Composición nº1

Construye tu propia novela con este experimento de 1962

El 3 de octubre de 1963 se publica en Buenos Aires Rayuela, escrito por Julio Cortázar. Bajo la etiqueta de antinovela o, como el propio autor prefería llamarla, contranovela, la primera página de Rayuela recibe al lector con un tablero de dirección, que permite leer el libro de dos maneras distintas: comenzando por el primer Construye tu propia novela con este experimento de 1962

Composición nº1 – Marc Saporta

Arte contemporáneo

Hay libros escritos para el futuro. Hay algunos que, incluso, se plantan en el porvenir como si hubieran sido dispuestos por un contemporáneo de ese tiempo venidero. Ya son más escasos aquellos que, una vez instalados en “la literatura que vendrá”, son capaces de abrir un camino y marcarle un rumbo a esa fecha ulterior.

Cincuenta años después de su aparición, Composición nº 1, de Marc Saporta, cumple con esos requisitos. Sin olvidar que, con sólo mirar la fecha de su primera publicación, podría sonrojar a más de un escritor de la actualidad. Por lo que concierne a los lectores, el impacto no resulta menor: cada uno puede llegar a asumir que está frente a un libro escrito, exclusivamente, para él.

Más que  una pieza sobre el azar, Composición nº 1 (recuperado ahora por la editorial Capitán Swing) se comporta como un objeto “azaroso”, un juego de naipes que cada cual puede barajar, cortar o repartir como prefiera. A partir de ahí, estaremos en condiciones de construir una historia que siempre funciona como primera experiencia de lectura y como la primera composición de todas las posibles. Desde sus páginas sin numerar, Saporta nos permite evocar, como afirma Miguel Ángel Ramos en el prólogo, a Cortázar o a Lezama Lima. Al I Ching y a Juego de cartas, de Max Aub. A Italo Calvino y a Julián Ríos. También se podría hablar del Tractatus de Witgenstein, otra obra que requiere de los medios habilitados por épocas posteriores para completar su “composición” ideal.

Un detalle sobre el prólogo. Lo que dice es muy recomendable. Su ubicación en el ensamblaje del libro es, sin embargo, muy cuestionable. Un libro sin principio ni fin no parece propicio al alojamiento de un prólogo. Al menos no en el mismo soporte de la caja de sorpresas que configura esta obra.

Hay más. A diferencia, pongamos, de Rayuela, Composición nº 1 no nos deja ningún mapa para orientarnos en el territorio. Ni un solo manual de instrucciones para armar el rompecabezas que su trama nos plantea. Y eso que, bajo la cadencia aleatoria de sus pequeños movimientos, persevera un relato, una línea invariable que atraviesa el caos. Bien en ese plano cinematográfico a través del cual, “a ambos lados del coche, desfila la calle” o en una adolescente que se acaricia y gime. En el túnel al final de una catástrofe y en una lágrima que se le escapa a Helga. En una boca a la espera de un beso, como salido de un poema de John Donne, y en unos policías que juegan en sus ratos libres. En un accidente que deja entrever el Big Bang de toda la constelación y en Dagmar, que consigue pintar su sombra.

Ese cuadro es este libro y se llama, precisamente, Composición nº 1. Y este libro, como el cuadro, certifica la “soberanía de la sombra”. También se comporta como un manifiesto contra la literatura como oficio y una apuesta -seguimos en la lógica del juego- a favor de su función como antídoto contra la rutina.

Saporta ha sido definido como un adelantado de la llamada literatura expandida y esto es cierto, dado que utilizó mecanismos de otras artes para que su escritura fluyera. Pero al mismo tiempo es verdad que no se regodeó en una jerga audiovisual para subrayar que había “pasado el puente”.

Y aquí se hace inevitable un comentario. La literatura expandida, tal como la hemos entendido en España, si bien ha provocado una remoción en su punto de partida, ha sido particularmente inocua en el puerto de llegada. (La contundencia crítica generada en Departures contrasta con la indiferencia en Arrivals). Una posible explicación puede estar en el hecho de que los escritores han llegado a un mundo que lleva décadas practicando una narrativa de alto calibre desde soportes audiovisuales. Y que para modificarlo no basta con un book trailer o un ejercicio performático de Spoken Word. La “expansión”, nos guste o no, tendrá que confrontarse, por ejemplo, con las dualidades de Bill Viola o las historias simultáneas dispuestas por Doug Aitken. Con el ejercicio de reconstrucción que se permite Stan Douglas en Inconsolable Memories y el acto de construcción que acomete Pedro G. Romero en Las correspondencias.

Esto por no hablar de que, salvo casos excepcionales, las formas de gratificación a estas obras se mantienen en el mundo editorial convencional, a través de premios, revistas, suplementos, donde se han legitimado toda la vida los escritores (expandidos o no). Conviene recordar, por otra parte, que ese ámbito hacia el que se propaga la literatura está sumergido en su propia crisis y no parece que un incremento audiovisual sea, precisamente, lo que pueda paliarla, sino una restitución de la palabra, hoy deficitaria en esos predios.

Es hora de volver a Saporta. Y a su Composición nº. 1, armada con los riesgos propios del juego, como es el caso de las deudas, las apuestas y las trampas. Y por esos momentos en los que al jugador –al lector-, se le permite recuperarse para que recaiga más tarde con mayor estrépito.

Este libro es además -pero eso lo sabremos demasiado tarde-, una emboscada; urdida para que, de cualquier manera, perdamos la partida. Como dice el autor, o su sombra, o un avatar de Composición nº 1: “Al fin y al cabo, siempre ganan los crupiers”. En este caso, un crupier llamado Marc Saporta.

Iván de la Nuez

Wireless 39

Hace tan sólo unos años, las fusiones y adquisiciones entre los grandes grupos editoriales parecían amenazar lo que entonces se llamaba edición independiente y poner en cuestión la importancia del editor. Este proceso de concentración empresarial, semejante a los que no dejan de producirse en otros sectores financieros y comerciales, se había basado en la convicción de que existía un mercado de masas para “el libro” —fundamentalmente para cierta narrativa de ficción— que sólo podía ser explotato adecuadamente mediante una compleja maquinaria de producción, distribución y  promoción, que exigía una inversión demasiado cuantiosa para una empresa pequeña y que requería el desplazamiento de la capacidad de decisión de los editores a los ejecutivos de márketing y ventas. Curisamente, en el momento histórico en que hasta la cultura de masas comenzaba a ser consciente de la desaparición del “autor” tal y como se le había concebido desde el siglo XIX, el escritor, y no la obra, pasaban a ser el producto principal de una empresa editorial.

