A la poeta Luna Miguel, Facebook le ha anulado su cuenta por compartir la portada de su nuevo libro que habla sobre la masturbación femenina. Una portada normal, nada agresiva, incluso poco sugerente, por lo menos yo no me he me dado cuenta de que hablaba de la masturbación femenina hasta que no he leído de lo que trataba. Eso o tengo síndrome de Asperger y no pillo nada.
Decir que facebook no censura nada; no tiene a 3 millones de personas registrando los muros para ver si alguien ha dicho algo que les pueda molestar. El que decide que no se puede enseñar un pezón femenino pero sí una decapitación, son los propios usuarios de facebook. Es tu vecino, tu amigo, tu contacto, tu seguidor y tu hater el que decide qué es censurable y qué no. Lo que me sorprende es que yo mismo he denunciado páginas racistas, páginas misóginas, páginas de yihadistas, de antisemitas e incluso páginas de pederastas y Facebook me ha dicho que no ven nada malo. Así, tal cual, decirme que no encuentran indicios de quebrantar las normas de facebook. Eso sí, al final esas páginas acaban cerrándose a base de freirlas a denuncias, pero a Luna Miguel sólo le ha bastado una denuncia, una, sólo una, de algún retorcido, para que le bloqueen la cuenta que ya no se sabe si la podrá volver a administrar en un día, dos semanas, seis meses o nunca.
Yo mismo he escrito sobre masturbaciones, sobre lo sagrado del clítoris, sobre asesinatos, decapitaciones, lapidaciones, vísceras y semen y nunca nadie me ha denunciado. ¿Por qué a ella se le censura sólo con una denuncia de algún desconocido? ¿Es que está mal visto la masturbación femenina? ¿Es que de eso no puede hablar una mujer? ¿Qué está pasando? Repito: facebook no busca, es la gente que lleva información en bandeja de plata.
Yo también me meto el dedo. Sí, me lo meto. Me lo meto en el ojo. Me lo meto en la oreja. Me lo meto en el ombligo para buscar a mi madre. Me lo meto en mi vagina imaginaria que no tengo; y en la nariz para buscar restos de cocaína también me lo meto. Me lo meto, se lo meto por el coño, en la boca, entre los dedos de los pies y donde haga falta. Lo meto en el tubo de escape, en su ojo, en su ruina y en el cerebro como si fuese una percutora. Me lo meto, lo meto y os lo meto por el culo… Pero no, porque seguro que os gusta.
Autor del artículo: Hamed Enoichi
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