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Un profeta digital contra los tecnobillonarios de Silicon Valley: “Se ven como dioses y a nosotros como insectos”

Por El Mundo  ·  18.09.2023

Son seres endiosados, inmaduros, antisociale que construyen cohetes o búnkeres para escapar del colapso… Así describe Douglas Rushkoff, el influyente autor de ‘La supervivencia de los más ricos’, al 0,001% de la población que decide nuestro futuro. En sus planes de huida del colapso climático o nuclear… los únicos pasajeros serán ellos.

En la antigua Roma, los generales que regresaban victoriosos de una campaña militar entraban a la ciudad en desfile triunfal. En su momento de gloria un esclavo le acompañaba en la cuadriga, susurrándole una y otra vez: “Recuerda, tú también eres mortal”…

– ¿Nadie se lo menciona ahora a los supermillonarios de Silicon Valley?

– Eso es lo que intento hacer yo. Y es el motivo por el que he escrito mi libro: para abrirles los ojos. Algunos billionarios se ven a sí mismos como humanos y nos perciben a los demás como si fuéramos bichos o datos. Otros, siguen viéndonos como humanos pero sólo porque ellos se ven como dioses… como dioses griegos o romanos, o semidioses, o súper héroes.

Quién así responde por Zoom es Douglas Rushkoff (Nueva York, 1961), uno de los 10 intelectuales más influyentes del planeta para el MIT y creador de conceptos tan célebres como “nativos digitales”. Según este “teórico de los medios marxista” (como él mismo se autodefine con cierta sorna), los más supermillonarios cada vez conciben planes más alocados para escapar del apocalipsis social y climático que ellos mismos han contribuido a generar.

“Tienen la fantasía de ir a Marte, a una isla, bajo tierra o de cargar su cerebro en un ordenador. Piensan así, juegan así, fantasean así”, dice Rushkoff, que ahora publica La supervivencia de los más ricos (Editorial Capitán Swing). ¿Y quién es capaz de pensar, jugar y fantasear así? Personas endiosadas que en muchos casos han perdido el contacto con la sociedad, la realidad e incluso su propia humanidad.

– ¿Llegan a verse como faraones capaces de escapar de la mortalidad?

– Es lo que terminas pensando si te crees un dios. Y no es nada sano… Jeffrey Epstein llegó a verse como un dios y a las mujeres como sacrificios que se le debían hacer. Los científicos que le rodeaban por dinero le ayudaron a racionalizarlo y a justificar sus delirios de grandeza. Si la ciencia te dice que los humanos no tenemos alma, entonces sólo valen los genes y el poder, y lo buscarás a costa de los demás.

La imagen que evoca de Epstein, el multimillonario acusado de prostitución infantil que se ahorcó en su celda, recuerda mucho a la del clásico villano de las películas de James Bond. O a las distopías tecnológicas de Black Mirror, la famosa serie de ciencia ficción. Uno de sus capítulos más famosos plantea la idea de que nuestra conciencia pueda sobrevivirnos en la nube como si fuera un programa informático.

Rushkoff desvela que este tipo de proyectos ya se estudian en los laboratorios de los más poderosos: “El ingeniero jefe de Google, Ray Kurzweil, piensa así. Si concibes al ser humano sólo como datos, entonces tiene sentido que puedas coger esos datos y meterlos en un robot. Lo que les incomoda es cuando les pregunto: ‘¿Estáis transfiriendo los datos o copiándolos? Porque si es una copia significa que de todas formas vosotros habéis muerto'”.

Para Bezos ir a Marte es manera de probar que su modelo de capitalismo extractivo funciona para todosDouglas Rushkoff

Otra forma más obvia de narcisoescapismo son los viajes al espacio, una competición testosterónica de cohetes en cuya parrilla de salida están los propietarios de Tesla y Amazon. Sin embargo, Rushkoff observa motivaciones distintas entre ambos: “Para Elon Musksí es un plan de huida, es optimista sobre su capacidad de hacer cosas increíbles en vida… En cambio, para Bezos ir a Marte es una manera de probar que su modelo de capitalismo extractivo funciona para todos”.

