El inolvidable entrenador Mickey le advertía en ‘Rocky’ (1976) al boxeador y semental italiano que
“las mujeres debilitan las piernas” . El corredor británico Linford Christie se lamentaba de que,
cuando se acostaba con una mujer la noche antes de una carrera, sentía las extremidades “como
si fueran de plomo”. Son habituales los rumores en los mundiales de fútbol acerca de supuestos
embargos sexuales a los que los entrenadores someten a sus jugadores. Y hace años, el cantante
Christian recomendaba a los concursantes de Operación Triunfo que no hicieran el amor la
víspera de una actuación porque perderían un tono. Bien, pues según el más extenso y reciente
estudio en 2016 sobre la evidencia científica de los efectos de la actividad sexual en el rendimiento
deportivo no hallaron ni un solo impacto negativo. Es sencillamente un mito . O como dijo Casey
Stengel , el entrenador de los Yankees de Nueva York: “No es el sexo lo que destroza a estos
chicos, sino quedarse despiertos toda la noche en busca de él. La historiadora británica Kate Lister
se ocupa de esta y otras leyendas sobre la eyaculación, el orgasmo masculino y el onanismo en
uno de los capítulos de su fascinante y muy divertida ‘Una curiosa historia del sexo’ (Capitán
Swing), el titulado ‘Derramar alubias’, un juego de palabras del inglés donde ‘beans’ es también
‘semen’. “A menudo”, explica Lister, “se habla del orgasmo femenino como de un tesoro escondido
al que sólo se accede con la ayuda de mapas, instrucciones detalladas y un buen táper de comida.
El intrépido aventurero del sexo se lanza con audacia, como Indiana Jones, a navegar por el
misterioso cuerpo femenino para leer las pistas, resolver el rompecabezas y elegir sabiamente
antes de beber del Santo Grial. Del orgasmo masculino, por el contrario, se habla como si se
tratara de una botella de Coca Cola: agítese hasta que explote y deje todo pegajoso . Trabajo
hecho”. Y sí, quizás la ‘petite morte’ de ellos sea más básica comparada con la de ellas, pero su
historia es, sin embargo, terriblemente complicada, cuajada de fábulas y quimeras, oscura y
desconcertante. Veamos un rápido repaso . La hipótesis de que la eyaculación implica una fuga
energética puede seguirse hasta la antigua China donde el taoísmo dictaminaba que el semen no
debe salir del cuerpo, sino reabsorberse para nutrir el cerebro . El hombre que “derrama sus
alubias” perdería así su sacrosanta fuerza vital y así lo siguen defendiendo diversas sectas
tántricas que aseguran que la energía y la salud mejoran reteniendo el semen. Algo que no sólo es
falso, como hemos comentado, sino incluso potencialmente peligroso. Una investigación de la
Universidad de Harvard ha relacionado la retención de esperma con un notable incremento del
cáncer de próstata . Otro estudio australiano confirmó estos resultados: los hombres que eyaculan
de cuatro a siete veces por semana tienen un 36 por ciento menos de probabilidades de sufrir
cáncer de próstata que aquellos que lo hacía dos o tres veces semanales. Los hombres que
eyaculan de cuatro a siete veces por semana tienen un 36 por ciento menos de probabilidades de
sufrir cáncer de próstata Aristóteles pensaba que la actividad sexual ‘excesiva’ frenaba el
crecimiento, Plutarco aconsejaba “almacenar la semilla”, Platón sentenció que “un hombre fuerte
es aquel que retiene su semen” y, ya en la Edad Media, San Alberto Magno lamentaba que “el
coito drena el cerebro”. No sorprende que el cristianismo se obsesionara con la masturbación, con
cualquier derramamiento seminal que no estuviera dirigido a una vagina con vistas a la
procreación. El semen que erraba el tiro era peligroso y, según los teólogos, podían robárselo los
demonios en forma de súcubos a los masturbadores. Kate Lister reconoce que, aunque falsa, esta
leyenda entre eyaculación y debilidad es comprensible: “Aunque muchas mujeres padecen un
doloroso aumento de la sensibilidad de los genitales después del orgasmo, podemos seguir
adelante y, como asegura ‘Cosmo’, alcanzar múltiples orgasmos. En cambio, una vez que el pene
‘ha descargado su flema’ se acabó y antes de que puedas decir ‘estoy lista, cariño’, él ya está
roncando en su propio charco. Este específico momento se conoce en términos médicos como
periodo refractario masculino. (…) El dedo acusador de este periodo suele apuntar a las
fluctuaciones de serotonina y prolactina en el cerebro. Pero como esas variaciones se observan
tanto en hombres como mujeres, no se puede considerar una explicación de por qué los hombres
experimentan un periodo refractario y las mujeres no. Sea cual sea el motivo, es un hecho. El
bajón posterior al orgasmo, el pasaje de ‘dios del sexo a oso dormido’ , se ha considerado prueba
irrefutable de que el orgasmo debilitaba a los hombres”. El inolvidable entrenador Mickey le
advertía en ‘Rocky’ (1976) al boxeador y semental italiano que “las mujeres debilitan las piernas” .
El corredor británico Linford Christie se lamentaba de que, cuando se acostaba con una mujer la
noche antes de una carrera, sentía las extremidades “como si fueran de plomo”. Son habituales
los rumores en los mundiales de fútbol acerca de supuestos embargos sexuales a los que los
entrenadores someten a sus jugadores. Y hace años, el cantante Christian recomendaba a los
concursantes de Operación Triunfo que no hicieran el amor la víspera de una actuación porque
perderían un tono. Bien, pues según el más extenso y reciente estudio en 2016 sobre la evidencia
científica de los efectos de la actividad sexual en el rendimiento deportivo no hallaron ni un solo
impacto negativo. Es sencillamente un mito . O como dijo Casey Stengel , el entrenador de los
Yankees de Nueva York: “No es el sexo lo que destroza a estos chicos, sino quedarse despiertos
toda la noche en busca de él.
Todo lo que siempre quisiste saber sobre la eyaculación y sus mitos
Por El Confidencial · 09.05.2022