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La poesía del testimonio

Por El Correo  ·  03.04.2020

Cuando aún no tenía 30 años, cuando era solo una joven poeta estadounidense que daba clases en la Universidad y que conseguía alguna beca con la que poder dedicarse a crear nuevos textos, Carolyn Forché aprendió dos buenas lecciones de vida. Una fue que lo revolucionario es decir la verdad. La otra, que hay que analizar lo que ocurre a nuestro alrededor y, si es lo que se siente, enfadarse. No las aprendió por este orden, pero sí de la misma persona. Él era el cafetalero Leonel Gómez Vides, el primo de la poeta salvadoreña Claribel Alegría. Forché había estado un verano en la casa de la poeta en Mallorca para poder traducir sus versos al inglés. Y en aquellos días de convivencia había oído hablar, muy por encima, de Leonel.

Él se presentó en la puerta de su casa en California un día. Iba con sus hijas y un montón de papeles. Había hecho el viaje entre El Salvador y California en camioneta para convencerla de que se tomara un tiempo y conociera su país. ¿Por qué? Porque alguien tenía que contar lo que estaba ocurriendo allí. Se avecina una guerra, le dijo, algo terrible. Ella podía saberlo sobre el terreno; luego, solo iba a tener que contárselo a sus compatriotas. La respuesta de los ciudadanos estadounidenses sería decisiva, sobre todo teniendo en cuenta que Estados Unidos iba a tomar partido como ya lo hacía en tantos otros lugares del mundo. Alguien tendría que explicar algo parecido a la verdad.

Forché había sido elegida… Bueno, aún no sabe ni ella misma muy bien por qué. Nacida en Detroit en 1950, nieta de gente que había vivido la guerra de Europa y había perdido mucho, tenía una manera diferente de mirar a su alrededor. De pequeña, había tenido durante mucho tiempo pesadillas con personas que gritaban y lloraban y pedían ayuda, y sus padres tenían que consolarla toda la noche. Muy joven, se había casado con un veterano del Vietnam que había convertido su apartamento en un espacio de guerra, con cartoncitos en las aspas del ventilador para simular las hélices de los helicópteros de sus recuerdos y sueños. Y más adelante, pero aún muy joven, había convivido con una pareja de indígenas americanos y los había reflejado en su poesía.

‘Gathering the Tribes’, en 1970, había ganado un premio en Yale. En 1977 estuvo en Mallorca. En 1978 empezó a viajar a El Salvador, gracias a la Beca Guggenheim que le habían dado, y su experiencia quedaría fijada a mediados de los ochenta en el poemario ‘The Country Between Us’. Es conocida como la poeta del testimonio. Y eso, dar testimonio, es también lo que hacen sus memorias. Se titulan ‘Lo que han oído es cierto’ y las acaba de publicar en castellano Capitán Swing.

Le costó quince años darles forma, y se editaron en inglés el año pasado. Son, además de sus recuerdos y de una defensa clara de los derechos humanos -una actividad que ha sido siempre paralela a la poética en su trayectoria-, un homenaje a Leonel, su mentor salvadoreño. Él la paseó por todos los rincones de un país a punto de despedazarse, la puso en contacto con campesinos, militares, burgueses, guerrilleros, médicos, agentes de todo tipo. La llevó a conocer a Monseñor Romero y a jesuitas como Ignacio Ellacuría.

Forché fue y volvió. Durante años, ofreció por todo Estados Unidos conferencias sobre lo que ocurría en El Salvador. Le pidieron que escribiera un texto para un libro de fotografías de la guerra hechas por Harry Mattison y entonces descubrió que aquel fotógrafo y ella habían compartido uno de los peores momentos, uno de los de más miedo y dolor, en una de sus estancias en el país. Se casaron y tuvieron un hijo. Juntos acogieron refugiados, siguieron explicando la realidad de la tragedia, investigando la intervención estadounidense, recopilando fotos y datos sobre desaparecidos.

La escritora es autora de alguna antología y varios poemarios más. ‘The Angel of History’ fue elegido como el mejor libro de poemas por ‘Los Ángeles Times’ en 1994. En 1998 le dieron, en Estocolmo, el premio Edita and Ira Morris Hiroshima Fundation for Peace and Culture por su dedicación a la defensa de los derechos humanos y la preservación de la memoria. Sigue dando clases de escritura y colaborando con diversos medios de comunicación.

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