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Steven Johnson: “Europa y EEUU creían que las pandemias solo ocurren en otros lugares”

Por La Razón  ·  29.06.2020

Periodista científico, Steven Johnson (Estados Unidos, 1968) narra en «El mapa fantasma» (Capitán Swing) cómo el brote de cólera ocurrido en Londres en 1854 cambió la ciencia y cómo su estudio influyó en la sociedad moderna.

¿Por qué tuvo tanta importancia?

En ese momento, por primera vez fue realmente posible creer que las ciudades podrían gestionar de manera sostenible poblaciones de millones de personas. Hasta la década de 1850, toda la evidencia sugería que las ciudades industriales a esa escala eran máquinas de matar que reducían la esperanza de vida de los seres humanos, principalmente debido al terrible impacto de enfermedades como el cólera. Sin embargo, 1854 demostró que las ciudades podían aprender de este tipo de amenazas, y que podrían ser capaces de gestiones poblaciones aún más grandes.

El médico John Snow y el párroco Henry Whitehead elaboraron un mapa de afectados para identificar el origen de la enfermedad, algo aparentemente simple pero a lo que nadie había recurrido antes y determinaron el contagio a través del agua. Aun así les costó años recibir el reconocimiento de la sociedad científica.

Para que las ideas genuinamente transformadoras se afiancen hace falta tiempo. Y más en aquel entonces, cuando la idea de utilizar la estadística para validar teorías médicas era totalmente novedosa, muy poco probada.

En estos días hemos vivido una pandemia global que hemos atajado encerrándonos en casa y lavándonos las manos. ¿Qué creencias del mundo actual considera que ha derribado el coronavirus?

La más duradera creo que será la sensación que existe por defecto en toda Europa y en Estados Unidos de que las pandemias solo ocurren en otros lugares, en el llamado mundo en vías de desarrollo. Desconozco por completo cuál será la política federal de Estados Unidos cuando azote la siguiente pandemia, pero puedo garantizarle que la ciudad de Nueva York se la tomará en serio desde los primeros informes. Creo que a partir de ahora y durante años la gente llevará mascarillas en la temporada de gripe; y en las zonas densamente pobladas de las ciudades occidentales, hablamos de décadas. No todo el mundo, pero sí que se verá un cambio.

¿Nos servirá la tecnología para prevenir nuevos brotes?

Por supuesto. No creo que suficiente gente sea consciente de la enorme ventaja que hemos tenido con la covid de ser capaces de secuenciar el genoma del SARS-CoV2 en cuestión de una o dos semanas después de haberlo identificado por primera vez. Desde ese momento, la rapidez del desarrollo de la vacuna ha sido el resultado directo de este tipo de avance genómico. El aprendizaje automático tendrá un impacto similar cuando se produzca el próximo brote.

Otro avance de la época en Inglaterra son las «Estadísticas semanales» de William Farr, esa famosa curva epidemiológica a la que había que doblegar. En España, al principio se ocultaban datos por ciudades con la excusa de no alarmar. ¿Es partidario de que toda la información esté no solo en manos científicas sino al alcance de los ciudadanos?

Creo firmemente que los datos en materia de salud pública –asumiendo que son anónimos– deberían ser lo más abiertos posible. Siempre hay un John Snow en alguna parte capaz de ver algún patrón que nadie más logra ver.

¿Esta pandemia supondrá un cambio profundo en nuestro estilo de vida? ¿La vida en las ciudades ha favorecido la expansión de la enfermedad?

En una zona urbana de alta densidad es más fácil propagarse sin ser detectado, qué duda cabe, pero, una vez detectado, puede verse frenada por un tipo de ciudad adecuada. Fíjate en Seúl, en Tokio, en Hong Kong. Son ciudades increíblemente densas. Si en las primeras fases de una amenaza se usan mascarillas y se hacen tests de forma rigurosa, es posible mantener estos brotes bajo control.

Confía en que en una o dos décadas podríamos elaborar una vacuna efectiva en pocos días, a través del diseño informático. ¿No es demasiado optimista? La realidad ante amenazas reales como el ébola o la covid-19 se ha mostrado diferente.

Vamos a ver dónde terminamos con la vacuna de la covid-19. Mi pronóstico es que para comienzos del otoño tendremos por lo menos dos de los ensayos de la Fase Tres. Es decir, habrán pasado nueve meses desde que se identifica un nuevo virus y se entrega una vacuna operativa. Es muchísimo más rápido de lo que hemos logrado con anterioridad. Si esto ocurre, será un enorme paso adelante para la ciencia médica. Si no, podría sentirme un poco menos optimista sobre los progresos de la próxima década…

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