-Dígame, ¿qué es exactamente lo que están matando las grandes tecnológicas en el mundo del arte?
-Yo diría que están matando la posibilidad de ser un determinado tipo de artista. Antes de la llegada de estas compañías, económicamente hablando, los artistas, por supuesto, ya tenían dificultades para sacar adelante su vida. Sin embargo, antes de la llegada de las tecnológicas había una minoría de artistas que se las arreglaban para desarrollar una carrera.
-No se refiere a las grandes estrellas, supongo.
-No. Me refiero a personas que trabajaban no para ser grandes estrellas, no para ser famosos, no para ser ricos, sino simplemente para establecerse como artistas, poder trabajar y tener un público. Artistas serios y trabajadores. Podían comprar una casa, podían educar a sus hijos, podían mantenerse. Cuando tienes esa clase de estabilidad, tienes libertad para hacer el arte que realmente quieres hacer, para proseguir tu senda como artista, para decir lo que crees que necesita ser dicho sin estar pendiente del mercado o de lo que el público quiere y es capaz de aceptar. La llegada de las tecnológicas amenaza ese tipo de artista y ese tipo de arte.
-En el libro dice que hay demasiado artistas.
-Siempre ha habido muchos artistas y la mayoría siempre han sido pobres. Eso ocurría antes del siglo XXI, de la llegada de las grandes tecnológicas y de las redes sociales. Después de la Segunda Guerra Mundial el arte se convirtió en una profesión, y en los años 80 y 90 cada vez más y más gente empezó a ir a las escuelas de arte en EEUU. Las instituciones relacionadas con el mundo del arte cambiaron lo suficiente como para que la gente pudiera hacerlo, así que cada vez más gente se apuntó, inevitablemente más de los que el mercado podía soportar. Así que ese fenómeno ya existía, pero internet lo ha multiplicado, probablemente por cien.
“Las tecnológicas están matando la posibilidad de ser un determinado tipo de artista”
-¿Por qué? ¿Cómo?
-Porque, en fin, es una especie de “todo el mundo puede hacerlo”: las herramientas están allí. Puedes grabar música y colgarla, puedes escribir un libro y publicarlo. Pero entonces pasa lo lo que pasa. Recientemente me enteré de que cada día se suben 40.000 canciones nuevas a Spotify. Cada día, 40.000 canciones. 15 millones al año. Así que es evidente que hay una saturación, y el problema es que eso cambia la valoración del arte. No valoras igual la música si tienes 40.000 canciones nuevas cada día que si vas a la tienda a comprar un disco. Se consume más, pero el hecho de que todo sea tan barato hace que el arte llegue de otra manera a la gente.
-Y encima es un mundo donde “the winner takes it all”. Lo dice usted. Así que, ¿qué esperanzas tienen todos esos jóvenes que están ahora mismo pensando en dedicar su vida a una actividad artística?
-Me gustaría que no fuera así, pero es así. El pastel es cada vez más pequeño, cada vez hay más gente compitiendo por un trozo y cada vez una porción mayor de ese pastel va a parar al 1% de los artistas. Las cosas son así, y en el último capítulo del libro hablo de maneras para hacer las cosas mejores, para luchar contra los monopolios y repartir mejor el dinero que, en cualquier caso, el arte sigue generando. Pero se seguirán subiendo 40.000 canciones al día, eso no va a cambiar.
-¿Es imposible pensar en un artista del siglo XXI viviendo en los márgenes de lo tecnológico?
-Es difícil de imaginar. Quizá alguien pueda hacerlo, pero eso implica contar con un buen colchón económico, probablemente algún tipo de fortuna familiar.
“Cada día se suben 40.000 canciones nuevas a Spotify, así que es evidente que hay una saturación”
-Ser un artista hoy en día no es un trabajo, es un negocio, dice en el libro. Cada uno es su propia empresa. Lo cual choca con la visión romántica que tiene el artista de sí mismo. ¿Tiene que haber un cambio de mentalidad?
-Mire, después de escribir este libro creo que ese romanticismo es probablemente lo ideal para un artista, pero esa no es la realidad. No creo que jugar según las reglas de las tecnológicas signifique entregarse completamente al mercado, o hacer necesariamente basura comercial, o no trabajar según tu propia visión de las cosas, pero hoy en día hacer arte, incluso buen arte, pasa por ser realistas con respecto a la situación que nos rodea.
-Este mundo tecnológico es reciente. ¿Cree que esta crisis del arte es puntual, que los artistas se van a adaptar a la nueva realidad y que funcionarán según el nuevo paradigma?
-Creo que ya está ocurriendo. Los jóvenes artistas se están adaptando a este mundo. La pregunta es qué vamos a obtener de este modelo y qué clase de arte nos va a dar. No lo sé. Supongo que a medida que pase el tiempo los artistas encontrarán nuevas formas de adaptarse para poder trabajar seriamente.Noticias relacionadas
-Los artistas han sufrido mucho durante la pandemia.
-¿Sabe por qué? Porque el artista se ha convertido en alguien altamente dependiente de los eventos presenciales. Los contenidos de internet han sido desmonetizados y toda esta gente que trabaja con internet, escritores, artistas visuales, se han vuelto a la vez cada vez más dependientes de lo presencial. Los ingresos de los escritores, por ejemplo, dependen mucho de las conferencias, los talleres, los clubes de lectura. Ha sido una catástrofe.
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