El financiero

Libros recomendados para 2012

“El financiero”, de Theodore Dreiser. Se trata de una novela escrita a comienzos del siglo XX y que narra la historia de un ciudadano estadounidense que aspira a ser un “tiburón” de las finanzas. Aprende a moverse por el terreno financiero y logra hacer extraordinarias ganancias gracias a la especulación. La novela es de una actualidad impecable, y se ve con claridad cómo las ventas a corto, la especulación con fondos de inversión y la lógica de la ganancia (aislada de su componente real) no es algo nuevo.

Alberto Garzón Espinosa

 

Crudo retrato del capitalista

Coincidiendo con el primer centenario de su publicación en EE UU, se reedita en España esta obra clásica de la literatura norteamericana, una de las mejores novelas de ambiente financiero jamás escrita. Es un momento más que oportuno para descubrir o releer este relato amargo del sueño americano protagonizado por Frank Cowperwood, un hombre de negocios ávido de dinero, sexo y poder que recuerda a Gordon Gekko, el personaje interpretado por Michael Douglas en la saga cinematográfica Wall Street, o a los banqueros de carne y hueso retratados en películas tan recientes como Inside job o Too big to fail. Este libro es, entre otras muchas cosas, un triste recordatorio de lo poco que cambian determinadas actitudes con el paso del tiempo.

Ambientada en los años sesenta y setenta del siglo XIX, El financiero está inspirado en la vida del magnate estadounidense Charles Tyson Yerkes, que construyó parte de los sistemas de transporte público de Chicago y Londres. Entre otros hechos históricos, la novela aborda el llamado Pánico de 1873, que desencadenó una profunda crisis económica a los dos lados del Atlántico. Conocida hasta los años treinta del siglo pasado como la Gran Depresión, fue la primera convulsión sistémica en la historia del capitalismo y duró casi una década.

El financiero es la primera parte de la Trilogía del deseo que Theodore Dreiser completaría con El titán (1914) y El estoico (1947). Por su visión crítica de la sociedad estadounidense y su estilo realista, Dreiser ha sido comparado por los especialistas con maestros europeos como Zola, Balzac, Dickens o Dostoievski.

 

El financiero

No sé si fue casualidad, pero el mismo día de mi salida hacia New York el cartero me trajo un ejemplar de El financiero (Capitán Swing), una novela escrita en 1922 por el gran escritor americano Theodore Dreiser, que ha logrado que yo entienda, por fin, el comportamiento de las bolsas y los mercados de valores en tiempos de bonanza y en tiempos de crisis ─un mundo para mí tan críptico y arcano como los misterios de la Eleusis─, y que se desarrolla en el último cuarto del siglo XIX.

Leyendo  esta primera parte de la minuciosa, realista y objetiva —falsa— biografía que narra la  ascensión, caída y resurgimiento de Frank Algernon Cowperwood, personaje que resume y condensa a la perfección el código de valores e ideología del capitalismo más feroz en una Filadelfia en pleno desarrollo económico y urbanístico, me fui dando cuenta, guiado por la mano maestra de Dreiser, de que ya en aquellos lejanos años estaba casi todo inventado en el mundo de la especulación y el manejo del capital tanto público como privado. Que una historia ocurrida hace 140 años refleje con tal clarividencia nuestra actual y global crisis económica es algo que, como poco, pone los pelos de punta y aviva en muchos grados el interés del lector no habituado a las teorías económicas por entender qué se cuece en esos santuarios del dinero que son las Bolsas y cómo se las arreglan los especuladores para jugar con un dinero que no tienen y ganar millones en una sesión. Lo que los expertos en economía inmaterial, llaman capital intangible, todo eso y más lo explica con minuciosidad, y casi en tiempo real, Dreiser; y logra,  a pesar de la aparente aridez del tema para el no iniciado, mantener el interés del lector con un ritmo narrativo que fluye como un enorme rio que se abre en un delta de historias personales, donde se explicita la interacción que siempre existe entre individuo y  sociedad y cómo ambas no son otra cosa que ramas de un mismo árbol.

