Un gran tipo

Por ABC Cultural  ·  19.05.2012

Ese rostro con gafas negras entre los mucho rostros célebres que custodian las espaldas de los Beatles en la inmortal portada del álbum Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band es, sí, el rostro de Terry Southern. Muchos se han hecho famosos por mucho menos, y lo cierto es que si algo puede definir a Southern (EE.UU., 1924-1995) fue su potencia de Zelig para estar y figurar en todos los sitios en los que valía la pena figurar y estar. Así, Southern estuvo en los años 40 con los existencialistas del boulevard Saint Gerrnain, en los años 50 junto a los beatniks del Greenwich Village, y en los 60 con los rockers de Carnaby Streel.

En caída libre

Southern también destacó como colaborador creativo de Stanley Kubrick en ‘¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú’ (suya fue la idea del piloto texano cabalgando en caída libre una bomba atómica por amor al Dr. Strangelove) o en Easy Rider (fue él quien escribió los diálogos de la perfecta y sensible escena junto a la fogata nocturna), así como, fuera de créditos y a sueldo de Peter Sellers, patentando muchos de los mejores gags de la saga de La pantera rosa. Además, hizo aportes para otros filmes claves de la época como Barbarella, El rey del juego, El coleccionista, Candy (basado en Su propio best-seller, coescrito junto a Mason Hoffenberg) y Casino Royale.

Demasiado «hip»

Southern también colaboró con The París Review (suya es la antológica entrevista al gran Henry Green) y en Esquire durante su edad dorada. Y fue considerado por Tom Wolfe el verdadero padre del Nuevo Periodismo, por Kurt Vonnegut el hijo bastardo de Mack Sennell y Edna Saint Vincent Millay, y admirado por Norman Mailer, Gore Vidal, William Burroughs, Joseph Heller y Bruce Jay Friedman. Casi nada. Y, para ir resumiendo, mejor citar el título de uno de los textos de A lo rica ma¬rihuana (alguna vez en Anagrama) que lo dice todo: «Eres demasiado hip, tío».

El problema es que todo lo demasiado hip más temprano que tarde deja de serlo, y el ocaso de Southern fue largo y sórdido y puntuado por drogas, anfetaminas, alcohol, etc,

Agotada la vida, queda la obra, y A la rica marihuana (en cuya portada original de 1967 aparecia Jane Fonda acariciando la mejilla del autor) es la mejor introducción a Southern. Reúne relatos celebres como «La sangre de una peluca», piezas de no ficción que investigan la escena jazz («La noche en que Bird tocó para el doctor Warner») o el mundo de las majorettes («Bastoneando en Ole Miss»), perfiles de escritores («Yo soy Mike Hammern») y capítulos de una novela que no fue.

Si a más de uno le resultan algo anticuados los trucos de Southern aquí, recuerden que fue Southern quien lo hizo primero, amparándose en la coartada tan sincera como frágil de «escribo para un lector imaginario muy parecido a mí».

RODRIGO FRESÁN