Prodigiosos mirmidones

El prodigio de los mirmidones y la rebeldía de lo singular

«Cuando un hombre que no está bromeando, sino hablando en serio, dice que le cuesta estar a la altura de sus porcelanas chinas, esto significa que en este recinto se ha infiltrado una forma de paganismo contra el que tenemos el sagrado deber de luchar, si es posible, hasta su completa aniquilación». Dean Burgon, Vicario El prodigio de los mirmidones y la rebeldía de lo singular

Patti Smith y el dandismo

El concierto del lunes de Patti Smith en el Palau de la Música –lean la crónica de Miquel Molina en este diario– coincide con la presentación (librería Mutt, jueves a las 19 horas) de la antología (¡y apología!) del dandismo que edita Capitán Swing, titulada Prodigiosos mirmidones.

La poetisa del punk, a sus 65 años, mantuvo esa actitud capaz de combinar conocidos himnos del malditismo con las propuestas del nuevo disco Banga. El pelo largo y aparentemente descuidado, la americana y el chaleco negro, las botas por encima de los pantalones, y las flores rojas y blancas con las que apareció en el escenario forman un todo, un posicionamiento estético (y ético) que va mucho más allá de la decoración y la impostura. Es, pues, la autenticidad de Smith la que la convierte, tal vez, en el último arquetipo de eso que entendemos como dandi, concepto que ha encarnado tan pocas mujeres (si nos olvidamos de Marlene Dietrich y su inconfundible esmoquin).

El prólogo de Prodigiosos mirmidones – como les llamaba Baudelaire – viene firmado por Luis Antonio de Villena, que resume el fenómeno como “la bella provocación de lo diferente”. Y es que el dandismo es por encima de todo una forma de protesta, un gesto ante el mundo que proviene inicialmente del romanticismo inglés, y que coge su nombre de una onomatopeya que imita el sonido de una determinada manera de caminar: “dan-dy”. El dandismo, pues, no es (no sólo) sinónimo de elegancia, tal y como ha querido hacer ver la mercadotécnica y la publicidad. El dandi es melancólico y se enfrenta a la sociedad en la que le ha tocado vivir reivindicando la individualidad desde dentro, siendo distinto, sorprendiendo y provocando. El elegante quiere ser aceptado y valorado por la comunidad. El dandi, sin embargo, ridiculiza la doble moral y la hipocresía gracias al escándalo.

En el concierto de Patti Smith, enmarcado dentro del Festival Mil·leni, la artista fue in crescendo hasta recordar al público que People have the power, escupiendo varias veces sobre el inmaculado suelo del Palau de la Música. Insistimos, no se trataba de un simulacro para rememorar su pasado punk, sino que volvía a ser una afirmación de su posición radical. Alimentar el personaje para alimentar el discurso.

Otra de las cuestiones importantes es cultivar la ambigüedad. El dandi (por eso el primer glam se considera buen ejemplo de dandismo) juega con la no-definición. Ser homosexual o no es lo de menos. La categorización sexual es, también, una imposición externa. El hombre se puede mostrar delicado y frágil, y la mujer – en este caso, Smith – fomenta su feminidad potenciando precisamente su lado más masculino.

Volviendo a Baudelaire, podríamos definir al dandi como “el último resplandor de heroísmo en la decadencia”. Carlos Primo y Leticia García, coordinadores del volumen de Capitán Swing, insisten en que lo que se intenta es “escapar de la decepcionante realidad, estetizando la cotidianidad y convirtiendo la vida en una cuidada escenificación”. Hay, así, máscara, representación. Se construye un sujeto, atendiendo a todos los detalles, para conseguir un distanciamiento.

Barthes afirma que el dandismo es “una distinción más metafísica que social”. Ante un mundo con leyes obsoletas, ante un contexto en el que la incertidumbre es quien reina, el dandi es extravagante (el dandi francés opta por el decadentismo mientras el británico prefiere cierta contención). Al dandi lo mata la moda capitalista, que lo utiliza como marca, como escaparate, desactivando todos sus artefactos y armas.

Fragmentos y capítulos de Disraeli, Balzac, Barbey d’Aurevilly, Huysmans, Umbral o Wolfe, entre muchos otros, conforman el libro, ilustrado por Marina Domínguez Garachana. Será Camus, en La rebelión de los dandis, quien hable con más claridad de disidencia. Ante el tedio que le produce la mediocridad, el héroe romántico se adhiere al abismo, confunde amor y muerte, y “busca una solución en la actitud”. Es un desafío desde la coherencia propia, un asombrar continuo a la comunidad, teniendo como única moral el arte (Wilde es el mejor paradigma, claro). El dandismo es un acto de soledad en medio de la multitud. Un ejercicio drástico contra todo borreguismo.

¿Patti Smith es de verdad nuestro último dandi? ¿Cómo escaparemos nosotros de la masa?

Albert Lladó

 

Enjundia literaria

En el panorama editorial actual se publican muchas cosas, algunas buenas, otras pésimas, bastantes regulares y otras simplemente entretenidas. Seguro que también hay joyas ocultas en rincones de librerías, manuscritos perdidos en cajones de editores despistados y favores pagados en formato libro de tapa dura. De todo como en botica y entre tanto popurrí, pasando desapercibidos -por lo general- para el público masivo, también se publican libros con enjundia, de esos que hay que leer con detenimiento para que no se te pase ningún detalle, que invitan a la reflexión.

Capitan Swing es una de las editoriales responsables de que aún en estos días se sigan publicando libros como los anteriormente descritos. Responsables de la llegada a las librerías de “Prodigiosos mirmidones.Antología y apología del dandismo” de Leticia García y Carlos Primo, han incorporado a su catálogo dos nuevos títulos que agradarán a todos aquellos sedientos de lectura rigurosa y opuesta a cualquier bodrio editorial fácil de digerir y aún más de olvidar.

En el 50 aniversario de su muerte, publican “Ensayos y discursos” de Wiliam Faulkner, que reúne varios trabajos de la obra no narrativa del escritor: discursos (entre ellos el discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura de 1950) ensayos, prólogos, reseñas de libros y obras de teatro y cartas públicas (al editor del New York Times, al del Time…). El volumen supone una buena manera de indagar en la figura del escritor fuera de su obra más conocida a través de sus reflexiones y posiciones con respecto a temas de su actualidad.

No puedo entender la pasión que tenemos en América por dar a nuestros propios productos algún remoto significado geográfico . ¡Pollo de Maryland!, ¡aliño romano!, ¡el Keats de Omaha!, ¡Sherwood Anderson, el Tolstói americano! Parecemos estar maldecidos con una pasión por el cliché geográfico. Ciertamente ningún ruso habría soñado jamás con ese caballo.

