Mujer culta y vehemente, Vandana Shiva (Dehradun, India, 1952) no tiene el gesto crispado generalizado entre los activistas políticos. Su sonrisa optimista es la mejor arma para convencer a sus interlocutores. Doctora en Física, activista medioambiental y social, a sus 65 años tiene la fuerza y la determinación de una joven que quiere luchar contra quienes se comen venenosamente el mundo, contra el poder industrial y económico sin escrúpulos que hace negocio con la mala alimentación, ajeno a la salud de la humanidad y de la Tierra. Para corporaciones como Monsanto, es la bestia negra de los transgénicos y la acusan de ir contra el progreso, pero para ella el progreso es una vida sin alimentos tóxicos y manipulados.
Por su labor pacifista, Shiva ha recibido una veintena de premios y es autora de más de una docena de libros. En su nuevo libro editado en España, ¿Quién alimenta realmente al mundo? (Capitán Swing), Vandana Shiva incide en los argumentos de su discurso: la necesidad de una agroecología, cultivar sin dañar la tierra frente a la agricultura industrial; el valor de los pequeños productores locales, la importancia de guardar semillas autóctonas y conservar la biodiversidad y el gran papel de las mujeres en la alimentación mundial. Suyo es el concepto de ecofeminismo. “Cuando las mujeres controlan el sistema alimentario, los alimentos se reparten con equidad. Las mujeres son expertas en biodiversidad y nutrición, economistas que saben producir más con menos recursos”, escribe Shiva.
Usted ha dicho que la revolución alimentaria empieza en la cocina. ¿Qué piensa del papel de cocineros y cocineras en la manera en que comemos actualmente? ¿Tendrían que ser más activos para un cambio a mejor?
La revolución empieza en las granjas, las huertas y las cocinas porque las corporaciones nos robaron nuestra auténtica comida de esas granjas y esas cocinas. Los chefs tienen un papel importantísimo en la revolución alimentaria porque marcan tendencias. Cuando ellos sirven comida local y ecológica entonces la sociedad empieza a valorarla. Y efectivamente, deberían ser más activos e influyentes a la hora de cambiar a mejor cómo producimos y cómo comemos.
¿Y el papel de las mujeres?
Su protagonismo es clave. Ellas son las primeras expertas en gastronomía, pero su conocimiento y experiencia se ha mantenido invisible. El papel de las mujeres es fundamental.
¿Qué opina del congreso Parabere Forum, al que usted acudió en dos ediciones y donde se reivindica la visibilidad femenina en la gastronomía y las iniciativas alimentarias?
Parabere es un encuentro muy inspirador, que contribuye a cambiar la forma en que abordamos la comida y la manera de pensar sobre el género y los derechos de las mujeres.
A pesar de que existen herramientas de transformación hacia un panorama más sostenible y natural, parece que el sistema alimentario industrializado no cambia mucho. ¿Tenemos motivos para ser optimistas?
Sí. Sí tenemos razones para ser optimistas. Cuando hice mi estudio sobre la violencia de la llamada ‘revolución verde’ en el Punjab en 1984, yo era una voz solitaria. Hoy en día, la agricultura ecológica es el movimiento que más crece a escala global. Naciones Unidas ha reconocido que la agroecología es un sistema agrícola más sofisticado que el industrial. Por ejemplo, nuestra organización Navdanya [cuyo nombre hace referencia al regalo que suponen las semillas] ha entrenado a más de un millón de agricultores para optar por cultivos libres de productos químicos. En India trabajamos con cinco Estados que se han pasado a la producción ecológica, incluyendo Sikkim, que es 100% orgánico. Mi propio Estado, Uttarakhand, donde trabajamos con miles de agricultores y granjeros en las montañas, especialmente mujeres, tiene como objetivo ser 100% ecológico en 2022.
Navdanya, creado en 1987, es un proyecto ambicioso, con una granja, laboratorio de semillas, escuela agrícola y centro de impulso a la labor femenina (“Mujeres diferentes por la biodiversidad” es su lema).
