Ensayos y discursos

El sur, mi gran sur

 

“Vivir en cual­quier parte del mundo hoy y estar con­tra la igual­dad por motivo de raza o de color es como vivir en Alaska y estar con­tra la nieve.” W. Faulk­ner

Si alguien repre­sentó la rabia y la dig­ni­dad secu­lar de un pue­blo derro­tado e inte­grado a la fuerza en un país que sen­tía ajeno fue William Faulk­ner (1897–1962). Un sur humi­llado por la impe­tuo­si­dad de Lin­coln que quedó con muchas heri­das por cerrar y mucho por recons­truir. Pobla­ción escla­vista, sí, y tam­bién conec­tada con la tie­rra y con la natu­ra­leza de un modo puro que los nor­te­ños habían ya aplas­tado indus­trial­mente, que se batía inte­rior­mente con la incor­po­ra­ción de los negros a la socie­dad civil y, sobre todo, con una eco­no­mía que no les repre­sen­taba. William Faulk­ner, desde luego absuelto de toda velei­dad ultra, supo enten­der que más allá del racismo había un ger­men de radi­cal alte­ri­dad en sus con­ciu­da­da­nos. Ensa­yos y Dis­cur­sos (Capi­tán Swing, 2012) com­pila los escri­tos opi­na­ti­vos de este gigante de las letras donde res­pira sobre todo el espí­ritu de su New Albany natal.

El autor ame­ri­cano era un hom­bre sen­ci­llo que amaba su liber­tad enten­dida de un modo muy dis­tinto a sus veci­nos del norte. En sus escri­tos y de un modo casi didác­tico trata de expli­car a sus veci­nos cómo fun­ciona la men­ta­li­dad del sep­ten­trión… y a los nor­te­ños cómo fun­cio­nan los suyos. La uni­dad básica de vida del sureño es su terruño, su granja, su cose­cha. Ver pasar, con suerte, una decena de per­so­nas durante sema­nas; sen­tado al por­che de su casa, con el arma a mano para defen­der su vida y pro­pie­dad a kiló­me­tros de la auto­ri­dad com­pe­tente. Con­ce­bir una nación unida tran­sita en la cabeza sureña de lo pequeño a lo grande, de la casa al con­dado, de allí al Estado y por último al país. Una suma de indi­vi­dua­li­da­des que el norte no entiende –más cohe­sio­nado por el mer­cado eco­nó­mico– y que puede esta­llar vio­len­ta­mente, ase­gura Faulk­ner, si se pre­siona demasiado.

La lle­gada de las tro­pas yan­kis no ha hecho tabula rasa en la socie­dad civil del sur. La con­ser­va­ción de lo pro­pio en medio de la nada se con­si­gue arrai­gando cos­tum­bres, ensam­blando ruti­nas. Si pre­tende impo­ner la inte­gra­ción de la raza negra, dice Faulk­ner, a tra­vés de las leyes nadie, ni los más acé­rri­mos igua­li­ta­ris­tas, va a acep­tar­las de buen grado. Este pro­ceso va a con­lle­var humi­lla­ción, y nadie quiere más humi­lla­ción. Humi­lla­ción tra­du­cida desde un des­pre­cio al estilo de vida de gene­ra­cio­nes. Hasta los líde­res negros sure­ños avi­san: pacien­cia. Los méto­dos del norte no valen para los del sur.

Los cam­bios his­tó­ri­cos que pro­pugna Faulk­ner con sere­ni­dad, con la pacien­cia con­tra el ava­sa­lla­miento del norte, nos mues­tran una des­pierta con­cien­cia cuasi nacio­nal que busca su lugar en un mundo cam­biante donde al mismo tiempo sus valo­res están obso­le­tos. En las líneas de Faulk­ner se intu­yen tér­mi­nos de una cul­tura dis­tinta, con­quis­tada por la domi­nante pro­ve­niente de Washing­ton y no de una parte de una misma nación.

El sueño de Faulk­ner: la libre com­pe­ten­cia de espí­ri­tus expli­cada en el libe­ra­lismo clá­sico com­pa­ti­ble con un pro­gre­sismo racial basado en la igual­dad de con­di­cio­nes de par­tida que per­mita a todos alcan­zar esa cierta aus­tera épica del “por­che y el rifle”. Una obse­sión y una pasión que pro­pugna una vida tran­quila ape­gada a sus tareas, en su caso las de escri­tor. Faulk­ner denosta la intro­mi­sión en su vida pri­vada durante los pri­me­ros pasos de la prensa rosa –ama­rrada a la men­ta­li­dad del norte capi­ta­lista más que a la apa­ci­ble fami­lia­ri­dad del sur– una ver­tiente cica­tera de la infor­ma­ción que ha pro­vo­cado miles de pági­nas de refle­xión desde fina­les del siglo pasado hasta prin­ci­pios de este, y que en la actua­li­dad ha dege­ne­rado en el famo­seo y en la dic­ta­dura de la ima­gen pública de la que auto­res como Salin­ger y Pyn­chon tam­bién tra­ta­ron de huir mien­tras que otros la aprovechan.

En estos ensa­yos no fal­tan el cul­tivo de la crí­tica lite­ra­ria, la polí­tica, las car­tas a los perió­di­cos y las que­re­llas lucha­das como un lla­nero solitario.

Todo ello, eso sí, desde la auto­ri­dad del sur.

