¿Por qué los cardenales visten de rojo y de dónde procedía el tinte para sus ropas cuando empezaron a hacerlo? ¿Cuál es el origen de los lápices que utilizamos hoy en día y desde cuándo existen? ¿Con qué se pintaron las pinturas de las cuevas de Altamira? Todas estas preguntas y sus respuestas están contenidas en Color. Historia de la paleta cromática, libro de Victoria Finlay publicado recientemente en España. En él se arranca explicando una verdad que científica que nos cuesta admitir: el color no existe, se crea. Lo crea nuestra mente a partir de ondas electromagnéticas, pero también se crea físicamente desde el inicio de los tiempos para numerosos usos, como el arte, pero también la ropa o el maquillaje.
Victoria Finley (Reino Unido, 1964) estudió Antropología Social primero y Periodismo en el London College of Printing. Trabajó muchos años en Hong Kong, donde vivió el cambio de colonia británica a territorio autónomo de China. Especializada en arte, su trabajo le llevó a interesarse por querer conocer el origen de los pigmentos que se utilizan en las obras de arte. Así nació Color. Historia de la paleta cromática, publicado originalmente en 2002 y recientemente en español por la editorial Capitán Swing. Finlay ha escrito, además, otros libros como Fabric. The Hidden History of The Material World (Tejidos, la historia oculta del mundo de los materiales) y The Brilliant History of Color in Art (La brillante historia del color en el arte).
En una conversación con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA por videoconferencia que realiza desde su refugio en una pequeña casa de campo en medio de un valle remoto en el norte de Inglaterra, donde está instalada actualmente mientras investiga y escribe el que será su siguiente libro, Finlay muestra su infinita curiosidad. Salpica sus respuestas y reflexiones con preguntas personales de vuelta, y se muestra emocionada por ver su libro publicado en España cuando se cumplen 20 años desde que vio la luz por primera vez. De hecho, España tiene mucha presencia en su libro a través de historias relacionadas con la Conquista de América y el imperio español posterior, la producción de azafrán o las minas de mercurio, pero lo cierto es que Finlay ha recorrido el mundo entero persiguiendo la historia del color.
-Pregunta: Escribió este libro hace 20 años. ¿Cómo está viviendo que se publique ahora en España?
Es muy emocionante. El mundo era muy diferente hace 20 años, ¿verdad? Ya existía Google, pero usábamos Yahoo, y no nos permitía encontrar demasiadas cosas. El año pasado grabé el audio para publicar mis tres libros en formato de audiolibro, así que tuve que volver a leerlo. Fue interesante hacerlo, y algunas de las cosas que escribí en él me siguen pareciendo fascinantes.
–P: ¿Cómo eligió las historias que cuenta en el libro acerca de cada color?
Voy a enseñarle una cosa (muestra un libro). Es el libro Manual de Materiales y Técnicas del arte, que no fue el que me impulsó a escribir el libro, pero me dio la idea de hacerlo. Es muy técnico, pero son pequeñas entradas acerca de cómo se fabrica cada color. Por ejemplo, el marrón momia egipcia está hecho de momias reales. Pero, además, era lo suficientemente afortunada como para cubrir arte, así que viajaba mucho. Y a veces en los viajes descubría cosas interesantes. Por ejemplo, el encargo más raro del mundo me llevaba a las cuevas de Mogao, en Dunhuang, un lugar remoto en la zona central de China. O España. Me obsesioné con España. Me llevó el azafrán, porque me enteré de que existía este festival del azafrán (Festival Rosa de la Azafrán, en Consuerga) y quise visitarlo, así como los campos de azafrán. Y una vez en Castilla-La Mancha me enteré de que había una mina de mercurio cerca, en Almadén. Esto lo cuento en el capítulo del rojo, pero me lo encontré de casualidad. Tuve que buscarla en el mapa, porque aún no había GPS. Ahora que he revisado el libro para el audiolibro he querido comprobar si algunas cosas siguen existiendo, para actualizarlas, y he podido comprobar que debí de ser una de las últimas visitantes de esa mina, porque cerró poco después. Bueno, ahora está abierto como una especie de museo, pero yo la conocí en funcionamiento. Todo podría haber salido mal, o podría no haber ido a tantos sitios, pero la suerte estuvo de mi lado.
-P: “El color no existe, se hace”, dice en el libro. Resulta casi sorprendente pensar en esto, pero es una verdad científica.
El color tiene siempre un componente como de truco de magia, lo que está muy bien, porque a los humanos nos encanta creer en la magia. Hay infinitas maneras de hacer el color. Teñir un tejido es una, pero las plumas coloreadas de un loro es otra. Tienen efectos diferentes en nuestros ojos y esto nos fascina, sin saber muy bien por qué. Una de las preguntas que yo quería contestar escribiendo este libro tiene que ver con una experiencia que viví cuando tenía ocho años y estaba contemplando fascinada las vidrieras de la catedral de Chartres en Francia, que podrían haber sido las de León, que también tienen este despampanante azul, cobalto, con esa sensación de magia en él. Así que lo miraba y mi padre me dijo: ‘No podemos hacer esas vidrieras nunca más, se hicieron hace 800 años, en los tiempos de los artesanos medievales. Pero no podemos hacerlo de la misma manera que se hacía entonces’.
