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Hermano corzo

Por Zenda  ·  28.03.2022

Es este un libro del que si un día nos dicen que es todo mentira no dudaríamos en aceptarlo al momento. De tan insólita, intempestiva, áspera, que resulta la peripecia del autor, que un día decide irse de su casa para vivir en los bosques, del mismo modo en que viven los animales que habitan en él, y, en particular, los corzos. Resulta difícil de creer el abandono de los padres, que permiten que se vaya de casa así, sin nada, a vivir a la intemperie, y de los que, en cualquier caso, poco se sabe, aunque uno al menos quisiera saber más. ¿Por qué lo permiten? ¿Quiénes son? ¿A qué se dedican? Son personajes que permanecen en off toda la narración y que sin duda darían pie a otra novela.”Resulta difícil de creer la adaptación de Geoffroy Delorme a las rutinas de los otros animales, especialmente a las de sueño, pero, también, a las de alimentación”

Y también resulta difícil de creer la adaptación de Geoffroy Delorme a las rutinas de los otros animales, especialmente a las de sueño, pero, también, a las de alimentación: “Empiezo a dormir durante el día, como Daguet, con franjas de sueño de unas dos horas, lo cual me deja tiempo para buscar comida”. Lee uno por lo tanto este texto mecido por una constante sensación de incredulidad, de la que de vez en cuando sale fascinado por las prácticas de los corzos que el autor estudia, sí, y después imita, pero que remiten sobre todo a unos animales cuando menos muy inteligentes, a los que Delorme designa como su verdadera familia: “Por la mañana temprano, la emoción de ver el sol salir por la pradera, irisar la bruma y la maleza escarchada junto a mi fascinante amigo corzo es irreemplazable. Vivo en un sueño al que ya es imposible dar marcha atrás. Un nuevo hombre está naciendo en mí, un hombre que ha elegido el camino de la libertad.””Aunque a veces lo descrito por Delorme oscile entre el manual del preparacionista y el tratado de etiología animal, es este, en definitiva un texto de nature writing

Aunque a veces lo descrito por Delorme oscile entre el manual del preparacionista y el tratado de etiología animal, es este, en definitiva un texto de nature writing, uno de los pocos textos, diríamos, escrito desde dentro de la propia naturaleza, porque aquí es la propia naturaleza la que se manifiesta, y en concreto los corzos, y no la naturaleza, o el paisaje, diríamos, en la línea del Emerson de Nature, en relación a la mirada del hombre o la mujer que lo observa, y que nos traslada, por lo tanto, las sensaciones y los sentimientos que lo salvaje provoca en él o en ella. Aquí es cierto que accedemos a lo que Delorme siente y respira, pero cuando es ya un ser más del bosque, y no uno que acude desde fuera a observarlo después de abandonar la cabaña de Walden, a la que más tarde volverá. Estamos, pues, ante una experiencia mucho más radical —inmersiva, dice el paratexto— y, por lo tanto, a una aportación al género mucho más verdadera y, tal vez por ello, más insólita, intempestiva y áspera y, por lo tanto y en definitiva, mucho más natural, real, salvaje de lo que hasta ahora habíamos imaginado.

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