Mientras tanto, otros géneros con una audiencia supuestamente más reducida, como la poesía o la ficción underground o de vanguardia, podían permanecer en manos de editoriales pequeñas y/o independientes, ya que se daba por supuesto que ahí no había negocio. En otras ocasiones he comentado que la labor fundamental de una empresa contemporánea no es la producción de objetos, sino la construcción de usuarios: Mientras las grandes editoriales competían por el mercado preexistente, no han dejado de aprecer numerosos proyectos editoriales, más parecidos a las editoriales de poesía que a los grandes grupos tradicionales, que están construyendo nuevos espacios, culturales y comerciales, para la ficción.

Los recientes cambios tecnológicos y sociales son sin duda el factor determinante de esta explosión. La facilidad para publicar online o autoeditarse hace que una editorial no sea imprescindible para el autor, lo que no significa que no sea deseable. Cualquier autor dispone de muchísimas opciones de publicación, por lo que el editor está obligado a aportar mucho más que una plataforma de distribución, mucho más que la capacidad de colocar el libro en el escaparate de unas cuantas librerías. El autor proporciona cierto contenido, pero exige del editor que aporte un contexto; de otro modo, ¿por qué no recurrir a la autopublicación? Podríamos decir que la publicación de narrativa se aproxima cada vez más a lo que solía ser la edición de poesía, y ambas se parecen mucho a la comercialización de obras de arte visual. Si a partir de los años 80 proliferaron en todo el mundo las pequeñas galerías de arte contemporáneo, hoy las editoriales se asemejan cada vez más a galerías de arte autónomas y menos a las grandes cadenas de distribución en que habían intentado convertirse. Pequeños negocios, a menudo puestos en marcha por un mínimo grupo de individuos con un fuerte criterio personal, cuyo propósito es dar a conocer nuevos autores o reeditar obras descatalogadas que, por falta de éxito comercial, habían permanecido “huérfanas” durante mucho tiempo. Quizás estoy siendo demasiado optimista, pero me da la impresión de que sobrevivir en el mercado actual, e incluso disfrutar de un moderado éxito comercial es, pese a la crisis económica, mucho menos complicado de lo que lo había sido hasta hace una década.

El gusto por la elaboración artesanal de libros impresos que son en sí mismos objetos con valor estético, la familiaridad con los medios digitales y el uso inteligente de las redes sociales para difundir sus lanzamientos, son tres sobresalientes características de la reciente proliferación editorial. Uno de los mejores ejemplos de éxito en España es Alpha Decay, que en numerosas ocasiones ha tomado la delantera a los grandes grupos introduciendo traducciones de obras clave de la literatura contemporánea: Entre sus próximos lanzamientos anunciados se encuentran nada menos que House of Leaves de Mark Danielewski y Nothing. A Memoir of Insomnia de Blake Butler. Pero Alpha Decay no es una excepción. La mexicana Sexto Piso se ha relanzado en España con, entre otros, el ambicioso proyecto de reeditar la obra completa de William Gaddis, y nos ha descubierto a una autora novel tan extraordinaria como Valeria Luiselli. Capitan Swing está siguiendo la estela de publicación de libros/objeto en la línea de la inglesa Visual Editions y de la alemana Gingko Press, y acaba de publicar la versión española de Composition nº 1 de Marc Saporta. Blackie Books, Libros del Asteroide, Honolulu Books, Alfabia, Jeckill&Jill y muchas otras siguen un camino semejante con propuestas únicas y perdsonalidades diferentes. Eterna Cadencia en México y La Bestia Equilátera en Argentina son también excelentes ejemplos de pequeñas editoriales en español que publican narrativa de extrordinaria calidad. En muy poco tiempo, Sigueleyendo se ha convertido en una de las pioneras en edición electrónica en español con una magnífica colección de nuevos narradores y una excelente gestión del contenido de su web. Otra gran idea es la de Musa a las 9, que está recuperando en versión digital obras descatalogadas de numerosos autores españoles todavía jóvenes.

Sé que me olvido de muchas y no dispongo de espacio para mencionarlas a todas, pero si algo parece desprenderse de lo que está ocurriendo en el mundo editorial, es que las editoriales relevantes son, cada vez más, “negocios de autor”. Quizás los editores son los nuevos “autores”. Casi puedo ver la sonrisa en la cara de algún viejo editor.

Germán Sierra

Un artefacto hipertextual

En el prefacio de Composición nº 1, señala su autor Marc Saporta: “Se ruega al lector que mezcle las páginas como una baraja de cartas. Que las corte si lo desea con la mano izquierda igual que una echadora de cartas. El orden en el que salgan las hojas después de hacerlo orientará el destino de X (…) Del encadenamiento de las circunstancias depende que la historia acabe bien o mal. Una vida se compone de elementos múltiples. Pero el número de composiciones posibles es infinito” La pregunta que de inmediato surge en la mente lectora,  no puede ser otra: ¿De qué se trata? ¿De una nueva o vieja audacia experimental, un intervención artística, una performance libresca opaca, clausurada en si misma, pero incapaz e transmitir nada, como no sea la novedosa fiebre experimentadora?

Sin duda que la caja, excelentemente diseñada en la que Capitán Swing nos presenta estas más de trescientas páginas sueltas, sin numeración, encierra algo más que una simple fiebre vanguardista que Marc Saporta concibió en el año 1962. El autor de este libro caja o artefacto hipertextual es uno de los precursores más conspicuos de los textos no lineales, de los discursos fragmentados que hoy son el gran paradigma de la literatura hipertextual en la que cada lector crea su propio libro. Marc Saporta y ahora Capital Swing Libros lo que nos ofrecen es el azar, un juego estocástico que rompe la estructura de la novela decimonónica (inicio, desarrollo, desenlace), puesta en entredicho por los escritores de Nouveau Roman -Marc Saporta es un miembro de esta corriente-  y nos introduce de lleno en el paradigma de la hipertextualidad al que nos han acostumbrado las nuevas tecnologías (un único clic sobre un enlace hace que un texto nos lleve a otro).

