El nuevo traje del emperador

I. El nuevo traje del emperador

¿Puede una industria descrita generalmente como elitista, sexista, racista y explotadora desplegar estrategias relacionadas con el cambio social?, ¿puede una pasarela de moda, terreno absoluto de la frivolidad y la espuma social, ser un espacio válido para la crítica?, ¿puede el núcleo mismo del engranaje capitalista generar mensajes

Muckraker, la nueva colección digital de Capitán Swing

Hay un formato periodístico a medio camino entre el ensayo y el reportaje que no suele tener cabida en los medios de comunicación convencionales. Son piezas que requieren tiempo, tesón y reflexión para su elaboración y la mayoría de las veces, las teclas de los periodistas se mueven al ritmo que exige la actualidad. No significa que los textos que se publican diariamente estén exentos de rigor o de verificación, aunque es posible que de ellos hubiese podido salir una pieza más extensa.

La editorial Capitán Swing ha querido recatar ese género periodístico en el que premia el desarrollo de las ideas con su nueva colección digital Muckraker. El nombre, que en castellano significa algo así como “escarbador, rastrillador”, hace referencia al apelativo que Theodore Roosevelt dedicó a los periodistas de investigación de principios del siglo XX. El entonces presidente lo acuñó con desprecio pero, con el tiempo, el apodo acabó llenándose de prestigio. Los trabajadores de la información consiguen transformar la realidad con sus escritos gracias a su esfuerzo y dedicación por llegar al trasfondo de los hechos.

Antonio J. Rodríguez es el editor responsable de esta colección que se presenta con tres títulos centrados en diferentes temáticas: moda y política, ciencia y música. “Hay varios puntos que convergen para llevar a cabo esta colección y uno de ellos era que teníamos que hacer algo en digital pero ya que lo hacíamos tenía que ser proyecto único y que funcionase sólo para dicho entorno” explica. De ahí que escogiesen este tipo de textos para formar la serie: “El sitio más adecuado para estos ensayos de media distancia es una colección digital. No son artículos para un medio online gratuito ni tampoco son libros”.

Además, hay otra razón por la que ha nacido Muckraker y es la decisión de dar luz a los nombres del periodismo y el ensayo actual que desde la editorial consideran que deben de obtener la atención del público. Según comenta Rodríguez: “Hay toda una serie de escritores de no ficción, de divulgación, que vemos todos los días y que no reconocemos como tales. En ese sentido la colección es una recopilación, una reivindicación del concepto anglosajón de escritor que implica algo más amplio de lo que estamos acostumbrados a pensar”.

La colección está pensada para ir publicando títulos en packs de tres en diferentes momentos del año. Esta primera entrega (que se podrá encontrar en las principales librerías digitales a partir del 21 de julio) la componen los títulos El traje del emperador de Leticia García y Carlos Primo, La venganza de la realidad de Daniel Arjona y Una invasión silenciosa de Javier Blánquez. Tres ensayos sobre tres temas que, a priori, poco tienen que ver entre ellos. Según el editor: “Un rasgo que creo que vincula a estos tres primeros títulos es el concepto de libro de referencia. A pesar de su brevedad son textos a los que acudes para estar al día de una serie de disciplinas. Se desarrollaron a partir de estos parámetros y formalmente comparten una serie de características: están a medio camino entre el pensamiento, la divulgación y el reportaje”. Posiblemente una parte del público lector los espere con los brazos (y las mentes) abiertos.

Los autores explican su obra

Leticia García y Carlos Primo: El traje del emperador

“Siempre hemos creído que la moda es una manera de tomarle el pulso al presente muy interesante. Es un objeto de estudio que concentra discursos sociales muy distintos y decidimos abordar la relación de moda y política desde las distintas variables que maneja el pueblo. Desde el mundo de los diseñadores y la alta moda, hasta el mundo de las celebrities al utilizar la moda como mensaje, pasando por las subculturas, la comunicación que hay entre la alta moda y la calle, historias de los diseñadores y de prendas que nadie sabe que han nacido como una reivindicación social. Siempre se dice que la moda mueve muchos millones -que es cierto-, que la moda forma los gustos colectivos… pero nunca se va más allá”.(Leticia). “Para mí, uno de los objetivos del libro es despertar curiosidad por la moda como fenómeno social en gente que jamás ha abierto un Vogue. El enfoque es divulgativo y la intención política. No hace falta saber nada de moda para leerlo, o al menos eso es lo que hemos intentado” (Carlos).