Norman Mailer cuenta en “Miami y el sitio de Chicago” cómo estaban las cosas por Estados Unidos en el mítico verano del 68. Con la Guerra de Vietnam como tema del momento, los republicanos acaban de escoger a Nixon como candidato a presidente mientras que los demócratas optan por Hubert Humphrey y el país se echa a la calle a protestar contra la guerra. Conocido por ser un innovador en el género del periodismo literario, Mailer cuenta con detalle la situación que se vivía en el país en ese momento, que tuvo como consecuencia muchas de las características del Estados Unidos actual.

La Nueva Izquierda quería, sobre todo, perturbar a la sociedad (y siendo muy posible que ellos mismos estuvieran algo perturbados, no eran sino románticos) mediante el esfuerzo por un nuevo estilo de vida, partiendo de los guetos, de las ciudades universitarias y del movimiento contra la guerra. Si aún se insiste en calificarlos genéricamente como socialistas es porque el producto de sus esfuerzos era finalmente, me temo, ideológico (…)

 

Prodigiosos mirmidones

«Prodigiosos Mirmidones» es el título de una exquisita antología (y apología) del dandismo, recopilada y explicada por Leticia García y Carlos Primo, e ilustrada por Marina Domínguez Garachana, a cuya presentación «en sociedad» tuve el placer de asistir.

El entorno no podía ser más adecuado: el Museo del Romanticismo de Madrid.

En un salón que podría haber sido una de las salas en las que se reunían la aristocracia y alta sociedad de las fashionable novels cuyo protagonista era Vivian Grey, asistimos a la mínima charla de los autores, y a la extensa perorata de su prologista, un Luis Antonio de Villena, que se sentía más autor y protagonista que ellos mismos, interrumpiéndoles (bueno, principalmente a ella… ¡ay, esa misoginia, que nos pierde!) y tomando, un tanto a la fuerza, las riendas de la presentación. O así lo «sufrimos» los que acudimos a la convocatoria. Aunque no es de extrañar si nos remitimos al prólogo de la obra: léanlo, y así saldrán de dudas sobre el ambiente en el que se desarrolló el acto.

Es la segunda vez en pocos meses que acudo a la presentación de un libro y el prologuista (casi siempre introductor en la presentación), se crece de tal modo que no sabes si realmente es él el autor, si está hablando de otra obra, si no se ha tomado su medicación, o que…

Habría que recordarles, a todos, así en general, que el prologuista SIEMPRE está detrás del autor, nunca es más importante que él, y menos aún el día que presenta su obra, porque es SU DÍA.

Pero aquí (gracias a dios, porque nos falla la paciencia) no es Villena quien nos ocupa, sino la obra, «Prodigiosos Mirmidones», porque prodigioso es que alguien en nuestro país tenga el buen gusto de publicar una obra de este calibre.

Nos dicen los autores que los mirmidones eran un pueblo empeñado en cultivar una tierras desfavorecidas por los dioses, con un empeño y una tenacidad legendarios. Me consta que ellos han tenido la tenacidad de los mirmidones persiguiendo la publicación de esta obra, y yo se lo agradezco de corazón. Básicamente porque, aunque enfervorizada lectora de casi todo lo que cae en mis manos o ante mis ojos, me considero profundamente ignorante, y aparte de Balzac y Wilde, no recuerdo haber leído nada más de ninguno de los autores que en él aparecen.

Por no añadir que lo que yo consideraba un «dandi» era algo completamente opuesto a lo que es en realidad, gracias, una vez más, a las revistas de moda y los medios de comunicación, que llama «dandi» a cualquiera que lleva un corbatín.

Les recomiendo, queridas antonias, la lectura de esta obra. Eso sí, con lápiz para subrayar, ya que podría considerarse un texto de cultura general. ¿Para cuándo su lectura obligada en escuelas de moda?. Menos vogues, menos blogs insustanciales, y más Prodigiosos Mirmidones.

 

Heroísmo dandi

El dandismo era para Baudelaire «el último resplandor de heroísmo en la decadencia».  El dandi era y es melancólico, individualista,  con un estilo de vida ajeno a las costumbres dominantes. En ‘Prodigiosos mirmidones’ (Ed. Capitán Swing) se hace un recorrido por el dandismo a través de lo literario.

Se trata de una antología de textos en la que hay artículos, ensayos, relatos breves y fragmentos de novelas. «Concepciones diferentes y en ocasiones contrapuestas de lo que significa ser un dandi», en palabras de Leticia García y Carlos Primo, coordinadores del libro.

Muchos textos no habían sido editados hasta ahora en España. ¿Por qué este libro? «Nos llevaban los demonios cuando oíamos o leíamos dandi mal empleado. Es mucho más que un hombre elegante», conceden.

Y es que, más allá de la elegancia disidente o llamativa, el dandi comparte un rasgo común: la rebeldía. Como sostiene Luis Antonio de Villena, «el dandi es sobre todo el rebelde de lo singular, el que aspira a la difícil quimera de que cada uno sea cada uno contra el enemigo mortal, la masa, de lo gregario».

Un dandi mira con hastiada indiferencia y un desdén apenas disimulado. Al dandi también le caracteriza ser impertinente y hablar mal de lo que se supone que tiene que hablar bien.  «El dandismo es una distinción más metafísica que social», sentenció Roland Barthes.

«Generalmente, el joven revolucionario, idealista, queda con los años en elegante señor», escribió Francisco Umbral.  También «Sólo es verdaderamente elegante el que quiere decir algo con su elegancia. Lo demás se queda en sastrería»

Thomas Henry Lister, Honoré de Balzac, Virginia Woolf, Álvaro Retama y Tom Wolfe son otros de los autores con textos seleccionados por García y Primo.

Para los coordinadores del libro, Michael Jackson podía ser un perfecto dandi «cuando persistía en actitudes de claro distanciamiento –el guante, la mascarilla, las gafas de sol-, y cuando se lanzó a los brazos de la cirugía estética con el objetivo de convertirse en alguien totalmente sobrehumano cuya ambigüedad en materia de sexo, raza y edad no correspondía  a una persona real, sino a un personaje».

Karl Lagerfeld y David Bowie también merecen su distinción. Lo advirtió Baudelaire: «Un dandi nunca puede ser un hombre vulgar».

 

Hablemos de dandis

Allí en Sol, donde Larra paseaba sus historias e indumentaria… Me citan dos tímidos jóvenes sobrados de talento y buen hablar. En la mítica pastelería madrileña La Mallorquina, inaugurada cincuenta y cuatro años después de la muerte de Brummell. En ese salón que se encuentra tras subir las escaleras desgastadas, el cual goza de la suficiente solera para hablar de dandis. Me esperaba una entrevista a modo de conversación interesante y amena, unida a un desayuno legendario en la mejor de las compañías. Esta audición podría valer más por lo que calla que por lo que cuenta, pero lo cierto es que da gusto oírlos y leerlos.

Leticia García y Carlos Primo coordinan una selección de textos maravillosos, encargándose de la introducción y notas del libro “Prodigiosos mirmidones. Antología y apología del dandismo” , de la editorial Capitán Swing. Con un prólogo del conocido poeta y narrador  Luis Antonio de Villena e ilustraciones de Marina Domínguez Garachana descubrimos los entresijos de la figura del dandi. Término del que desconocemos más de lo que imaginamos.

