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Yakarta, el método estadounidense para derrocar gobiernos y asesinar militantes de izquierdas

Por El Periódico de España  ·  02.01.2022

El 3 de noviembre de 1970, Salvador Allende asumió la presidencia de Chile. Poco tiempo después, en los barrios acomodados de Santiago comenzaron a aparecer pintadas en las que se podía leer “Yakarta viene” o, sencillamente, “Yakarta”. A esos mensajes se sumaron envíos de tarjetas postales a los domicilios de destacados militantes de organizaciones de izquierda, en las que se podía leer “Yakarta se acerca”.

Mientras que la mayor parte de la población chilena era incapaz de vincular al país andino con el archipiélago asiático, aquellos que habían seguido con atención la política internacional de esos años, entendieron que, antes o después, el país pasaría por una situación política convulsa. Así fue. Primero se desplegó un acoso mediático al gobierno de Allende; más tarde se declararon cierres patronales en el sector del transporte; posteriormente hubo un desabastecimiento de bienes en los comercios; destacadas personalidades políticas fueron amenazadas o asesinadas y, finalmente, se produjo un golpe de Estado, que comenzó con el bombardeo del palacio presidencial y continuó con una sangrienta represión en la que no faltaron torturas, violaciones, mutilaciones y asesinatos. En otras palabras: el método Yakarta.

“Denomino método Yakarta al asesinato masivo y consciente de izquierdistas —o personas acusadas de ser de izquierdas— no en un escenario de guerra, sino en el marco de programas de exterminio planificados, realizados durante la segunda mitad del siglo XX, con la finalidad de apoyar, crear o consolidar regímenes capitalistas autoritarios alineados con Occidente durante la Guerra Fría”, explica Vincent Bevins (Santa Mónica, EEUU, 1984), que acaba de publicar El Método Yakarta (Capitán Swing). En esa monografía, este periodista estadounidense que ha trabajado para cabeceras tan prestigiosas como Los Angeles Times o The Washigton Post, explica cómo bajo el término aparentemente inofensivo de Guerra Fría se desarrollaron verdaderas operaciones de extermino. Solo una de ellas, la desarrollada en Indonesia en 1965, se cobró la vida de alrededor de un millón de personas inocentes.

Si bien el primer episodio de esta estrategia podría situarse en el golpe de Estado contra el presidente guatemalteco Jacobo Árbenz Guzmán, las masacres de Yakarta supusieron la cúspide de esa dinámica intervencionista. “De hecho, la estrategia resultó tal éxito, que otros movimientos de derecha aliados de Estados Unidos, e incluso comunistas radicales, se inspiraron en ella”, relata Bevins, que ha sido capaz de documentar el uso del “método Yakarta” en al menos 23 países durante la segunda mitad del siglo XX.

Aunque su libro se titula El método Yakarta, esa política de exterminio fue aplicada, además de en Indonesia, en Guatemala, Irán, el Congo, Brasil, Uruguay, Chile o Argentina. ¿Formaba todo parte de la misma estrategia?

Uno de mis principales empeños a la hora de hacer el libro era conectar Indonesia 1965 con el resto de la Guerra Fría, dejar claro cuán importante fue ese acontecimiento en todo el mundo y mostrar cómo la violencia de derechas estuvo conectada entre sí durante el siglo XX. Por ejemplo, las experiencias obtenidas después del golpe de Brasil de 1964, respaldado por Estados Unidos, y las de la masacre de 1965 en Indonesia, se utilizaron en Chile. El régimen militar de Brasil fue muy activo a la hora de presionar para acabar con el gobierno socialista democrático de Allende, e incluso ayudó a imponer el terror en el país, como demuestra que funcionarios brasileños estuvieran presentes en el famoso Estadio Nacional en los días en que funcionó como campo de concentración. Posteriormente, Brasil, Chile y otros países de América del Sur formaron el Plan Cóndor, cuyo objetivo era asesinar a izquierdistas y a aquellos que eran percibidos como enemigos, tanto dentro de esos países, como en el resto del mundo.