Otros rasgos de este libro caja puesta en manos del lector no son tan novedosos como pudiera parecer. Me refiero a su estructura fragmentaria, ensayada igualmente por el Colectivo Oulipo (Raymond Quenau, Cien Trillones de Poemas, sobre todo) por  Rayuela de Cortazar, Por Max Aub (Juego de Cartas), Italo Calvino (El Castillo de Destinos Cruzados) o el mismo Julian Ríos (Larva). A algo muy semejante remite cierta línea de cultivo filosófico: la pluralidad de conexiones que desarrollan Deleuze y Guattari, la interacción de opiniones simultáneas de las que habla Michel Foucault en El orden de las cosas, o la metodología de la descomposición (fragmentos que remiten a otros) desarrollada de Derrida.

Los cierto es que el lector tiene en sus manos no un texto lineal, sino una “baraja literaria”, cuya mezcla de páginas dará lugar a que los personajes de esta composición tengan uno u otro destino, dependiendo de esa “ars combinatoria” de la que nos habla el prologuista, Miguel Ángel Ramos.

La escritura tradicional mayoritaria nos brinda un molde que nada tiene de laberinto, ya que todos conocemos la salida: el desenlace o la última página. Marc Saporta, contrariamente, nos encierra en un sinuoso laberinto en el que hallamos historias  de Marianne, de Helga, de Dagmar, de Mamá o de Robert…, episodios escuetos que no ocupan más de una cuartilla. Acto seguido las desordenó y publicó como páginas sin encuadernar y sin numerar, dispuestas de forma azarosa.

Le compete al lector activo ordenar el libro trastornando las cartas de esta baraja literaria, siendo así la contingencia la que decide lo que el libro va a resultar al final.

De este modo, como en la cartomancia, nuestro corte y barajado de cuartillas representa un conjunto de acontecimientos. La azarosidad pues y no el orden canónico como conductor de los juegos literarios. Y hablo de juegos literarios porque las cuartillas de Marc Saporta no están habitadas por la nada, sino por una narrativa excelente en forma de breves relatos, rebosantes de agudos matices psicológicos, estampas en las que se deja sentir una inequívoca voluntad de contar, con una clara inclinación hacia el poema en prosa. Lo que diferencia la escritura de Marc Saporta lo recapitula la forma lúcidamente clarificadora el prologuista: “El libro de Saporta propone una liberación de lo encuadernado hacia el sorteo, creando una suerte de contrainte oulipina, una nueva regla de juego que al desestabilizar el tablero non obliga a reconsiderar, revisar lo que posee un exceso de naturalidad previsible. Poner entre comillas cualquier continuidad, poner en cuestión cualquier regla inherente al juego desde el juego mismo”

Francisco Martínez Bouzas

El juego infinito

¿Queréis hacerle a alguien (o a vosotros mismos, sin duda mucho más aconsejable…) un excelente regalo literario? Aquí está “Composición nº 1”. Recordemos el criterio que suele utilizarse para los niños: qué mejor elección que aquella que proporcione infinitas horas de disfrute, que siga perdurando con los años y aparezca siempre en un sofá o en el suelo del cuarto de los juegos cuando visitemos la casa. Así ocurrirá con este libro-caja-baraja de posibilidades infinitas, mayores sin duda que Rayuela, que el cubo de Rubik o los videojuegos de inacabables territorios y pantallas.

Claro que el adjetivo “literario” que hemos empleado resulta más relevante de lo que parece: si algo convierte en verdaderamente notable la obra de Saporta es la calidad de cada una de las páginas que nos ofrece. Una a una constituyen excelentes relatos de corte psicológico, estampas cotidianas y dibujos interiores de personajes que reencontraremos en un delicioso azar, y una especie de trama que se construye y destruye con nuestras elecciones, que a veces es meramente intimista, sin apenas acción, y otras se vuelve relato inquietante, novela histórica, thriller policial o drama social. La experimentación, pues, viene de la mano del conjunto, y de una cierta perspectiva con que debe contemplarse, pero no así de sus componentes individualmente considerados. Hay excelente narrativa en estas cuartillas, caracteres bien construidos (la atormentada  Marianne, la soledad de Dagmar -pintora que firma un cuadro abstracto, hecho de chisporroteos de color, irónicamente titulado como el libro-, el misterio de Helga –que parece aludir a un oscuro episodio de abusos en la infancia), la voluntad de contar. De no haber sido así todo habría quedado en un experimento opaco, cerrado sobre sí mismo, como esas intervenciones artísticas de algún mérito técnico pero incapaces de transmitir nada, o bien en una broma intelectual para consumo de iniciados. El libro resulta fascinante precisamente por esto, por no renunciar a la comunicación ni a la capacidad expresiva de la literatura para generar interés, emoción y belleza.

En la prosa encontramos el tono del nouveau roman, su sequedad expresiva y su aprecio por lo mínimo, pero ésta será probablemente una de sus manifestaciones más perdurables. De ahí que debemos aplaudir la decisión de recuperar para los lectores/as de hoy un texto tan, en principio, complicado de editar. Capitán Swing lo presenta en una caja encantadora y con una paginación delicada que, en su reverso -ilustrado por letras desordenadas-, alude a la aleatoriedad del lenguaje.

En definitiva, un volumen fascinante destinado a acompañarnos durante mucho tiempo. Venga, a barajar y empezar de nuevo.

 

En época de descubrimientos y fracasos

F. “La literatura está en crisis porque el modelo dominante de consumo cultural es el entretenimiento”, dijo Aleksandar Hemon en la presentación de la última antología de relatos que Dalkey Archive Press acaba de publicar. Al acto asistió también Nicole Krauss, escritora de éxito y esposa del escritor de éxito Jonathan Safran Foer, quien leyó (Krauss leyó) uno de los relatos. Efectivamente Krauss, que eligió para la ocasión una amplia camiseta verde militar brillante y de look arrugado sobre la que pendía un sencillo colgante de cuentas cilíndricas de madera y que consumió parte del contenido de la sencilla botella de agua mineral embotellada que los organizadores del acto le entregaron al comienzo del mismo, leyó el relato de la escritora y crítica rusa Danila Davydov titulado “El telescopio”, y pareció estar de acuerdo con Hemon cuando interpoló (Hemon interpoló) que el relato era una “obra maestra”. Como es sabido, Nicole vive en Brooklyn con Jonathan, con quien tiene dos hijos en común.

