10º Aniversario
¡El capitán cumple diez años!
descúbrelo

Vasijas romanas y monedas piratas: la historia oculta en el barro del Támesis que recuperan los ‘mudlarks’

Por TVE   ·  14.01.2023

Pasan bastante desapercibidos, caminando con la cabeza baja por la orilla del Támesis. Antes de la entrevista con Lara nunca había visto a ningún mudlark pero, después de hablar con ella, de repente empecé a fijarme y las orillas estaban llenas. La cita fue un sábado por la mañana de finales de verano en Greenwich, en las escaleras que llevan a la playa delante del Old Royal Naval College, a la hora exacta en la que la marea empieza a retirarse y aparece la playa. “La marea baja es a las 12:19, podemos vernos a las 12:00”, escribió por e-mail unos días antes.

Justo al lado, hacia arriba se extiende el parque totalmente amarillo por la peor sequía de los últimos cuarenta años y es fácil caer en el error, pero el caudal del Támesis no está bajo por la sequía, es un río de marea. A Lara le sorprende lo poco conocido que es este dato.

Los londinenses viven ajenos al sube y baja del caudal. Pocos saben que la altura entre la marea alta y baja varía desde cuatro metros y medio hasta los siete metros de altura. Los mudlarks lo saben bien, viven pendientes del movimiento de las aguas y muchos, como Lara, llevan años condicionando su tiempo libre a las tablas de mareas. Con la bajamar, tienen unas cuatro horas para dar rienda suelta a su actividad favorita, rebuscar en el fango. Eso es mudlarking.

“Consiste en bajar al lecho del río en busca de historia porque tradicionalmente se ha usado como basurero. Había mucha actividad, la gente viajaba, comerciaba y perdía o tiraba objetos al río. Y particularmente en Londres, donde hay tanto movimiento, dos mil años de historia han caído al agua. Dos veces al día, con las mareas, el río se aleja lo suficiente para que puedas bajar al lecho y buscar las cosas que la gente ha perdido y olvidado”, explica Lara Maiklem, una de las rebuscadoras más populares.

Vasijas romanas, pipas de fumar o monedas piratas

Los mudlarks buscan en el fango esos objetos perdidos desde la época victoriana. Al principio eran sobre todo mujeres y niños pobres que buscaban cualquier cosa para subsistir. Ahora, el término ha cambiado completamente, se ha popularizado. Y Lara Maiklem ha contribuido a ello, colgando sus hallazgos en las redes sociales. Sobre todo, compartiendo su fascinación por las sorpresas que el río le da.

“Espero que traigáis botas de agua y chubasquero”, dice a su llegada a la entrevista, bien equipada para el barro y cargada con su mochila. Dentro, algunos de los objetos que ha encontrado a lo largo de sus 20 años como mudlark desde que se enamoró de esta actividad en la que encontraba algo de paz y de conexión con la naturaleza en medio de la locura de la ciudad.

Los trae bien protegidos, metidos cuidadosamente en compartimentos de plástico y acolchados. Los más antiguos son de la época romana, cuando se fundó la ciudad en torno al río. Trae trozos de vasijas y pedazos de calzada romana. “Incluso tengo un trozo de muro romano que todavía está pintado”, cuenta.

“Es posible incluso encontrar cuero, madera y material orgánico perfectamente conservado“

En su colección hay hallazgos de todas las épocas. También una pipa rota de 1580 aproximadamente, cuando el tabaco llegó por primera vez a Inglaterra desde el nuevo mundo en América. “Entonces había poco, era caro y poco habitual. A medida que crecieron e importaron más, se hizo más barato y las pipas fueron haciéndose más grandes. Así que son muy fáciles de datar y se encuentran cientos en la costa”, explica.

Saca también un peine partido. “Es parte de un peine de liendres que era mucho más largo. Eran muy habituales en el siglo XVI. Está hecho de madera de boj. Y la belleza del barro del Támesis es que es anaeróbico. No hay oxígeno allí y eso hace que se conserven muy bien. Es posible incluso encontrar cuero, madera y material orgánico perfectamente conservado”, continúa. Así es como cada objeto sirve para contar un trozo de historia.

También trae varias muestras directamente relacionadas con España: dos trozos de vasijas, que formaban la parte superior de grandes tarros de aceitunas del siglo XVII, y tres monedas.

Con los objetos puedes hacer hipótesis, pero “las monedas te lo dicen todo. Todo está escrito en ellas”. La primera es de 1648, acuñada en Barcelona, según la inscripción. “Probablemente la trajo un marinero perdido o incluso la tiraron si no podían usarla ya”, cuenta Lara. Otra tiene el retrato de Felipe II, que se casó con María en 1555. “Se le puede ver con su barbilla de Habsburgo asomando por ahí”, señala.

La tercera es una moneda de plata, muy rara de encontrar, “un hallazgo realmente emocionante”. “Es una meraviglia española y está fechada en 1694. Tiene sellos en el reverso. Fueron estampados y producidos por España para su uso en las colonias españolas en América del Sur. Son monedas piratas, de la época en que los piratas acosaban a todos en el Atlántico. Las encontré en Wapping que es donde está el Execution Dock, donde se les ejecutaba. ¿Y quién sabe cómo llegó allí? Tal vez llegó en el bolsillo de un pirata. Nunca lo sabremos”, se aventura a decir.

