Hace unos años el mundo de Raynor Wynn se desmoronó. La traición de un amigo cercano, así como un laberinto judicial inescrutable, terminó con ella y su marido perdiendo la granja de Gales donde vivían y trabajaban. Casi al mismo tiempo a su esposo le diagnosticaron una grave enfermedad degenerativa. De la noche a la mañana eran personas sin hogar, sin fuente de ingresos y con unas perspectivas bastante jodidas sobre el futuro. Así que hicieron lo que cualquier otro haría… cargaron mochilas con una tienda de campaña y se fueron a recorrer (a patita) un camino de 1.200 kilómetros bordeando la costa británica. Bueno, igual no es lo que cualquiera haría, pero ellos sí. A raíz de ese viaje Raynor publicó The Salt Path, que la editorial Capitán Swing acaba de traducir al castellano como El Sendero de la Sal. Hablamos con ella para que nos cuente todas esas cosas…
Una pregunta antes de empezar, casi curiosidad propia… ¿Qué se siente cuando comienzas una ruta de 1.200 kilómetros andando? Justo en el minuto anterior, quiero decir…
Te sientes nerviosa… nerviosa y un poco atemorizada. Es un camino tan largo… tan, tan largo. Creo que pierdes esa sensación de poder anticipar todo. También hay dudas hacia ti misma, si serás capaz de hacerlo. Justo antes de empezar todo lo que tenía en la cabeza era… idiota, ¿qué te hace pensar que puedes hacerlo? Las dudas, el miedo… Todo eso.
Vosotros perdéis vuestra casa por una mezcla de traición ajena y “problemas judiciales”, por así decir… ¿Has conocido gente en la misma situación? Quiero decir… ¿está el ciudadano de a pie desprotegido en los tribunales del Reino Unido? ¿Hay más casos como el vuestro?
Muchos, muchos más. Es un problema en este país, no sé si también en España. Aquí cuando no puedes permitirte pagar un representante legal puedes solicitar algo llamado Legal Aid, que ayuda con las facturas de tus abogados. Sucede que nosotros no estábamos en esa situación, pero, al mismo tiempo, no pudimos permitirnos un abogado. Así que nos representamos a nosotros mismos. Y al hacer eso te abocas a muchas trampas.
Hay cientos de miles de personas que realmente no tienen hogar, solo que no son visibles; viven en tiendas de campaña, en cobertizos, en coches
¿Crees que hay muchas personas en la situación en la que estabais vosotros antes de empezar el camino?
Sí, la falta de vivienda en este país es un problema realmente grande. Y aunque las únicas cifras que la gente tiende a ver son las de las personas que realmente no tienen hogar y duermen en la calle, detrás de eso, detrás de los homeless, hay cientos de miles de personas que realmente no tienen hogar. Podría no parecerlo porque no son visibles, viven en tiendas de campaña, en cobertizos, en coches.
En tu libro intentas alejar tópicos sobre los sin hogar… No tienes miedo, por ejemplo, en llamarte a ti misma y a tu marido “homeless”… Palabras y clichés escondidos detrás de esas palabras…
Antes de quedarnos sin hogar no habíamos considerado realmente lo que era la falta de un hogar. Y, ciertamente, no habíamos tenido en cuenta cómo reaccionarían otras personas cuando descubrieran que éramos “homeless”. Así que cuando empezamos a caminar fuimos bastante sinceros, ya sabes, se lo decíamos a quien preguntase. “¿Cómo es que tienes tanto tiempo para caminar tan lejos?”, y esas cosas. Fuimos honestos. Hemos perdido nuestro hogar, caminamos porque no tenemos ningún otro sitio a donde ir. Y la gente reaccionaba… muchos de ellos incluso retirándose físicamente. Fue una sorpresa para nosotros que la gente tuviera tantos prejuicios contra las personas sin hogar. Y creo que viene de esa idea preconcebida de que la mayoría llegan a ese punto por problemas de salud mental o abuso de sustancias, ya sabes… alcohol, o drogas, o lo que sea. El problema es que la falta de vivienda se ve como una estadística, como una problemática social, en lugar de comprender que son personas individuales con su propia historia.