Al profesor de la City University de Nueva York estas misiones le recuerdan una imagen de su infancia: “Cuando yo era un niño, los grandes almacenes Macy’s de Nueva York hacían desfiles por Acción de Gracias. Ellos eran los Amazon del siglo pasado. Ahora, cuando Bezos va al espacio transmite lo mismo: ‘Observad a lo que habéis contribuido como clientes’… Yo creo que sólo prueba que hoy en día una persona puede acumular tanto dinero como para pagar por sí misma algo que en los 60 sólo podía financiar la administración americana en su conjunto”.

Personajes como Musk o Bezos serían las caras más visibles de lo que Rushkoff denomina en su libro como “la Mentalidad”, casi como si no se atreviera a denominarlo directamente el Mal o el lado oscuro de la fuerza. Sus adeptos, o sea los depredadores en la cadena trófica económica, tendrían la tecnología como único credo, las charlas TED como plataforma evangelizadora y “el palo de hockey” como símbolo pseudorreligioso de sus anhelos: es decir, la curva de crecimiento exponencial de sus negocios.

Desde los postulados de esta religión, cuya alquimia requiere soluciones de ingeniería y ultraliberalismo digital, los tíos gilitos del Nasdaq -más halcones que patos- se afanan en resolver cuestiones vitales como la del calentamiento global: “En el que probablemente sea el mayor crimen de la Mentalidad contra el proyecto humano, esas soluciones totalizadoras perpetúan el mito de que sólo una élite tecnocrática puede arreglar nuestros problemas. Nos disuaden al resto de nosotros de hacer cambios sustanciales en nuestra forma de vida y desvían la limitada financiación disponible a descabelladas pérdidas de tiempo”.

– ¿En qué se diferencia la Mentalidad de la tradicional creencia en el mercado y el progreso?

– Gente que creía en el capitalismo como Rockefeller,Andrew Carnagie o Henry Ford sabían que debían tener trabajadores lo suficientemente saludables y felices para tener un rol activo en el mercado. Aquellos dinosaurios entendían que todavía dependían de nosotros, aunque sólo fuera para ser sus servidores o clientes.

– ¿Y los ricos de nuestros días son peores?

– Ellos no comprenden que su afán implica quemarlo todo, incluso el propio mercado. Sus tecnologías han acelerado el ritmo al que se exprime valor a las personas. Cuando Carnagie, Ford, o incluso Julio Cesar andaban por ahí, podían capturar una nación y esclavizarla, pero no estaban en la posición de destruir el planeta, no operaban a esa escala.

En la visión que maneja Rushkoff el armagedón no vendría en forma de enorme meteorito, sino más bien con la endeble fisonomía de los pijos californianos que se hacen más y más ricos a costa de exprimir los recursos del planeta. “Los milmillonarios buscan activamente un desenlace”, afirma. “De hecho, como la trama de una superproducción de Marvel, la propia estructura de la Mentalidad requiere un desenlace… Esos afortunados ganadores alcanzan el clímax final y transformador hacia la riqueza infinita, Marte, la eternidad en un chip o la conciencia crística. Finalmente llegan a algún sitio y ahí termina el relato”.

Es decir, al igual que estos magnates necesitan un chimpún en sus proyectos -una exitosa salida a bolsa o una enriquecedora venta- también quieren construirse un final feliz a medida para sus vidas, algo que ven factible gracias a sus fortunas.

Quieren ganar suficiente dinero para escapar de la realidad. Su modelo de éxito es alejarse de nosotrosDouglas Rushkoff

– ¿Se creen los millonarios de verdad sus quiméricos planes?

– Aunque no piensen seriamente irse a otro planeta, sí quieren ganar suficiente dinero para escapar de la realidad. Su modelo de éxito es alejarse de nosotros. Su forma de entender la felicidad es separarse de las masas. Y esa forma de pensar nos influye a todos. Muchos también aspiramos a ganar más para alejarnos de un mal barrio y no depender de nadie más. Nos lleva a un tipo de escapismo más cotidiano: ‘Dejadme solo en casa con mi realidad virtual y no ahí fuera con gente que da miedo'”.

