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“Harold y Maude”: cuando Mrs. Robinson no creía en la policía

Por La Razón   ·  26.08.2021

Un joven Colin Higgins (Australia, 1941), cuando corría todavía libre el verano del amor, quedó impresionado por la primera vez que rodaron ante sí los créditos de «El graduado»la obra maestra de Mike Nichols. En aquel filme, ahora un referente de la cinefilia, Dustin Hoffman era seducido por la señora Robinson, a la que daba vida Anne Bancroft, mientras las melodías de Simon y Garfunkel quedaban impregnadas para siempre en la historia del séptimo arte. El impacto en Higgins fue tal, que para graduarse como estudiante de cine en la Universidad de California decidió presentar un guion que bebía mucho de la novela original de Charles Webb pero le daba una pátina de humor negro tan propio de la Commonwealth como difícil de vender en Hollywood.

Pese a las nulas esperanzas de Higgins de colocar su libreto, que en realidad había mutado ya a novela corta, un tal Hal Ashby (que venía de ganarse el reconocimiento del medio como montajista de «En el calor de la noche») confió en él desde el principio. El realizador de Utah había debutado en el largometraje, no sin ciertas dificultades, con «El casero» (1970) y había conseguido «colarse» en los Oscar, pero todavía faltarían años para que se consagrara como el ojo tras el objetivo de «Esta tierra es mi tierra». Higgins y Ashby que, sin acreditárselo, le dio un lenguaje más cinematográfico a lo escrito por su compañero, se propusieron entonces levantar «Harold y Maude», que así se llamaba el proyecto, y llevar a la gran pantalla la historia de un adolescente tardío, y deprimido, y la anciana, superviviente del Holocausto y medio «hippie», que le devolvió, en cierto modo, las ganas de vivir.

De Elton John a Cat Stevens

Ambos eran conscientes de la importancia del elenco de la película, de elegir bien a los dos protagonistas. Higgins escribió a Maude pensando en Greta Garbo, en ese arquetipo de rostro que conserva belleza pero también guarda cierto dolor. El temprano retiro de la actriz, que dejó el cine en los cincuenta, permitió que Paramount, el estudio que iba a financiar el proyecto, se saliera con la suya: Ruth Gordon, con el Oscar por «La mano que mece la cuna» todavía caliente, se hizo con el papel, y también con el convencimiento de director y guionista en cuanto empezó a soltar los diálogos. Para encontrar a su Harold, descrito como un muchacho pálido y enfermizo, Ashby tenía prácticamente atada la presencia de Elton John, que también escribiría varias canciones para la película. Finalmente, y después de reventar las listas de éxitos con «Your Song», Sir Elton se decantó por subirse a otro proyecto, «Friends», dirigida en 1971 por Lewis Gilbert. Lo que sí hizo la estrella fue recomendar a un amigo para el apartado musical, y así el repertorio de Cat Stevens se convirtió en la banda sonora de la película. En esas le llegó el guion a Bud Cort, otrora niño prodigio de la televisión que buscaba proyectos más serios. Una mañana, contó en una entrevista a «Variety», tenía sobre su mesa el guion de «Harold y Maude» y el de «Alguien voló sobre el nido del cuco», ambas previstas para rodarse en las mismas fechas. Con acierto, o no, decidió convertirse en Harold y ello le valió el premio a la promesa del año en los BAFTA y la nominación al Globo de Oro.

Coincidiendo con el quincuagésimo aniversario del estreno de la película, Capitán Swing publica el libro original escrito por Colin Higgins, su tesis universitaria, y realmente la biblia de un filme que opta por convertir en «slapstick» lo que en realidad es humor existencial, si es que eso existe. De esta manera, y aunque el grano de la película de 1971 sea imposible de encontrar en ninguna plataforma en España, la cinefilia se encuentra con una de esas novedades editoriales que más que solapar, completan la comprensión de un clásico incontestable como el que firmó Hal Ashby. Hay respuestas, hay escenas extendidas y hay literatura que hará las delicias de cualquier cinéfilo. Dicen las malas lenguas que, en un arrebato provocador, la historia de amor debía ser tan sexual como la que narra el libro, pero que Higgins y el director acordaron los términos de la subversión, «solo» en que Maude no creyera en el estamento policial.

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