Monsieur Proust
Céleste Albaret trabajó en casa de Proust como ama de llaves, mensajera, amiga y enfermera los últimos nueve años de su vida en los que, ya gravemente enfermo, escribiría En busca del tiempo perdido. Pero fue mucho más que una mera sirvienta: su sensibilidad, su innata inteligencia y el enorme cariño y devoción que sintió por él