Peces trans, hienas que paren por el pene y lagartijas lesbianas: así es la naturaleza ‘queer’
Por Abel Cobos
Desde que Darwin, allá en los albores de la modernidad, diseñase la teoría de la evolución, ha
llovido mucho. Por supuesto, cada vez parece más superada la versión de los roles de género
naturales que tan aprendida teníamos, pero, aun así, todavía queda mucho camino para entender
la naturaleza como lo que es: una mezcolanza ‘queer’ cuya representatividad nada tiene que
envidiar a una peli de John Waters.
Por eso son tan relevantes los estudios de la bióloga Joan Roughgarden, que la editorial Capitán
Swing recoge en ‘El arcoíris de la evolución’. Su revisión del darwinismo, como señala la escritora
Alana S. Portero en el prólogo, demuestra que las definiciones científicas relativas al sexo y
género «no están escritas por la ciencia, sino por los científicos, que es muy diferente», y que
Darwin, a pesar de ser un hombre brillante, también contaminó sus teorías de sus sesgos sociales.
Como concluye Portero, pretender que la observación de un solo hombre permanezca inalterable
«no solo es acientífico, es muy aburrido». Y estos animales ‘queer’ son la prueba viviente.
Lagartijas lesbianas
Las lagartijas y geckos del suroeste americano y Hawái son descritas, según la ciencia tradicional,
como asexuales. Esto se debe a que, como se reproducen por clonación, poniendo sus propios
huevos sin necesidad de fertilizarlos, no existen los machos, por lo que son especies compuestas
exclusivamente por hembras. La lógica científica dicta, por lo tanto, que son asexuales: ¿cómo
iban a tener sexo si ni la función reproductiva lo requiere ni hay machos?
Pues, porque como se ha observado, les encanta hacerlo. Y, por supuesto, si no hay machos, es
sexo puramente lésbico. «Las hembras de las lagartijas de esas especies, antes de poner los
huevos, pasan por un elaborado cortejo que incluye el contacto genital», afirma Roughgarden.
El papamoscas, ¿travestismo bisexual?
La hembra del papamoscas cerrojillo es siempre marrón, mientras que el macho es o blanco y
negro o marrón, con el mismo patrón que las hembras. Los blanco y negro nunca mantienen
relaciones entre ellos. Sin embargo, les encanta hacerlo con los marrones, independientemente de
su sexo.
Para entender el por qué de esta atracción sexual basada los colores hay decenas de estudios, y
todos con las mismas conclusiones: en esta especie, los machos son profundamente imbéciles.
Eso, por supuesto, porque quienes los condujeron se negaron a plantearse una hipótesis tan
sencilla como que la bisexualidad existe. Como teoriza Roughgarden, los machos negros y
blancos simplemente «están salidos» y tienen sexo con otros machos porque hay «una atracción
sexual mutua».
Pez payaso: de macho a hembra
Para que la película de ‘Buscando a Nemo’ fuera biológicamente realista, según las observaciones
de Roughgarden, Marlin, el padre, debería haberse convertido en mujer tras la muerte de su
madre. Una transición de género muy común en esta especie, ya que, si la hembra desaparece,
«el macho se convierte en hembra».
Pero la historia no acaba ahí, ya que, tras la transición, «uno de los peces jóvenes se convierte en
macho», así que Nemo habría asumido el rol reproductor previamente ocupado por su padre. Eso
sí, si en algo acierta la película es en la fijación de Marlin por su hijo, ya que las parejas de pez
payaso son siempre monógamas, y solo una pareja cerrada se recorrería medio océano para
reencontrarse con su amor.
El oso: referente intersexual
Para los nativos americanos, los osos son símbolo de mezcla de géneros. Diversas tribus
«cuentan historias de osos ‘madres macho’ que daban a luz a través de un órgano similar a un
pene-clítoris», explica la bióloga. Estas «madres macho» suponen entre un 10 y 20% de la
población de las osas, ya sean pardas, negras o polares. En resumen, «una osa intersexual copula
y da a luz con la punta de su pene».
Esto evidencia el sesgo de género impuesto por la ciencia occidental. Como en las sociedades
indígenas americanas existían las personas dos espíritus, un término para definir a sus miembros
‘queer’, veían la disidencia sexual no-binaria como algo natural y, por eso, le dieron espacio en el
entendimiento del reino animal.
El cisne: monogamia homosexual
Los pingüinos gais son bastamente conocidos hasta protagonizan un capítulo de la serie de culto
‘Parks and recreation’, pero no son los únicos pájaros homosexuales. Los cisnes forman parejas
gais, monógamas y estables que duran muchos años. Incluso tienen integrada en su sociedad una
especie de gestación subrogada, donde una hembra se les acopla temporalmente, se aparea con
ellos y les deja los huevos a su cuidado.