– Bueno, primera pregunta: ¿ Cuál es vuestro texto fetiche del libro?

Leticia: Soy muy fan de Vivian Grey, que retrata a la perfección la insolencia de la que tenía que hacer gala un dandi para poder suscitar admiración, amores y odios a su paso. De las máximas del vestir que aparecen en Pelham, porque sirvieron de inspiración a muchos textos posteriores y dejan ver perfectamente que la indumentaria del dandi es más el indicio de algo más profundo que un fin en sí mismo. Y del texto de Barbey, porque no se deja nada, creo que es el mejor retrato del dandismo que se ha hecho (o que yo conozca).

Carlos: Yo me quedo con el artículo de Robert de Montesquiou, “Del esnobismo”, que es un texto divertidísimo que hemos recuperado y traducido por primera vez desde su publicación en 1908. Es un artículo de crítica de costumbres que refleja bastante bien la posición intelectual del dandi. También llamaría la atención sobre “El encanto fatal”, un relato a medio camino entre el terror y la parodia publicado por Álvaro Retana en una colección de novela popular en plena belle époque española. Son dos expresiones extremas pero muy coloristas de lo que puede significar el dandismo.

– ¿ Qué imagen se proyecta en vuestra cabeza cuando se pronuncia la palabra dandi ?

Leticia: Brummell. Fue el primero (al menos el primero del que tenemos noticia) y el que sentó las bases de lo que posteriormente se conocería como dandismo. Los dandis que vienen después cumplen en mayor o menor medida los requisitos, pero él fue el único que dedicó su vida a ser un dandi.

Carlos: Coincido con Leticia. La estirpe de los dandis desciende de un solo individuo, Beau Brummell, un hombre verdaderamente fascinante: todo el mundo coincidía en que era un genio, pero nadie sabía definir en qué consistía su talento exactamente. Por eso, y porque no dejó una herencia tangible (ni obras, ni memorias), se convirtió en leyenda todavía en vida. Si hay que mencionar otro, escojo a Robert de Montesquiou: la lista de personajes literarios que inspiró es verdaderamente impresionante.

– ¿ Por qué el título de “Prodigiosos mirmidones” ?

Carlos: Luis Antonio de Villena, que escribió el prólogo del libro, nos echó la bronca porque dijo que los mirmidones eran hombres bajitos y fornidos, todo lo contrario de un esbelto dandi. Pero nosotros escogimos el título empleando el sentido que le dio Baudelaire en El Pintor de la Vida Moderna (1863). Los mirmidones eran un pueblo legendario que, además de luchar junto a Aquiles en la guerra de Troya, eran conocidos por ser muy laboriosos y esforzados, ya que cultivaban con mucho trabajo un terreno totalmente árido. Cuando Baudelaire dice que los dandis son “prodigiosos mirmidones”, se refiere a esa perseverancia y a esa capacidad para mantenerse fieles de manera obstinada a un código de comportamiento que había caducado tiempo atrás. Los mirmidones luchaban contra un terreno pedregoso, y los dandis luchan contra una sociedad que no les comprende. Entendemos el dandi como algo heroico, a contracorriente, marginal, y por eso pensamos que sería un buen título para el libro, además de una cita de un texto fundamental.

Leticia: El heroísmo del dandi es tan o más importante que su aspecto, porque ellos saben que su batalla está perdida de antemano, por decirlo de algún modo, pero no claudican. Brummell, por ejemplo, murió medio loco y desterrado después de burlarse de Jorge IV. Los mirmidones, como dice Carlos, cultivaban sin descanso un terreno del que no podía salir nada, y aún así seguían haciéndolo, por eso pensamos que el paralelismo era muy importante en este sentido.

– Alejándonos un momento del s.XIX. En el libro se nombran a personajes como Michael Jackson y Karl Lagerfeld, como respuesta a quién se puede considerar dandi en una época más actual. Parece que el mundo necesita dandis, ¿ Por qué resulta importante su figura en la sociedad?

Carlos: El dandi tiene una importancia vital, porque indica precisamente lo que le falta a una sociedad determinada, sus defectos, la relatividad de su sistema de valores. En la corte inglesa de la Regencia, invadida por el barroquismo, Brummell reivindica la sobriedad en el aspecto. En la sociedad burguesa de finales del XIX, los dandis franceses abrazan la extravagancia y el lujo exquisito de la aristocracia decadente. En la moda sensual y orientalizante de los años veinte, Coco Chanel se viste de negro y adopta un código de indumentaria que no abandonará nunca y que mantendrá intacto durante unas décadas que ven la eclosión de la moda y la aceleración de los estilos. Básicamente, cuando el dandi llega, a la sociedad se le caen los palos del sombrajo, pero de un modo muy sutil. Por eso es esencial.

Leticia: Amén.

– Así de forma aleatoria… ¿ Dalí fue un dandi ?

Leticia: Mmm, yo creo que no. Tiene puntos muy dandis, pero era demasiado excéntrico. Además, las claves de su personaje estaban definidas por su labor dentro del movimiento surrealista, aunque fuera más allá de ellas. El dandi, aunque produzca, tiene que ser su mejor obra, es decir, lo primero que resalta en un dandi es su persona, después su producción. Dalí, aunque fuera un personaje genial, se construyó en torno a un movimiento definido, y por eso me cuesta verlo como dandi.

Carlos: Es complicado, pero creo que, en el contexto del Surrealismo, sí pudo serlo, porque llevó el ámbito de la creación a su propia persona y, según cuentan, jamás se salía de su personaje. Estaba obsesionado con la percepción que la gente pudiera tener de él, y eso es muy dandi, al igual que lo es expresarse mediante aforismos y mantenerse fiel a su leyenda durante décadas. Juega en su contra el hecho de que fuese tan histriónico, aunque si entendemos el histrionismo como un código de conducta férreo, las cosas se complican. Resulta difícil decirlo. Posiblemente tuviese elementos de dandi, pero era un personaje de una complejidad enorme que va mucho más allá.

– Si hablamos de distintos tipos de estéticas que se eligen para diferenciarse , destacar  o crearse un personaje que se puedan confundir con la imagen del dandi que aquí tratamos. Me viene a la cabeza la siguiente pregunta: ¿Cuál es la delgada línea roja que separa al dandi del esperpento? ( Y esto no va por Dalí que conste).

Leticia: La contención y el estricto código de reglas individuales que el dandi crea y acata. Por eso es tan complicado ser un dandi. Es fácil disfrazarse, caer en la exageración y en la caricatura o ser excéntrico. Lo  difícil es ser discretamente indiscreto y radicalmente individual y mantenerse ahí, sin sobrepasar los límites.

Carlos: De hecho, están en las antípodas, aunque a veces no resulte fácil distinguirlos a simple vista. Pero, como dice Leticia, la clave está en el código de reglas individuales. Un dandi no se “viste de”. Un dandi se viste tal y como es.

