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Sue Black: “El niño se había suicidado, pero en la radiografía vi unas rayitas…”

Por La Vanguardia  ·  01.11.2022

Tengo 61 años: sería aburrido volver a vivir y no temo morir, pero sí que me hagan vivir más allá del decoro. Soy celta y escocesa unionista. No me resulta agradable ver crímenes cada día, pero sí exculpar inocentes, encarcelar asesinos, y salvar a quienes ya no serán sus víctimas. Publico “Escrito en los Huesos” (Capitan Swing)

Una obra para perder la cabeza

“La policía –cuenta Black– me pidió que peritara unos huesos que una señora advirtió que estaban enterrados en un jardín privado de Londres. En efecto, allí estaban, y la denunciante confesó que pertenecían a una anciana a la que había cuidado hacía 20 años y que murió de improviso, por lo que la enterró allí sin avisar a nadie; porque entonces ella era jovencita y le dio miedo ir a la policía. Sin embargo, la cabeza no aparecía, hasta que la sospechosa admitió –los ahorros de la anciana sí que aparecieron en su cuenta– que se la había llevado a otro domicilio. Y allí en un cobertizo la encontramos. El examen del cráneo demostró –pese a las dos décadas transcurridas– que la anciana había sido asesinada a golpes de pala, decapitada con un cuchillo de cocina, y enterrada en aquel jardín, donde la asesina se enteró de que se iban a hacer obras.

Alguno de sus casos no le deja dormir?

Soy científica: observo hechos, lanzo hipótesis que los expliquen y trato de validarlas con pruebas en la morgue y los laboratorios. Si las demuestro –sin espacio para la duda–, la policía y los jueces actúan en consecuencia.

¿Y mete a los malos en la cárcel?

Ante los horrores que descubro, mi consuelo es evitar que otras personas sufran en manos de criminales y que inocentes sean condenados por crímenes que no cometieron.

¿Qué caso le quita el sueño tras 35 años de investigaciones criminales anatómicas?

El suicidio de un niño. Nadie sabía explicarlo. ¿Por qué se había quitado la vida? Le iba bien en el cole y tenía una familia adorable…

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¿Qué le dijeron sus huesos?

Los examiné por casualidad cuando pasé por la morgue mientras el patólogo examinaba su cadáver y me fijé en su radiografía. El niño se había suicidado, pero había unas ra­yitas justo donde los huesos nacen…

¿Qué revelaban aquellas rayitas?

Salen cuando el estrés que sufre un joven obliga al cuerpo a desviar la energía que usaba para el crecimiento de los huesos a donde más la necesita para superarlo: al cerebro…

¿Eso se puede apreciar en la placa?

Aprecié que el niño había dejado de crecer por un tiempo a causa de algo grave… El chico lo pasaba muy mal de vez en cuando.

¿Cuándo lo pasaba mal?

La policía empezó a hacer preguntas siguiendo mi peritaje hasta que el abuelo confesó que abusaba de su nieto en sus visitas.

¡Es horroroso!

Horrible, sí, mi profesión a menudo lo es; pero salva de psicópatas así a los que hubieran sido sus víctimas de no encerrarlos.

¿Cómo denuncian los cadáveres de las víctimas a sus asesinos?

Hay que fijarse en cualquier detalle por ínfimo que parezca que salga del patrón previsto… Si lo percibes, ahí está resuelto el caso.

¿Cuál es el patrón?

Hemos atrapado a un asesino tras observar un diente perdido en el campo que había sido embellecido por un odontólogo, como tantos, pero este al estilo de Europa del Este…

Eso es hilar muy fino, profesora.

No importa cuán pequeño es el detalle. sino cuán diferente, por eso me adiestro observando incansable a todo el mundo en el tren.

¿Y acierta?

Hago suposiciones sobre los viajeros y luego las verifico preguntándoles. Los detalles hablan: un tatuaje, una cicatriz, un bronceado…

¿Y cuándo delatan a los criminales?

A veces el detalle les salva. Una esposa decía a sus amigas que el marido le sacaba dinero y que si desparecía, buscaran en el jardín…

¿Y el día llegó?

Pero el cadáver no aparecía. Solo en el filtro de la lavadora encontramos un fragmento microscópico del esfenoides de su cráneo. El marido se derrumbó al fin y admitió que ella había muerto tras caer durante una discusión y desnucarse. Arrojó el cadáver al río…

¿Le condenaron?

A partir del hueso reconstruimos los hechos, y cierto: había sido una pelea. Seis años por homicidio involuntario y otros seis por haberlo ocultado. Cumplió sólo seis por buena conducta; salió de la cárcel y volvió a casarse.

¿Con quién?

Se casó, sí. La capacidad de algunas mujeres para perdonar no deja de sorprenderme.

¿Por qué se hizo usted investigadora?

Mi padre era cazador y ya de niña me encantaba destripar conejos; estudié Biología y un día me llamaron para identificar a un ahogado en el mar y lo logré, pero la madre nunca quiso aceptarlo y sigue desaparecido.

¿De verdad –he leído– cruzó Europa con dos cabezas humanas en el equipaje?

La policía italiana me permitió llevarlas a mi laboratorio de Escocia para investigar las causas de su muerte.

¿Pero reveló a la aerolínea lo que llevaba?

Los italianos las metieron en unas cajas muy bonitas de un diseñador famoso. Pero sí, las cajas excedían el peso permitido y tuve que explicar qué eran y los del mostrador ya empezaron a mirarme de forma muy rara.

¿Pero admitieron a bordo las cajas?

Era su obligación, según una orden judicial que al final tuve que mostrarles; pero en el avión me sentaron aparte: nadie me atendió.

Ya pasa, aunque solo lleves tu cabeza.

Las identifiqué en mi laboratorio y volví a Italia con una caja solo, porque entonces ya eran dos cráneos pelados.Testifiqué en el juicio mientras el acusado me amenazaba…

¿Pasa usted miedo en los juicios?

Aquel día lo pasé, pero el mundo es un sitio más seguro con aquel asesino –fue condenado gracias a las cabezas– ya encarcelado.

¿Tiene usted miedo a morir?

Aunque haya visto muchas muertes, sé que solo se muere una vez y que pasa rápido.

¿No es una pena?

Lo que sí me da miedo es me hagan vivir impedida más allá de la dignidad.

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