Daniel Arjona: La venganza de la realidad

“Lector bulímico como soy de papers y libros de divulgación científica, siempre he echado en falta una buena puesta a punto de las grandes polémicas de las distintas disciplinas (física/cosmología, biología y neurociencias) en un sólo libro. Así que, cuando desde Capitán Swing me sondearon para su nueva colección de ensayos/reportajes periodísticos lo que en realidad estaban haciendo, más que darme trabajo, era en realidad ayudarme a salirme con la mía: “Si nadie lo ha hecho, por qué no hacerlo yo”. En contra mía jugaba el hecho de que no soy científico, claro. A favor que mi papel como periodista me permitiría contar con ganas y con cierta osadía. Y algo aún más arriesgado: militar decididamente a favor de la realidad”.

Javier Blánquez: Una invasión silenciosa

“El ensayo trata de situar a una serie de compositores actuales y jóvenes, que trabajan con un lenguaje a medio camino entre la tradición de la música occidental (o sea, la música clásica), las formas del pop y las texturas de la música electrónica experimental, en el contexto de las músicas actuales. Es un segmento altamente creativo, muy vivo, pero que está en una tierra de nadie: para los aficionados a la música clásica apenas existen -para empezar, no están muertos, y su discurso se ha separado del vanguardismo del siglo XX, que se había convertido en un callejón sin salida-, y para el público indie son demasiado cultos, demasiado abstractos. Sin embargo, es una de las zonas de creación musical más fértiles de los últimos años, a la que no se le ha prestado mucho caso. He intentado hacer eso, prestarles caso, y también explicar por qué existe esta música, de dónde viene y cómo se concilia con la tradición clásica en un momento dominado por lo popular”.

“La industria de la moda es de derechas”

La editorial Capitán Swing inaugura esta verano Muckracker, una colección digital de ensayo breve, pegada a polémicas de actualidad. La primera referencia es El nuevo traje del emperador, de los periodistas de moda Leticia García y Carlos Primo. Su tesis principal, provocadora, dice que “hay más política en una colección de Zara que en un número de Le Monde Diplomatique“. La desarrollan en cincuenta páginas, entretenidas y llenas de ejemplos, donde buscan las grietas por las que el planeta fashion puede trascender su condición de simple producto de consumo. Planteamos nuestras dudas a los dos autores, que contestan colectivamente. García y Prieto coordinaron en 2012 el volumen Prodigiosos mirmidones. Antología y apología del dandismo (Capitán Swing).

PREGUNTA: Para aclararnos: ¿la industria de la moda es de izquierdas o de derechas?

RESPUESTA: Cuando la moda se acerca a los discursos sociales y políticos de la calle lo hace para vaciar sus significados y vender sus significantes a precios de cuatro cifras. Sin embargo, creemos que la moda es un objeto de estudio importante porque es una forma inmediata de tomarle el pulso al presente.

Lo que reivindicamos en nuestro trabajo es que el acto de vestir y la dinámica social de la moda tienen un potencial crítico en términos políticos, no que la industria de la moda sea de izquierdas (algo que obviamente no es, al menos no mayoritariamente). La función social que tiene es la distinción, así que es obviamente de derechas. Otra cosa es que haya pequeños actos que integren un discurso posicionado a la izquierda. Hubo más rebelión y más variedad de discursos en los ochenta y en los noventa que hoy en día.

P.: Últimamente las multinacionales apuestan por abrir o reforzar sus departamentos de Responsabilidad Social Corporativa. ¿Es un paso adelante o una forma de evitar la regulación estatal?

R.: No se puede meter a todas las empresas de moda en el mismo saco. Una de las principales razones del auge de la Responsabilidad Social Corporativa es que los consumidores somos cada vez más conscientes del modo en que se produce la ropa y de las consecuencias que tienen nuestras compras. Hace veinte años, nadie miraba las etiquetas de origen de las prendas. Hoy queremos saber dónde se ha producido una camiseta y, si es posible, en qué condiciones.

Cuando un ciudadano lee que en Bangladesh se ha derrumbado un edificio donde muchas marcas occidentales producían textiles en pésimas condiciones laborales, su reacción inmediata es decantarse por las marcas más transparentes y castigar a las más opacas (en abril de 2013 se derrumbó un fábrica matando a más de mil trabajadores; la investigación destapó salarios de 28 euros mensuales).

La aplicación de políticas más sostenibles es una estrategia de supervivencia. Si una marca produce mal, tarde o temprano se acaba sabiendo. Lo que ahorra en producción lo acaba pagando en imagen y en ventas. ¿Pura mecánica capitalista? Puede ser, pero en este terreno los gobiernos parecen mucho menos exigentes que los clientes.

P.: ¿Puede ser liberador un diseño de Yves Saint Laurent? No parece que haya mucha rebeldía en cambiar tus hábitos de vestir porque lo prescriba un gurú de la moda.

R.: La idea de la moda como generadora de normas de arriba hacia abajo es un modelo teórico que sólo sirve para entender la moda hasta finales de los años cincuenta. Y ni siquiera eso. A partir de entonces, las influencias se vuelven más complejas. El caso de Yves Saint Laurent es un ejemplo de esa complejidad. Introduce el pantalón en sus colecciones de alta costura cuando esa prenda ya empieza a ser habitual entre las jóvenes, por lo que traslada a la pasarela una tendencia considerada como externa a la moda.

