En 1904, Fred Warren (editor del periódico socialista Appeal to Reason) encargó a Upton Sinclair una obra sobre las malas prácticas de la industria cárnica en Chicago. Después de siete semanas trabajando de incógnito en los mataderos, Sinclair escribió La jungla, una novela que llegó a ser una de las más influyentes del pasado siglo. No sólo se convirtió en un éxito de ventas, sino que fue utilizada por Roosevelt para poner en marcha las leyes sobre pureza de alimentos e inspección de carnes y, además, supone, como bien explica César de Vicente en el prólogo a esta edición, un alegato a favor del socialismo.
A principios del siglo XX, Chicago era la encarnación del capitalismo más feroz, caracterizada por zonas residenciales circundadas por inmensas plantas industriales y barriadas inmundas donde se hacinaban los trabajadores. A esta ciudad llega Jurgis Rudkus, un inmigrante lituano que huye con su familia de las injusticias que sufre en su país natal, con la ilusión de construir un futuro y salir de la miseria.
Sin embargo, lo que encontrará al llegar a Chicago no será, ni mucho menos, lo que esperaba. A las interminables jornadas en los mataderos en unas condiciones pésimas y la falta de seguridad (tanto en las calles como en su lugar de trabajo) se les unirá el desconocimiento del idioma, lo que convierte a Jurgis y a su familia en el blanco perfecto para sufrir todo tipo de engaños y fraudes. A fuerza de sufrir todo tipo de calamidades se dará cuenta de que el sueño americano es sólo una pesadilla para la que no está preparado y de la que no puede escapar.
Pero Sinclair no se conforma con describir las penalidades de la familia del protagonista. A través de sus vivencias (desestructuración familiar, lesiones, desamparo, miseria…), denuncia de forma cruda y realista las condiciones a las que estaban sometidos los trabajadores de la época y las malas prácticas (carnes en malas condiciones, tratamientos dañinos…) de una industria corrupta, preocupada sólo por conseguir dinero fácil y rápido, y que pasaba por alto cualquier tipo de consideración con sus empleados o sus clientes.
Todo esto es La jungla, un lugar (una sociedad, en este caso) en el que no todo el mundo puede sobrevivir y al que sólo se le puede hacer frente, como aprenderá el protagonista después de innumerables desgracias, a través de la cooperación. Así, como afirma de Vicente, convierte Sinclair las penurias de Jurgis y su familia en demandas (derecho a una vivienda, condiciones laborales dignas, castigo a la corrupción, prohibición del trabajo infantil…) indispensables para poder salir adelante y para que la sociedad funcione como debe.
Estandarte, así, del realismo socialista y más de un siglo después de haber tenido una gran repercusión social, La jungla vuelve a nuestras manos, seguramente, cuando más se la necesita. Esto es, cuando vemos que el siglo XXI comienza (salvando las distancias) como comenzó el siglo XX: con la explotación de los animales, con miles de personas en movimiento buscando un futuro mejor y unas condiciones de vida y de trabajo cada vez peores.
Izaskun Gracia
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