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Relato de la vergüenza

Por La Opinión de Murcia  ·  25.04.2016

LA PRISIÓN QUE ESTADOS UNIDOS HABILIT EN GUANTÁNAMO para recluir allí a los supuestos terroristas de Al
Qaeda detenidos durante las campañas de Afganistán e Irak, ha conseguido su objetivo:diluirse en el olvido. Pocos son los que aún hoy recuerdan o saben que en esa apartada base militar de cuba continúan
presos un buen número de personas, sin que aún nadie haya aclarado los motivos reales de su reclusión ni hayan recibido un juicio justo -o ni siquiera un juicio.

Contra ese olvido aparece ahora Diario de Guantánamo,un escalofriante relato en primera persona de uno de los detenidos en esa prisión, Mohamedou Ould Slahi. Nacido en Mauritania, en 1970, viajó a Afganistán en 1990 para apoyar la causa muyahidín contra la ocupación soviética, y en el año 2002 fue detenido acusado de pertenecer a Al Qaeda. Recluido desde entonces en Guantánamo, en 2010 fue puesto en libertad, pero el gobierno norteamericano revocó esa orden y aún permanece en la prisión cubana.

Su diario, convenientemente censurado por las autoridades estadounidenses,revela las condiciones de vida del campo de internamiento, así como su peripecia desde que fue detenido y su lucha contra las autoridades militares y judiciales para recibir un trato justo.

El libro es esclarecedor y escalofriante en algunos de sus pasajes. A pesar de la censura, refleja claramente la sinrazón que preside en un lugar que bien podría considerarse un moridero. Y supone una llamada de auxilio ante ese olvido al que se ha sometido a los internos de Guantánamo, por mucho que la administración de Washington haya anunciado su cierre en repetidas ocasiones.

Es una obra compleja pues aún puede herir algunas susceptibilidades, sobre todo en un momento especialmente delicado en la lucha contra el terrorismo fundamentalista. Por eso resulta relevante el esfuerzo de los editores por divulgar esta historia, pues en definitiva se trata de demostrar que la
justicia no puede caer en la barbarie.

Autor del artículo: Antonio J. Ubero

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