Marginada de la cultura francesa y prácticamente desconocida fuera de las fronteras galas, la escritora Violette Leduc fue la protegida de Simone de Beauvoir y una precursora en el tratamiento revolucionario del aborto y el lesbianismo en la literatura francesa de la posguerra. Ahora, Capitán Swing ha editado su novela más conocida, La bastarda, hasta el momento inédita en español.
Alguien tiene que decir lo que ella escribe, es necesario.
Con esta carta de presentación, la filosofa y feminista Simone de Beauvoir convenció a los editores de Gallimard a mediados de los años 40 de que publicasen a Violette Leduc. La editorial le hizo caso y así vio la luz su primera novela, L’Asphyxie, elogiada por Albert Camus, Sartre, Jean Cocteau y Jean Genet.
Hija ilegítima de un noble galo, Violette Leduc nació el 7 de abril de 1907 en Arrás (al norte de Francia), donde pasó la mayor parte de su niñez con baja autoestima. Siendo una joven solitaria, irritable, obsesiva, marcada psicológicamente por una relación hostil con su madre y acomplejada por su aspecto físico, con 19 años Leduc se trasladó a París, dejando atrás a su familia y a la que fue su primera pareja femenina. Después de trabajar como operadora telefónica y secretaria en la editorial Plon, a mediados de los años 40, conoció a Maurice Sachs y Simone de Beauvoir, quienes la animaron a escribir.
Casi involuntariamente y atenazada por sus demonios interiores, Leduc conquistó a la autora de El Segundo Sexo en plena posguerra, cuando sobrevivía traficando alimentos en el mercado negro. Cuentan que la mentoría que Beauvoir ejerció sobre ella, la salvó de la autodestrucción. Aún así, la escritora continúa siendo prácticamente desconocida en Europa y minoritariamente en Francia. No fue hasta que el cineasta Martin Provost recuperó su figura en el biopic Violette (2013), que despertó en el público general la curiosidad acerca de su transgresora y maldita literatura.
La fealdad en la mujer es un pecado mortal; si eres bella es a la que miran por la calle por su belleza, si eres fea es a la que miran por la calle por su fealdad.
Una obra visionaria y controvertida
Su novela autobiográfica La bastarda, ganadora del Premio Goncourt en 1964, se convirtió rápidamente en uno de los best sellers de su tiempo; en ella, Leduc habló públicamente y con detalle sobre el aborto, cosa que entusiasmó a las primeras militantes del Movimiento Feminista de Liberación. Además, escribió sin tapujos acerca de su identidad sexual, ahondando en el erotismo de sus amores lésbicos.
Me oculté en sus brazos: “No soy bella, usted me intimida”, dijo. Ella veía en mis ojos nuestro porvenir, miraba el instante siguiente y lo retenía en su sangre. Volvió a la cama y me deseó. Yo la acariciaba, prefiriendo el fracaso a los preparativos. Hacer el amor en la boca me bastaba: tenía miedo y pedía auxilio con mis muñecas. Dos pinceles recorrían mi piel. El corazón me latía en lo alto de un monte, tenía la cabeza llena de humo. Me visitaban dos dedos contradictorios. Cuan magistral es la caricia y cuan inevitable…
El amor lésbico, que Leluc describía con delicada precisión y poesía, había sido anteriormente motivo de controversia en su tercera novela, Ravages (1955), que fue censurada por lo explícito de sus pasajes sexuales en un tiempo en que la homosexualidad estaba prohibida en Francia.
Literatura de supervivencia
Curiosamente, a pesar de que la forma “inusual” de vida de Leduc no distaba tanto de la de sus colegas intelectuales, la desgarradora honestidad con la que escribió, la condenó al olvido –pese a sus éxitos literarios–. Es incomprensible, como afirma Rafia Zakaria en The Guardian, que “una provinciana, mujer, contrabandista y lesbiana, que vivía salvajemente y amaba locamente, no forme parte de la narrativa cultural francesa“. Pero tal y como vemos en la adaptación cinematográfica de su biografía, Leduc parece haberse quedado sepultada bajo la losa del cliché del “genio loco” y su retrato nos ha llegado como un simplista descenso hacia los infiernos, sin duda, insuficiente para un personaje tan torturado y marginal como complejo y fascinante, que consiguió redimirse (temporalmente), como tantos otros, a través de la escritura. Podemos asegurar que la de Violette fue una literatura de supervivencia.
Con once novelas publicadas, Leduc acabó sus días en la soledad de un sanatorio, asediada por los demonios de su infancia; pero su obra literaria, la trascendió. A pesar de que nunca tuvo una voluntad o un compromiso político claro, Leduc denunció tan pasional como involuntariamente a la sociedad de su tiempo, y, tal y como había profetizado Simone de Beauvoir, acabaría convirtiéndose, ya entrada la década de los 90, en referencia obligada en las tesis sobre estudios de género. Esperemos que, con el tiempo, sea paulatinamente traducida y reivindicada como merece: “el pasado no alimenta”, escribe en La bastarda:
Ver artículo originalMe iré como he llegado: intacta y cargada con los defectos que me han torturado. Hubiera querido nacer estatua, y soy una babosa en mi propio estercolero. Las virtudes, las cualidades, el valor, la meditación, la cultura. De brazos cruzados, me he destrozado ante esas palabras.