Diariamente, encontramos ejemplos de lugares que responden a la definición de infraestructura social, aunque nosotros, caminantes distraídos, desconocemos mayoritariamente su valor y utilidad a la hora de configurar nuestras sociedades. En Palacios del pueblo. Políticas para una sociedad más igualitaria (Capitán Swing), el primer libro traducido al español del sociólogo Eric Klinenberg, se indaga en los beneficios que tiene para las comunidades carcomidas por el sesgo cultural y racial habilitar y mantener parques, plazas o bibliotecas, que ayuden en la labor de estrechar vínculos personales entre los individuos; en palabras del propio autor las infraestructuras sociales son “los mejores espacios de reunión para dignificar a las personas que entran en ellos”.
Salir a la calle en España y encontrarse un parque donde quedar con los amigos, charlar con los vecinos y jugar al aire libre los días de primavera es una muestra de vitalidad social nada desdeñable si lo comparamos con otros países del mundo “civilizado” menos abiertos a las experiencias colectivas. Sin duda, nuestras infraestructuras sociales (hablando en términos generales) cumplen las características que Eric enumera en la entrevista que nos ha concedido por correo electrónico: “Idealmente, las infraestructuras sociales son abiertas, accesibles e inclusivas; están diseñadas pensando en las personas; están bien construidas y mantenidas; están programadas”.
Por la definición ofrecida, no todos los lugares al aire libre o cerrados que reúnan a cantidades importantes de personas pueden ser catalogados de la misma manera. Existen “infraestructuras sociales privadas con fines de lucro”, matiza Eric. Tras el confinamiento, la gente estaba ansiosa por recuperar la vida social. Muy comúnmente, el punto de reunión predilecto ha sido siempre la barra de un bar o un restaurante y, aunque forman parte del “panorama cultural y la vida social moderna”, no todos pueden acceder a ellos. Esto suscita división “entre quienes están dentro y quienes están fuera”. Eric ejemplifica con una afamada infraestructura estadounidense, menos común en nuestro país: “Los clubes son fantásticos para ayudar a las personas que comparten una determinada clase social a profundizar sus vínculos; sin embargo, son menos útiles para crear puentes”.
Por encima de cualquier infraestructura, Eric Klinenberg valora aquellas inscritas “en el ámbito público que son las que nos ayudan a prosperar” porque son “lugares físicos que dan forma a nuestras interacciones” y que “potencian la construcción de capital social”. Perder una infraestructura social significa que una comunidad dispone de un espacio menos donde desarrollar vínculos, por lo que será “más probable que se refugie en su casa, pase tiempo en las redes sociales o se retire a un club privado”, desincentivando los intercambios entre personas de distinto rango sociocultural y causando un grave daño a la prosperidad y el consenso democrático.
No existe un único lugar ni una única forma de implementar las infraestructuras sociales, cada área geográfica ofrece a su comunidad retos diferentes que desafían el ingenio de los Estados y la resiliencia de las sociedades. Un país como Singapur por sus condiciones socioeconómicas no implementa las mismas infraestructuras que Finlandia o España, y en estas diferencias Eric Klinenberg ahonda en su trabajo, pues ha tenido el privilegio de visitarlos y saber de qué manera cada uno de ellos ha sabido reforzar sus infraestructuras para cubrir una serie de carencias que motu proprio serían imposibles de satisfacer: “Antes de la pandemia, pasé una semana visitando Helsinki, donde el gobierno nacional construyó la Biblioteca Oodi, ¡un verdadero palacio para la gente! En Singapur, el gobierno está desarrollando una infraestructura climática ejemplar, sistemas que protegen contra desastres climáticos extremos al mismo tiempo que crean espacios verdes accesibles donde las personas pueden estar juntas, al aire libre, todos los días. Cada vez que visito España me maravillo de las plazas públicas y los vibrantes mercados al aire libre: qué maravillosa infraestructura social has heredado. La pregunta es si España los mantendrá o construirá nuevos puntos de reunión para el próximo siglo”, describe el autor.
Pero en los tiempos que corren, con un virus acechando cada reunión de gente para reproducirse, tal vez este tipo de infraestructuras sean poco convenientes: “Estoy tratando de responder a esto con mi siguiente libro”. Hasta el momento, Eric ha descubierto que las personas confinadas en viviendas abarrotadas de gente “sufrieron más en las ciudades estadounidenses, que aquellos con acceso a lugares de reunión al aire libre, especialmente parques y áreas de juego”.
Para concluir el autor de Palacios del pueblo recalca: “Todos deberíamos ver lo importante que resulta un Estado comprometido con la cultura democrática y las infraestructuras sociales, espacios públicos fundamentales para nuestro desarrollo democrático, mucho más después de esta pandemia cuando la mayoría anhelamos estar de regreso en el mundo, y el uno con el otro, nuevamente”.
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