D. Hieronymus Bosch, más conocido como El Bosco, presta su menos célebre nombre a la primera versión de la novela Au temps des monstres et des catastrophes (2011), titulada L’inversion de Hieronymus Bosch (2005), del escritor, cineasta, músico y fotógrafo Alexis Mital, más conocido por el pseudónimo artístico Camille de Toledo. En época de monstruos y catástrofes, versión española publicada por Alpha Decay, es la primera entrega de la tetralogía narrativa Estratos. La narración se centra en la creación, ascenso y caída de un imperio productivo-comercial de artículos personales dirigidos a satisfacer la demanda mundial de entretenimiento y placer sexual. LWK, su creador, emigrado en su juventud desde la Italia rural hasta la Europa tematizada en Norteamérica, se rodea de una ecléctica guardia pretoriana con la que compartirá con generosidad su creciente fortuna. Los personajes, deliberadamente caricaturescos, irán sufriendo una metamorfosis causada por las fuerzas exteriores más provincianas y más globalizadas: la prensa, el poder de los grupos de presión, las masas, el consumismo idiotizado, el pasado, el terrorismo de vanguardia, el puritanismo e incluso la alta cultura o intelectualidad. Es de destacar la aparición estelar de El monje, quien metafóricamente vendió su Ferrari para dedicarse al altruismo anarquista o al anarquismo altruista.

F. “Hace muchos años, la biblioteca a la que iba me regalaba ejemplares del suplemento literario del Times, que en caso contrario hubieran sido arrojados a la basura. Yo los guardaba en una caja grande debajo de la cama, y los leía por la noche. Al final, los encontraba opresivos. El estilo uniforme. La serenidad. La sensación de que cada libro analizado, cada obra, podía incardinarse en la red de la cultura. Qué poco razonable era mi actitud: el Times Literary Supplement es magnífico, impecable; deberíamos dar gracias por su existencia, claro que sí. Pero encontraba el papel opresivo, y todavía ahora me acerco a él con cuidado. … Leo artículos en papel sólo si vienen recomendados por una fuente online digna de confianza. Entrar y salir. No quedarse atascado en las páginas literarias. No internalizar el tono de esas publicaciones. No hacer caso de sus valoraciones. Cultivar en su lugar una especie de barbarie ilustrada…”

D. Tengo aquí al lado la primera novela de un norteamericano de 29 años con un background curricular que tira de espaldas. Comienza así: “Cuando la universidad me retiró la beca, hice lo único que sabía: volví a New Jersey. De vuelta a una ciudad que no había llamado hogar durante años, que toda mi familia había abandonado, como si no hubiera sido yo el primero en marcharme, como si el tiempo entre la partida y el regreso hubiera sido un desperdicio. Había ingresado en el programa de doctorado universitario tres otoños antes, estimulado por lo que suponían cuatro años de estudios de filosofía, y preparado, por fin, creía yo, para dedicarme a la vida académica. Durante el primer año, pasé las mañanas y las tardes enclaustrado en las salas de lectura de la universidad, estudiando metafísica y teología, teoría de cuerdas y escatología. Las noches las pasaba escribiendo. No poseía virtualmente nada, vivía en un apartamento del tamaño de un cuarto de escobas, mis comidas se componían principalmente de cereales y fideos”. Huelga decir (qué anticuada está ya esta expresión, y qué asco que lo esté) que la novela es genial y que el día que se edite en español la va a disfrutar un montón de gente —que lea.

D. En Aire de Dylan, la nueva novela de Enrique Vila-Matas, Francis Scott Fitzgerald tiene un papel estelar, y su libro misceláneo editado póstumamente, El Crack-Up, tiene un cameo a modo de referencia. “Crack-up” significa quiebra, ataque de nervios, pero también partirse de risa, y de todo eso y más hay en el libro de Scott Fitzgerald, recientemente editado en español por Capitán Swing. “Enfadado por un centenar de cartas de rechazo, escribió un relato extraordinariamente bueno y lo vendió privadamente a veinte revistas distintas. De la noche a la mañana era lanzado veinte veces al público. La lápida mortuoria fue costeada por la Sociedad de Autores”, 172. “Ventajas de la educación: amplía el mundo normal y corriente”, 214. “Guionistas a sueldo, habiendo quitado toda vida a un relato, la sustituyen por los malos olores de la vida: un pedo, un chiste verde, una broma asquerosa”, 228. Para comprender bien esta última cita hay que leer Aire de Dylan. Quiero decir que hay que leer Aire de Dylan. Y después, o al mismo tiempo, El Crack-Up.

F. En estos momentos no puedo revelar el título de la novela ni el nombre de su autor porque se trata de un descubrimiento al que he tenido el privilegio de asistir gracias a una nueva amiga norteamericana, y gracias también a la gentileza de una amiga de esa amiga que es editora (la amiga de segundo grado) y que me la ha enviado a casa. Se ve que hay un cierto movimiento en las tripas del mercado para ver quién la edita —en español— y que ese movimiento ya se ha producido en Alemania, Francia e Italia, donde se la han quedado los mejores, o al menos los que disponen de más recursos. No exagero cuando digo que es verdaderamente buena. Pero si ahora me pongo a elogiarla, como aquel que dice antes de tiempo, existe el peligro de que la cotización del artefacto suba más de la cuenta y de que finalmente se lleven el gato al agua los menos idóneos para ello. Porque las editoriales más interesantes son aquellas que todavía no se han convertido en supermercados o grandes almacenes, aquellas cuyas estructuras de producción son escuetas y no pueden permitirse el ¿lujo? de alimentar varias líneas diferentes —me refiero al término “colección”, que en las editoriales pequeñas es redundante e incluso fantasioso—. Aquellas cuya opción es menos aprovechar una tendencia que descubrirla o incluso aspirar a marcarla. Aquellas en las que el riesgo no es una elección sino la mera razón de su existencia.