– En ocasiones he escuchado que se relaciona a este individuo que se hace así mismo con cierta tendencia sexual. ¿ Existe algún tipo de relación directamente proporcional entre el dandismo y la homosexualidad?

Leticia: No necesariamente. Sí es cierto que el dandi estricto ha de mostrar cierta frialdad en las formas, no puede sucumbir a las pasiones ni mostrar debilidad. Es algo así como asexuado. A Brummell no se le conocieron romances, y si pensamos en Bowie, por ejemplo, pese a estar casado y que se haya hablado de su vida sexual, siempre nos parece a primera vista alguien carente de pasiones. En el entorno del fin de siglo francés sí predominaba el dandi homosexual. Pero estamos en una época en la que el dandi se construye de otra forma, ya no opone su contención a un sistema recargado y frívolo, sino al contrario. Se entregaba a la extravagancia y a la experimentación en un mundo en el que reinaban la uniformidad y la frialdad burguesas.

Carlos: La sexualidad, en principio, no tiene ninguna relación con el dandismo, salvo que se convierta en un elemento más del código del dandi. Es decir, sólo hay una sexualidad dandi si el dandi en cuestión la emplea para construir su individualidad y su personaje público. Hay dandis que muestran una sexualidad concreta del mismo modo que otros adoptan un corte de traje, una flor exótica, una forma de hablar o un hobbie excéntrico. Cuando los dandis de la belle époque no ocultan su ambigüedad sexual, lo hacen porque la emplean como una manera de cuestionar los valores morales de un determinado tipo de sociedad que veía mal esa clase de transgresiones. Era uno de los pocos tabúes que quedaban y, por lo tanto, era una herramienta excelente para subrayar su individualidad y su distancia respecto a la masa burguesa. Pero nada más. Otra cosa distinta es la ambigüedad como estética y como actitud, que sí ha sido muy cultivada por dandis de todo tipo, independientemente de sus gustos sexuales. Y otra cosa es la sexualidad de cada uno. No tengo muy claro que un dandi en la cama siga siendo un dandi.

Leticia: Claro, si no es un elemento de la construcción de la persona pública, de puertas para dentro, a saber…

– Cambiando el rumbo… Para qué negarlo, un libro se juzga por la portada. Y en ese salón con raigambre faltó un elemento importante en la ecuación de esta antología y apología del dandismo. Marina, ¿ En quién te inspiraste para hacer esas ilustraciones tan monas?

Marina: La mayor fuente de inspiración fueron los textos, cuya riqueza narrativa funcionó a la perfección como motor generador de imágenes.  Me sentí especialmente cómoda con el Larra dandi de Umbral (que es, por múltiples motivos, mi preferido). En un intento de emulación, intenté paliar a golpe de lapiceros y bonitismo el desasosiego del Agosto madrileño. Además, mis dandis emplean el afeitado con patilla como nexo narrativo porque las patillas son francamente importantes en mi existencia.

Si pregunta por influencias, últimamente me vuelve loca Adventure Time y soy fiel seguidora de El Mundo de Gumball, que cuenta con un elenco de dibujantes capaces de producir 500 expresiones faciales por minuto, y adoro todos los trabajos de John Kricfalusi y Bill Watterson. En cualquier caso, todo aquél que use rotuladores y lapiceros para el bien de la humanidad y el propio, merece todo mi respeto y atención, de Stephen Hillenburg a Moebius, pasando por Hugo Pratt.

– Pues digamos que usted señorita lo merece también.

Solo me queda agradecer esta increíble entrevista y hacer la recomendación pertinente más que merecida de esta obra. La cual ya se encuentra en grandes y pequeñas librerías. ( Ni que decir tiene que actualmente es el libro que ameniza mis noches ).

El próximo 18 de Octubre a las 19:30  tendrá lugar la presentación del mismo. En un lugar de lujo como es el Museo del Romanticismo de Madrid. Y por supuesto como dijo un dandi, en una de sus canciones: ” Ahí estaré “.

 

Corsarios de guante amarillo

Prologado por uno de los autores que más y mejor han abordado entre nosotros la figura del dandi, Luis Antonio de Villena, a quien debemos títulos tan sugestivos como -la expresión es de Balzac- Corsarios de guante amarillo (1983), Prodigiosos mirmidones -la imagen se debe a Baudelaire- reúne un puñado de aproximaciones al dandismo seleccionadas e introducidas por Leticia García y Carlos Primo, en un valioso volumen acompañado de divertidas ilustraciones de Marina Domínguez Garachana. La antología es excelente y la Apología que firman los compiladores, bastante recomendable, aunque tal vez fuercen más de la cuenta los argumentos para incluir a personajes actuales. Dicho con otras palabras, es arriesgado -ellos mismos lo reconocen- relacionar a Oscar Wilde con Porrina de Badajoz.

Estaría uno dispuesto a conceder que artistas maravillosos como David Bowie encarnan las aspiraciones del dandismo, pero le resulta bastante más difícil afirmar algo parecido de Michael Jackson o de Karl Lagerfeld, a los que también mencionan de pasada, dado que la distinción no equivale a mera extravagancia. Un chiste sobre el uso de la ropa deportiva -«Cuando pierdes el control sobre tu vida, te compras un chándal», dice el modisto- no basta para construir una teoría de la transgresión y, por otra parte, se hace imposible imaginar a Brummell emulando a Peter Pan o deambulando por el horror acartonado de Disneylandia.

Por lo que se refiere a la selección, el conjunto reúne textos o fragmentos canónicos de Disraeli (Vivian Grey), Balzac (Tratado de la vida elegante), Carlyle (La secta de los dandis), Baudelaire (El dandi), Huysmans (Al revés), Lorrain (El señor de Phocas) o Camus (La rebelión de los dandis), además de otros inéditos como el interesantísimo Del esnobismo de Robert de Montesquiou. Los autores de lengua castellana están representados por el cubano Julián del Casal (Ezequiel García) y los españoles Zamacois (El fantasma), Retana (El encanto fatal), Hoyos (La hora violeta) y Umbral (Larra: anatomía de un dandi), que no sólo reflexionó con lucidez a propósito de dandis y malditos sino que encarnó, hasta cierto punto, la figura.

 

El prodigio de ser dandi

A priori, el título de la obra que nos traemos entre manos pueda quizás significar más bien poco o casi nada para el lector casual. Es la lectura de su apostilla la que marca la senda del camino por el que nos va guiar este cuidado y selecto recopilatorio de textos: Prodigiosos Mirmidones: antología y apología del dandismo (Capitán Swing) utiliza una oscura cita de Baudelaire para nombrarse y homenajearse, y es que ‘lo dandi’ atesora un halo de excentricidad cautivador abonado de gracia e ironía que gusta del rodeo, las sutilezas a bocajarro, la ocurrencia y ese wit inglés llevado a la irreverencia dentro de los salones del poder, que no es poco.

