Las consideraciones son el diario de Mann durante la Primera Guerra Mundial. Por primera vez, el escritor se compromete en el debate ideológico, exaltando los valores que creía amenazados. Defiende aquí una «cierta idea de Alemania», critica los tópicos virtuosos de la propaganda de los Aliados, paladines de la democracia,
Ya hablé hace tiempo de uno de mis libros preferidos de Virginia Woolf, Orlando. Hoy quería volver a hablar de ella, de una escritora que no me deja de admirar y sorprender.
¡Qué difícil utilizar las palabras justas para describir las sensaciones que consigue despertar la escritura de Virginia Woolf!
Aunque ella misma ofrece una explicación: que las palabras dicen la verdad, pero no tienen dueño, que por muchos esfuerzos que el/la escritora haga, las palabras tienen su propia forma de actuar, “no existe nada más desenfrenado, libre, irresponsable y difícil de enseñar. Por supuesto, se pueden atrapar, ordenar y poner en orden alfabético dentro de un diccionario. No obstante, las palabras no viven en los diccionarios, viven en la mente. Si queréis una prueba de ello, considerad con qué frecuencia, en los momentos emotivos, que es cuando necesitamos más palabras, no hallamos ninguna.”
Esto lo dice en un escrito titulado “Craftsmanship”, incluido en el libro The Death of the Moth and Other Essays (1942) . La única grabación que se conserva de Virginia Woolf es precisamente un extracto de este artículo. Escuchad su fantástica dicción:
Aquí tenéis la trascripción (en inglés).
Este libro se ha traducido y publicado recientemente con el título La muerte de la polilla y otros escritos en la editorial Capitán Swing. Os lo recomiendo fervientemente.
Además de este ensayo, contiene otros muchos escritos reveladores como “La marea de Oxford Street”, un relato lleno de ironía sobre los “atractivos” del consumo en una calle comercial, “Pensamientos de paz durante un ataque aéreo”, donde reivindica posturas pacifistas y la tesis de Tres Guineas de que las mujeres deben crear un mundo en el que la guerra no tenga lugar, o “Recuerdos de un gremio cooperativo de mujeres trabajadoras”, donde recuerda los inicios del movimiento sufragista.
En fin, una joya, que además está presentada por Gloria Fortún, a la que admiro y sigo en su blog La letra escarlata.
Animaos a leerla.
Escrita en 1890, la novela trascendió la narrativa de su tiempo. El autor expone sus soluciones utópicas y al mismo tiempo los defectos y males del siglo XIX, desarrollando su inclinación futurista y política y su imaginación redentora a través de una utopía rural. En definitiva, la visión del futuro que hubiera deseado para la humanidad
La editorial Capitán Swing reedita “Los Topos”, obra escrita por Manuel Leguineche y Jesús Torbado que recoge los testimonios recabados por los autores entre 1969 y 1977, de las personas que permanecieron ocultas después de la Guerra Civil. El miedo a los sucesos acaecidos con anterioridad y a lo que podría venir en forma de “paseos”, cárcel, tortura, persecución… Miedo, en definiva, a la venganza. Su actitud puede resultar incomprensible para las generaciones que no conocieron la guerra, pero no para quienes vivieron de cerca los asesinatos por razones ideológicas, los chivatazos entre vecinos o los juicios sumarísimos.
Algunos salieron a cielo abierto una docena de años después de estar escondidos en desvanes, cuevas o escondrijos bien amañados. La mayor parte lo hizo cuando percibieron que el interés por ellos había desparecido; y así, con medias verdades sobre su pasado se fueron reintegrando a la vida. Pero muchos otros sólo pusieron el pie fuera del escondite en 1969; año en que se cumplieron 30 años del fin de la guerra y en el que los posibles delitos de que pudieran ser acusados prescribían. Aún así, hubo quien no salió a la luz hasta bien entrados los años 70, como fue el caso del guerrillero malagueño Pablo Pérez Hidalgo, quien fue encontrado por la Guardía Civil en 1976, o el de Protasio Montalvo, quien permaneció 38 años escondido.
Los Topos fueron miles de personas que no existieron más que para sus familias. Padres y madres que ocultaron a hijos. Novias y esposas entregadas a la confidencialidad y al sigilo de unas personas que no podían mover un sólo dedo para no ser descubiertas. Parejas que tuvieron hijos a los que negaron para no ocasionar habladurías o que simplemente no quisieron tenerlos para no levantar sospechas. La vida de los topos dependía de no ser y sobre todo de su mayor cuartada: no existir.
Las historias de los topos son vidas no vividas por el miedo a ser descubiertos, al “paseo”, a la arbitrariedad…y condenados a la oscuridad de los subterráneos o a la celda de la propia habitación. Personas escondidas bajo tierra durante años y jugando con la locura de la soledad y la doble vida de sus seres queridos. Muchos de ellos salieron a la luz y encontraron la comprensión de vecinos y autoridades, pero hubo muchas historias que terminaron mal por salir antes de tiempo o por encontrar la muerte después de una vida mal atendida.