Narrando la peripecia vital de Coperwood desde su infancia, su entorno familiar, la escuela, las calles y su primer negocio realizado a los trece años, Dreiser nos sumerge también en el proceso de transformación que se está operando en un país, una ciudad y una sociedad; en cómo las implicaciones políticas interfieren en las económicas, en el nacimiento del negocio bursátil, en su reglamentación, en el asentamiento de las bases del desarrollo industrial y urbanístico motor y origen de dudosas fortunas y nuevos ricos que conforman una nueva forma de aristocracia, la del dinero.

Su historia amorosa, primero casándose con una viuda mayor que él de la que tiene dos hijos y más tarde enamorándose de una joven de la alta sociedad, bella y decidida, dispuesta a ponerse el mundo por montera con tal de seguir al lado del hombre que ama por encima de cualquier tipo de convencionalismo social nos muestra también el entramado de las relaciones personales, familiares y sociales del momento, descritas desde el punto de vista naturalista que primaba entre los escritores de principio del siglo XX con Balzac a la cabeza.

Cuando asistimos a la caída de Copperwood, propiciada por  la crisis que originó el incendio de Chicago de 1871, Dreiser da una lección magistral de su conocimiento del comportamiento del mundo bursátil, de la deslealtad de sus componentes que no dudan en hacer quebrar al que hasta ayer era su amigo con el fin de obtener un resultado especulativo positivo. En pocas palabras: del todo vale con tal de salvarse de la quema y sacar beneficios.

Su posterior paso por los tribunales y su encarcelamiento por malversación de fondos públicos son una especie de descenso a los infiernos particular que la sociedad le exige para aceptarlo de nuevo entre los suyos una vez cumplida la condena y pagada su culpa. Es lo que hace nuestro protagonista, resurgir como un ave fénix de sus cenizas dispuesto de nuevo a comerse el mundo, con más conocimientos, más astucia y más ganas de ir a por todas; pero eso es ya materia de los dos siguientes tomos que conforman  esta llamada Trilogía del deseo que narra con una fuerza insuperable una historia más sobre el “sueño americano”.

 

El financiero

Escribo esto la víspera de la fiesta santificada al dinero aleatorio, cuando tanto pobres como ricos se entregan al cotejo de un papel de la suerte en la confianza de que podrán convertir una inversión diminuta en la fortuna de sus sueños. Quién dijo que el dinero no da la felicidad, cuando sólo hay que anticipar la alegría barata en caras anónimas regadas con espuma de champán. Ansia viva. Ya oigo la cantinela numérica y el murmullo que especula con que el niño entone una cifra concreta. Definitivamente, prefiero el sistema babilónico borgiano a este, tan injusto y predecible en sus efectos.

Hay otras formas legales de hacerse rico que nada tienen que ver con la suerte, esa puta cara. El financiero, de Theodore Dreiser, anticipa algunas que han cambiado poco o nada en 140 años. Por ejemplo, ¿alguien sabe lo que es vender en corto? ¿No?

Pongamos que sois aficionados a operar en Bolsa y que estáis en posesión de alguna noticia empresarial que podría tener un impacto notable en el valor de una acción o grupo de acciones concretas. Por ejemplo:

“El Tribunal Penal Internacional juzgará las prácticas esclavistas de las empresas textiles multinacionales tanto en las fábricas propias como en las de sus proveedores en países del Tercer Mundo. Las penas incluirán prisión incondicional para su máximos ejecutivos y la prohibición de producir por debajo de los costes que el propio Tribunal fije”.