D. Raymond Queneau definió a los integrantes del OULIPO como ratas que construyen el laberinto del que después intentarán escapar. Se refería a la cuestión de la forma en el arte de la ficción, decimonónicamente constreñido por una única y sempiterna y aburrida forma primordial: planteamiento, nudo y desenlace, todo ese rollo de la trama, etc. Pero no sólo los escritores, sino también la mayoría de lectores, se constriñen a sí mismos en un sencillo laberinto del que de antemano conocen la salida; un artefacto simplón del que no les costará ningún esfuerzo escapar. La ficción mayoritaria sabe que debe seguir ese patrón que emula el aburrimiento vital de sus lectores, sus páginas tan soporíferas y a modo de rueda para esos hámsters semipeludos llamados humanos. Marc Saporta se cargó la rueda, descuajaringó el juguete preferido de los lectores, suprimió el orden. Contó cosas de Marianne, de Dagmar, de Helga en episodios simples que no ocupaban más de una cuartilla y después las desordenó y las publicó sin pegamento ni hilo, metidas en una caja con el título Composición nº 1 a modo de portada, lomo y contraportada. Ahora Capitán Swing las ha editado decorándolas por detrás con melodías de letras aleatorias que no significan nada, sólo hacen bonito. Una bonita forma de acabar con el sadomasoquismo implícito en los números de página.

F. Los verdaderos descubrimientos (D.) suceden así. Un tipo que desperdicia su tiempo de estudios escribiendo páginas que no sabe si le conducirán a algún sitio que no sea de vuelta a casa, directo al fracaso (F.). Una agente experimentada que las lee y sabe que ahí hay algo que se sale de lo común. Un editor o editora que se deja impulsar por el criterio de la agente experimentada. Una ronda de consultas. Una novela. Otra ronda de consultas. Uñas comidas. Mercado. Y antes de seguir creo que debo aclarar que la amiga de segundo grado tampoco es española ni vive en España y que la editorial para la que trabaja es extranjera y está radicada en Londres, donde al parecer finaliza el período de cocción de buena parte de los asuntos literarios importados del otro lado del Atlántico que podrían concernir a la vieja Europa. Pero según cuentan Hemon y Krauss (ver primer Fracaso), la atención no es recíproca: menos del 3% de los libros vendidos en USA son traducciones, y además en parte de ellos las editoriales ocultan el nombre del traductor, para que el consumidor potencial no se cosque de que, al ponderar pros y contras de la adquisición, en realidad está valorando la compra de un producto extranjero adulterado, directamente llegado del Más Allá, un espalda mojada, un inmigrante literario, un indeseable.

D. (y en gran parte F.) Scott Exposito dijo: “A la literatura que cuestiona las ideas establecidas se acercarían más lectores si sus defensores dejaran de elogiarla haciendo que parezca sadomasoquismo”. Sí, esa clase de tortura infligida a Jonathan Franzen según David Foster Wallace cuando le escribía (Wallace escribía) a Don DeLillo esta postal de aquí abajo: “Todavía no he leído a Gaddis, pero estoy en contacto con Franzen, a quien parece que le han encargado la tarea de escribir un artículo exhaustivo sobre Gaddis para el New Yorker, y está pasando apuros”. Y lo escribió, vaya si lo escribió (Franzen escribió).

José Luis Amores

Composición nº1

Esta es probablemente la reseña más difícil a la que me he enfrentado. Posiblemente porque nadie leerá el mismo libro que yo he leído. Y diréis “¿por qué?”. Pues porque Composición nº1 es un libro muy original que se nos presenta en una caja con las hojas sin encuadernar, sin numerar, tan sólo un taco -bastante grande, por cierto- de más de trescientas hojas, calculo, en cuya presentación se nos advierte que dispongamos este libro como si fuese una baraja de cartas o naipes y las mezclemos todas.

A partir de ahí, ya comienza una aventura en la que ni el autor conoce el final. Tu destino ha decidido que ese sea el libro que leas y, si otra persona lo lee, obtendrá otra historia distinta. Pero no es como un libro de Decide tu aventura o similares, va mucho más allá. Además está lleno de reflexiones profundas que me encantaron. Y las hojas terminaron subrayadas. Así que mi ejemplar es ún más distinto que el de los demás.

Y lo -permítanme la expresión- cojonudo es que… ¡todo enlaza perfectamente! Yo intenté “pillar” al autor mezclando una vez más algunas hojas -las siguientes que iba a leer- o cambiaba el orden, para ver si encontraba algún “fallo” en el que la historia no tuviese sentido, pero nada, no obtuve ningún resultado a mi favor. Todo coincidía a la perfección.

Los personajes principales -al menos en mi historia- eran Dagmar y Marianne, pero resultaron ser como delfines, que sólo salían a la vista en ciertos momentos, como para recordarme que aún estaban ahí. Quizá había veinte páginas en los que no sabía nada de ellos y ya comenzaba a preocuparme, pero rápidamente salían en mi auxilio -o yo en el de ellos- y me los volvía a encontrar.

Es un ¿libro? estupendo, muy muy entretenido, muy visual y también de muchísima calidad narrativa, que hacen que disfrutes al máximo de su lectura, presentada como un juego.

Nunca había leído nada parecido, aunque he descubierto que hay varios libros más a los que ya les he echado el ojo.

Os dejo el book-trailer para ir abriendo boca…os seguro que no os defraudará.

Además la edición viene muchísimo mejor que otras que he visto curioseando por la Red, como la inglesa o la francesa. La caja es de cartón duro y viene barnizada. Las hojas están escritas sólo pro una cara y por detrás tienen un diseño muy chulo, letras flotantes. Todo muy currado.

Geniales los de Capitán Swing Libros :)

 

La hipertextualidad antes de internet

La novela decimonónica, con su estructura aristotélica compuesta por inicio, desarrollo y desenlace, era puesta en duda por una serie de autores que, después de un artículo publicado en Le Monde en 1957, se les conocería como escritores de la nouveau roman.

Hoy no es extraño, ya, hablar de la hipertextualidad para referirnos al cambio de paradigma en el que estamos sumergidos. Las ya no tan nuevas tecnologías han posibilitado que un texto nos lleve a otro saltando con un único clic, y combinando formatos como el audio y el vídeo en una misma pantalla. No escribimos ni leemos como Balzac, ¿Pero es culpa de la red? ¿Por qué internet es como es?

