- El ‘Economista Cabreado’ del 15M, hoy responsable de los contenidos económicos del medio cooperativo El Salto, publica ‘Pescar el salmón’, un libro que pretende ser una herramienta “para empoderarse ante las narrativas y los ataques neoliberales” en la prensa.
Yago Álvarez (1980) cierra un ciclo con ‘Pescar el salmón’ (editorial Capitán Swing). “Es el manual de todo el trabajo que he hecho desde el 15M”, dice este periodista de El Salto. El ciclo empezó con la cuenta del ‘Economista cabreado’ en Twitter. Pasó por el blog ‘El salmón contracorriente’. Por los medios alternativos, y también los convencionales (TVE, Cuatro o la ETB). Y llega hasta el libro con el que intenta armar definitivamente a los menos avezados en economía contra las narrativas neoliberales, conservadoras, privatizadoras, regresivas…El cambio en la economía: la inversión alcanza ya el 83% del máximo de la burbuja pero se ‘desengancha’ del ladrillo
“Es esa herramienta que quería compartir con la gente”, incide. El artefacto en cuestión recoge toda su experiencia explicando la economía desde un punto de vista social, derribando bulos de los medios de comunicación y defendiendo una fiscalidad más justa y progresiva, una mayor redistribución de la riqueza o visiones más sociales, respetuosas con el medio ambiente y feministas del trabajo y de los negocios.
Estudió ADE (Administración y dirección de empresas) y su primer trabajo fue un banco, en plena burbuja inmobiliaria, ¿cómo le marca esa experiencia?
Era una época de efervescencia, en la que era muy fácil trabajar en el mundo financiero. Se te abrían las puertas de los bancos. Y a la vez era una época extraña, porque tus amigos que dejaban en el instituto para poner pladur ganaban el triple que tú. Pero poco a poco, empieza a acabarse ese modelo y yo vivo el estallido de la burbuja y entonces me afecta de dos maneras. Por un lado, me doy cuenta de que ahí no encajo. Yo soy de familia obrera, y estudié ADE porque quería ser rico, como todos los chicos de barrio obrero. Pero era difícil para mí encajar en un ambiente tan clasista, tan racista, tan machista. Y luego, viví desde dentro de un par de entidades como la misma gente que había estado repartiéndose primas y comisiones por vender todo tipo de productos y por firmar cientos de hipotecas a porrillo, se lavaban las manos. Repetían esa frase de que las familias habían vivido por encima de sus posibilidades. Entonces, me doy cuenta de la hipocresía y de lo dañino que puede ser el sistema financiero.
¿Le despidieron? ¿Lo dejó voluntariamente? ¿Cómo es la reacción de su familia?
Estuve en varios bancos. Primero en España. Después en la City de Londres para una caja española. Allí estuve un par de años. Volví justo cuando empezó la crisis. En esa época, y sobre todo en el caso de la gente joven que acabábamos de entrar tantos de golpe, tenías que ser un killer. Tenías que tener muy pocos escrúpulos para ascender. Y yo no era ese tipo de persona. Yo no ascendía. Pero aguanté trabajando porque sentía que se lo debía a mi familia, aunque cada vez en puestos de menor responsabilidad. Buscaba un sueldo y ya está, hasta que aquello ya se hizo insostenible. Llegó el 15M en 2011… y en 2014 lo dejé completamente. Fue un shock comunicárselo a mi familia, decirles: mira, es que ahora me he abierto una página web con unos amigos y estoy escribiendo sobre economía y casi no gano dinero… Después de haberme estado vistiendo de traje, corbata y afeitándome todos los días durante unos años… Es un paso bastante complicado.
Es decir, todavía trabajaba en la banca cuando empezó en el activismo…
Los últimos años, ya involucrado en el 15M, estuve dos años en una subcontrata del Banco Popular, y después uno más en una aseguradora. Y en ese tiempo ya comencé con la cuenta del ‘Economista cabreado’ en Twitter y con el blog de ‘El salmón contracorriente’.
Comenzó de forma anónima, ¿por qué?
Es esa época del 15M donde había muchos perfiles de este tipo. Es verdad que yo seguía trabajando en un banco, pero tampoco creo que en aquella época mi repercusión fuera tanta como para que los dueños del banco se pusieran a buscar mi nombre. Era más bien una manera de jugar a ese nuevo juego que eran las redes sociales y Twitter.
¿Y cuándo decidió dar la cara?
Comencé desde el anonimato pero no me escondía. Firmaba artículos como Yago Álvarez y enlazaba la cuenta del ‘Economista cabreado’. No hay un momento que diga me voy a quitar la careta, sino que es una evolución.