Pensé que algún día querría descubrir cómo hacer los colores. Creo que esa es una de las líneas más importantes del capítulo. Si piensas en los colores naturales, los que se obtenían directamente de la naturaleza, como esta piedra de lapislázuli de Afganistán o el rojo muerte, que venía de España pero era posible también encontrarlo en Siria o Turquía, a nivel microscópico eran pequeños arcoíris, con muchos matices. Ahora con los teñidos derivados de los procesos petroquímicos no ocurre esto, a nivel microscópico sigue siendo el mismo color.
-P: Actualmente, cuando queremos usar un color específico recurrimos a la clasificación de Pantone. Menciona esta empresa al final del libro, en el que cuenta que la compañía ha decidido no seguir nombrando colores nuevos y simplemente clasificarlos por un código numérico. Sin embargo, usted argumenta que el nombre de los colores sirven para conocer su historia. ¿Es entonces un mundo finito, hemos acabado con la historia de los colores si dejamos de nombrarlos?
Bueno, ellos dijeron eso, pero cuando volví a echar un vistazo a la empresa, tiempo después, comprobé que aún utilizan los nombres de los colores. Simplemente utilizan las dos clasificaciones en paralelo. Su actitud puede parecer un poco cínica, pero realmente cuando lo piensas, ¿por qué querrías trabajar en una empresa como Pantone si no te gustan los colores?
Le voy a contar una historia muy curiosa que encontré en el último capítulo, la historia del malva, que fue descubierto por un chico de 18 años por accidente y cambió cómo entendemos los colores ahora. Él era universitario y tenía un cierto aprendizaje sobre historia y lenguaje académico, así que decidió ponerle de nombre morado tirio, el morado de la antigua ciudad libanesa de Tiro. Pero nadie sabía realmente qué significaba eso, qué demonios era Tiro. Y su mercado objetivo, que eran las mujeres que querían colores realmente fabulosos en sus ropas y se lo podían permitir, no entendían qué clase de color tenía ese nombre. Así que lo rebautizaron como malva. Y a partir de ahí, el color despegó.
-P: Una cosa que se deduce de la lectura de su libro, es que la historia de los colores tiene mucho que ver con el poder, y los peligros asociados a conseguir algunos de los colores, como ocurría con el albayalde…
Sí, esa es una historia horrible. En el libro he tratado de poner las cosas en contexto, principalmente para las mujeres. Igual que usaron como maquillaje el albayalde, que contiene plomo y llegó a acabar con la vida de muchas mujeres por ser extremadamente tóxico aplicado en la piel, muchas mujeres siguen haciendo cosas horribles y peligrosas a sus cuerpos en nombre de la belleza, como inyectarse plástico bajo la piel.
La historia del maquillaje de albayalde es espantosa. Y encima fueron lo suficientemente cínicos como para ponerle de nombre al maquillaje Flor de juventud. De hecho, conocí una historia que no está en este libro, pero luego escribí dentro de A Brilliant History of Color in Art (Una historia brillante del color en el arte), publicado por el Museo Getty de Los Ángeles en 2014 (no tiene traducción al español todavía), la historia de una chica, el equivalente a Lady di de entonces. Era guapísima y tenía 18 años. Era tan impresionante que su zapatero cobraba por enseñar las hormas de sus zapatos. Murió a los 2
7, pero antes había perdido los dientes, la piel; lo perdió todo por culpa del albayalde. Su marido le rogaba que no lo usara, pero ella insistía en hacerlo. Por supuesto creo que ella estaba influida por los anuncios de la época, que eran muy manipuladores sobre cómo parecer la más bella, la más joven. Pero podemos ver como esto todavía pasa en nuestros días, ¿no le parece?
-P: Absolutamente. Menciona el maquillaje varias veces en el libro, para hablar sobre el albayalde, pero también en el capítulo del rojo. ¿Es esta industria una de las que más peso ha tenido históricamente en la producción del color, quizás junto a los tejidos, a la moda?
Es mucho más fuerte la industria de las telas, pero sí, la industria del maquillaje es muy fuerte. En algunas culturas, por ejemplo, se tiñen de negro los dientes, y obviamente los tatuajes tienen que ver con esto también. En mi libro más reciente, Fabric (Telas, aún no publicado en español), me quedé dos semanas en Papúa Nueva Guinea y allí conocí por primera vez a mujeres de más de 50 años con tatuajes faciales. Después de una semana me empezaron a gustar. Puedes entender la belleza y que es una expresión de poder y de la familia. Y creo que eso tiene que ver con el maquillaje, hay una conexión.