¿Cuál fue el resultado de esa colaboración supranacional?

El resultado del método Yakarta en la Guerra Fría dio forma a ese modelo de globalización que se produjo a fines del siglo XX y que, en consecuencia, tanto ha influido en el mundo que habitamos hoy. A finales de la década de 1970, la mayor parte de América del Sur estaba gobernada por dictaduras anticomunistas asesinas, que mantenían la región permeable al capital internacional y estaban alineadas políticamente con Washington. Para conseguirlo, esos países mataron a decenas de miles de personas. Luego, cuando Centroamérica volvió a ser percibida como un “problema” para Washington y sus aliados de la derecha latinoamericana, los países miembros del Plan Cóndor enviaron asesores a la región para entrenarlos en contrainsurgencia violenta. Además, dos fuentes argentinas indican que, unos años antes del golpe de 1976, un líder de un escuadrón de la muerte guatemalteco se reunió en España con un líder de un escuadrón de la muerte argentino para hablar sobre la eficacia del “Plan Yakarta” y cómo emplearlo. También sabemos que, durante la década de 1980, los funcionarios estadounidenses y sudamericanos asesoraron a las dictaduras centroamericanas para cometer asesinatos en masa.

En varias ocasiones utiliza el término “enemigo percibido” o “supuesta amenaza”. ¿La idea que tenía Estados Unidos del comunismo se correspondía con la realidad o fue exagerada?

El gobierno de los Estados Unidos exageró intencionalmente la “amenaza comunista” cuando se dirigió a su propia ciudadanía. Por otra parte, también era frecuente que los funcionarios del gobierno de EEUU exagerasen involuntariamente esa “amenaza comunista”. La explicación a esto creo que radica en que beneficiaba a sus intereses personales, desde el momento en que muchas de las organizaciones seleccionaban y ascendían a las personas que se mostraban más comprometidas en la lucha contra la Unión Soviética. En todo caso, para que te hagas una idea de la desconexión con la realidad, Estados Unidos, el país más poderoso de la Tierra, era mucho más fanáticamente anticomunista que muchos países del norte y oeste de Europa, que estaban más cerca de las fronteras soviéticas.

En muchos casos, esa campaña de desprestigio del comunismo se basó en mentiras, en verdaderos relatos fantásticos en los que aparecían vampiros, mujeres que realizaban aquelarres en los que castraban a militares e incluso se intentó rodar una falsa película porno para desprestigiar a Sukarno, el presidente indonesio. ¿Cómo pudieron calar ese tipo de mensajes entre la población?

Como dices, no solo hubo exageraciones, sino cuentos fantásticos perfectamente elaborados para infundir miedo a los habitantes de las poblaciones que se habían establecido como objetivo. Para ello, contaban con los recursos de las agencias de inteligencia occidentales y, con mucha frecuencia, con la colaboración activa y pasiva de los medios de comunicación. Por un lado, se incluían historias falsas en pequeños medios locales que eran posteriormente recogidas por publicaciones internacionales con más reputación y, por otro, había medios occidentales que reproducían, a sabiendas, informaciones falsas porque se lo solicitaban funcionarios estadounidenses.

El general Suharto, que como líder del ejército indonesio dirigió la brutal represión contra los comunistas y acabó sucediendo a Sukarno al mando del país.

¿Continúan ese tipo de políticas en la actualidad? ¿Sigue habiendo medios de comunicación y periodistas, en democracias como la española, que están financiados por Estados Unidos?

No creo que la mejor manera de entender el sesgo de los medios de comunicación sea especular sobre si uno u otro periodista puede o no estar financiado en secreto por algún agente oscuro. Por lo general, basta con ver quién nos financia abiertamente. ¿Quién posee los principales puntos de venta? ¿En qué condiciones estos puntos de venta pueden seguir siendo rentables? ¿Cuál es su relación con los centros de poder, sean gubernamentales o no? ¿A qué tipo de persona es probable que se contrate en un medio?