¿Está satisfecha con este trabajo de empoderamiento de mujeres y familias campesinas?
Estoy contenta de haber podido trabajar en los últimos 30 años con pequeños productores y haber tenido la oportunidad de salvar semillas y biodiversidad, de promover la ciencia y la partitiva de buenos cultivos para obtener buena comida. Estoy satisfecha con lo que hemos conseguido y estoy preparada para hacer mucho más en los próximos años.
¿Iniciativas que dan buen resultado en comunidades de India pueden servir en España o en Estados Unidos?
Las leyes de la tierra, de la ecología, son las mismas en todos lados. Los principios son los mismos. Las prácticas pueden tener diferentes expresiones según los distintos climas y culturas, pero en todo el mundo necesitamos rejuvenecer la agroecología basándonos en la biodiversidad, en la ley del retorno y en las economías circulares.
¿Qué podemos hacer como ciudadanos?
Podemos empezar por salvar semillas, por montar huertos, por decidirnos y exigir que se cultive y podamos comer comida libre de tóxicos.
¿Recomendaría la dieta Ayurveda?
Los principios de la nutrición ayurvédica son saludables, la base de la comida. Y la diversidad es el eje de la dieta saludable. La influencia de la comida en la flora intestinal y el papel de esta en nuestra salud lo explicamos en el libro de Navdanya Annam, la comida de la salud.
Y el veganismo, ¿es una buena opción?
Necesitamos variedad en nuestra dieta, y las plantas, los vegetales, proporcionan la mayor diversidad, en todas las culturas alimentarias.
¿Le parece positivo el interés actual en crear huertos urbanos y jardines de plantas comestibles en las azoteas de hoteles o restaurantes?
La agricultura industrial nos ha bloqueado la mente y nos ha creado la falsa idea de que solo se pueden cultivar y producir monocultivos en grandes instalaciones, con modelos intensivos, con uso continuo de química, en vez de granjas y huertos pequeños, y que son imposibles las actividades agrícolas en las ciudades. Los alimentos pueden crecer en cualquier lugar donde haya luz del sol que ayude a la fotosíntesis. Las semillas pueden plantarse en terrazas, en azoteas, en escuelas o comunidades de vecinos. Cultivar alimentos sanos debería ser el mayor compromiso como ciudadanos para regenerar el planeta, nuestra salud y nuestra humanidad.
Pero la industria tiende a tragarse. Un ejemplo es la absorción de la cadena Whole Foods por parte del gigante comercial Amazon…
El capitalismo es como una célula cancerosa, no se sabe cuándo parará de crecer y destruye los organismos que invade. El 1% de los millonarios son como un cáncer de la sociedad, por eso necesitamos sembrar semillas de democracia económica.
Usted ha plantado batalla a los que llama biopiratas, los que comercian con los alimentos básicos. ¿Cómo va esa lucha?
Ya hemos ganado tres casos contra la biopiratería: el neem (fungicida ecológico), el arroz basmati, el trigo… Hemos logrado introducir en la Organización Mundial del Comercio la revisión de patentes para prevenir la biopiratería. La biopiratería es un delito contra el conocimiento de los pueblos, contra su propiedad intelectual, y contra la biodiversidad y hemos introducido un imperativo moral en el discurso global. Es una lucha que no puede parar.
Y usted no para desde hace décadas, ha trabajado incansable… Debe sentirse orgullosa de lo que ha logrado.
En casi cinco décadas de activismo ecologista me siento orgullosa de haber planteado una alternativa al pensamiento de agricultura industrial dominante y haber puesto el concepto de biodiversidad en el discurso de la ciencia, el conocimiento, la economía y la alimentación. Estoy satisfecha de haber demostrado que una ecoagricultura respetuosa con la biodiversidad genera nutrición y salud. Y estoy orgullosa de haber roto el espejismo de Monsanto como inventor de semillas y de poderme imaginar un mundo en el año 2050 donde los alimentos y su cultivo estén por fin libres de tóxicos.