Su libro llega a España de la mano de Capitán Swing

Algunos de esos objetos ya los había visto en su cuenta de Twitter porque Lara es una influencer del mundo mudlark, una divulgadora del valor histórico y antropológico de esos objetos. Tiene muchos seguidores de los tesoros que encuentra y comparte regularmente en sus redes.

“Empecé a publicar en 2012. Estoy en Facebook, en Twitter y en Instagram. Tengo unos 250.000 seguidores, me parece increíble. Me encanta compartir. Lo que hago es mi pasión. Y siempre digo que si encuentras un objeto y no lo compartes, no es un descubrimiento”, afirma.

Su libro Mudlarking. Historia y objetos perdidos en el río Támesis​ fue un best seller y ahora la editorial Capitán Swing lo ha traído a España, traducido por Lucía Barahona. Un recorrido por el río desde la cabeza de la marea siguiendo el serpenteo por la ciudad hasta el Estuario. Todo salpicado de historia, vivencias personales y hallazgos inverosímiles.

“Es la historia de la gente que ha construido la ciudad y ha sido olvidada“

Lo que más le gusta es imaginar las historias en torno al objeto que encuentra y dice que para ella es una conexión directa con el pasado. Lara es rebuscadora, licenciada en Sociología y Antropología Social por la Universidad de Newcastle, y sobre todo una estupenda comunicadora, capaz de transmitir todo el entusiasmo con cada hallazgo que nos enseña.

“Todo cuenta una historia. Son objetos ordinarios, no el tipo de cosas que se suelen exponer en los museos. Algunos están rotos. Pero son cosas de los londinenses anónimos, gente como tú y como yo, es la historia de la gente que ha construido la ciudad y ha sido olvidada, y no han dejado más que esos objetos perdidos”. Y ese es el valor que le da, esos hallazgos han contribuido a expandir el conocimiento que tenemos de la ciudad de Londres.

Sin nuevas licencias para preservar el patrimonio

Dicen que la historia entera de Gran Bretaña puede contarse a través de los hallazgos de los mudlarksHay casi dos millones de piezas catalogadas y muchos de ellos se muestran en el museo de la ciudad. Todo lo que encuentran pertenece a la autoridad portuaria de Londres, PLA en sus siglas en inglés, que se creó en 1909.

Para rebuscar hay que ceñirse a las zonas autorizadas y hace falta una licencia. La tasa cuesta unos 100 euros, permite buscar durante tres años y como máximo a siete centímetros y medio de profundidad. Todo lo que se descubra debe declararse a la oficina de hallazgos para certificar su valor histórico y, si tiene menos de 300 años, se lo puede quedar quien lo encuentre, pero no puede venderlo.

En noviembre, la autoridad portuaria paralizó las nuevas licencias por tiempo indefinido para preservar el patrimonio del Támesis al detectar que se estaban infringiendo las normas, porque hay algunos objetos que se han revendido y no se respetan siempre las zonas protegidas.

Lara insiste en la importancia de ser un mudlark “considerado y responsable”: “Cuando escarbas, estás desestabilizando y es una amenaza para generaciones futuras”. Recalca que no usa detector de metales, todo lo que encuentra está en la superficie. “Es muy importante comprobar los mapas, averiguar dónde están las zonas, respetar las zonas protegidas y pensar en la seguridad”, insiste.

“También es muy meditativo. Yo estoy aquí a veces durante horas, he pasado hasta seis horas mirando el barro. Solo con el sonido del río. Estás a poca distancia de la frenética, loca Londres y parece que estás en otro mundo. Te tomas tu tiempo, tienes un poco de paz, de tranquilidad, un poco de soledad. Y es algo maravilloso de hacer”.

“Las mareas cambian, a veces pueden ser nocturnas. Pueden ser muy tempranas o muy tardías y no siempre a la misma hora. Así que tienes que estar pendiente de la marea, porque pueden entrar y cortarte el paso. Es importante saber lo que estás haciendo”, advierte. También usa guantes siempre.

“El río siempre sorprende”

La acompañamos durante unos minutos para rebuscar con ella y enseguida comprobamos lo que nos contaba. Antes de poder distinguir nada en el fango, con su ojo entrenado Lara encuentra varios alfileres minúsculos. “Las grandes gorgueras isabelinas se unían con esto. También los pañales de los bebés”. Uno de ellos está doblado y enseguida especula: “Quizá se dobló al tratar de coser algo muy grueso, la mujer lo maldijo, lo tiró y acabó en un desagüe en el río.”

Seguimos buscando un poco más y hubo nuevo hallazgo. “Esto son restos de la vida cotidiana en el Palacio Tudor que estaba en esta zona. Trozos de platos y ollas con las que comían y cocinaban, hasta los huesos de algún banquete que celebraron. Lo derribaron en el siglo XVII y aún hay escombros por la playa”, dice mientras nos enseña varios ladrillos rojos que pertenecieron a ese palacio.

Todo el mundo le hace la misma pregunta, qué es lo más fascinante que has encontrado. “Es una pregunta muy, muy difícil. He encontrado tantas cosas increíbles. Creo que probablemente lo más asombroso fue un pequeño zapato de la época Tudor de un niño, de alrededor de 500 años de antigüedad. Cuando lo saqué, todavía se veía la forma de los dedos y el talón, fue simplemente mágico”.

Entre los objetos que trae nos enseña uno de sus favoritos. Un ojo de cristal perfectamente tallado. “Ni idea de qué época es, pero me pegué un buen susto cuando lo descubrí mirándome en el fango. El río siempre sorprende y eso es lo bueno, nunca sabes lo que vas a encontrar”.

Ver artículo original