 

Enjundia literaria

En el panorama editorial actual se publican muchas cosas, algunas buenas, otras pésimas, bastantes regulares y otras simplemente entretenidas. Seguro que también hay joyas ocultas en rincones de librerías, manuscritos perdidos en cajones de editores despistados y favores pagados en formato libro de tapa dura. De todo como en botica y entre tanto popurrí, pasando desapercibidos -por lo general- para el público masivo, también se publican libros con enjundia, de esos que hay que leer con detenimiento para que no se te pase ningún detalle, que invitan a la reflexión.

Capitan Swing es una de las editoriales responsables de que aún en estos días se sigan publicando libros como los anteriormente descritos. Responsables de la llegada a las librerías de “Prodigiosos mirmidones.Antología y apología del dandismo” de Leticia García y Carlos Primo, han incorporado a su catálogo dos nuevos títulos que agradarán a todos aquellos sedientos de lectura rigurosa y opuesta a cualquier bodrio editorial fácil de digerir y aún más de olvidar.

En el 50 aniversario de su muerte, publican “Ensayos y discursos” de Wiliam Faulkner, que reúne varios trabajos de la obra no narrativa del escritor: discursos (entre ellos el discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura de 1950) ensayos, prólogos, reseñas de libros y obras de teatro y cartas públicas (al editor del New York Times, al del Time…). El volumen supone una buena manera de indagar en la figura del escritor fuera de su obra más conocida a través de sus reflexiones y posiciones con respecto a temas de su actualidad.

No puedo entender la pasión que tenemos en América por dar a nuestros propios productos algún remoto significado geográfico . ¡Pollo de Maryland!, ¡aliño romano!, ¡el Keats de Omaha!, ¡Sherwood Anderson, el Tolstói americano! Parecemos estar maldecidos con una pasión por el cliché geográfico. Ciertamente ningún ruso habría soñado jamás con ese caballo.

Norman Mailer cuenta en “Miami y el sitio de Chicago” cómo estaban las cosas por Estados Unidos en el mítico verano del 68. Con la Guerra de Vietnam como tema del momento, los republicanos acaban de escoger a Nixon como candidato a presidente mientras que los demócratas optan por Hubert Humphrey y el país se echa a la calle a protestar contra la guerra. Conocido por ser un innovador en el género del periodismo literario, Mailer cuenta con detalle la situación que se vivía en el país en ese momento, que tuvo como consecuencia muchas de las características del Estados Unidos actual.

La Nueva Izquierda quería, sobre todo, perturbar a la sociedad (y siendo muy posible que ellos mismos estuvieran algo perturbados, no eran sino románticos) mediante el esfuerzo por un nuevo estilo de vida, partiendo de los guetos, de las ciudades universitarias y del movimiento contra la guerra. Si aún se insiste en calificarlos genéricamente como socialistas es porque el producto de sus esfuerzos era finalmente, me temo, ideológico (…)

 

Faulkner, un escritor con oficio

Lo apunta el traductor David Sánchez Usanos: si de algún autor norteamericano se ha llegado a una opinión unánime sobre su calidad e interés, ése es William Faulkner. Y además en todo el mundo, muy en particular en América Latina; por algo Onetti dijo: «Yo he leído páginas de Faulkner que me han dado la sensación de que es inútil seguir escribiendo. Si él ya hizo todo. Es tan magnífico, tan perfecto…». Se trata sólo de un ejemplo que justifica el interés máximo que despertarán «todos los artículos de madurez, los discursos, reseñas de libros, introducciones a libros y cartas destinadas a su publicación», como indica su editor en el prólogo, James B. Meriwether. Es un Faulkner en la última parte de su trayectoria, ya convertido en una figura pública relevante, sobre todo tras la obtención del Nobel en 1950, cuyo discurso tiene un inicio inolvidable: «Siento que este premio no me ha sido concedido a mí como hombre, sino a mi trabajo, el trabajo de una vida en la agonía y el sudor del espíritu humano, no por la gloria ni mucho menos por el beneficio, sino para crear a partir de los materiales del espíritu humano algo que no existía antes». Es mediante las intervenciones de viva voz donde encontramos al Faulkner más pasional y comprometido con su profesión.

El río de la vida

Persiguió la perfección, sabiendo que se fracasa estrepitosamente pero que cabe insistir, debiendo «tener humildad respecto a su competencia para llegar allí, respecto a sus métodos, a su oficio y a su destreza en el oficio», como señaló en un homenaje a John Dos Passos. También su mentor Sherwood Anderson, Albert Camus y el Hemingway de «El viejo y el mar» se dan cita aquí, en ensayos donde surge el sueño americano, el Sur y, sobre todo, el río Misisipi, que le vio nacer, escribir y morir.

Sobre el autor

La obra de William Faulkner, nacido y muerto en localidades del Misisipi (1897-1962) es inmensa: veinte novelas, más de cien relatos, seis poemarios y varias adaptaciones teatrales, además de varios guiones de cine.

Ideal para…los que gustan de la literatura norteamericana en general y de la voz reflexiva de un gran autor ante su oficio.

Puntuación: 9

 

Ensayos y discursos

Una recopilación esencial de la brillante obra no narrativa de Faulkner, puesta al día y con abundante material nuevo. Pero sobre todo una singular mirada a la vida del maestro estadounidense.