A la hora de abordar la figura de Colin Higgins, si es que se le conoce, existen dos tipos de persona. Un grupo lo forman aquellos que asocian su trayectoria en el mundo del cine como director de aquella taquillera comedia que fue en los ochenta “Como eliminar a su jefe”, película protagonizada por Jane Fonda, pero que convirtió a Dolly Parton en un fenómeno global más allá de los especialistas en country. Ninguna queja al respecto, porque Higgins la escribió y dirigió, así que al César lo que es del César. En cuanto al otro grupo, en el que me incluyo, podría englobar a un amplio espectro de variopintos aficionados que consideran que lo que el australiano-estadounidense dejó realmente para la posteridad fue “Harold y Maude”, tanto esa película que no la industria no le dejó dirigir como en la novela que se publica en castellano de la mano de la editorial Capitán Swing.
Es bien probable que muchos lectores hayan visto ya la que es una de las comedias más particulares de la historia del cine, una de esas rara avis que resulta complicado equiparar con cualquier otra obra, pero es necesario leer esta breve novela para poner todavía más en su lugar a Higgins. “Harold y Maude” nació originalmente como tesis doctoral de los estudios de Escritura de Guion que Higgins cursó en Los Ángeles. Su intención era dirigir él mismo la adaptación a la gran pantalla, pero le resultó imposible. Paramount, la compañía que se había hecho con los derechos, prefirió ponerla en manos de Hal Hashby, protegido de Norman Jewison que había debutado en la dirección apenas un año antes tras ganar un Oscar como montador por, precisamente “En el calor de la noche” de Jewison. Aunque no fuese como a él le hubiera gustado, Higgins había metido ya un pie en Hollywood, pero las cosas en palacio van despacio.
Coincidiendo con la película, Higgins decidió que sería buena idea que su guion convertido en novela estuviera también en la calle. Y aquí estamos, cincuenta y un años después, comentándola y poniéndola en valor. Lo merece, sin lugar a dudas, porque “Harold y Maude” nació de la cabeza de Higgins y lo que vemos en la película refleja con una fidelidad indescriptible lo que nos encontramos en estas fugaces noventa y pocas páginas. Hashby se ciñó a lo escrito por Higgins, consciente quizás de la joya que tenía entre manos. Una de las comedias más tristes y emotivas de la historia. Quién sabe si por ello más tarde, en 1979, Hashby llevó a la gran pantalla esa otra comedia dramática tan agridulce que fue “Bienvenido Mr. Chance”, adaptación de “Desde el jardín”, no menos recomendable libro de Jerzy Kosinski.
Pero volvamos a Higgins. Mientras cursaba sus estudios, el joven Colin había disfrutado muchísimo con una película que estaba funcionando muy bien y que se llamaba “El graduado”, dirigida por Mike Nichols y protagonizada por un actor todavía desconocido, Dustin Hoffman. La relación entre el recién licenciado universitario y la señora Robinson –encarnada por Anne Brancroft– le sirvió de inspiración para su escribir su guion. Solo que llevando las cosas al extremo. Así fue como, en algún lugar del cerebro de Higgins, nació una historia aparentemente alocada y provocadora, pero de una profundidad que sigue golpeándonos medio siglo después.
Como las buenas comedias, “Harold y Maude” nos enfrenta a nuestros propios problemas existenciales, aunque lo haga a base de unas elevadísimas dosis de humor negro y una historia con la que no todos los lectores conectarán. Hay risas en cada una de estas noventa y algo páginas, pero hay sobre todo mucho dolor con el que Higgins nos lleva a reflexionar. Para ello nos presenta a dos personajes de lo más particular. Harold es un jovencito de dieciséis años, incapaz de adaptarse al mundo en el que vive y que busca el verdadero amor de su madre fingiendo una y otra vez su propio suicidio. Maude es una mujer optimista, igualmente inadaptada y que vive la vida sin limitaciones, sin preocuparse de lo que dirán o de lo que llegará mañana. Entre ambos nace ese tipo de amistad que solamente puede nacer entre dos personas que no encuentran su lugar en este mundo. A partir de ahí, ambos protagonizarán un buen puñado de locuras: robarán coches, huirán de la policía y se querrán de modos distintos hasta que llegue el momento de la despedida.
La película “Harold y Maude”, estrenada en 1971, fue un fracaso de crítica y de público. La novela, publicada también en 1971, fue reimprimiéndose de forma modesta y guadianesca a lo largo de los años. Pero ambos habían ido ganando fans sin prisas y sin pausa. En 1983 la película ya había recuperado su inversión. En 2021 son dos clásicos de culto que, fuera del mainstream, siguen sumando adeptos. Por su sinceridad, por su capacidad para enfrentarnos cara a cara a un mundo de mierda y conseguir que, una vez las lágrimas se hayan disipado, nos sintamos más optimistas, más felices y sobre todo más humanos. Y a eso, debemos subrayarlo antes de terminar, suma más este pequeño gran libro, porque a veces no hay nada mejor para expresar algunos sentimientos que usar las palabras justas y adecuadas.
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