Por supuesto, algunas veces es solamente una decisión personal, individual, pero tiene que ver con la posición social también. Si eras una mujer en 1530 y tenías dinero, ¿por qué no ibas a vestirte de rojo? Era la manera de mostrar a los demás que podías tener algo que no podían tener en el resto de Europa. De hecho, España tenía el monopolio y guardaba muy celosamente el secreto sobre cómo conseguía el color (a través de la cochinilla, un parásito del nopal). Es una cuestión de poder, pero también de poseer algo que es emocionante, nuevo y escaso.
-P: Esto tiene que ver también con el efecto psicológico o emocional que tiene el color en la gente. ¿Estaba presente esto mientras investigaba para este libro?
Cuando planeé escribir el libro, obviamente. Sin embargo, algo que no había planeado pero me salió al paso de todas formas es que yo sentía un estado de ánimo diferente cuando trabajaba con cada color. Creo que hoy, 20 años después, mantengo la mayoría de las cosas que escribí en este sentido en el libro. Pero desde entonces he vivido diferentes cosas, y tengo perspectivas diferentes. Por ejemplo, en el capítulo sobre el negro hablo de las ropas de luto. En mis 30 no había sufrido todavía ninguna pérdida importante, así que elegí una historia que se refería al luto como una tiranía. Pero perder a mi padre y mi madre me hizo darme cuenta de que las ropas de luto también pueden servir para decirle al mundo “ahora mismo no soy yo misma, estoy en un lugar liminal extraño, así que dame un poco de espacio”. Y es muy poderoso expresarlo a través del color de tu ropa.
-P: Acaba el libro hablando del color del universo, que cuando lo escribió había sido descrito por la ciencia por primera vez. Eso fue hace 20 años. ¿Ha encontrado algo nuevo acerca de esto?
Pues sí, recientemente ha habido una actualización que no ha llegado a entrar en la edición española de Color. Parece ser que los científicos lo calcularon mal, pensaron que era turquesa, pero de hecho es una especie de beige. Era mucho más interesante dejarlo turquesa, ¿cierto? Pues parece que en realidad el color se acerca al que tiene la lana sin teñir. Después de encontrar este resultado hubo una cierta discusión sobre si debían llamarlo beige o ponerle otro nombre, y finalmente han decidido llamarlo cosmic latte, que en español vendría a ser algo como leche cósmica. Turquesa es definitivamente más evocador. Pero bueno, hay algunas decepciones en este libro, no sólo esta, también en el capítulo del verde, cuando hablo del misterioso color que sólo los emperadores podían ver y resultó ser un verde como enfangado, medio marrón, mucho menos bello, a priori, de lo que yo pensaba que sería.
-P: Sin embargo, justamente la manera en la que le da la vuelta a esta historia en el libro es muy poético. Usted viene a decir que finalmente este misterioso verde era realmente un color más parecido a lo que se encuentra en la naturaleza, quizás lo único que el emperador no podía poseer.
Claro. Este tipo de descubrimientos te hacen pensar que a veces es interesante recalibrar las expectativas y creo que esto es lo que más disfruté escribiendo el libro. Algunas de las cosas que encontré en mis viajes eran menos obvias, como ocurre en la vida, en general. Algunas veces la realidad te hace tener que mirar más cuidadosamente hacia un lugar, poner más atención y consideración. Ahí es cuando realmente ocurre la magia.
–P: Conocer la historia de unos piratas británicos a los que les prohíben ejercer la piratería y tienen que reconvertirse en transportistas de palo de Campeche, en México, para teñir de negro las ropas de los protestantes europeos es fascinante. Es una de las historias que cuenta en Color. ¿Cuál fue el descubrimiento más sorprendente para usted, en lo personal, trabajando en este libro?Noticias relacionadas
Algo que siempre tengo cerca es esta roca de lapislázuli (muestra la roca). Cuando fuimos a las minas de Afganistán bajo el control talibán para conocer su historia vivimos momentos muy duros. Todo nos hacía ir muy lentamente, la vida se empeñaba en frenarnos. Pero cuando por fin obtuve esta piedra ellos me decían que tiene tres colores. Uno es el color del agua, obviamente, porque es azul. Después nos dijeron que también poseía verde, el color de las verduras o la hierba. Pudimos verlo bastante claro cuando mirabas algunas de las piedras pulidas. Pero luego había otro color, que ellos laman pluma roja, el azul profundo del fuego. Y claro, esto me dejó helada, porque el fuego, todo el mundo sabe, es rojo. Pero se referían a la parte más caliente de la llama, que es azul.
Ahora, cada vez que miro una llama, me acuerdo de eso, un color que es casi ultravioleta pero sigue siendo azul y diría que brilla. Tiene una calidad diferente. Y realmente es un color distintivo, el más puro. Es extraordinario.
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