Esta antología, coordinada por Leticia García y Carlos Primo (que algunos conocerán bajo cierto pseudónimo en los deslenguados dominios de las redes sociales) tiene actitud académica e ilustrada aunque su lectura evita los rodeos, los tropiezos y las torpes injerencias de aburrida verborrea a pie de página que podrían esperarse de una obra de este corte. Prodigiosos Mirmidones es una obra trufada de citas imprescindibles firmadas por autoridades como Balzac, Baudelaire o Montesquiou, pasando por Virginia Woolf o Paco Umbral y poniendo fin con un grandioso colofón bajo el sello de Tom Wolfe y la radiografía que imprime del swinging London en su Underground de Mediodía. Quien espere encontrar una guía útil del perfecto dandi mejor que se dedique a empolvarse la nariz frente al espejo: la intención de la obra no es otra que dilucidar la compleja idiosincrasia, a menudo tildada de mera excentricidad o de esnobismo, de esa ‘secta’ de hombres que en palabras de Baudelaire, simbolizó “el último destello del heroísmo de las decadencias”.

La avanzadilla de este ejército de héroes no fue otro que Beau Brummell, “el gran vanidoso” según Jules Barbey d’Aurevilly, un ser de presencia arrolladora y revulsiva (a este respecto, Baudelaire afirma que el dandi “construye una originalidad contenida en los límites exteriores de las convenciones”, originalidad o acaso protesta y disención) que se procuraba sin tregua el don de la sorpresa y que “se burlaba de las reglas y sin embargo las seguía respetando”. En Brummell hallamos la semilla que a lo largo de la historia se ha reproducido en los dandis que han tomado su relevo (Oscar Wilde, lord Byron, el propio Larra según Umbral o los mods del relato de Wolfe) y aquellas características que reúnen en mayor o menor medida todos ellos como pacto tácito y santo y seña: “la brillantez en su vida, la soberanía sobre la opinión, la magnífica juventud que acrecienta la gloria, y este aspecto tan encantador y cruel que las mujeres maldicen al mismo tiempo que adoran”, en las palabras de d’Aurevilly.

Aunque la sucesión de hechos históricos, ideas y anécdotas que se hilvanan en Prodigiosos Mirmidones obligan a pensar en el dandi como una entidad más allá de la apariencia, algo filosófico y casi metafísico, no se puede obviar que una de las particularidades del dandi es el culto a la estética, a la apariencia y, en fin, a la moda. Quizá Carlyle tenga razón cuando afirma que el dandismo es la ciencia del “culto a uno mismo”, que el dandi “vive para vestirse”… ¿no son los usos de la vestimenta el elemento más claro de individualidad, de revolución y de la ruptura del orden y sin embargo y al tiempo, instrumento de creación del orden social y de clases? En cualquier caso, ya sean dandis ya sean los mods de la novela Wolfe, la moda les diferencia, les aísla y es la herramienta que les permite construir un universo a su medida. Sobre ésta y otras muchas ideas nos hablan generosamente los ejecutores de Prodigiosos Mirmidones, Carlos Primo y Leticia García, con la colaboración especial de la siempre incisiva experta en moda Inmaculada Urrea:

“Brummell poseía es familiaridad encantadora y excepcional que lo acaricia todo y que nada profana. Convivió de la misma forma con todos los poderes, con todas las superioridades de la época, y por su desenvoltura se elevó hasta su nivel” (Jules Barbey d’Aurevilly).

SM: ¿Cuánto de mera apariencia y cuánto de actitud hay en los prodigiosos mirmidones que presentáis en el libro?

LG: Espero que haya mucha más actitud que apariencia. En el dandi el parecer se convierte en el ser, es decir, no aparenta nada porque acaba por no haber nada detrás del personaje que se construye. Por eso nos resulta una figura tan fascinante, porque puede ser más o menos fácil construirse una máscara, pero acabar siendo todo tú tu propia máscara…

CP: Estoy de acuerdo, hay más actitud que apariencia. El aspecto externo de los dandis que mencionamos puede variar enormemente. Brummell, Wilde, Larra o Montesquiou no se parecen ni visten igual, pero sus motivaciones son similares, y es ahí donde nosotros ubicamos la esencia del dandismo.

SM: En el prólogo proponéis modelos de dandis modernos (Lagerfeld, Michael Jackson…), aunque el verdadero dandi se circunscribe a un período histórico determinado.

Dandis ha habido siempre, es una raza extinta o acaso está en peligro de extinción? ¿Después del dandi… qué hay?

LG: El dandi prototípico y el primero al que se le atribuye esta etiqueta es Brummell. Su leyenda dio lugar al movimiento de las Fashionable Novels, que ‘enseñaban’ a convertirse en dandi y a poder introducirse en los herméticos círculos aristocráticos. El dandi es un producto de la Regencia inglesa y probablemente dandi, en el sentido más estricto del término, sólo existió Brummell. Pero hay personajes posteriores e incluso anteriores (se habla de Alcibíades como un dandi, por ejemplo) que cumplen muchos de los requisitos para ser considerados dandis. El problema es que actualmente la moda se ha cargado los códigos férreos de vestimenta y es mucho más difícil epatar si no es cayendo en el mamarrachismo. No sé qué puede haber después del dandi, esperemos que siga habiendo personajes cercanos a él, si no fuese así, sería un síntoma de que ya ni siquiera podemos oponernos al entorno a golpe de originalidad.

CP: Una cosa es el dandi prototípico y primigenio, que efectivamente es Brummell, y otra cosa muy diferente son las derivaciones del dandismo en la sociedad contemporánea. Si nos hubiésemos restringido al dandi entendido en el sentido histórico, es posible que no hubiésemos pasado de la primera mitad del siglo XIX. De hecho, en esa categoría no entraría ninguno de los personajes del Decadentismo (Huysmans, Montesquiou, Lorrain o Wilde). Lo que nos interesa es la actitud del dandi, que es lo que no cambia, y lo que relaciona a todos estos personajes tan dispares. Claro que Lagerfeld y Michael Jackson no encajan de ningún modo en la estética decimonónica y contenida de Brummell, pero ciertas posiciones -la fidelidad a un código de comportamiento y vestimenta, la distancia respecto al público, la frialdad- los vinculan en el plano teórico. A eso vamos. Mientras persista esa actitud, habrá caso de dandismo, aunque sean aislados.

SM: ¿Cuál es la semilla de la obra? ¿Nace de un proyecto personal, un encargo editorial…?

LG: De ambos. Marina, Carlos y yo nos conocimos siendo compañeros de doctorado. Los tres, aunque venimos de carreras distintas, tuvimos una asignatura en Periodismo, Semiótica y Sociología de la Moda, en la que se hablaba del dandi. Nos fascinó el tema y a partir de ahí, por motivos distintos, seguimos investigando sobre el mismo. A nuestro editor (Capitán Swing) lo conocimos porque Marina y yo escribimos un texto sobre Mad Men en un libro sobre la serie que publicó. Llevábamos tiempo con la idea de hacer un libro sobre dandismo, se lo propusimos y le gustó la idea. Nos pusimos poco a poco manos a la obra, a investigar, a perfilar el proyecto y…esto fue lo que salió.

