvan a crecer o morirán.” Esta es la lección que nos ofrece La esposa diminuta, la necesidad de tener valor para pelear por aquello que realmente puede hacernos felices, y para enfrentarnos a aquello que amenaza con arrebatarnos la felicidad. En definitiva, la necesidad de saber cómo hacer crecer nuestras almas para no llegar a ser muertos en vida. ¿Y cuál es la forma de conseguirlo? Así es, a través del amor.

Por cierto, las inquietantes ilustraciones en blanco y negro de Tom Percival son toda una delicia para la imaginación y para la vista.

Ana Blé