¿Cómo afecta la soledad a nuestro cuerpo? ¿De qué manera el arte o la creatividad pueden ayudarnos cuando estamos aislados? Estas y otras cuestiones son planteadas por Olivia Laing en La ciudad solitaria (2017, Capitán Swing). Ensayo que, cuando fue publicado, nada hacía presagiar la situación de confinamiento que ahora vive gran parte de la humanidad.
Tampoco su autora, quien lo escribió cuando se vio obligada a vivir una época de soledad inesperada en Nueva York pues, tras mudarse a la Gran Manzana por amor, la relación no funcionó. Fue así como aprendió a lidiar con el desamparo, la incomunicación y el aislamiento que esa ruptura trajo consigo. Hoy, en el mundo entero, las personas nos enfrentamos al mismo problema que ella finalmente superó.
En el estudio de la Historia del Arte encontró respuestas acerca de la soledad, aprendió a desestigmatizarla y a entenderla como un mal de la humanidad del que no hay que sentir vergüenza. Comenzó así a registrar su propia experiencia y la de otros hasta formar un “mapa de la soledad”. En él, artistas solitarios como Edward Hopper, Andy Warhol, David Wojnarowicz, Valerie Solanas, Greta Garbo o Henry Darger son protagonistas. Todos ellos ejemplo de vida y obra en las que la soledad, ya fuera por traumas del pasado, por su orientación sexual o por trastornos mentales, es clave.
La soledad en tiempos del coronavirus
Algunas personas son solitarias por naturaleza, por lo que verse aisladas no es un problema en sí. Para otras, sin embargo, adaptarse a la nueva situación no ha sido tan fácil. En cualquier caso, estos días hemos visto aflorar lo mejor y lo peor del ser humano, desde “la policía del balcón” hasta vecinos que cuidan de los más necesitados. “El coronavirus lo magnifica todo”, cuenta Olivia Laing a 20 minutos. “Vemos a la gente comportarse con una amabilidad asombrosa, pero al mismo tiempo el racismo es frecuente y la violencia doméstica va en aumento. Pero la gente también está estableciendo redes sociales, reparte alimentos, etc., así que estamos viendo lo mejor de la humanidad”.
Cómo nos afecta
Las sensaciones que nos puede generar la soledad van desde el frío, a la ansiedad o al miedo. Nos puede trastocar el sueño, dificultarnos el respirar, debilitar nuestro sistema inmunológico e incluso dolernos físicamente. Como señala Laing en el libro, “la soledad eleva los índices de enfermedad y mortalidad, una manera elegante de decir que puede tener consecuencias fatales”. Sin embargo, tal y como nos cuenta la autora, su efecto más poderoso se da en nuestro cerebro.
“Cuando nos sentimos solos entramos inconscientemente en una hipervigilancia por amenaza social, lo que significa que es probable que notemos más interacciones negativas que positivas. Percibimos la rudeza o el rechazo más intensamente que la amabilidad o la calidez, lo que nos hace retirarnos aún más. Debido a que esto sucede sin que nos demos cuenta, es muy importante entenderlo, para poder desafiarlo conscientemente, haciendo un esfuerzo por alcanzar y mantener las conexiones sociales. De otro modo, es muy fácil que la soledad se atrinchere”, concluye”.
El papel de internet y las redes sociales
“Me pasaba días enteros haciendo clic, atrapada en recovecos y escaleras de información, convertida en ardiente y ausente testigo del mundo”. Así define Laing en el libro su relación con internet durante su solitaria etapa neoyorquina. “Hoy en día, Internet es un salvavidas. Nos permite estar en contacto con el trabajo, los amigos, la familia. Pero también puede ser difícil de navegar”, explica la autora. “Tal vez nos pongamos tristes cuando un post en Twitter no nos gusta, o cuando vemos a nuestros amigos mostrando fotos de una fiesta de Zoom en la que no fuimos incluidos. Es fácil alienarnos, y es importante dedicar tiempo a lo que realmente nos sostiene. Tal vez a veces es mejor leer un libro o hablar con un amigo por teléfono que participar en el desempeño de la popularidad en los medios sociales”.
Una responsabilidad colectiva
Al final del libro, la autora afirma que “la soledad es personal y es también política. La soledad es colectiva: es una ciudad. En cuanto a cómo habitarla, no hay reglas y tampoco ninguna necesidad de sentir vergüenza”. Para Laing, la solidaridad es una cuestión que afecta a todas las personas. “A menudo pensamos que la soledad es un fracaso individual, pero en realidad la soledad a menudo se produce debido a fuerzas sociales más grandes. Las personas están solas porque pertenecen a comunidades estigmatizadas. El racismo es solitario, la homofobia es solitaria, es solitario estar sin hogar o ser un refugiado. Creo que la soledad es una responsabilidad comunitaria. Todos podemos ser más cálidos y más abiertos los unos a los otros”, comparte.
La creatividad como consuelo
El arte favorece la tarea de reparación y nos permite fluctuar entre ese sentimiento de desintegración y la necesidad de integración. “El arte es una fuente de claridad en tiempos como estos. Es también una forma de llegar a otra persona cuando ya no podemos tocarnos. Es un consuelo leer o escuchar música, experimentar cosas que otros humanos han hecho, y también es una gran fuente de consuelo el hacer cosas por ti mismo, incluso si piensas que no tienes talento. Dibujar, cantar o escribir un diario son actividades que pueden hacernos sentir tranquilos y conectados en un momento de gran temor”, concluye Olivia Laing.
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