SM: Según vosotros, ¿es el dandi un outcaster en toda regla o sólo pretende epatar?

CP: No está reñido, ¿no? Un dandi es un outcaster, aunque con ciertas peculiaridades. Un dandi siempre permanece en la cuerda floja, es un transgresor que pone en solfa las convenciones sociales, pero al mismo tiempo no llega a romperlas del todo, porque entonces sería expulsado. Sin público, un dandi no es nadie, ya que es un provocador necesario para la continuidad del sistema. En ese sentido, su papel es ambivalente. No es radicalmente diferente al resto, porque correría el riesgo de quedarse fuera. La provocación es una de sus herramientas pero, si quiere perpetuarse, tiene que manejarla con una increíble cautela. De ahí la necesidad de un código.

SM: Cuando habláis de lo femenino y el dandismo, presentáis iconos como Dietrich o Patti Smith, mujeres que adaptan códigos masculinos y devienen ambigüedad. ¿El dandismo es territorio vedado para la mujer? ¿Puede el dandismo representarse en clave femenina al uso?

LG: No es un terreno vedado para la mujer, pero tampoco creemos que el dandismo en este caso consista meramente en apropiarse del vestuario masculino. El dandi acata un código de reglas que él mismo crea, tanto indumentarias como actitudinales. Tiene que ser radicalmente individual. Patti Smith, Dietrich y otras mujeres como Coco Chanel, creemos que son dandis en este sentido. Supieron construir un personaje que no se parece a ningún otro, apropiándose de la apariencia masculina en algunas ocasiones, y en otras  no. Muchas mujeres han fomentado la ambigüedad por cientos de motivos y no son dandis. Y si pensamos en lo que la moda llama ‘tendencia dandi’, o sea, el esmoquin femenino, el borsalino etc., siempre hay detrás un discurso que exalta la feminidad, la sensualidad y demás, así que poco tiene que ver con el dandismo. Vamos, que hay mujeres dandis en el mismo sentido en que hay hombres dandis, al margen de si su indumentaria es masculina o no.

SM: Desarrolláis una intensa difusión de vuestra obra y vida a través de las redes sociales y vuestro blog donde vertéis vuestro enciclopédico, sincero y descomedido saber sobre la moda… ¿qué tiene la moda que nos pone tan nerviosos?

LG: Sin meterme en diseñadores y editores, que al ritmo vertiginoso que va la industria en los últimos tiempos, debe resultarles muy difícil mantener la cordura, yo creo que, por un lado, están los quieren hacerse un hueco dentro del periodismo de moda y sienten que tienen que conocer e informar antes que nadie de cada pequeña noticia y de cada alfombra roja. Teniendo en cuenta que en la moda y en el mundo del faranduleo hay nuevas informaciones cada diez segundos, pues normal que se te crispen los nervios. Luego están los que tienen el síndrome de Carrie Bradshaw y necesitan vestirse constantemente a la última, contarlo y , además, adelantarse a sus competidores. La moda es un mundo muy competitivo y a la vez la forma en que se presenta públicamente lo convierte en algo muy atractivo para muchos, aunque en muy pocas ocasiones ésa sea la realidad. Y claro, eso muchas veces acaba en neurosis.

Por otro lado, es una industria potentísima y poderosísima. Y si es así es porque la moda importa, tiene una incidencia social increíble, nada ni nadie escapa a sus garras, aunque muchos la consideren algo frívolo y banal. A nosotros, que ni queremos ser musos de nada ni demonizarla, no nos tensa, nos divierte. Nos interesa la moda desde el punto de vista social y nos interesan los por qué y los cómo que hay detrás de las marcas y de las historias que nacen de ella. Visto con distancia, como meros observadores, nos parece un mundo fascinante.

CP: La moda es una especie de placa de petri donde se reproducen, a pequeña escala, las luces y las sombras de la sociedad actual. Se basa en la estética y el gusto, pero en el fondo es un engranaje económico perfecto capaz de generar deseos, aspiraciones, estados de ansiedad, contradicciones y hábitos de todo tipo. Pretende parecer superficial, pero no lo es en absoluto. El historiador marxista Eric Hobsbawm, que ha fallecido recientemente, afirmaba que los creadores de moda eran los únicos capaces de predecir el futuro. Por supuesto, se refiere a la capacidad de ver la evolución de las tendencias y al instinto para lo nuevo, pero hay algo más. La moda termina reflejando todos los fenómenos sociales, psicológicos y políticos de la sociedad en la que se inserta. Es una versión exaltada e histriónica de la comedia humana. Y, en mi caso, es un pretexto estupendo para desencadenar la escritura. Balzac escribió que “se adivina el espíritu de un hombre por su modo de llevar el bastón”, así que nosotros escribimos y, dentro de nuestras modestas posibilidades, teorizamos sin parecerlo. Esa es la moda que nos interesa. Por eso resulta fundamental también el papel de las ilustradoras que forman parte del proyecto, porque tienen un talento increíble a la hora de reflejar plásticamente una serie de ideas sin tener que recurrir a la fotografía.

LG: Son lo más. Les dices sobre qué quieres escribir y enseguida saben cómo ilustrarlo. Hay algunos dibus con los que me haría posters, camisetas…

– SOVIET Magazine / Inmaculada Urrea: ¿Vuestro buen criterio fashionpédico proviene, precisamente, de no dedicaros profesionalmente a la moda?

LG: Supongo que nos acercamos a la moda por la vía académica y haciendo los dos cosas relacionadas con las Humanidades. Nos empezó a gustar después de descubrir que autores que nos encantan se habían ocupado ella y de ver que es un mundo con mucha más enjundia de lo que parece en un primer momento. En mi caso, que vengo de la Filosofía y he acabado haciendo la tesis sobre moda, me he acostumbrado a tener que argumentarlo todo, a comparar metodologías, buscar fuentes que me respalden…y al final acabas viéndolo todo así, escribiendo posts larguísimos y sobre temas poco actuales pero que a nosotros nos parecen fundamentales. No sé si es buen criterio, en realidad nuestro blog se parece mucho a nuestra forma de trabajar en moda sólo que mucho más relajada e irónica (eso sí, lo de la ironía nos encanta).

CP: Personalmente, ejerzo la posición que más me interesa en el mundo de la moda: la de observador. Me encanta escribir sobre lo que veo, y también ser profesor, porque me permite quedarme con la parte que más me interesa y ahorrarme el resto. Soy consciente de que es mirar los toros desde la barrera, pero tampoco esto me perturba excesivamente. Llegué a la moda a través de la crítica literaria y artística, y, como dice Leticia, trato de aplicar la misma metodología a colecciones, diseños y fenómenos del mundo fashion. Sin más. Escribimos porque nos divierte, y porque la moda es un pretexto estupendo para desarrollar distintas formas de escritura y de creación.