La editorial Capitán Swing acaba de publicar el libro-artefacto Composición nº1 de Marc Saporta -considerado miembro de la nouveau roman -, que salió a la luz originariamente en 1962 y que se lee como una baraja de cartas lanzadas al azar. Las páginas, sin encuadernar, no están numeradas y se presentan dentro de una caja. ¿Cómo empezar la novela? ¿Cuándo acabar la lectura?

El autor, en el prefacio, nos avisa: “Se ruega que el lector disponga de estas páginas como de una baraja de cartas. Que corte, si lo desea, con la mano izquierda, como si fuera una cartomántica. El orden en el que las hojas salgan de la baraja orientará el destino de X”. Más allá del experimento, del divertimento, Saporta está investigando sobre una forma de conocimiento diferente: “Una vida se compone de elementos múltiples. Pero el número de composiciones posibles es infinito.”

El éxito de Composición nº1, claro, es que siempre tiene sentido. El lector, activo, decide en todo momento el trayecto de lectura, y la ruptura de la linealidad se vive como un juego. Los personajes navegan o naufragan según nuestras decisiones, exactamente igual que cuando nos movemos por la red.

La propuesta del francés, fallecido en 2009, es uno de los referentes de lo que se ha llamado literatura pre-hipertextual, o que pertenece a la poética del hipervínculo. Su estructura fragmentaria, sin embargo, no es una rareza como se pudiera pensar.

El colectivo Oulipo, con Raymond Queneau al frente (publicó en 1961 Cien Trillones de Poemas), ya estaba trabajando en un camino muy parecido. No hay que olvidar tampoco que un año después de Composición nº1, Julio Cortázar presentaba Rayuela. Como es sabido, el argentino coloca un “Tablero de dirección” al principio de la novela y de esta manera “el lector queda invitado a elegir una de las dos posibilidades”. U optar por el primer libro, que termina en el capítulo 56 y que se lee de manera convencional, o el segundo, que comienza por el capítulo 73 y que ha de leerse según la mencionada tabla. En la misma esfera de actuación, en 1964, Max Aub publicaba su Juego de Cartas. Algo estaba pasando, existía una necesidad que hoy percibimos como nueva, pero que seguramente podemos encontrar ya en la Biblia o el I Ching, que utilizan técnicas como el collage, la intertextualidad o los palimpsestos.

La tecnología no surge de la nada. Es la respuesta a nuestros anhelos y aspiraciones. Es, como Prometeo, la ambición de acercar el fuego a los hombres para progresar, aunque esa misma idea esté también en crisis. Si en nuestros ordenadores, como en una suerte de paralelismos, tenemos un escritorio, una papelera de reciclaje y múltiples carpetas, es porque trasladamos nuestra cosmovisión, nuestro entorno adquirido, a las nuevas formas de organizarnos.

Algo parecido pasa con la manera que leemos en internet. Roland Barthes ya diferenciaba entre un texto “escribible”, en el cual el lector reinterpreta libremente y adquiere un papel activo en el proceso creativo; y un texto “legible”, en los cuales se restringen estas posibilidades. Jacques Derrida prefiere enfrentarse al texto abierto bajo su “metodología de la descomposición”, a través de pedazos o fragmentos que remiten a otros. Michel Foucault escribe en El orden de las cosas: “hay que reconstruir el sistema general del pensamiento cuya red, en su aspecto positivo, hace posible la interacción de opiniones simultáneas y aparentemente contradictorias”. La misma pluralidad de conexiones es la que desarrollan Deleuze i Guattari: “una meseta está siempre en el medio, no al comienzo o al final. Y un rizoma está hecho de mesetas”.

No hay que irse tan lejos. Todos recordamos aquellas historias de dragones que se vendían bajo el lema “Escoge tu propia aventura” y en las que, al final de cada capítulo, podías elegir cómo seguir la trama. Existía, pues, un caldo de cultivo. El salto era cuestión de tiempo. Actualmente sustituimos conceptos como el centro, el margen, la jerarquía y la secuencialidad para sustituirlos por la multilinealidad, los nodos, los nexos y las redes.

Miguel Ángel Ramos, que se encarga del prólogo de la edición de Composición nº 1 de Capitán Swing, nos dice que “al menos una vez en nuestra vida deberíamos barajar nuestra memoria”. Para abrirnos a lo desconocido, a la sorpresa, a lo imprevisto. Ese misterio es el que permite pasar de la información al conocimiento, sorteando criterios, algoritmos, que tan sólo buscan responder a nuestros juicios previos. Veamos cómo funcionan los buscadores, y cómo nos adaptamos a ellos. Nos hemos convertido en lo que creemos que buscan de nosotros. Una máscara de una máscara.

No hay nada más ilógico que una secuencia simplemente lógica, y eso es lo que demuestra Marc Saporta en esta composición. Literatura, o todo lo demás.

Albert Lladó

Capitan Swing sorprende con el libro-artefacto “Composición nº1″

Dejad que os describamos nuestro encuentro inicial con “Composición nº1“… La primera reacción fue pensar “qué guay este libro que viene en un cofre tan chulo”. A continuación, evidentemente, abrimos el cofre y nos encontramos con que dentro no hay un libro. O sí. Pero no un libro al uso. Todas las páginas están libres, sin encuadernar. Así que se impone investigar. ¿De qué va esto? Y resulta que la solución nos la da el mismo autor, Marc Saporta, en el prefacio de “Composición nº1“: “Se ruega que el lector disponga de estas páginas como de una baraja de cartas (…) Del encadenamiento de las circunstancias depende que la historia acabe bien o mal. Una vida se compone de elementos múltiples. Pero el número de composiciones posibles es infinito“. Es decir: llevar los postulados del Cortázar de “Rayuela” no un paso más allá, sino una cantidad innombrable de pasos más allá. La filosofía detrás de “Composición nº1” parece señalar hacia la certeza de que el orden de los acontecimientos en nuestra vida acaba siendo más importante que los acontecimientos en sí… Pero eso es algo que iremos descubriendo en la dulce batalla contra la “novela” de Saporta. Y ponemos “novela” entre comillas porque esto es más un libro-artefacto. Así que sólo podemos decir. gracias, Capitan Swing, por vuestra valentía a la hora de publicar algo tan especial.

