Hace unos meses la Editorial Capitán Swing editaba en castellano el libro LA GRANJA URBANA de Novella Carpenter, donde la autora narra en primera persona su mudanza al gueto de Oakland, donde pone en marcha una granja urbana en el patio trasero de su casa y un huerto comunitario en el solar contiguo a su vivienda. Un relato medio biográfico y medio periodístico donde se mezclan reflexiones personales sobre la agricultura urbana o su barrio, con la descripción de las transformaciones en la vida cotidiana que supone decidir criar en el patio trasero parte de la carne que vas a comer.
Entrañable, inspiradora, cómica, serían adjetivos que podrían describir esta deliciosa peripecia literaria, que arranca de la siguiente manera: “Tengo una granja en un callejón sin salida del guetto. Las escaleras traseras de mi casa están llenas de excrementos de gallina, y balas de paja invaden la zona de aparcamiento contigua. Cultivo lechugas en un solar abandonado. Me despierto todas las mañanas con sonidos de animales mezclados con la estrenduosa alarma del coche de mi vecino.”
Nadie puede luchar contra su ADN, y Novella es hija de unos hippies que se mudaron al campo a construir su casa y cultivar sus alimentos, así que acaba experimentando situaciones y vivencias similares a las que vivieron sus padres, pero en el corazón de la ciudad. Una aventura que empieza con unos panales de abejas para obtener miel, algo relativamente normal para muchas ciudades americanas, y prosigue lógicamente con la cría de pollos, pavos y gallinas a la vez que por azares del destino estalla la alarma mundial sobre la gripe aviar… Pero la diversificación productiva no acaba aquí, una vez controlado el mundo de las aves, decide atreverse con los mamíferos, así que arranca criando conejos y termina con un impresionante par de cerdos de cientos de kilos… El reto que Novella se autoimpone es criar, sacrificar y transformar la carne, de forma que pueda aprovechar el máximo posible de los animales, lo que le lleva a estudiar procedimientos y recetas tradicionales y a experimentar con elaboraciones complicadas, para las que necesitará recurrir a la ayuda de familia, amigos y conocidos…
Sin duda uno de los momentos más reveladores del libro es el relato sobre lo que supone convertirse en una locávora urbana extrema. Orgullosa de la abundancia de su huerto la autora decide apostar por su capacidad para autoabastecerse y durante un mes de julio se compromete a seguir lo que llama la dieta de las 100 yardas (unos 9 km), que consiste en comer únicamente lo que ella misma ha producido en su huerto y su granja, sus propias conservas, frutos de algún árbol despistado del vecindario y lo que sea capaz de intercambiar con otros granjeros urbanos… Un desafío que enfrenta a Novella con duras limitaciones y dificultades, a la vez que pone en valor la abundancia cotidiana de alimentos lejanos en nuestras neveras. Una aventura contada con un derroche de sinceridad y simpatía, os imagináis soñar con comida, plantar tu propio té, o que tu aliento huela tan mal que tu novio te rehuya?
“La producción de comida es un proceso maravilloso. Germinación, crecimiento, cuidados, recolección. Cada paso es equiparable a un milagro, un diálogo con la vida. Al finalizar la dieta de las cien yardas, compartir se convirtió para mí en el aspecto más importante de la cadena. Podía haber decidido acaparar toda la comida (preservando tomates en latas o haciendo conservas de pepinillos) y habría disfrutado entonces de armarios repletos de alimentos caseros. Pero habría comido sola.”
En la aventura de hacer funcionar y ampliar cada vez un poco más este microzoo, orientado a la ganadería urbana, Novella construye unas densas relaciones sociales en el vecindario, donde llega a conocer a todas las comunidades y grupos que lo habitan, incluyendo a la contracultura local. Entre otros se encuentra con la comunidad de granjeros urbanos de la ciudad; con los freegan, subcultura que come de los restos de los contenedores de basura gourmet, donde Novella coincide con ellos mientras busca alimentos para sus animales; artistas underground y hasta los Panteras Negras, con los que termina colaborando en un programa de suministro de verduras a personas pobres.
Este experimento, difícilmente asumible en entornos urbanos más compactos, le lleva a plantear importantes reflexiones sobre el funcionamiento y diseño de nuestras ciudades. Nos han tocado especialmente sus descripciones de la vida cotidiana en el gueto: miedo, inseguridad más subjetiva que objetiva, abandono, pobreza, gente sin hogar, diversidad étnica y cultural, buscavidas al margen de la legalidad (desde vendedores de chatarra a restaurantes clandestinos, pasando por su propia granja y el huerto comunitario). Un espacio cáotico donde intervenir requiere de una profunda inmersión, un barrio anárquico muy alejado de las preocupaciones y prácticas de los colectivos anarquistas formales (Novella y su novio habían convivido antes de mudarse al gueto con uno de esos grupos de anarquistas blancos, jóvenes y de clase media, tan hiperideologizados que terminaron por aburrirles…).
Otra sabia y preocupante reflexión tiene que ver con la gentrificación, pues este tipo de experimentos solo son posibles en barrios vulnerables, donde el abandono y la indiferencia institucional permiten que la vida funcione bajo otras reglas urbanísticas, estéticas o culturales. A los huertos urbanos se les acusa de poder ser “caballos de troya” que dignifican y embellecen zonas degradadas de la ciudad, haciendo atractivos a la inversión especulativa lugares olvidados durante largo tiempo por los promotores urbanísticos. Una compleja acusación, a la que volveremos en otras entradas, y que merece una reflexión más extensa, pero que pone el énfasis en esa inercia que parece condenar a la agricultura y ganadería urbanas a la marginalidad. Romper ese círculo vicioso es una tarea que se torna urgente e imprescindible… mientras Novella combate la gentrificación con el hedor de sus enormes cerdos.
Una lectura más que recomendable por su brillantez, su honestidad y su sentido del humor para contarnos una aventura personal que por momentos oscila entre el ridículo y la reflexión visionaria, entre la obsesión y la innovación. La literatura hizo famosa la Rebelión en la granja de Orwell, el tiempo dirá si la peripecia de la granja rebelde de Novella tiene un destino similar. Al menos, ya ha ayudado a sembrar inquietudes en nuestras cabezas en relación a la ciudad y la agricultura urbana…
Autores del artículo: Kois y Nerea.
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