¿Qué opinión tienes sobre las políticas sociales que se están llevando a cabo en relación con las personas sin hogar? ¿Mantiene en la actualidad el Gobierno británico una atención sobre este tipo de casos?
No. Constantemente dicen que se ocupan de ello, sí, pero en realidad los números siguen aumentando. Recientemente tuvimos el confinamiento, ¿no? Las autoridades se dieron prisa porque todos los hoteles estaban cerrando, y las personas sin hogar que vivían en las calles fueron acogidas, y todas ellas tuvieron un lugar para vivir durante el confinamiento. Pero ahora eso terminó, y el problema no se ha resuelto. No hay ninguna política en la actualidad. Creo que, para abordar correctamente la cuestión de los sin techo, tenemos que contar con cifras correctas. ¿Intentamos seguir emborronando los números para que no parezca un problema tan grande como realmente es?
Me llama la atención que dedicas unas páginas a enumerar las normas contra el “vagabundeo” que prácticamente permiten echar de una población a cualquier persona que no entre dentro de un determinado canon… Es algo que parece sacado de otra época…
Sí. Es como si estuviéramos retrocediendo en el tratamiento de las personas que no encajan en el formato estándar de la sociedad. Y, también, en el de cualquiera que hable contra esas normas, porque cada vez es más difícil hacerlo. Estamos pasando por un momento extraño en este país, con los valores liberales erosionándose muy, muy rápido. Y creo que retrocedemos, más que mirar hacia delante.
Con independencia de la causa, todas las personas sin hogar merecen algún tipo de ayuda por parte de los poderes públicos…
Creo que los seres humanos merecen ayuda cuando se encuentran en una posición realmente difícil. No es un problema que podamos resolver a nivel nacional, sino que la solución tendrá carácter más local. Aquí, en Cornualles (donde vive Raynor), hay muchos organismos que intentan abordar la política en relación a los sin techo de diferentes maneras y con distintas soluciones. Tenemos organizaciones benéficas locales que ayudan a la gente a abandonar la calle, el ayuntamiento está empezando a crear refugios para los sin techo… creo que en los pueblos hay un impulso para resolver esos problemas a nivel local, y pienso que eso es más efectivo que las políticas del gobierno.
Principalmente, hubo personas bondadosas entre los que menos tenían para dar. Te ayudaban sin preguntar, sin pensar
Sorprende que no hayas querido hacer un libro épico, sino que tratas también los pequeños errores, los momentos ridículos…
Cuando empecé a escribir el libro no lo hacía para publicarlo, no escribía para que nadie lo leyera. Sólo lo estaba escribiendo para nosotros. En el momento en el que empecé mi marido estaba comenzando desarrollar todo tipo de síntomas de su enfermedad, incluida la pérdida de memoria… empezaba a olvidar muchas cosas de nuestro camino y sentía que algo tan importante para mí… algo tan poderoso en nuestras vidas… simplemente no quería que él perdiera eso, así que empecé a escribirlo para que recordase todos esos momentos ridículos, la gente que conocimos… sólo quería que leyera y sintiese el viento en su cara, ya sabes, que oliese el camino, esa era mi intención. Y así fue como lo hice. Para él. Y la mayor parte de lo que escribí en un primer momento está todavía en el libro, así que, creo, cualquiera que lo lea ahora va en ese viaje con nosotros a través de todos los momentos. Esos en los que debimos estar más preparados, y todos aquellos que fueron simplemente ridículos.
Yo disfruté mucho los instantes ridículos, porque creo que la vida es más ridícula que épica, ¿no?
Sí, creo que incluso cuando haces un viaje épico éste se resume en pequeños momentos ridículos, sí.
Es también un libro de reivindicación sobre la mediana edad, que es un momento poco plasmado en la literatura…
Creo que se pasa por alto. Y también hay un montón de negación a lo que alguna vez llegará. Y eso es la vida real, ahí es donde está la realidad. Creo que nos alejamos de eso, como si quisiésemos alejarnos de la realidad. Al principio de una relación es todo brillante y luminoso… ¿cómo sigue después?, ¿cómo mantienes eso durante años? Y luego, ¿se vuelve aburrida? Es como la mediana edad… puede ser un punto donde toda la emoción y toda la esperanza desaparecen… o algo más, un momento en el que realmente llegas a entenderte a ti mismo de una manera mejor que nunca antes. Y, al hacerlo, te desprendes de muchos pesados equipajes que llevas contigo toda la vida, te das cuenta de que todo era una tontería, que puedes pasar a otra etapa sintiéndote mucho más ligera, más capaz. Y creo que eso estaba sucediéndonos en aquel camino.