 

 

Una baraja literaria

En 1962, un año antes de que se publicara «Rayuela», en la que Cortázar rompía la linealidad del relato proponiendo al lector que eligiera el orden de lectura de los capítulos, apareció en París otra «baraja» literaria. La firmaba un escritor cuya obra crítica sí nos iba a llegar en español pero que, hasta ahora, nos era desconocido: Marc Saporta. En 1960, Raymond Queneau funda el grupo Oulipo a la busca de nuevas estructuras literarias. Saporta no perteneció a él, pero su obra podría adscribirse a esa corriente; en una nota previa, ruega al lector que mezcle las páginas sueltas con las que se va a encontrar; sus personajes tendrán un fin u otro dependiendo del azar.

El libro-caja está prologado por Miguel Ángel Ramos, que habla de cómo esta «ars combinatoria» exige un lector activo. Saporta hace del libro físico una metáfora de la desordenada memoria, y sus personajes, la pintora Dagmar, la pequeña Helga, la hipocondríaca Marianne, son piezas de un collage cuyo título alude a un «cuadro abstracto, negro, sobre el que explotan manchas de colores. El experimento de Saporta interesará sobre todo al aficionado a los poemas en prosa. El lenguaje y el tono obedecen más a este género que a lo narrativo: «El grito de Marianne sierra la noche, cuyos trozos caen como dos leños», se dice en una hoja que, ya perdida entre el resto, uno no sabría volver a localizar.

Toni Montesinos

Móntate tu novela

El último juego llegado a las librerías consiste en mezclar las hojas de un libro como si fueran las cartas de una baraja y ver qué sale. ¿Que no te gusta? Las vuelves a barajar.

Es como montar un mueble de los que se compran empaquetados, pero a tu gusto, sin pesadas instrucciones, como te da la gana. ¿Que te sale una cama con las patas hacia arriba o un armario con las puertas a los lados? Pues no hay problema. Disfrútalo.

En literatura hace ya tiempo que existen estos juegos. El último acaba de llegar a las librerías en una caja de cartón negra y se titula ‘Composición nº 1’. Es del vanguardista francés Marc Saporta. Dentro de la caja, hay un montón de hojas sin numerar. En cada una se encuentra una pequeña historia, de personajes como Marianne, Dagmar y Helga. El juego consiste en mezclar las hojas como si fueran las cartas de una baraja y ver qué sale. ¿Que no te gusta? Las vuelves a barajar.

No es este el único juego literario que ha inventado la vanguardia. He aquí algunos, desde los dadaístas hasta Twitter.

-Los dadaístas, locos subversivos de principios del siglo XX, recortaban letras de los periódicos, las metían en una bolsa y las iban sacando para formar palabras nuevas. Como el ‘scrabble’, pero disparatado.

– Pocos años más tarde los surrealistas empezaron a jugar al ‘cadáver exquisito’. Cada uno de los participantes tiene que escribir un sujeto, un verbo y un predicado, sin que los otros sepan cuál es. Luego se juntan para formar la frase. “El exquisito cadáver/ beberá/ el burbujeante vino”. Esto fue lo primero que les salió a André Breton y compañía. Por eso el juego se llamaba el cadáver exquisito.

– El escritor Julio Cortázar escribió ‘Rayuela’ en 1963. La novela consta de 155 capítulos, que pueden ser leídos de manera sucesiva, o saltando y alternando capítulos según un plan indicado por el autor. La tercera opción es seguir el orden que uno se invente.

– Variantes del cadáver exquisito hay muchas. Este mismo periódico inició un relato a partir de una frase, que se unió a otras de otros escritores. Y Tim Burton, el cineasta, aplicó la fórmula en Twitter para crear una nueva aventura de su superhéroe Chico Mancha (Stainboy).

‘Composición nº1’ está publicado por la editorial Capitán Swing.

Iñaki Estebán

Composición nº1

Entre los precursores de los textos no lineales, de la fragmentación del discurso que hoy sirve de paradigma a la literatura hipertextual, se encuentra el novelista francés Marc Saporta

Buscadores de tesoros

Los editores buscan las mejores obras para sus colecciones, tanto en nuevos autores como en novelas publicadas que ya no se encuentran en las librerías o que aún no están traducidas al español. Cuatro editoriales independientes muestran sus últimas joyas.

Para encontrar estos tesoros no hay mapa. Escondidos, olvidados o simplemente ahí, pa­cientes en algún lugar del inmen­so archipiélago de la literatura, miles de libros esperan ser des­cubiertos. Sus buscadores no lle­van GPS y como brújula portan un olfato especial, instruido por el bagaje que deja la lectura, y una mirada crítica y curiosa. Son los editores, el oficio de los cazadores de libros. Las editoriales independientes españolas recu­peran muchos de estos tesoros, tanto novelas nuevas como obras que se habían publicado ya pero no se encuentran en las librerías o que todavía no contaban con edición en español. Algunas de ellas, como Lengua de Trapo, ya muy consolidada; Capitán Swing, con casi tres años de andadura; la navarra Cénlit, con propuestas renovadas; y Automática, llegada al mercado en febrero, dan ‘pis­tas’ sobre el hallazgo de sus joyas literarias.

Las cuatro apuestan por una literatura de calidad, que aporte algo nuevo y que no esté, en nin­gún caso, encorsetada por las modas. Desde ese prisma buscan sus libros. Jorge Lago, uno de los editores de Lengua de Trapo, y Daniel Moreno, editor de Capitán Swing, participaron la semana pasada en el Foro de la librería Auzolan, en Pamplona, donde conversaron sobre su labor. Lago explica que Lengua de Trapo, na­cida en 1995 y que cuenta con co­lecciones de novela y ensayo, par­te de la idea de “dar un hueco a narradores jóvenes o no tan jóve­nes, pero sí primeros narradores en castellano, que no suelen te­nerlo en el mundo editorial”. Eso sí, matiza que no se trata de cual­quier autor sino de quienes “es­tán intentando decir algo”: “La buena literatura por la que noso­tros apostamos no habla solo de literatura. Tiene detrás una realidad compartida, que intenta sol­tar y dar algún tipo de sentido”.