Más allá de esa estrategia de la mentira, muchas de las operaciones de Estados Unidos en el mundo fracasaron por desconocer la realidad del lugar. ¿A qué cree que respondía esa desconexión con la política, el clima, la geografía o las costumbres de esos países?

Es muy difícil interpretar el mundo entero al mismo tiempo. Además, aunque Estados Unidos siempre ha sido una potencia imperialista, hasta la década de 1940 fue muy provinciana y, sencillamente, no sabía lo que sucedía en otros lugares. Por otra parte, cuando eres el país más poderoso de la Tierra y actúas de manera encubierta en otros territorios, puedes estropear las cosas una y otra vez y seguir intentándolo otras tantas más porque no habrá nadie que te vaya a meter en problemas. En esa época, no había árbitro que pudiera sacar una “tarjeta roja” a la CIA.

En el libro cita varios casos en los que miembros del gobierno de EEUU proporcionaron a los militares de diferentes países listas de opositores para que los asesinasen. ¿Por qué nunca ha sido juzgado Estados Unidos o esos funcionarios por semejantes acciones?

En declaraciones a The Washington Post, un funcionario de la embajada de los Estados Unidos admitió esos hechos de forma muy despreocupada. Dijo: “Probablemente tenga las manos manchadas de sangre, pero eso no es del todo malo”. Era consciente de que ningún funcionario estadounidense paga por acciones como esas. Entre otras cosas, porque Estados Unidos no reconoce la autoridad de ningún organismo internacional como, por ejemplo, la Corte Penal Internacional. De hecho, Estados Unidos aprobó una ley que estipula que podemos invadir La Haya si, en algún momento, intentan responsabilizar a los funcionarios estadounidenses desplazados allí. Estos son los privilegios de ser hegemónico en un sistema unipolar: puedes vulnerar las reglas del orden internacional que afirmas mantener y nadie puede hacer nada al respecto.

La violencia suele ejercerse de forma progresiva, porque no es inteligente asesinar a alguien cuando se puede conseguir lo mismo con una simple amenaza. Sin embargo, las intervenciones de EEUU en países de Latinoamérica y Asia se caracterizan por un uso extremo de la violencia y el terror.

El asesinato en masa no era la primera opción de Estados Unidos a la hora de modelar la política en Indonesia. Se probaron muchas otras cosas a lo largo de diez años como, por ejemplo, intervenciones financieras en el sistema político. Como regla general, el asesinato en masa surge como solución final, como último recurso, porque cualquier régimen medianamente racional que desee hacer un uso eficiente de sus recursos y generar una estabilidad a largo plazo, tratará de consolidar su poder matando al menor número posible de personas. Por otra parte, tampoco es fácil asesinar a mucha gente; es mejor asustarlos. En Chile, por ejemplo, un funcionario se jactó de que su red terrorista era más eficiente que su contraparte en Argentina y, por lo tanto, no tenían que matar a tanta gente. En Indonesia hubo aproximadamente un millón de personas asesinadas y otros tantos en campos de concentración. No obstante y a pesar de estas abultadas e impactantes cifras, eso era solo una pequeña minoría del número de personas que, de alguna manera, eran de izquierdas a principios de 1965. Asesinar a cualquier persona asociada con el PKI, el partido comunista de Indonesia, hubiera significado matar a veinte o veinticinco millones de personas.

Henry Kissiner (izda.) con Augusto Pinochet (en el centro). EEUU fue el principal aliado de los golpistas chilenos./ARCHIVO

¿Cree que en esas intervenciones de EEUU en otros países hay rasgos de racismo y neocolonialismo?