Es como si el paraíso fuera para ellos aislarse en un bunker digital y esa receta quisieran replicarla en la vida de todos los demás. Rushkoff sugiere esta manera de pensar aislacionista revela rasgos psicológicos relacionados con la falta de empatía. “En parte es sociopatía y en parte tendencias propias de sus particulares formas de autismo. Si tienes autismo y no lo compensas, entonces entras en una comprensión del mundo extremadamente desconectada y despersonalizada… Conozco muchos niños con autismo y se sienten cómodos si les das un horario, les van bien las demarcaciones rígidas… Son muy creativos cuanto tienen esos límites. ¡Mira a Elon Musk! ¡Mira a Mark Zuckerberg! Han hecho muchas grandes cosas viviendo de este modo, pero ese modelo no es necesariamente bueno para el resto de la sociedad”.

Los más ricos son también los más patosos con las relaciones sociales. No las necesitan. Incluso las temen, como pone de manifiesto Rushkoff en el prólogo de su libro cuando relata su encuentro -con cheque de por medio- con cinco milmillonarios en un lujoso resort en mitad del desierto. Los ricos discutían sobre sus posibilidades de sobrevivir al evento, el eufemismo que usaban para referirse a una hecatombe climática, nuclear o vírica. De repente, uno de ellos, que había construido ya su propio sistema de búnkeres subterráneos, reveló al profesor neoyorquino lo que realmente le quitaba el sueño: “¿Cómo puedo mantener mi autoridad sobre mi fuerza de seguridad mercenaria tras el ‘evento’?”.

Si continúan con el capitalismo extractivo que agota los recursos, tendremos el apocalipsis zombi

La pregunta le pareció a Rushkoff muy desconcertante, pero aún más su reacción ante el consejo que él les dio. “Cuando les dije a estos multimillonarios locos de los búnkeres que fueran amables con la gente ahora, para que la gente fuera amable después con ellos, uno de aquellos ricos me dijo: ‘Sí, pero… ¿Dónde termina esto? Porque si soy amable con unos, también tengo que serlo con estos y luego con aquellos. Al final, tengo que ser amable con todos”.

– Y lo que usted comenta, ¿por qué le suponía un problema a aquel millonario?

– Porque creen que no hay suficiente para todos. Porque entienden que si continúan con el capitalismo extractivo que nos lleva al agotamiento de los recursos, entonces sí tendremos el apocalipsis zombi. Creen que vivimos en un mundo sin alma, donde todo es material y donde el capitalismo y la competencia son la única forma de sobrevivir. No entienden la colaboración, no entienden la camaradería y la solidaridad. No les funciona.

Lo que les funciona, sostiene Rushkoff, es el búnker: estar solos, cómodos, aislados… como en el útero materno. En el capítulo más freudiano del libro, traza un paralelismo entre los entornos digitales que promueven los programadores y el órgano donde se desarrolla un bebé hasta el parto. La analogía proviene de décadas atrás, y se le ocurrió al psicólogo psicodélico Timothy Leary al leer The Media Lab, un libro de los 80 sobre los pioneros de la tecnología digital.

“Leary advirtió que aquellos chicos habían crecido resentidos con sus madres, porque éstas no habían sabido anticipar sus necesidades: eres un bebé y tienes hambre, pero tu madre se equivoca y te cambia el pañal. Y sentenció entonces: ‘Esta gente nunca lo superó, quieren regresar a su madre… ¡Quieren recrear el útero con tecnología!“.

El miedo de los tecnobillonarios a una futura represalia de la IA resulta tan vívido como en ‘Terminator’

Este útero digital, otro prototipo de búnker en el fondo, se asemeja mucho a lo que proponen los inventores de metaversos, tal y como señala el escritor: “Quieren la realidad completamente contenida, segura, predecible que es a donde vamos con la inteligencia artificial. ¿Qué hace la IA? Darte la solución más probable. Cuando esto se lleva a la escritura, no es la mejor ni la más interesante: es el texto más cliché”.