Os habéis enterado de extranjis porque vuestro vecino, que es traductor en La Haya, os lo ha comentado cuando salía a pasear al perro. Dice, además, que todo está tan podrido que la medida ha sido consensuada con los abogados de las principales cadenas textiles multinacionales low-cost, que en breve empezarán a desmantelar decenas de fábricas con el consiguiente aumento del coste de producción y de precios para los consumidores finales, lo que hará que las acciones de esas empresas canallas bajen una barbaridad porque los beneficios futuros se van a resentir un huevo. Hay una empresa en concreto, Ropa Barata S.A., que está en el punto de mira del Tribunal a causa de su estrategia basada en precios irrisorios gracias a disponer de multitud de contratistas que obligan a sus trabajadores a vivir encadenados a la máquina de coser a cambio de un poco de pan y agua. RoBaSA se va a ir a tomar por saco. ¿Qué hacer con una información así? ¿Cómo se puede ganar dinero si la cotización de las acciones va a desplomarse? ¿Podéis aprovecharos de la ruina de esos sinvergüenzas? La respuesta es sí, pero hay que darse prisa, pues vuestro vecino dice, a modo de despedida y recogiendo las defecaciones del perro en una bolsa reciclable, que la noticia se hará pública mañana por la mañana.

Se dice que El financiero es una novela naturalista, puesto que el lector encontrará en ella desde descripciones objetivas y minuciosas de los perfiles y apariencia física de cada uno de los personajes hasta de procesos como el que acabo de poner en pausa. En cierta manera es como si, además de leerlas, las imágenes pudieran concretarse mentalmente con mayor nitidez que con otras formas narrativas. Y sin embargo el realismo con que está escrita es manifiesto, si nos atenemos al nada despreciable detalle de que la capa social a que se dedica es, por exigencias del guión, la alta burguesía y los noveaux riches. La historia es sencilla: Frank A. Cowperwood, hijo de un empleado de banca en la Filadelfia de la segunda mitad del siglo XIX, sueña con hacerse rico especulando. En su carrera en pos la millonariedad va nutriéndose del apoyo de un abanico de personajes financieros, políticos y funcionariales; algunos ilustrados y otros bastante gárrulos. Le gustan el lujo palpable y demostrable y las mujeres —sobre todo dos, una antes que otra y esta última más que la primera— pero no el vino. Y sin embargo el lector no tiene más remedio que simpatizar con él. Hay momentos en que cabría interpolar, aun con toda la carga anacrónica que ello supondría —la novela se publicó en 1912 y sitúa la acción en el último cuarto del siglo anterior—: “¡con dos cojones!”.

Y no es para menos. Imaginad que podríais ser Frank, y que cabría la posibilidad de que parte de la masa de dinero injustamente acumulada por el amo y señor de RoBaSA pasara a vuestros bolsillos con solo algo de especulación, sangre fría e inteligencia. Para empezar, y nada más abrir a la mañana siguiente las Bolsas, tenéis que meteros en el mercado de futuros y ofrecer acciones de RoBaSA a un precio bastante inferior al que se estén cotizando en ese momento, aunque no las tengáis (en cualquier manual financiero que podéis descargar en las webs dedicadas a la piratería de libros aprenderéis cómo hacerlo). Pongamos que ahora una acción de esa casa de Satanás cuesta 100 euros, y vosotros ofrecéis venderlas por 90 euros (en realidad la diferencia no suele ser tan grande como estos 10 enteros, pero para el caso valdrá). Os quitarán las acciones de las manos, porque los compradores no tienen un vecino bocazas que ejerce de traductor en La Haya. Esta operación se puede repetir tantas veces y a precios distintos —siempre bajos— como queráis, más o menos en función de vuestra sangre fría o de lo poco que os importe terminar arruinados si resulta que el vecino del perro os ha metido una trola. ¿Cuántas acciones ofrecéis? Digamos 10.000:

10.000 x 90€ = 900.000€

No necesitáis muchos más conocimientos matemáticos que ese para ganar dinero de esta manera.

