Durante más de un año, Talia Lavin entraba cada día en su “propio infierno”. Un infierno en el que tenía que leer mensajes de odio contra los judíos y las mujeres. Un infierno en el que debía fingir ser otra persona y relacionarse con gente que bromeaba con recuperar los campos de concentración. Donde se difundía propaganda antisemita en la que se culpaba a los judíos de todos los males vividos en los últimos años -desde la pandemia a la llegada de los demócratas al Gobierno en EEUU-.
Todo eso lo hizo siempre con un objetivo claro: “Escribir un texto sobre la supremacía blanca que fuera menos académico y más una fuerte historia emocional que atrajese a la gente para mantenerla pasando las páginas. Que realmente les contase la historia sobre cómo se ve ahora este movimiento y cómo pueden combatirlo”.
Así nació La cultura del odio (Capitán Swing) su primer libro en el que relata desde dentro de la deep web (internet profunda) cómo funcionan los movimientos neonazis o los grupos ‘Incel’, que muchas veces creemos extinguidos o insignificantes como para prestarles más atención. “El propósito real es que las personas que lean este libro sepan más sobre el odio contemporáneo y estén también más motivados para luchar contra ellos”, explica Lavin a MagasIN durante una videollamada desde su casa en Nueva York.
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La periodista se ha especializado en los últimos años en la extrema derecha y ha escrito para medios como The New Yorker, The Washington Post o The New Republic; y se define a sí misma como el arquetipo de mujer que odian los fascistas: “Soy una judía desgarbada y bisexual que vive en Brooklyn y sin pelos en la lengua”, expone. Imágenes del día: Juan del Val besa apasionadamente a su pareja en su última fiesta y no es Nuria RocaAne OlabarrietaEste lunes 4 de abril también son protagonistas Pilar Rubio, que ha descubierto un rincón rockero muy especial para ella, y Georgina Rodríguez y Cristiano Ronaldo, que posan junto a todos sus hijos.
Ese espíritu rebelde e inconformista le llevó a navegar por la deep web en busca de más información sobre estos grupos que están más extendidos de lo que podríamos pensar. “Navegar en estos laberintos de discurso de odio, con diferentes identidades y acercarme a personas que detesto fue muy complicado emocionalmente. Fue una experiencia muy intensa. Caminaba hacia el infierno todas las mañanas. Despertaba y decía: okay, voy a ir al infierno otra vez”, recalca Lavin.
El impacto de la pandemia
La autora, que actualmente escribe una newsletter semanal (The sword and the sandwich) y está preparando su segundo libro, considera que en los últimos tiempos, y principalmente a raíz de la pandemia, han crecido principalmente los “grupos que apoyan los movimientos de conspiración”.
“En estos años de miedo y años de tiempos realmente inquietantes y difíciles dentro de cada uno, siempre habrá personas más vulnerables a la propaganda porque todos nos enfrentamos a una amenaza misteriosa y aterradora: gente muriendo a nuestro alrededor. Mucha gente se refugió en teorías de conspiración. Era mucho más fácil pensar: ‘Oh, estas personas malvadas crearon este virus por estas razones malvadas'”.
“Son personas, en su mayoría hombres, que habitan este país y que han elegido odiar y dar sentido a su vida odiando”
El problema, cuenta Lavin, es que estas teorías conspirativas suelen estar relacionadas con el antisemitismo o la xenofobia, y acaban derivando en discusos de odio. “La premisa es que estos movimientos son como un parásito, muy oportunistas. Es como si tuvieras gente susurrando: fueron los judíos… Y entonces ves cómo en las marchas contra las vacunas siempre aparecen los nazis, ¿verdad?”.
“Así tienes una situación en la que la gente que hace tres años no habría marchado junto a un nazi, ahora camina con alguien que lleva esvásticas. Por ejemplo, vimos eso recientemente en Canadá. Una vez te sientes cómodo marchando junto a los nazis, sientes que tienes una causa común con ellos y estás mucho más abierto al reclutamiento. Ese es el tipo de espacio peligroso en el que nos encontramos ahora como mundo”, declara.
Puede ser cualquiera
El contexto en el que vivimos, unido a la poderosa herramienta que puede ser internet, se convierte en el cóctel perfecto para la propagación de estos peligrosos y dañinos mensajes. Además, Lavin subraya una verdad incómoda: no son seres extraños ni de una sola clase socioeconómica. Pueden ser personas normales, tu vecino, tu compañero de trabajo.