Rushkoff cuenta en su ensayo que los ricos, como depredador que recela de otro depredador, temen que la IA se vuelva en su contra. “Su miedo a una futura represalia resulta palpable, y tan vívido como una película de Terminator“, desvela el ensayista. “Musk ha explicado que una de las razones por las que quería colonizar Marte era para ‘que tengamos un refugio si la IA se rebela y se vuelve contra la humanidad'”.

– Los ricos se quieren escapar de múltiples maneras… ¿Pero podemos nosotros escapar de ellos?

– Bueno, es muy difícil para nosotros separarnos de los sistemas que nos rodean. Aquí estoy yo, he escrito un libro a la manera antigua, pero para promocionarlo necesito un ordenador, una conexión a Internet. Tengo que hacer 60 entrevistas en una semana y necesito tomarme una aspirina para la migraña que me produce mirar la pantalla.

– ¿Se siente en una paradoja irresoluble? Usted mismo va a vender su libro en Amazon

– No me culpo por todo lo que hago en este mundo porque no soy el único responsable del capitalismo. Cuando nací la mayoría de la gente ya circulaba en coches. Yo no tenía ni la inteligencia ni el poder para decidir no utilizarlos…

Es más fácil hoy conseguir un bocata de atún en cualquier parte pero el precio que pagamos es muy alto

Revive Rushkoff una ocasión en la que conversaba sobre economía circular con colegas del Instituto para el Futuro: “En un momento dado detuve la reunión y pregunté: ‘¿Dónde tenemos los ahorros para la jubilación?’ Y todo el mundo respondió: ‘Oh, yo tengo una cuenta en Chase; oh, yo tengo y fondos indexados de la bolsa norteamericana…’ Y yo dije: ‘¿No haríamos mejor en coger ese dinero e invertirlo en proyectos locales en vez de tener todas estas charlas entre nosotros?'”.

– Steven Pinker, a quien cita en el libro, argumenta que el progreso basado en el mercado es un hecho. ¿Por qué cree usted que se equivoca?

– Pregunta a un levantador de pesas que toma esteroides y te dirá: ‘Ayer hice 200 flexiones y hoy ya he hecho 300’. Y es verdad, consigues más si quemas árboles y haces que la temperatura planetaria suba. El planeta está más poblado y hay más dinero en circulación… pero también los océanos están dos grados más calientes, los arrecifes han desaparecido y la vida marina está desapareciendo… Así que sí, es más fácil hoy conseguir un bocata de atún en cualquier parte pero el precio que pagamos es muy alto.

-¿Se ha encontrado con Pinker en alguna reunión?

– Sólo una vez… cuando se burlaban de mí. Estaba en una fiesta con gente, creo que él estaba allí. Y se chotearon de mí por creer que los seres humanos tienen alma y cosas por el estilo. Ellos creen que los hechos están de su lado y que yo soy un marxista romántico que pone en peligro el progreso. Ellos piensan que la solución siempre es más tecnología. Y cualquier cosa que cuestione eso, o el mercado, es un pecador porque frena el desarrollo.

La caótica agenda que maneja Rushkoff, y que el día de la entrevista se ha complicado porque su hija empezaba la universidad, obliga a poner punto y final a la conversación. Después le espera otra entrevista, y otra, y otra más.

– Qué estrés… ¿No le gustaría meterse en un búnker y escapar así de la promoción del libro?

– No, para mí escapar sería lo contrario. Sería unirme a personas reales de mi ciudad. Todas estas entrevistas me hacen sentirme en una cápsula espacial desde la que me comunico con miles de personas con pantallas y tecnologías. Escapar para mí sería abandonar el búnker y reintegrarme con la humanidad, con gente como yo. Así que para mí, escapar sería escapar de… escapar.

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