Frank hizo cosas parecidas en múltiples ocasiones, como aquel personaje de Tom Wolfe en La hoguera de las vanidades, pero él comenzó siendo todavía un niño. Así logró acumular una fortuna de la época y, para redondear el asunto, ya lo he insinuado, acumuló también experiencia en materia de faldas de la época, y no precisamente las de cualquiera. Para Frank, nada era nunca suficiente, y exceptuando algunos seres inmediatos y de veras queridos, el resto eran o meros instrumentos que podían ponerse o no a su servicio —pero aun así le seguimos queriendo— o enemigos:

“La vida era, en el mejor de los casos, una lucha tenebrosa, inhumana, implacable, formada por crueldades, y la ley y sus abogados eran los más despreciables representantes de todo aquel desagradable caos. Sin embargo, él utilizaba la ley como utilizaría cualquier otra arma o cualquier otro instrumento para deshacerse de un mal humano, y, en cuanto a los abogados, los utilizaba como utilizaría una estaca o un cuchillo para defenderse. … En cuanto a los jueces, en general no eran más que abogados incompetentes, que habían quedado arrinconados por algún golpe de fortuna y que, con toda probabilidad, no serían tan eficientes de encontrarse en el lugar de los abogados que comparecían ante ellos. … Los jueces eran tan necios como la mayoría de las demás personas que llenaban este polvoriento y caótico mundo ¡Puaf!”, (p. 372).

Sí, Frank se mete en problemas. El financiero es una precursora excelente de gran parte de la narrativa posterior, escrita y audiovisual, de ascensos y caídas tanto económicas como sociales, pero con la diferencia de que Dreiser fantasea lo justo o nada y se somete a la realidad de la circunstancias, obligando a su querido personaje a pasar por el aro de la indignidad para luego, una vez cumplida su deuda social, hacerlo resurgir de entre las cenizas. Como un héroe clásico que descendiera desde el Olimpo al caos del Mundo y sufriera las consecuencias de ser humano entre humanos pero, al fin y al cabo, hecho de materia divina.

En ese mundo se acaba de producir La Convulsión, y los analistas más previsores anticipan el encarcelamiento del presidente de RoBaSA tras meses de juicio público en varias lenguas y con cientos de testigos desfilando y contando a la corte de jueces las prácticas despóticas de la empresa. Las acciones comienzan a bajar: 97, 95, 93, hay una caída fuerte hasta los 85 euros en que parece estabilizarse pero no, rápidamente cae en picado hasta 80, 75, 70… Y a ese precio compráis 10.000 acciones:

10.000 x 70€ = 700.000€

Compráis, por supuesto, para entregárselas en la misma mañana a quienes os las compraron a 90€, los compromisos hay que cumplirlos:

900.000€ (que recibís) – 700.000€ (que pagáis) = 200.000€ (que os quedáis) = ½ Gordo

A no ser que el vecino no trabaje en La Haya y ni siquiera sea traductor, cosa bastante probable puesto que en lugar de estar currando en Holanda estaba dándole el paseo de rigor al perro y haciendo algo improbable: hablando con un vecino, revelando secretos y limpiando la acera con material biodegradable.

Despertad.

Respecto de la novela sólo queda decir que ojalá quienes se niegan abandonar las viejas fórmulas narrativas lo hicieran solo un diez por ciento igual de bien que Dreiser. Tendríamos libros más cortos pero valiosos. Mientras lo asumen, cuando queramos narrativa excelente en forma de novelones del pasado, todavía tenemos a mano a Dreiser, Zola, Balzac, Dostoievski, Tolstoi, Dickens, Mann, etcétera. Por fortuna.

 

El financiero

Frank Cowperwood (personaje inspirado de forma evidente en el magnate Charles Tyson Yerkes) es un hombre de negocios ferozmente ambicioso, la encarnación misma de la codicia, que busca satisfacción de forma despiadada en la riqueza, las mujeres y el poder. Negocia, trampea, traiciona y a su vez es traicionado