Demuestra que la calle tiene la misma autoridad que el modisto, y en ese sentido es innovador. Hoy la moda evoluciona de arriba abajo, de abajo arriba, de forma horizontal y según los patrones más insospechados. Si bastara con dictar desde arriba, no tendrían sentido los estudios de análisis de tendencias, las consultorías de marca ni toda la parafernalia que la industria ha creado para tomarle el pulso a la calle.

P.: ¿Quién reivindica la moda como algo políticamente emancipador?

R.: Hay ejemplos de organizaciones y teóricas feministas que conceden un valor político al vestir y abogan por unas prendas u otras. Los primeros pantalones femeninos se llamaron bloomers por Amelia Bloomer. El movimiento Arts and Crafts creó la corriente de liberación del traje promoviendo la retirada del corsé femenino. Y muchos de los usos indumentarios actuales se los debemos a Coco Chanel, que se declaraba de derechas, pero cuya máxima a la hora de diseñar fue tener en cuenta a la mujer como sujeto y no objeto de la moda. La moda puede ser liberadora en función de usos individuales y sociales en un contexto determinado. Y ese es el sentido en el que la abordamos y en que creemos que puede tener un discurso crítico. Lo cual no implica afirmar que una fashion week sea un movimiento asambleario.

P.: Últimamente, se ha puesto de moda el concepto de It girl, cuyas principales actividades suelen ser comprar, ir de fiesta y tener un gusto cultural que se considera sofisticado. ¿No es un retorno a la mujer como objeto decorativo?

R.: La it girl es un tipo más de celebridad, como las actrices, las modelos o la realeza, que las marcas promocionan para generar imágenes aspiracionales. Y, para la industria de la moda, lo aspiracional siempre tiene que pasar por el consumo. Siempre ha habido it girls, lo que pasa ahora es que la moda está promocionando a chicas con blogs porque necesita hacer ver que su relato aspiracional pasa por lo cotidiano. La historia de que cualquiera puede vestir “bien” y no sólo las élites es lo que más ventas les está reportando. Curiosamente, la expresión it girl surgió a raíz de una película protagonizada por Clara Bow, una flapper, es decir, una mujer que a principios del XX fumaba, conducía, no se resignaba a las labores domésticas y vestía fuera de los cánones impuestos.

Ahora se utiliza para nombrar a esas chicas que visten bien y han logrado hacer de su gusto en el vestir una profesión. Obviamente el término se ha tergiversado, pero tampoco hablaríamos de cosificación. Claro que hay cierto componente machista en la moda, y lo seguirá habiendo, pero ya no estamos en la época en la que las mujeres seguían las tendencias y vestían bien para comunicar la riqueza de sus maridos. Una It girl (o un It boy, que también los hay) es una prescriptora del gusto, como un gurú de la tecnología o un crítico gastronómico de prestigio. A todos les pagan por probar gadgets, ropa o ir a restaurantes y promocionarlos en sus páginas y no por eso son objetos decorativos.

P.: Algunos diseñadores modernos españoles participaron en el proyecto Triball, intento de gentrificación en el centro de Madrid apoyado por Alberto Ruiz Gallardón. ¿Os parece que esto expresa una postura política derechista? Básicamente se estaba usando la moda y otros sectores (gastronomía, arte…) para echar del barrio a la gente de rentas bajas por la presión en la subida de alquileres.

R.: La gentrificación, la “limpieza” de los barrios, siempre se hace a través del consumo de ocio para gente joven que se lo puede permitir. Y ahí, obviamente, la moda juega un papel, como lo juega la gastronomía, el arte o cualquier objeto de consumo cultural. El caso de la moda en Triball no fue especialmente exitoso, muchas de las tiendas de moda que abrieron tuvieron que cerrar porque aquí consumimos mucha ropa, pero no consumimos moda.

Entrar en el juego de la gentrificación patrocinada por el gobierno puede verse como un gesto capitalista, claro, pero la moda es un negocio. E igual que a un restaurador o a un artista le interesa trabajar o exponer en los lugares adecuados, a un diseñador le interesa vender sus productos en las tiendas adecuadas, porque al final vive de eso. Luego, desde su tienda en un barrio gentrificado puede promover acciones o vender productos con implicaciones políticas, desde mensajes medianamente subversivos a prendas que se cuestionan el género o campañas que critican la realidad actual. Eso lo hizo muy bien en su momento la marca japonesa ‘Comme Des Garçons’, que se aprovechó de las herramientas que le brindaba el sector duro de la industria para cuestionarse ideas preconcebidas a través de sus productos y su comunicación.