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Lo natural y la diversidad sexual: otra construcción social

Por eldiario.es  ·  10.12.2021

Uno de los argumentos más usados a lo largo de los años contra la diversidad sexual (ya sea orientación, expresión o identidad sexual) ha sido que se trataba de algo contra natura.

Aunque no podríamos hablar del género de los animales, lo cierto es que desde la heterosexualidad se hace continuamente, todos y todas hemos visto algún documental de la 2 donde un viril león defiende a su manada, una frágil gacela es perseguida y asediada por veloces devoradores, dos machos violentos compiten por una hembra (o incluso la violan para salvar a la especie), un pingüino se aparea de por vida con una sola pareja… Cuando la realidad, en el fondo, es mucho más compleja.

Por poner un ejemplo, muchas veces son las leonas las que cazan “para sostener a la familia” según los documentales o la monogamia hetero de los pingüinos no es ni tan hetero ni tan monógama… (en los links tenéis varios casos que lo niegan). En resumen, el discurso de los documentales suele ser antropocéntrico y con un sesgo androcéntrico bastante grande.

Y es que hay una vehemente manía a encontrar en los genes y en la naturaleza la explicación de los comportamientos animales y humanos, como si todo estuviera establecido por la tenencia de cromosomas X e Y y pudiéramos reprocharle a alguien que su identidad, su orientación o su expresión de género es algo antinatural.

Este es un tema que el sociólogo Paul Preciado aborda desde una perspectiva social y filosófica cuestionando como se ha tratado el tema desde la ciencia. Paul Preciado a través de su activismo cuestiona y desmonta las nociones biológicas, algo que también hace en sus libros en el que yo destacaría ‘Testo Yonqui’ (Espasa, 2008), aún firmado como Beatriz Preciado.

En él nos explica su experiencia con la testosterona y, entre muchas otras cosas, las dudas que se plantea al leer el prospecto de los laboratorios que suministran la testosterona que presuponen que “el usuario de testosterona es un «hombre» que no produce naturalmente una cantidad suficiente de andrógenos y, por supuesto, que es heterosexual (las advertencias de la transferencia de la testosterona a través de la piel se dirigen a su supuesta pareja femenina). Siguiendo con sus propias palabras… ¿esta noción de hombre hace referencia a una definición cromosómica (XY), genital (que posee pene y testículos bien diferenciados) o legal (que la mención «hombre» figura sobre su carné de identidad)? Si la administración de testosterona sintética está indicada en casos de deficiencia de testosterona, ¿cuándo y bajo qué criterios es posible afirmar que un cuerpo es deficitario? ¿Son mis signos clínicos concluyentes de una falta de testosterona?, ¿acaso no es verdad que mi barba no se ha desarrollado, que mi clítoris no depasa el centímetro y medio? ¿Y cuál sería la talla ideal de un clítoris y su grado de erectibilidad? ¿Y los signos políticos?, ¿cómo medir los signos políticos?”

Digamos que este es un argumento que, desde las ciencias sociales y la teoria queer está en boga de hace tiempo pero quizás no se ha trabajado tanto desde las ciencias naturales. Y un poco ésta es la novedad: la bióloga Joan Roughgarden ha publicado El Arcoiris de la Evolución (Capitan Swing, 2021) que también cuestiona los conceptos científicos y “naturales” explicando como la diversidad se desarrolla a partir de la acción de los genes y no determinada por los mismos.

La autora cuestiona la teoría de la selección sexual de Darwin señalando lagunas y contradicciones en este enfoque que es uno de los pilares de la evolución y que muy a menudo se usa para plasmar como lo “natural” es el orden heterosexual. Basándose en otros trabajos que hablan de homosexualidad y bisexualidad en diferentes especies Roughgarden nos habla de diversidad sexual y de como olvidamos que hay como unas 300 especies de vertebrados capaces de cambiar de sexo o que son hemafroditas.

Una parte interesante es la que podríamos llamar ‘machiruladas de los docus de la 2’, que es que para la escritora se exagera el papel explicativo de la agresividad y la competencia, y se subestima el de la cooperación en el estudio de otras especies. El titulo del libro recibe este nombre porque ella defiende que la evolución es un proceso de adaptaciones efectuadas de modo grupal y no individual, que ella denomina: el “arcoíris de la evolución”, en el que cada color representa una aportación al grupo. Con este libro contradice la idea de hererosexualidad obligatoria marcada por las ciencias naturales como transmisora de genes, el determinismo genético y la famosa teoría del “gen egoísta” como impulsor de la selección natural.

Cabe resaltar que, en este caso, la escritora también es trans (en este caso MF) y empezó su transición de hombre a mujer a los 52 años. Esta disidencia es algo que se ha criticado a ambes autores argumentando que: a) hacen ciencia desde una visión muy personal (una interesante pregunta sería porque las personas disidentes son consideradas siempre subjetivas y las normativas objetivas) y b) en base a que el “género” es algo exclusivo de la especie humana y al resto de animales se debe aplicar la noción biológica de sexo (la polémica está servida desde hace un tiempo en este tema). Curioso como se pueden hacer inferencias de los natural a lo construido pero como cuesta hacerlas de lo construido a la noción de natural ¿no?

Para mí está claro que la especie humana somos mamíferos, pero unos muy especiales y arrogantes: unos que construimos categorías sociales y sexuales con un statu quo difícil de cambiar y debates sobre lenguaje y poder interminables. Por esa misma razón me parece interesante poder hablar de cómo y en base a qué construimos nuestras ideas y nociones.

El debate esta servido, ya sabéis: para gustos colores.

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