Desde ‘Economista cabreado’, luego en la creación de medio cooperativo de El Salto y ahora con ‘Pescar el salmón’, ¿ha mantenido siempre los mismos objetivos?
Desde el principio quise intentar traducir la economía y que la gente rompa esa barrera del no me quiero meter en economía porque es complicada. Intentar bajar conceptos, ser didáctico y pedagógico, y, sobre todo, ser crítico con el uso que se le da a la información económica. Ahora lo hago de otra manera, tengo mayor alcance. Por supuesto, hay veces que me pongo una camisa y salgo en televisión, que eso es una gran diferencia con lo que hacía hace años. Incluso, hasta he publicado un libro. En este momento, hay una grandísima ofensiva neoliberal y reaccionaria, que me ha obligado a cambiar algunas cosas. Me encantaría estar criticando al PSOE constantemente, pero es que ya lo hacen el 90% de los medios de comunicación. Entonces, intento hacer un poco de contrapeso y eso varía un poco mi enfoque.
¿El libro cierra un ciclo?
Sí, es el manual de todo el trabajo que he hecho este tiempo. Es esa herramienta que quería compartir con la gente.
Entrando en el contenido del libro. Habla de que la prensa económica goza de cierta percepción de neutralidad por la especialización y el desconocimiento del público en general. Dice: en deporte, el Marca es el periódico del Real Madrid y el Sport el del Barça; en política, El País es del PSOE y El Mundo del PP. ¿Y en economía? Expansión, Cinco Días, El Economista… ¿son todos iguales?
En sus grandes postulados lo son. Quizá con la excepción de Cinco Días, que es del Grupo PRISA, y hasta ahora ha sido más próximo a la socialdemocracia del PSOE. Pero para mí lo que les hace totalmente similares es que todos están basados en la ideología que ganó la batalla cultural desde la era Reagan-Thatcher. Cada uno tiene sus intereses, porque cada uno tiene sus anunciantes y sus accionistas. Y cada uno tiene su esfera de influencia. Pero los postulados son exactamente los mismos, basados en el neoliberalismo puro y duro.
En la crítica que hace a los medios económicos, advierte de que no señala a periodistas sino a las propias cabeceras, porque entiende que tras las firmas hay situaciones de precariedad y hasta la amenaza de despido, que condicionan los contenidos que se firman…
En el prólogo cuento que, a veces, cuando he desmontado un artículo, me ha escrito el propio periodista por Twitter por privado para decirme: tío, tienes toda la razón. Yo ese enfoque o ese titular no lo elegí. El libro intenta señalar a los poderes que hay detrás de los medios de comunicación. Nunca a un periodista, nunca a un currela, que tiene miedo a ser despedido y que tiene que comer. Para mí, la precarización de la profesión es una de las principales herramientas de censura y de control de la opinión pública y del lenguaje y de todo que se va a utilizar en los medios. Lo que sí que señalo son pseudo periodistas.
La gente tiene que romper la barrera del no me meto con la economía porque es complicada
También tiene enfrentamientos directos con algunos periodistas y economistas a los que critica.
Hace poco tuve uno con el jefe de redacción de ‘The Objective’ durante días porque le desmonté un titular, que a todas luces era un bulo. ‘The Objective’ es una de las principales pruebas de algo que también hablo en el libro, que es que los medios de comunicación no son rentables porque no necesitan ser rentables, porque la rentabilidad de sus cuentas no es lo importante. Ha hecho nueve ampliaciones de capital en 10 años que tiene el periódico. Nunca da beneficios, pero está mantenido a base de talonario. Porque lo importante no es el beneficio de sus cuentas, sino el beneficio que puede ofrecer con la influencia pública que tiene. Ese tipo de perfiles me da exactamente igual que me insulten. Esos no son currelas.
Ha introducido ya algunas formas de control de los contenidos informativos por parte de los poderes económicos. Quería repasar, un poco más en detalle, algunas de las que toca en el libro. Por ejemplo, señala que bancos, fondos de inversión y empresas están en los accionariados de los medios de comunicación. ¿Esto ha sido siempre así?
Hay un proceso que se le llama proceso de financiarización de la economía, que es lo que hemos sufrido en los últimos 30 o 40 años, y que ha abierto la puerta a que los bancos y los fondos de inversión pudieran entrar en todas las empresas y también en los medios de comunicación, hasta convertirlos en una herramienta de sus objetivos.
Claro, porque es sabido que el periodismo no es un sector muy rentable. ¿Qué beneficios obtienen entonces los accionistas y propietarios de los medios de comunicación?