Además, ‘plot twist’, evolutivamente la homosexualidad es muy provechosa para la supervivencia
de los cisnes: las parejas gais «comparten la carga de trabajo de forma más equitativa que las
parejas heterosexuales», consiguiendo una mayor tasa de supervivencia de sus crías, con un 80%
frente al 30% hetero.
Gaviotas gais y lesbianas
Probablemente no lo sepa, pero las intimidantes gaviotas que invaden las plazas de Barcelona
están, con una alta probabilidad, metidas en una relación ‘queer’. Esta especie ofrece un amplio
abanico de posibilidades en cuanto a parejas arcoíris se refiere. En algunas subespecies, «hasta
un 20% de todas las parejas están compuestas por dos machos» que usan el mismo método de
gestación subrogada que los cisnes, asegura la bióloga.
Mientras, en otras subespecies, las relaciones homosexuales que imperan son de lesbianas, que
mantienen tríos con machos para quedarse embarazadas y tener polluelos que luego criarán por
su cuenta, sin incluir a ese macho, cuya función en la relación es puramente reproductiva.
Hienas: parir por el pene
En Tanzania, las hembras de la hiena moteada tienen pene. Todas. Y es funcional, porque sirve
para mear y hasta tiene erecciones como un macho. Para aparearse hay penetración, y es muy
poco convencional. Roughgarden la resume como «levantar las mangas de una camisa», una
imagen muy gráfica de cómo entra el pene masculino en el pene femenino.
Para parir, lo mismo, el embrión atraviesa el largo y estrecho canal, que se traduce en una
mortalidad del 60% de las crías. Si es tan contraproducente, ¿por qué tienen este pene
intersexual? Pues porque sirve como señal para relacionarse entre ellos, independientemente de
su sexo. En sus sociedades, erección es sinónimo de sumisión, muy útil para la ley del más fuerte.
Pez luna, una familia polígama ‘queer’
El percasol, una especie de pez luna, cuenta con hasta cuatro géneros, tres con gónadas
masculinas y uno con femeninas. Los femeninos son los encargados de poner huevos, mientras
que, a grandes rasgos, los otros tres se pelean por fecundarlos.
Pero entre estas peleas de los machos se han detectado unidades reproductivas que solo se
pueden definir como relaciones polígamas ‘queer’. En concreto, cuando una hembra y dos machos
-uno más violento y uno más pacífico- se enganchan y, como en una especie de sándwich, van
dando vueltas, soltando huevos y esperma, creando un ritual de apareamiento a tres bandas.
Según las teorías de Roughgarden, esta estructura familiar podría servir para proteger a la hembra
de la violencia de género.
Caballito de mar: machos gestantes
Otro caso muy famoso es el de los caballitos de mar, en el que la hembra pone los huevos, pero
no la que carga con el embarazo. Son los machos, cuya aleta hace una especie de bolsa donde
colocan los huevos y los fertilizan. Él proporciona oxígeno, sal, alimento y protección hasta que
eclosionan.
Pero a pesar de estos «embarazos masculinos», a Roughgarden no le gusta el término de «roles
invertidos, aunque desde la academia se use mucho. La bióloga prefiere hablar de igualdad, ya
que la inversión de energía inicial de la hembra es superior al poner el óvulo. Aquí, el proceso de
reproducción del macho no se limita a eyacular y adiós: le toca compensar con su propia energía
corporal este esfuerzo femenino inicial.
El rape: el macho es un parásito
El típico rape que compra en la pescadería es siempre hembra. Es decir, ninguno de aquellos
peces feos, monstruosos y grandes, de cuya frente sale una antenita en forma de caña de pescar,
será macho. Y no es porque no existan, sino porque los machos son diminutos e inútiles,
incapaces de vivir sin una hembra.
El macho tiene «unos grandes orificios nasales para concentrarse en el rastro que dejan las
hembras y unas pinzas en lugar de dientes» para agarrarse y fusionarse con la hembra,
conectándose a su flujo sanguíneo para sobrevivir. Estas estructuras familiares comunes suelen
incluir varios machos, lo que se conoce como poliandria, es decir, una poligamia donde es la mujer
quien tiene varios hombres.
Este reportaje se ha publicado en EL PERIÓDICO en diciembre de 2021
Gaviotas gais y peces trans: el reino animal LGTBI
Por El Periódico · 06.12.2021