Cuando hablamos de los sin techo siempre pensamos en problemas con las leyes, dolor físico, historias truculentas… Tu libro es, con todo, optimista… la mayoría de la gente que encontráis por el camino es bondadosa.
Sí, sí. Hay mucha gente buena. Es decir, somos buenos… hay gente difícil, obviamente, hay mucha, mucha gente difícil. Pero también existe gente increíblemente buena. Y hubo quienes realmente nos ayudaron. Pero, principalmente, hubo personas bondadosas entre los que menos tenían para dar. Te ayudaban sin preguntar, sin pensar. Muchos. Eso solo puede hacerte más optimista. Hubo un muro, pero después creíamos un poco más en la humanidad, creo.
Tengo dos preguntas encadenadas… ¿qué aprendiste durante el viaje?
Oh, mucho, mucho. Tantas cosas… Una nueva opinión sobre las posesiones materiales, por ejemplo. Creo que posees todas estas cosas a lo largo de tu vida, te aferras a ellas y crees que sostienen tus recuerdos, que sostienen tu historia. Pero cuando todas se han ido, te las han arrebatado, te das cuenta de que son sólo cosas, cosas que te retienen y te impiden ir hacia delante. Tu vida se ha convertido en algo pensado para conservar esas cosas… la casa, el coche, todo empieza a controlarte. Creo que desde entonces he tenido una actitud diferente hacia las posesiones, no tienen para mí la importancia que tenían antes, eso seguro. Pero también este camino nos enseñó a vivir en el presente, ahora mismo. Sí, ahora mismo, en este minuto, no mirando hacia atrás con rabia y arrepentimiento por asuntos que no podemos cambiar, tampoco mirando hacia un futuro que no sabemos lo que nos deparará… solo hacer que este momento sea tan bueno como pueda llegar ser. Y abrazar eso, porque toda la vida, todo en la vida, está en el ahora. Creo que mucha gente vive esperando algo del futuro, esperando que algo bueno suceda, o no permitiéndose disfrutar debido a lo que pasó antes. Y la vida puede desaparecer rápidamente…
Casi me has respondido a mi segunda pregunta… ¿qué olvidas en el viaje? Muchas veces es más importante lo que olvidamos que lo aprendido en una aventura como la tuya.
Sí, creo que dejé de permitir que las cosas pequeñas fueran un problema, porque cuando algunas cosas realmente grandes van mal te das cuenta de que las cosas pequeñas son sólo eso… cosas pequeñas. Realmente no me estreso por esos asuntos como lo hacía antes, no me preocupo por tonterías, puede que tengamos diferentes opiniones sobre cómo vivimos nuestras vidas o cómo hacemos esto o aquello, pero a la hora de la verdad es irrelevante. Simplemente seguimos con nuestro día y hacemos lo que tenemos que hacer. Creo que eso es lo más importante que he dejado atrás, la sensación de permitir que los problemas me angustien de esa forma…
Es un hermoso final, pero aun quería preguntarte una cosa más… sobre el éxito del libro. Si te sorprendió, vaya. A priori no parece una temática demasiado “comercial”.
No, no lo es. Así que me quedé sorprendida, completamente sorprendida. Me sorprendió que alguien quisiera publicarlo, para empezar, pero cuando se publicó… Y luego, cuando aparece, y de repente despega de esa manera en que lo hizo… yo no podía entenderlo, no podía creer que estuviera sucediendo. Después de haber hablado con tanta gente que ha leído el libro me he dado cuenta de que hay una especie de tema universal en lo que estaba escribiendo. No hay muchos de nosotros que pasen por esa vida pero… bueno, no se han desmoronado, pero estaban emocionalmente, o financieramente, o con su salud… su vida estaba implosionando de una u otra forma. Y creo que eso nos conecta. Nos conecta en el sentido de que todos pasamos por un trauma, y todos tenemos que encontrar una manera de levantarnos y seguir caminando.
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