En esta línea, Moreno, cuya editorial da un papel especial al ensayo, agrega que publican dis­cursos que “se van un poco del ca­non dominante” y sostiene que “la novela al uso plantea muchas preguntas y da pocas respuestas. Hay que encontrar narrativas que intenten plantear cosas. Está bien que interroguemos, pero también dar una propuesta, una alternativa sobre algo”.

Por su parte, Darío Ochoa de Chinchetru, director y uno de los tres editores de Automática, tam­bién incide en la necesidad de obras “que aporten ópticas dis­tintas a los discursos comunes y dominantes”, por lo que la edito­rial debe “guiarse a sí misma si­guiendo exclusivamente el crite­rio de la buena literatura”. Por su parte, Cénlit, que lleva 36 años de recorrido, amplió hace tres su apuesta inicial, dedicada espe­cialmente al material académico y escolar, con publicaciones de li­teratura infantil y juvenil. Unai Pascual, uno de sus dos editores, subraya que quieren “equilibrar la creación de materiales con in­terés y resorte pedagógico alto que, además, tengan la virtud de ser grandes obras desde el punto de vista artístico”.

Lectura constante

Con estos planteamientos, los buscadores rastrean sus tesoros, que encuentran a través de dis­tintos caminos. Jorge Lago seña­la que existe un “canal semiinfor­mal” por el que circulan obras a través de autores que sugieren a otros, agentes literarios … Tam­bién cuenta que reciben miles de manuscritos en papel y a través del e-mail que, a pesar de los ine­vitables retrasos, son leídos e informados. Por ejemplo, para el Premio Lengua de Trapo 2011 recibieron 700 novelas. Sobre la re­cepción de obras nuevas, Darío Ochoa recuerda que desde la pri­mera semana de actividad co­menzaron a llegarles manuscri­tos. Durante el primer año, opta­rán por rescatar obras reeditándolas o realizando tra­ducciones, pero a partir del se­gundo sí les gustaría ofrecer tam­bién títulos de nuevos autores.

Otra de las vías que señalan to­das las editoriales es la lectura. “Una constante labor de lectura en francés, inglés, italiano … Bien nosotros, bien lectores que tene­mos fuera para traducir novelas. Hay que estar pendiente de qué sale, seguir la pista a autores, leer revistas … “, detalla el editor de Lengua de Trapo. Para Daniel Moreno, cuya editorial sobre to­do recupera obras para reeditar­las o traducirlas, este canal es cla­ve e indica la importancia de las lecturas previas. Este recorrido también es fundamental para Automática. Sus editores han vi­vido en lugares tan dispares co­mo Emiratos Árabes, China y Reino Unido, donde les cautiva­ron libros que después no encon­traron en España. Eso les impul­só a recuperarlos.

En Cénlit, la búsqueda tam­bién se orienta en dos sentidos. “Nos encargamos de revisar y destacar en algún punto los catá­logos de las editoriales a nivel in­ternacional con más peso y con más tradición en el libro ilustra­do, sobre todo en el mundo fran­cés”. Además, destaca la produc­ción propia (alrededor del 70%):

“En Navarra hay un potencial muy grande de ilustradores, di­bujantes y gente que se dedica a la creación plástica”, asegura. Ellos buscan trabajar a su lado, haciéndoles partícipes del proce­so de creación del libro.

Nuevas joyas

En los últimos meses, estas cua­tro editoriales, con catálogos muy diversos, han presentado nuevos trabajos, que ya pueden encontrarse en las librerías. Esta misma semana sale a la venta la segunda propuesta de Automáti­ca, La torre herida por el rayo, de Fernando Arrabal. La obra, que obtuvo el Premio Nadal en 1982, narra una final de ajedrez entre dos superdotados que simboli­zan dos corrientes, la más racio­nal y la más artística. Sus dos his­torias se entrelazan y van más allá de la propia partida, enfren­tando sus posturas vitales. La primera novela que publicaron fue Infancia, del ruso Maksim Gorki. En ella, el autor cuenta su vida de niño, marcada por la muerte de su padre y criado por sus abuelos. Una historia en la que, explican, la violencia y la ter­nura se mezclan y destaca el arrojo para superar las dificulta­des.

Desde esta semana también puede adquirirse Alimento para moscas, novela del donostiarra Jon Obeso, ganadora del Premio Lengua de Trapo 2011. La obra, ambientada en Navarra, está protagonizada por un entomólo­go que, a la vez que realiza un es­tudio sobre los nematóceros (mosquito común) reflexiona so­bre las relaciones humanas. Además, mientras desarrolla el estudio, una epidemia ataca a la fauna del valle. A partir de la se­mana que viene, también en Lengua de Trapo, podrá conse­guirse El público, de Bruno Ga­lindo. Relata la historia de un hombre que pertenece a la “bo­hemia residual que aún anhela compaginar un buen trabajo con sus ideales” y se le presenta co­mo un miembro de una genera­ción que se siente “política y culturalmente justificada”, al que se le presenta la constante disyun­tiva entre el conformismo o la rebelión.

Con el sello Capitán Swing lle­ga Composicián Nº1, escrita por el francés Marc Saporta en 1962. Es una novela con un formato muy singular, que se presenta en una caja, con las páginas sin encua­dernar ni numerar, para que el lector las barajee. Cada una ate­sora una narración autónoma y mediante ese juego de azar, se de­cide cómo discurrirá la historia. Próximamente, esta editorial pu­blicará Brasil, de Stefan Zweig.

De la mano de Cénlit, que ade­más de literatura infantil y juve­nil, apuesta también por los ma­nuales académicos y ensayo, en­contramos La pequeña Enara. Se trata de una historia para niños de entre 6 y 9 años, escrita por Mikel Mendibil, que narra el via­je de una golondrina llena de in­tuición y curiosidad. Otra de sus últimas publicaciones, realizada en colaboración con la editorial catalana Ttkatuka, es Ordezko lo­re bat amarentzako (Una flor de repuesto para mamá, en su ver­sión en castellano), dirigida para pequeños a partir de 5 años. Es­crita por Rebeka Elizegi e ilustra­da por Miren Iriarte, aborda la relación de un niño con su ma­dre, que sufre cáncer de mama. Una colección de tesoros para to­das las edades ya encontrados por sus buscadores.

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