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Un Lenin gigante para la revolución bolchevique de John Reed

Por El Periódico  ·  24.10.2017

De la casa familiar, Diego Moreno, editor de Nórdica, y su hermano Daniel, editor de Capitán Swing, guardan una imagen imborrable: un busto gigante de Lenin, que su madre cubría convenientemente con una sábana cuando había visitas. Era cosa de su padre, comunista convencido. Son presencias que dejan huella. Ambos son los responsables del rescate de un indiscutible clásico de referencia de la revolución de Octubre, que brilla entre el alud de novedades sobre el centenario del alzamiento bolchevique. Se trata de una irresistible, y cuidada hasta el mínimo detalle, coedición de lujo -marcada en rojo, blanco y negro por el pincel del ilustrador Fernando Vicente- de ‘Diez días que sacudieron el mundo’, del periodista estadounidense John Reed (Portland, 1887 – Moscú, 1920). Su narración, publicada en 1919, es la crónica en primera persona del reportero, quien llegó a la entonces Petrogrado (San Petersburgo) en septiembre de 1917 y allí hizo amistad con Lenin.

Precisamente “Reed describe a Lenin como un hombre bajo, calvo, de cabeza abombada, que viste ropa vieja y polvorienta. Sin embargo, cada vez que en su relato sale Lenin, y sale mucho, su figura se siente como la de un gigante. Cuando sube a un atril y empieza a hablar, todo el mundo se queda pasmado y callado”, explica Vicente (Madrid, 1963), que recuerda que, por el contrario, Stalin casi no aparece, aunque sí Trotsky. Por ello, el ilustrador usó la metáfora visual y dibujó a Lenin como un gigante que “canta al nuevo hombre” y hechiza a obreros y campesinos.

Vicente, de tradición muy pictórica y veterano ilustrador, trabajó durante un año con acrílico sobre papel y con caballete o directamente con las hojas en la pared de su pequeño estudio porque ello le permitía ir colgando todas las piezas e ir viendo el trabajo en conjunto. En total, 27 ilustraciones, que en breve prevé exponer en Barcelona y que protagonizan un calendario del 2018, salpican la crónica periodística mostrando “un mosaico de la revolución”. No faltan en ella los momentos cumbre: “El asalto al Palacio de Invierno, con los destellos y cañonazos que se ven a través de los cristales -resalta el dibujante-. De hecho allí están a punto de fusilar a Reed, casi le llevan al paredón. También la angustia que se respira, de la gente que no sabe qué está pasando frente a la gente que sigue haciendo su vida normal. Cuando él mismo empuña el fusil tomando partido…”.

Acusado de espionaje
No engaña Reed sobre su empatía con la causa bolchevique, pero aclara: “Durante la lucha mis sentimientos no fueron neutrales. Pero, al contar la historia de aquellos días heroicos, he intentado mirar los hechos con los ojos de un reportero concienzudo e interesado en consignar la verdad”, escribe. Al volver a Estados Unidos sus ideas le valieron ser acusado de espionaje. Escapó y regresó a la Unión Soviética. Allí, en Moscú, murió de tifus, con solo 32 años, el 17 de octubre de 1920, y fue enterrado en el Kremlin, junto a otros líderes soviéticos. No en vano, Lenin había definido ‘Diez días que sacudieron el mundo’ como “la exposición más veraz y vívida de los hechos que son tan importantes para comprender debidamente la revolución proletaria”.

La revolución rusa no pilló a Vicente fuera de juego. Ya había ilustrado ‘El manifiesto comunista’, de Marx y Engels, también para Nórdica, de la que es autor habitual. Esta vez, señala, se inspiró en “la estética soviética” de carteles de propaganda de la época como los de Alexander Rodchenko. Eso le permitía reivindicar también que “en aquellos días tuvo lugar una revolución artística en la que florecieron creadores de la corriente suprematista como [Liubov Serguéievna] Popova o [Kazimir] Malevich”. El ilustrador, que no había leído la crónica de Reed hasta que asumió el reto de ilustrarla, halló su otra fuente de documentación en la Royal Academy de Londres, visitando una completa exposición sobre la revolución rusa de la que salió con el catálogo y un montón de libros bajo el brazo.

La revolución mexicana
El libro, que en menos de un mes ya ha agotado una tirada de 3.000 ejemplares, aporta además una nueva traducción de Íñigo Jáuregui (la anterior era la de hace 90 años), que según Vicente y Diego Moreno, hace más asequible la narración y la aligera. Ya desde el mismo título, que en inglés usaba el verbo ‘to shake’ en pasado y que en castellano se había popularizado como “estremecieron” o “conmovieron”: Jáuregui opta por el más acertado “sacudieron”, al hablar de unos días que cambiaron la historia del siglo XX.

Según Moreno, el lector que se acerca a este tipo de ensayo ilustrado es, sobre todo, aquel “que no conocía previamente la obra y que ve en este tipo de edición el momento de hacerlo. No es tanto, en contra de lo que pueda parecer, un público militante y comunista”.

Vicente ya ha aceptado sin pensárselo dos veces la propuesta de Moreno de ilustrar la otra gran crónica de una revolución de Reed: ‘México insurgente’ (1914). Esta esta vez el gigante será, sin duda, Pancho Villa.

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