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Un lustro de inestabilidad en Libia

Por El Mundo  ·  24.10.2016

Cinco años después de la muerte del coronel Gadafi, el país lucha por consolidar un Gobierno de unidad mientras combate al Estado Islámico

Brigadas armadas rivales han vuelto a enfrentarse a disparos en Trípoli desde este fin de semana, recordando que el caos que invadió la capital libia tras la caída del coronel Muamar Gadafi, hace cinco años, está lejos de haber acabado. El escenario, el hotel Rixos: la legendaria sede de los enviados especiales que cubríamos la guerra que se desató en Libia en 2011 del lado del régimen gadafista.

El hotel se convirtió este año en la sede del Consejo de Estado, un cuerpo legislativo estructurado a partir del antiguo Parlamento elegido en 2014, como parte del acuerdo de unidad nacional forjado a trancas y barrancas por Naciones Unidas a principios de año. Pero el viernes, una milicia opuesta al Gobierno respaldado por la ONU tomó el edificio, estableció checkpoints, proclamó su propia autoridad y denunció “el fracaso en la gestión del Estado” del llamado Gobierno de Unidad Nacional (GNA).

Hoy hace exactamente cinco años de la captura y muerte de Gadafi a manos de milicias opositoras en Sirte, su ciudad natal. En los días inmediatamente posteriores a la desaparición del histriónico líder que gobernó con guante de acero este vasto país de apenas seis millones de habitantes durante cuatro décadas, el optimismo se respiraba en la calle. Los presos políticos salían de cárceles inmundas como Abu Slim y contaban sus horrores, miles de archivos secretos del edificio de la Inteligencia libia quedaban al descubierto y en la medina de Trípoli los ciudadanos se afanaban por borrar de todos los edificios y símbolos el verde omnipresente, impuesto por el régimen en honor al Libro Verde en el que el líder libio exponía su inventado Estado de masas, la Yamahiriya.

Era el final de siete meses de guerra en la que los rebeldes fueron apoyados por ataques aéreos de la OTAN contra el régimen de Gadafi. “Ahora está claro que ganaron el conflicto porque tuvieron el respaldo de la OTAN, pero que son incapaces de construir un Estado ellos solos”, comenta a EL MUNDO el periodista irlandés Patrick Cockburn, que cubrió el conflicto.

Tres días después de la muerte de Gadafi, la desilusión tiñó de nuevo las calles, recuerda Cockburn, cuando “la primera medida que anunció el Gobierno de transición fue la instauración de la poligamia”. No hablaron de libertad. Ni de reconstrucción. Ni de estabilidad. Transcurridos cinco años de ese episodio que para Cockburn revela “una sociedad regresiva”, la estabilidad política y la construcción del Estado siguen siendo asignaturas pendientes. El Gobierno de transición dio paso a un Congreso Nacional General tras unas todavía esperanzadoras elecciones en julio de 2012, las primeras en 60 años. Pero pronto fue evidente el vacío institucional, la desintegración social tras más de 40 años de dictadura y las rivalidades de poder de unas milicias armadas que habían derrotado a Gadafi pero no estaban dispuestas a dejar las armas.

En medio de todo este río revuelto del caos institucional, los yihadistas del autodenominado Estado Islámico (IS, en sus siglas en inglés) han hecho ganancia de pescadores. A principios de 2015 se hicieron con Sirte, antiguo bastión del gadafismo, donde impusieron su ley. En mayo de 2016, una coalición de milicias armadas bajo el paraguas del GNA y con el apoyo del general Jalifa Hafter -que a su vez respalda al rival Gobierno de Tobruk- iniciaron una operación para reconquistar Sirte de manos del IS. Una batalla que desde agosto cuenta con apoyo aéreo de Estados Unidos, pero que a día de hoy no ha podido tomar la ciudad, de unos 100.000 habitantes.

“Lo que ocurre en Sirte es que hay un pequeño número de guerrilleros fanáticos preparados para morir mientras que los milicianos gubernamentales no están dispuestos a dar su vida” por la causa, resume irónicamente Cockburn, que el próximo 24 de octubre presenta en Madrid su libro La era de la yihad. El Estado Islámico y la guerra por Oriente Próximo, que edita el sello Capitán Swing.

Para este veterano periodista que ha trabajado para el Financial Times y The Independent, “el problema es que EEUU y los países europeos pretendieron hacer ver que la oposición es liberal y democrática, cuando está financiada y armada por países retrógrados como Arabia Saudí o Qatar”.

Autora del artículo: Rosa Meneses

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