Es indiscutible que los funcionarios de política exterior de Estados Unidos estaban motivados por el racismo, que realizaron comentarios racistas y que el racismo influyó en su pensamiento durante el siglo XX. Por otra parte, sería raro que hubiera sido de otra manera: Estados Unidos se fundó sobre la idea de supremacía racial y solo otorgó derechos de voto plenos a los ciudadanos no blancos en la década de 1960. Por otra parte, el término “neocolonial” fue utilizado con frecuencia por líderes como Sukarno en las décadas de 1950 y 1960 y, personalmente, creo que es un análisis defendible. De forma muy simplista, se podría decir que la Guerra Fría fue la época en la que terminó la colonización europea del Sur Global, y Estados Unidos tomó su lugar como líder de un nuevo sistema mundial neocolonial.

¿Hasta qué punto las empresas estadounidenses tienen responsabilidad de lo ocurrido en países de Latinoamérica o Asia? Además de casos célebres como el de la United Fruit Company, las cadenas de hoteles estadounidenses explotan todavía hoy para el turismo lugares del archipiélago indonesio en los que se realizaron matanzas de civiles en los años 60.

La economía política en los EEUU se basa en que los intereses corporativos tienen un papel clave a la hora de definir la política exterior. Esto es especialmente notorio cuando empresas grandes, muy rentables y con relaciones duraderas con el gobierno, tienen intereses en partes del mundo donde los votantes estadounidenses tienen poco interés o conocimiento de lo que está sucediendo. El ejemplo clásico es el de las empresas petroleras, que siempre han estado muy bien posicionadas para hacer oír su voz en Washington, DC. Por lo tanto, es absolutamente cierto que empresas estadounidenses con nombres y apellidos son responsables de algunos de los peores crímenes cometidos en el siglo XX. Esto no es especulativo. Tenemos documentación detallada de los mecanismos de presión que utilizaron esas empresas para obtener determinados resultados en política exterior o de cómo actuaron directamente por su cuenta en todo el mundo.

A pesar de todo lo que revela en su libro, hay muchos documentos sobre el papel jugado por Estados Unidos en Indonesia que no han sido desclasificados. ¿Por qué este secretismo cuando ha pasado más de medio siglo? ¿Qué oculta Estados Unidos?

Ahora tenemos acceso a cables del Departamento de Estado que ayudan a comprender esa época, pero aún hoy no podemos consultar los archivos de la CIA o los materiales militares relacionados con Indonesia. ¿Por qué no los han liberado? Tendrías que preguntarles tú. Yo lo intenté y no me dieron una respuesta.

Caído el muro de Berlín y desmantelado el comunismo, Estados Unidos continúa interfiriendo en la vida de diferentes países del mundo. ¿Cuál es ahora la excusa para esa intervención? ¿La democracia? ¿La lucha contra el terrorismo? ¿Contra el narcotráfico?

Cuando cayó la Unión Soviética, algunos aspectos de la política de la Guerra Fría cambiaron en Occidente, pero otros no. Estados Unidos mantiene su compromiso de satisfacer sus intereses a escala global, ya sean económicos o geopolíticos. En el caso de un país como Cuba, por ejemplo, seguimos apretándole las tuercas al país, lo que dice mucho sobre qué parte de nuestra política hacia ellos estuvo realmente motivada por el miedo a la Unión Soviética. Las dos primeras décadas del siglo XXI estuvieron marcadas por la “Guerra contra el terrorismo”, excusa que podría utilizarse para justificar casi cualquier intervención en cualquier lugar del mundo, especialmente contra esos países que desafiasen el poder de Estados Unidos, o buscasen cambiar el modelo de sistema global. Por otra parte, tampoco hay que olvidar que todavía se dan golpes de Estado en América Latina. Contra gobiernos de izquierda, por supuesto.

Haciendo un ejercicio de historia-ficción, ¿cómo podría haber sido el mundo si EEUU no se hubiera entrometido en países como Guatemala, Indonesia, Chile, Argentina, Brasil o Cuba?

Uno puede imaginar una infinidad de posibilidades. Lo que sí que me gustaría dejar claro al lector es que sí había otras posibilidades. El mundo no necesitaba ser exactamente como es ahora, con un orden del que forman parte la represión y el empleo de la violencia. En todo caso, me gustaría que fuera la gente la que imagine de qué manera podría ser diferente.

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