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Vacas locas, el presupuesto comunitario, el euro… Las tres peleas que hicieron que los británicos perdieran la fe en Bruselas

Por Público  ·  30.01.2020

A medianoche de este viernes el Reino Unido dejará de ser miembro de la Unión Europea, 17.196 días después de su entrada el 1 de enero de 1973. Han pasado 47 años de una relación incómoda en la que no han faltado pataletas, desplantes, y ataques dialécticos entre los políticos de ambos lados del canal de La Mancha.

No son pocos en Bruselas los que respirarán tranquilos: Londres siempre ha sido un socio incómodo, que apenas ha parado de quejarse en este tiempo, y que siempre ha tratado de accionar el freno ante cualquier pretensión de mayor integración. Y, además, con su peso como segunda economía y tercer país más poblado, era tan grande que no podía ser ignorado.

“A la UE le puede venir muy bien librarse de un miembro tan problemático como el Reino Unido, pero solo resultará beneficiado si entiende el brexit como una señal de alarma”, advierte el periodista irlandés Fintan O’Toole. “Si hubiera habido un referéndum en Francia, Italia o Países Bajos en 2016, ¿estamos seguros de que sus habitantes no habrían votado por irse también? La UE tiene que pensar bien por qué ha perdido a uno de sus principales miembros”.

“Si hubiera habido un referéndum en Francia, Italia o Países Bajos ¿estamos seguros de que no habrían votado por irse también?”

O’Toole presentó este pasado lunes en España su nuevo libro El fracaso heroico: El brexit y la política del dolor (Capitán Swing), en el que defiende que los políticos británicos están usando la noción del pasado colonial para redefinirse a sí mismos como una nación oprimida que debe liberarse de la Unión Europea. “El brexit está basado en una opresión imaginaria, lo que ha tenido mucho éxito. Pero el problema es que si derrotas a una opresión imaginaria, lo que consigues es una libertad imaginaria“, afirma.

Una mentalidad que según O’Toole explica mucho de lo que hay detrás del brexit. Junto con el periodista irlandés, repasamos tres de las mayores pataletas británicas en su historia como miembros de la UE, y cómo han ido pavimentando el camino hacia el brexit.

Años 90: la crisis de las vacas locas

Las vacas pusieron Europa patas arriba en los 90 e inicios del nuevo milenio. Todo comenzó en el Reino Unido, donde en 1986 se descubrió el primer caso de vaca con encefalopatía bovina espongiforme, una enfermedad neurodegenerativa que provocaba en esos animales comportamientos anormales, problemas al andar y pérdida de peso. Al parecer, las vacas contraían la enfermedad tras haber ingerido alimentos de procedencia animal.


La enfermedad en última instancia podía contagiarse a humanos. Aunque la cantidad de muertes totales a día de hoy se estima en unas 200 en todo el mundolas autoridades temían que una infección masiva pudiera provocar una pandemia. Para tratar de frenar la propagación de la enfermedad las autoridades tuvieron que matar a millones de vacas.

Según cuenta O’Toole, una de las principales razones para que se extendiera la enfermedad fue que el Gobierno de Margaret Thatcher había relajado los requisitos sanitarios de los alimentos para animales. Pero eso no evitó que la prensa británica se alzara en armas contra Bruselas, en especial contra alemanes y franceses, cuando en marzo de 1996 la UE anunció que prohibiría la venta de ternera británica en el continente, una moratoria que duró una década.

“Es un ejemplo muy bueno de cómo los políticos británicos usan la UE como distracción en un problema que ellos mismos han creado”, explica. “Ellos estaban encantados con esto porque así podían exponerlo como si fuera la Segunda Guerra Mundial. Fomentaron una histeria anti-alemana y pedían a la gente que no comprara alimentos o vinos alemanes”.

Años 80: “Quiero que me devuelvan mi dinero”

En los 80, la misma Thatcher ya había ganado su primera batalla en la Unión Europea: la del llamado cheque británico. Un descuento en las contribuciones del Reino Unido a la bolsa comunitaria difícil de calcular, pero que ha ahorrado a los británicos en torno al 20% del dinero que envían a Bruselas cada año. Por ejemplo, en 2018, Londres se ahorró 5.300 millones de euros de los 23.700 que debería haber pagado en total.


Thatcher pedía ese descuento porque estimaba que la política agraria comunitaria, la principal partida de dinero europea por entonces, beneficiaba de manera excesiva a Francia y otros países con un sector agrícola más potente.

Para conseguirlo, la dama de hierro llegó a amenazar al resto de líderes europeos con que dejaría de poner dinero si no se le concedía este descuento. En un Consejo Europeo en 1984 realizó unas declaraciones por las que aún se le recuerda: “No estamos pidiendo un céntimo de la Comunidad Económica Europea [antiguo nombre de la UE] para el Reino Unido. Lo que estamos pidiendo es que nos devuelvan una gran cantidad de dinero que es nuestro”.

Cuenta O’Toole que Thatcher utilizó una narrativa según la cual al Reino Unido se le ha tratado de manera injusta, algo “muy profundo en la mentalidad británica”. Una manera de pensar que, según el escritor, se resume así: “Somos Gran Bretaña, somos maravillosos, amables, generosos, un país brillante, pero la gente se aprovecha de nosotros”.

Thatcher consiguió ese descuento haciendo mucho ruido: los líderes de la UE cedieron porque temían que la británica pudiera paralizar la política comunitaria. Una victoria que “creó una actitud muy peligrosa en el sistema británico de que si gritas lo suficiente y creas problemas, vas a conseguir lo que quieres. El problema es que no siempre funciona”.

Según O’Toole, eso era precisamente lo que Boris Johnson y otros líderes reprochaban a Theresa May, que tuvo que dimitir como primera ministra durante la negociación del acuerdo de salida del Reino Unido. Pensaban: “si May gritara más podríamos quedarnos con los beneficios de estar en la UE y a la vez salir del bloque”, afirma.

1992: la libra sale del sistema monetario europeo

Al igual que la peseta, Londres estaba obligada a mantener la fluctuación de la libra esterlina dentro de unos límites fijos respecto al marco alemán, en lo que se conocía como el Sistema Monetario Europeo. Pero el 16 de septiembre de 1992 (bautizado después como el Miércoles Negro), la moneda británica sufrió un ataque de especuladores que apostaban en su contra (vendiéndola de manera masiva) porque consideraban que estaba sobre-evaluada. Se estima que el multimillonario húngaro George Soros, que lideró ese ataque, ganó 1.000 millones de libras (alrededor de 1.190 millones de euros) con esa operación.


En un solo día, el Gobierno británico tuvo que subir los tipos de interés del 10% al 15% para atenuar el ataque, pero no consiguió que la moneda se quedara dentro de los límites marcados. El Banco de Inglaterra se lanzó a vender al menos 10 millones de libras en reservas de moneda extranjera y a comprar 2 millones de libras esterlinas por hora para subir esos tipos, según The Guardian. A las 19.40 (hora local) de ese Miércoles Negro, el Reino Unido anunciaba que suspendía su pertenencia al sistema monetario europeo.

Al contrario que en los otros dos casos, O’Toole describe esta historia como una “enorme humillación”. “Esto llevó a un sentido de autocompasión, de humillación, de que estaban sufriendo una vergüenza en Europa”, explica. “La autocompasión no es una realidad objetiva. Tiene que ver con qué crees que mereces. Si estás acostumbrado a volar en clase business y un día te ves forzado a volar en clase turista con el resto, te sientes horrible. Ser un país más de los 28 es una humillación”.

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