“Son personas, en su mayoría hombres, que habitan este país y este mundo y que han elegido odiar y dar sentido a su vida odiando. (…) Lo que me cabrea de veras es su misma humanidad”, escribe Lavin en su libro.
En este sentido, la autora afirma que muchas veces intentamos justificar estas manifestaciones negacionistas o acciones antisemitas afirmando que son personas “empobrecidas o ignorantes” como una forma de “autoprotección”. Sin embargo, defiende que lo que tenemos que entender realmente es “cómo estos movimientos atraen a la gente”.
“La soledad y la frustración sexual se convierten en un verdadero odio violento hacia las mujeres muy peligroso”
“Reclutan a la gente a través de emociones humanas muy ordinarias. Sentirse perdido, sentirse solo, que no tienes un propósito en la vida… Luego te contarán una historia como: ‘Oye, somos una banda de hermanos que vamos a salvar a la raza blanca de los malvados judíos y todas estas potencias mundiales. Tu vida puede ser importante. Estos compañeros harán que no estés solo…’. Es una propaganda sofisticada, pero también es muy emotiva, que te atrae con humor y con todo tipo de mensajes”.
Los grupos ‘Incels’
En su periplo por la deep web, la escritora también creó una identidad falsa (Tommy O’Hara) y se introdujo en los conocidos como grupos ‘Incels’ (célibe involuntario). Se trata de un movimiento formado por hombres que no logran mantener relaciones sexuales o románticas con mujeres y acaban desarrollando odio hacia ellas, culpándolas de sus fracasos sentimentales.
Estos grupos están cargados de misoginia, machismo y odio, y fomentan incluso el asesinato de mujeres. En los últimos años, ya se han perpetrado diferentes masacres por parte de hombres que se identificaban con este grupo. Un ejemplo, aunque no el único, es el de Elliot Rodger, que en 2014, a sus 22 años, mató a seis personas e hirió a 13 antes de suicidarse en California.
Antes de eso, publicó un vídeo titulado Elliot Rodger’s Retribution, en el que exponía sus planes de ataque y sus motivaciones. Contaba su deseo de castigar a las mujeres por rechazarlo y también de castigar a los hombres sexualmente activos. Tal y como cuenta Lavin en el libro, Rodger es venerado entre los Incels, e incluso hay manuales y códigos para quienes quieran perpetrar matanzas similares.
“Es como ‘el feminismo se está apoderando del mundo y podría quitarte todo a lo que deberías tener derecho como hombre, que es el sexo’. Es una historia de conspiración, una historia de odio. Está el término ‘ir a urgencias’ que se refiere a hacer lo mismo que Elliot Rodger y morir en el proceso de matar a tantas mujeres como puedas. Es como un lugar en el que emociones humanas muy ordinarias de soledad y frustración sexual se convierten en un verdadero odio violento hacia las mujeres que se vuelve muy peligroso”.
¿Es el movimiento ‘Incel’ terrorismo?
En 2020, por primera vez se acusó de terrorismo a un joven por un asesinato vinculado con el movimiento ‘Incel’. El menor de edad que mató con arma blanca a una joven e hirió a dos personas en un salón de masajes eróticos en Toronto en 2019. Las autoridades canadienses concluyeron que el acusado del crimen “se inspiró en el movimiento extremista violento motivado ideológicamente (IMVE) comúnmente conocido como Incel”.
Todo ello, además, se encuentra bajo un halo de desesperación. “Creo que una de las fuerzas más poderosas que vi en estos foros fue la desesperación. Una completa desesperación. Era la idea de que nunca jamás podrían cumplir con este ideal masculino de ser fuertes, guapos en la forma en que los hombres lo son. Se creen irremediablemente feos. Y de ahí vienen el calor y la rabia”, afirma Lavin.
“Otra cosa que realmente me llamó la atención fue la frecuencia con la que se discutía e incluso se alentaba el suicidio. Estos espacios hablan de tomar la píldora negra, que significa reconocer que las cosas nunca mejorarán. Para ellos esa es la única verdad real y cualquiera que intente venderte esperanza es un mentiroso”.
Ante todas estas situaciones y grupos que se mueven entre el odio, Lavin asegura que la forma de lograr un cambio viene de la gente.
“Ojalá tuviera una historia reconfortante que contarte, pero la única esperanza que he experimentado viene de la gente. Estos movimientos no desaparecerán por sí solos. Así que creo que la única esperanza es que la gente común decida ser extraordinariamente valiente. Así que sí creo que hay alguna esperanza de derrotar a estos movimientos, hay que luchar contra ellos”, sentencia.
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