No necesitan que un periódico les dé dinero, necesitan poder de alcance, para generar opinión y narrativas, y relatos que acaben beneficiando de una manera indirecta o muy directa a los intereses de sus otras empresas. Por ejemplo, en España, grandes grupos mediáticos, donde en sus juntas directivas se sientan el BBVA o CaixaBank, han salido en tromba a crear la narrativa de que el impuesto a la banca va a ser peor para todos, que lo va a pagar el cliente… Se generan narrativas casi de catástrofe, enlazándolo con el empleo, que es lo que le llega a la gente…
Ocurre igual con los ingresos por publicidad. Y se ha visto con las energéticas. En los últimos dos años no ha habido un medio que no tuviera publicidad de Iberdrola. Está un gobierno intentando intervenir el mercado energético, poniendo un tope al gas, un impuesto especial… Y medios de comunicación que pretenden ser serios criticando el mecanismo ibérico, negando la realidad de los datos…
Hay formas de control de los contenidos más sutiles. Por ejemplo, a través de las fuentes de información…
Creo que es la cuestión más importante. Existe toda una maquinaria de generación de narrativas y de historias que busca promover una opinión pública u otra, a través de la voz experta, de la opinión, del análisis, de los informes de los think tank o grupos de pensamiento, que pertenecen a patronales o bancos y que se ofrecen a los medios de comunicación y que estos mueven. Muchas veces por necesidades de producción y otras porque encajan exactamente con lo que quieren argumentar. Algunos de estos informes o expertos fallan como una escopeta de feria, pero da igual. Porque cuando se comprueba ya nadie recuerda los titulares con los bulos.
Y es transversal a toda la prensa económica la que usted denomina como la jerga salmón.
Ese se nota en el uso del inglés y otros palabros, que sirven para dar una imagen de que la economía es algo en lo que no se deberían o no se pueden meterese los mortales. También se usa el inglés para suavizar hechos. En vez de decir fondos buitre, se habla de hedge funds, para que nadie entienda que nos estamos refiriendo a especuladores. El meollo está en el tema de las cifras. Se juega con que los grandes números son difíciles de digeir. Y se utlizan para abrumar.
Denuncia que el 90% de los medios económicos tiene un sesgo neoliberal y que defiende a los poderes económicos. Pero usted también tiene su propio sesgo, ¿cómo lo justifica?
Yo tengo un montón de sesgo y no me escondo ni lo más mínimo, la verdad. Tengo un sesgo de izquierdas total. Pero para mí hay una grandísima diferencia. A mí me pasa lo mismo que estaba explicando: quiero escribir un reportaje en el que a mí me interesa contar que, por ejemplo, el sistema de pensiones sí que es sostenible si se modificaran ciertas cosas, y hay economistas que sé que me van a argumentar que sí, que es sostenible. Economistas de izquierdas, progresistas… O sea, yo tengo ese mismo sesgo a la hora de elegir las fuentes. ¿Cuál es para mí la principal diferencia? Cuál es tu intención y cuál es tu meta en esto del periodismo. En El Salto, nosotras siempre decimos que somos una herramienta de cambio social, de defensa de lo público, de defensa de las minorías. Ese es nuestro periodismo y no nos ocultamos.
Claro que tengo un sesgo de izquierdas, pero la diferencia es que está al servicio de la sociedad
Lo preocupante es que los medios económicos mayoritarios tienen sesgos no porque los periodistas se crean el modelo neoliberal, la economía del goteo, ni que privatizando las servicios vayan a funcionar mejor…. Claro que no se lo creen. No es una cuestión ideológica, es una cuestión de intereses económicos. Yo puedo debatir con un neoliberal que se lo crea de verdad. Es interesante. Pero en general lo que priman son los intereses económicos y de poder.
Entonces, yo tengo un sesgo, por supuesto, pero yo tengo un sesgo que está al servicio de la ciudadanía, que está al servicio de la población, al servicio de la sociedad. Su sesgo está al servicio de unos intereses económicos. Y lo peor es que yo lo reconozco y ellos no.
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Para terminar. Le gusta mucho la música. Si le tuviera que poner banda sonora al libro, ¿cuál sería?
Tiene que ser algo punky. Quizá La Polla Records, que siempre han señalado al poder y que han llamado a la auto organización. Y a la lucha, unidos desde abajo, que es de lo que va el libro. No quiero que sea un libro que haga no volver a entrar nunca en un periódico salmón, sino al contrario, que nos dé herramientas y que nos empodere para poder enfrentarnos a la prensa salmón y poder repeler los ataques.
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