10º Aniversario
¡El capitán cumple diez años!
descúbrelo

La escritora a la que echaron de su hogar

Por La Vanguardia   ·  21.08.2021

La británica Raynor Winn, de 53 años, nunca tuvo inclinaciones literarias ni se imaginó en otro sitio que no fuera la granja centenaria de Gales que ella y su marido, Moth, restauraron piedra a piedra. Allí fueron felices y criaron a sus dos hijos, Tom y Rowan, hoy universitarios. Y allí querían morir, después de una vida juntos. Se conocieron con 18 años. Todo eso se desvaneció de un día para otro.

Esta mujer, que se ha convertido en una activista antidesahucios y escritora ecologista de éxito, explica que confiaron en un amigo de la infancia, Cooper, e invirtieron a ciegas en sus empresas. Fue un desastre. Las empresas quebraron y de la noche a la mañana perdieron todo el dinero. Pero ese era solo el comienzo de la pesadilla. Cuando realizaron la inversión, firmaron unos papeles a los que no dieron importancia.

Descubrieron demasiado tarde que su amigo había abusado de su confianza y que esgrimía aquellos documentos para que las deudas recayeran sobre solo ellos. Moth y Cooper se habían criado juntos. Fueron a la misma guardería y compartieron el triciclo. “Ni a mi marido ni a mí nos cabía en la cabeza que alguien así nos traicionase”. Pero lo hizo: exigió ante los tribunales que los desahuciaran para quedarse con su casa.

Aquella casa, explica Raynor Winn, no solo era un hogar. “Era el árbol donde nuestros hijos habían jugado, el agujero en la pared donde anidaban unos herrerillos cada primavera, la plancha de plomo junto a la chimenea donde vivían unos murciélagos”. Y era, sobre todo, su principal medio de vida, ya que construyeron un anexo que convirtieron en un alojamiento rural para recibir a huéspedes.

La batalla judicial duró tres años. Gastaron los últimos ahorros en la defensa legal. Cuando se quedaron sin dinero, intentaron obtener los beneficios de la justicia gratuita. Pero “si naciste pa’ martillo, del cielo te caen los clavos”, como canta Rubén Blades. Su odisea en los tribunales coincidió con una reforma legal “que ha dejado a miles de británicos sin posibilidad de asistencia jurídica gratuita”.

Ella era ama de casa; él, yesero. Regentaban una granja. “No teníamos conocimientos de Derecho y debíamos representarnos a nosotros mismos y luchar contra un ejército de abogados”. A pesar de todo, encontraron una prueba que les daba la razón y por un segundo se sintieron a salvo. Pero en la justicia el sentido común es a veces el menos común de los sentidos. Los tribunales desestimaron la prueba por un defecto de forma.

El plazo para presentar documentos había expirado sin que solicitaran una prórroga, como habrían hecho si hubieran tenido un letrado de oficio. El juez les dio una semana de plazo para abandonar la casa. Y lo peor estaba aún por llegar. Moth llevaba tiempo con molestias. Le dolía un hombro y le temblaba una mano. Pensaba que podía ser debido al cansancio o a una antigua fractura. Fue algo mucho más grave.

Le diagnosticaron una degeneración corticobasal, una enfermedad incurable con una esperanza de vida de entre seis y ocho años desde que se inician los síntomas. Para entonces, el marido de Raynor ya llevaba seis años arrastrando estos problemas. Por increíble que parezca, la pérdida de su casa fue la solución. De pronto, el matrimonio no sabía adónde ir. También sabían que no necesitaban un mapa, sino un camino.

Un amor a prueba de bombas

El libro que Raynor Winn escribió sobre su desahucio puede leerse como una denuncia de las injusticias y una alabanza de la naturaleza. También es una gran historia de amor. Cuando descubrió que su marido padece una enfermedad incurable, se desmoronó. “No somos una pareja, somos una simbiosis. Somos uno”. Se desmoronó, sí, pero se negó a llorar. “Las lágrimas equivalían a reconocer la derrota, y no iba a rendirme sin pelear. Desde entonces esta pareja lucha. Y, de momento, gana.

Aquella vía de escape fue el camino de la sal, que recorre las costas del sudeste de Reino Unido. Desde Minehead, en Somerset, hasta Poole, en Dorset, y más allá. En total, 1.014 kilómetros, que hicieron a pie durante tres meses, con mochilas, raciones de comida deshidratada y acampando donde podían. La acampada libre es ilegal en Inglaterra y Gales, así que plantaban su tienda de noche y la recogían muy temprano.

Vivieron mil anécdotas (a Moth lo confundían con el poeta Simon Armitage y lo invitaban a comer). El ejercicio ha frenado de momento su enfermedad. Su mujer escribió un relato sobre el viaje, El sendero de la sal , que Capitán Swing sacará a la venta en España el día 30. En Reino Unido ha sido un éxito de ventas y de crítica. Raynor Winn afirma que el “desahucio fue una página en blanco al final de un libro sin acabar. También me dio a elegir entre dejar esa página en blanco o seguir escribiendo la historia con esperanza. Elegí la esperanza”.

Ver artículo original