Vives con una amiga. Trabajas en una editorial. Cenas con tus padres, de visita, en un restaurante con un menú cuyo precio supera el de tu compra semanal. Te llamas Hannah Horvath —becaria sin sueldo, graduada con futuro impecable, o eso garantizaban— y, entre bocado y bocado, te anuncian que se acabó la paga. ¿Cómo respondes? «Creo que soy la voz de mi generación. O por lo menos una voz de una generación». Al margen de la carga humorística, imprescindible en una serie como ‘Girls’ —Horvath es el trasunto de su directora, guionista y productora, Lena Dunham—, ¿existe la voz de una generación? ¿Existe, al menos, una voz de una generación.
En las primeras páginas de ‘Dejad de lloriquear’ (Alpha Decay, 2012), Meredith Haaf especifica que versa sobre “aquellos que vinieron al mundo en algún momento de los años ochenta y solo conocen el socialismo real a través de los relatos de sus padres o de unas chapuceras clases de historia, y cuya juventud transcurrió entre la caída del Muro, la burbuja de los New Media y el 11 de septiembre de 2001”. Acotados los límites temporales, ignoradas las disquisiciones sobre si las etiquetas en el arte facilitan o constriñen, viajamos en low cost por la obra de cinco jóvenes autores que escriben prosa en Europa —dos recién publicados en España y tres inéditos aquí— y les/nos preguntamos qué mueve a los autores de una generación. ¿De una generación?
MEREDITH HAAF
Ese momento en el que decides enumerar los tics de tu generación y mezclar autocrítica y bronca a tu vecino y a ti mismo, por mucho que quien te lea en su iPad o en el café librería de moda desconfíe de ese «nosotros» plural aunque exclusivo. Este momento en el que nos definen conformistas y frívolos, «yonquis de los medios» y las redes sociales, arruinando los logros de quienes nos precedieron. ¿Nos quejamos ante la precariedad laboral? No. «La gran mayoría de mis coetáneos», y evoca las protestas de 2010, «estaba en Facebook. O de fiesta. O estudiando para un examen. O trabajando como becario». Así lo considera Meredith Haaf (Munich, 1983) en ‘Dejad de lloriquear’, la más vocacionalmente generacional de estos autores, y al mismo tiempo la más severa al enfrentarse a los miedos de quienes creen que carecen de futuro, quizá porque se lo han buscado.
ALAIN FREUDIGER
Las reflexiones de Haaf sobre el consumo la hermanan con Alain Freudiger (Lausana, 1977), adepto a la religión de la parodia salvaje. ‘Bujard et Panchaud – ou Les Faux-Consommateurs’ (2007) atrapa ese momento en el que decides pagar no por lo que necesitas, sino por lo que necesitas y algo más: un Rabelais meets Sterne meets Monty Python —sobre los que versó su tesis doctoral— meets Baudrillard en el que Bujard y Panchaud, enfrentados a la dura realidad de los pasillos del supermercado, nos invitan a redefinir con mucha sorna y alguna metáfora nuestro papel de consumidores. ¿Negarnos a la tentación o entregarnos a sus placeres? En su segunda novela, ‘Les places respectives’ (2011), Freudiger se toma en serio —no mucho, eh, solo lo justo—, analizando la incomunicación y la falta de vínculos con los demás gracias a dos personajes sin —en efecto— nada en común.
ANNA KIM
Anna Kim (Daejeon, 1977) se quiebra: su nombre enlaza con su idioma y su apellido revela su origen. De existir un Gran Tema que acompaña a un escritor durante toda su carrera, el de Kim —criada en Alemania y residente en Austria— se duplica, otra vez: la identidad y la pertenencia. Superando el lirismo iniciático de ‘Die Bilderspur’ (2004), huye de lo remoto autobiográfico y transplanta su “conflicto” a otras geografías. En el caso de ‘Die gefrorene Zeit’ (2008), traducida al inglés y al albanés, Kim se bifurca de nuevo y avanza en dos direcciones: la de la historia, sobre la búsqueda de desaparecidos en la antigua Yugoslavia y la difícil reconstrucción y construcción de sus identidades, y la que plantea el estilo objetivísimo. Su novela más reciente, ‘Anatomie einer Nacht’ (2012), riza el rizo e insiste en esa guerra interna: poscolonialismo en Groenlandia.
KAOUTHER ADIMI
‘Des ballerines de Papicha’ (2010) y ‘L’envers des autres’ (2011) es una novela. Sin fallo matemático: Kaouther Adimi (Argel, 1986) debutó en su país natal y, un año más tarde, cambió el título para su país de adopción. Su biografía salta entre Argel, Grenoble, Orán y París, y estas circunstancias diferentes y esta lengua misma le permiten reescribir el multiculturalismo lejos de los cánones. Adimi tira de este hilo del ser de donde no eres, acompañando el gesto con el movimiento: cómo estar donde eres, pero donde no perteneces. Adopta el esquema de novela coral protagonizada por los vecinos de un edificio, y hasta aquí las recurrencias: se sacude el costumbrismo ingenuo para zambullirse en la violencia. Hablan los jóvenes, a los que describe con crudeza como marionetas, y también los padres, faltos de libertad y valentía, y los abuelos, instalados aún en ocupaciones, guerras y rencores.
OWEN JONES
La expectación suscitada en nuestro país por la traducción de ‘Chavs’ (Capitán Swing, 2012) se comprende asomándonos a YouTube, la tele de nuestra generación, y analizando algunos de los vídeos que más jaleamos. Los desquiciantes tutoriales de Salvador Raya enseñando cómo (no) hacer algo o la celebérrima socorrista que la lía parda, por no mentar —o sí— a ‘Gandía Shore’ y ‘Mujeres y hombres y viceversa’, invitan a fantasear con una versión patria del ensayo de Owen Jones: cómo la cultura desciende a subcultura por la escalera del odio y el abismo creciente entre Los Ricos y Los Pobres. Mientras nos queda este análisis sobre cómo en pocas décadas la clase trabajadora británica ha perdido el encanto, otorgado por burgueses y dirigentes, de las manifestaciones y las luchas. De la mitificación al “tanto ganas, tanto vales”, o de cómo los prejuicios fagocitaron la simpatía.
Elena Medel
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