– SM/IU: ¿Dedicarse al fashioneo genera impedimentos intelectuales?

CP: la industria de la moda es muy amplia y hay muchos tipos de fashioneos, pero es cierto que parte de ellos no implican un desarrollo extraordinario de cuestiones intelectuales. Es normal. Por otro lado, lo que sí sucede es que, si estás muy metido en ello, a veces se pierde la perspectiva y la capacidad de autocrítica. La parte intelectual de una marca es pequeña si la comparamos con la magnitud de la industria, pero es esencial que funcione correctamente. Hay marcas enormes que, por no sentarse a pensar en un concepto, se convierten en castillos de naipes edificados sobre la nada. Y claro, sopla el aire y todo se va al traste. La moda no genera impedimentos intelectuales, pero el fashioneo entendido como brillo, celebridad, belleza y dinero sí genera una cierta pereza del pensamiento. Hay una frase de Julio Llamazares que me encanta. Dice que «la endogamia y la tribu, en la poesía como en la vida, producen solamente sangre dulce, perros de raza y niños tontos». En la moda sucede lo mismo. Hay que ver mundo y cuestionarse las cosas para entenderlas. Gusto tenemos todos, pero hace falta algo más para darle consistencia a lo que uno hace. Sacar los pies del tiesto y leer autores nuevos es un ejercicio muy sano.

LG: para mí no genera impedimentos intelectuales, sino todo lo contrario. Estoy súper de acuerdo con que dice Carlos, la endogamia, en cualquier ámbito, genera impedimentos intelectuales. Y la moda ya sabemos que es un mundo muy endogámico. Pero a la vez es un tema de reflexión interesantísimo. Se podría decir mucho del momento social en el que vivimos a partir de cómo funciona y se recibe la moda en él. Analizar las propuestas, por qué vuelve lo que vuelve, por qué funciona una tendencia y no otra, es una buena forma de empezar a tomarle el pulso al presente. Y ahondar en la otra cara, en la del consumidor y el observador, ver por qué funcionan las marcas que funcionan, etc., dice mucho del tipo de idiosincrasia que está funcionando. A primera vista parece algo muy inmediato y muy frívolo, pero no lo es para nada. Vamos, que yo he aprendido mucho con la moda. Me parece un objeto de estudio y de reflexión súper rico. Depende del modo de lidiar con ella y del punto de vista que adoptes, supongo.

SM: ¿Qué tenéis a la vista después de Prodigiosos Mirmidones?

LG: Encontrar trabajo (como la mayoría, supongo), dar clase, acabar la tesis, …y tenemos un par de ideas que queremos desarrollar en un libro/ensayo sobre moda. Ojalá. A ver qué pasa.

CP: Seguir trabajando, escribiendo, investigando y dando clase. Y desarrollar ideas que ya tenemos, y otras que ya tendremos.

 

 

El dandi verdadero

En uno de los ensayos de Prodigiosos mirmidones, antología y apología del dandismo, Francisco Umbral comenta que Larra se europeizó al máximo porque España no quería hacerlo en lo más mínimo. No es que Capitán Swing sea el único sello que comparte el pensamiento del gran periodista del Ochocientos, pero su labor en pos de recuperar textos de la gran tradición occidental puede considerarse como una de las grandes noticias del panorama literario nacional en los últimos tiempos, porque más allá de la tendencia la joven editorial madrileña apuesta por obras que nunca serán flor de un día.

En este sentido, también es encomiable la labor de coordinación de Leticia García y Carlos Primo, que han hilvanado un estupendo volumen sobre el dandismo y su constante evolución desde aquel momento impreciso en que la otrora Pérfida Albión acuñó el término que nos concierne. Dice Luis Antonio de Villena que surgió durante el romanticismo inglés, cuando el aburrimiento era soberano y algunos osados jovenzuelos con algo de dinero y mucho desparpajo optaron por escandalizar al personal con un toque de clase que destacaba por el traje y se consolidaba a base de actitud y una moderna religiosidad, ética y estética. El más notorio de estos irreverentes ejemplares fue el legendario Beau Brummel, quien abrió la veda con su vestimenta y un comportamiento que, pese al desdén para con los demás, le convertía en el mayor reclamo social en fiestas y eventos.

Brummel pervivió como el pionero paradigmático, y así se plasma en el libro, donde  comprobamos como su fama se extendió más allá de Londres. Balzac, Barbey d’Aurevilly y Virginia Woolf se centran en su figura, que extendió sus redes hasta crear un arquetipo que nunca podía ser imitado en su fracasada y sublime perfección. El buen dandi, como los mirmidones, debe cultivar su terreno pedregoso hasta sacar petróleo de la adversidad, vencerla e imponer una individualidad que asombre a propios y a extraños, y desde esta perspectiva la modernidad se configuró en inigualable escaparate que nos transporta al París de Haussman, con Baudelaire erigido en prima donna del movimiento.

El buen dandi, como los mirmidones, debe cultivar

su terreno pedregoso hasta sacar petróleo de la adversidad, vencerla

e imponer una individualidad que asombre a propios y a extraños

Miles son las anécdotas del poeta, un profeta de lo que vendría desde el instante en que dejó caer su laurel en el barro de los Campos Elíseos y prosiguió su camino hacia la puerta del burdel. Rico heredero, dilapidó su fortuna y reinventó el dandismo con estrépito. Salió con una mulata coja, se tiñó el pelo de verde y se arrojó el lujo de llevar la contraria al establishment con opiniones que a la postre se revelarían como ciertas y precursoras de lo que vendría. Su figura marca un antes y un después. Chateubriand podía hablar de elegancias americanas, como si lo europeo fuera una pieza más del conjunto, pero se equivocaba en su apreciación: El autor de Las flores del mal plantó su pica en Flandes y catapultó la estridencia de la rebeldía hasta convertirla en un arte.

El dandi debe inspirar respeto y desagrado, su puesto es el de la inmensísima minoría, y la democratización de la moda afectó su estatus, sobre todo a partir del siglo XX. Antes su impronta era la del ser excepcional, un rara avis que cosechó éxito en el Hexágono y traspasó fronteras como consecuencia de las prioridades de su tiempo. Da la sensación que muchos de los fragmentos seleccionados se inspiran en el legado baudeleriano, desde Julián del Casal y Álvaro Retana hasta la progresión, dentro de un mismo estilo galo, que suponen Montesquiou y Lorrain, outsiders que proseguían la senda del asombro mientras advertían el peligro de la burda imitación producto del Novecientos y su cultura de masas, fenómeno con el que hoy se excitarían negativamente en la orgía de lo vintage que suprime en la mayoría de casos cualquier atisbo de originalidad.

Da la sensación que muchos de los fragmentos seleccionados

se inspiran en el legado baudeleriano, desde Julián del Casal y Álvaro Retana

hasta la progresión, dentro de un mismo estilo galo, que suponen Montesquiou

y Lorrain, outsiders que proseguían la senda del asombro

Si fuera puntilloso criticaría, dentro de la línea cronológica asumida por los antólogos, la ausencia de Jean Cocteau, factor que obvio porque tras la apoteosis de los fundadores llega el turno para la reflexión con Camus, Umbral y la traca final de Tom Wolfe. El filósofo nacido en Argelia apunta reflexiones de sumo interés, sobre todo cuando en una nota al pie cita a Malraux, quien dice que ya no hay poetas malditos. El autor de La peste matiza la afirmación y comenta que hay menos: los que no lo son tienen mala conciencia.

Volvamos a nuestra era. Si esos dos monstruos de las letras universales vieran el circo de hoy en día cortarían cabezas con saña por la banalidad en la que ha derivado el exhibicionismo que aspira a ser único cuando, en realidad, sólo consigue agrandar el espectro del rebaño, siempre más monolítico y patético por la presunción de singularidad. Las fotos de las redes sociales de bardos posmodernos y aspirantes a ídolos pop de la literatura les producirían urticaria, porque el dandi puede ser fachada sí, pero ante todo debe tener un contenido interno que le distinga de los demás mortales, algo que en la actualidad ocurre de uvas a peras, porque prima la pose sin chicha y la gente descuida demasiado lo de ser uno mismo, aplicando mal el toque de máscara que no deja de ser un añadido para potenciar ciertos efectos.

Si esos dos monstruos de las letras universales vieran el circo

de hoy en día cortarían cabezas con saña por la banalidad

en la que ha derivado el exhibicionismo que aspira a ser único

cuando, en realidad, sólo consigue agrandar el espectro del rebaño

Hacia esas latitudes se dirige el artículo de Tom Wolfe que cierra el volumen, centrado en los proletarios del swinging London que prefieren gastar en ropa para lucir en los nuevos templos que son los clubes. La bonanza del período permitió que cualquiera albergara el anhelo de postularse como icono, aunque sólo la gente con verdadera charme pudo trascender desde su modesto origen hasta el estrellato, que ya había perdido su encanto pretérito desde el ángulo que nos atañe.

En definitiva, si quieren saber más lean Prodigiosos mirmidones, saquen sus conclusiones y aprendan la esencia de nobles vocablos sin pervertirlos.

Para ser un dandi literario

Hay ocasiones –pocas- en las que la vida y el arte encuentran efímeros espacios de convivencia donde pululan personajes capaces de erigirse en héroes numantinos sin quitarse la máscara. Se llaman dandis y traspasan límites temporales y geográficos haciendo de su rebeldía disonante enseña anti etiquetas. Prodigiosos mirmidones (Capitán Swing, 2012) disecciona desde la literatura esta figura tomando la definición que Baudelaire usó en 1863 para denominar a los integrantes de una curiosa secta que se extendía poco a poco en la alta sociedad parisiense.

«Estos seres no tienen otro problema que el de cultivar la idea de lo bello en su persona, satisfacer sus pasiones, sentir y pensar», escribiría Baudelaire. «La más absoluta simplicidad es el mejor modo de distinguirse». Leticia García y Carlos Primo, coordinadores de este manual del perfecto dandi –aunque su intención nunca ha estado más lejos de armar un decálogo-, han sacado de textos de Honoré de Balzac, Thomas Carlyle, Virginia Woolf, Albert Camus y Francisco Umbral, la excusa perfecta para hacer apología de una efigie ¿en extinción?

«El espíritu de un hombre se adivina por su forma de llevar el bastón. Las distinciones se envilecen, o mueren, al hacerse comunes», argumenta Balzac en el Tratado de la vida elegante que se incluye en Prodigiosos mirmidones. La apariencia es esencia en los dandis, hasta que la atraviesa la masa. “El síntoma definitivo que augura la desaparición de esta figura es, curiosamente, la incorporación del término al lenguaje general”, aseguran los autores.

¿La moda mató al dandi, como dijo Barthes? «Es el estilo de vida lo que los hace únicos, no el dinero, el poder, la posición, el talento o la inteligencia», apunta Tom Wolfe en Underground de mediodía. Su descripción del prototipo que salió de la subcultura británica -«muchachos y muchachas con atuendos sexy, chavales con pantalones de taleguilla, minifaldas, medias de malla, sostenes de media copa, montes de venus a medida, modelos de Cardin, escotes hasta el ombligo, zapatos Victoria, pliegues invertidos, maxi-pelos, maxi-ojos,…»- contrasta con el clásico modelo que glosó Virginia Woolf en Beau Brummell: «Beau de quien había emanado lo gracioso y lo exquisito, hubo de ser empujado hacia la tumba como cualquier viejo mal vestido, mal educado y molesto».

Entonces, ¿quedan dandis? Decidan ustedes con el siguiente recorrido por las características moleculares de estos personajes.

El dandi es:

El último resplandor de heroísmo en decadencia, escribió Baudelaire.

Un relumbrón rebelde de lo singular. Una forma de protesta, bella aunque chocante. No quiere gustar, sino disgustar o sorprender o epatar. Resultar distinto.

Una elegancia distinta. Usa la elegancia y al mismo tiempo la rompe. Esmera su vestuario, pero no solo admite, sino que precisa de disonancias. Corsarios de guante amarillo, que diría Balzac.

No es solo ropa y adorno, sino ideología. Manera de vivir, de estar a la contra. Imagen pensante.

El diablo con apariencia de hermoso adolescente, naturalmente melancólico.

El cruce inextricable con el esplín, el hastío y la añoranza.

Aquel al que el público general no le interesa: buscan el aplauso (que tomarán de manera diferente) de la minoría –a la que buscan escandalizar- y el desdén de la mayoría garrula –su enemigo mortal-.

No quiere pertenecer a ninguna clase social –a la alta tampoco-, aspira a ser un desclasado, lo que le permitirá más libremente lucir su extraña rebeldía, que en ocasiones hasta parece ir contra la vida misma porque aún es más dandi la mera ambigüedad.

Es inevitablemente un perdedor.

La frialdad y la contención.

La teatralidad. Escapar de la decepcionante realidad, estetizando la cotidianidad y convirtiendo la vida en una cuidada autopercepción.

El dandismo es una distinción más metafísica que social, Barthes.

Cultiva el detalle y la anécdota en detrimento de los grandes valores. Se aferra a un mundo perdido a través de pequeños gestos y detalles efímeros. Esta fugacidad lo convierte en un nuevo estoico.

Un aristócrata individual.

Fiel a sí mismo.

Se le atribuyen todos los pecados, las perversidades y todos los desvíos imaginables, incluidos los sexuales.

 

Prodigiosos mirmidones

¿A qué llamamos “dandismo”? Durante casi dos siglos, este concepto ha sido aplicado a una heterogénea estirpe de individuos excéntricos, refinados y, en cierto modo, raros. Por supuesto, la estoica sobriedad de George Brummell es muy distinta del refinamiento