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Steel: “Atajar la crisis ecológica recuperando el tiempo y placer por la comida”

Por EFE  ·  26.03.2023

Marta Montojo

Madrid, 26 mar (EFE).- “El tiempo es dinero”, dijo Benjamin Franklin. La arquitecta británica Carolyn Steel lo contradice -“el tiempo no es dinero, es vida”-, y asegura que en esta premisa está parte de la solución a la crisis alimentaria que acucia al planeta.

Steel, autora de ‘Ciudades Hambrientas’, acaba de publicar en español otro ensayo, ‘Sitopía’ (ed. Capitán Swing), en el que aborda la transformación del modelo alimentario según han ido evolucionando los asentamientos humanos, desde la época en que la mayoría era cazadora-recolectora hasta las megaurbes modernas como Londres.

A su paso por Madrid para participar en el ciclo ‘Ecotopías’ de La Casa Encendida, Steel repasa en entrevista a EFE la gran pregunta que la llevó a escribir su nuevo libro: “¿Qué es una buena vida? y, una vez hayamos resuelto esto, ¿qué tipo de sistema alimentario puede apoyar esa buena vida?”

La arquitecta defiende recuperar el epicureismo para devolver a la comida el placer y el sentido de autosuficiencia, y volver a poner la alimentación en el lugar que merece, dedicando un espacio como se hacía -y aún se hace en determinados países- en los mercados de las ciudades, donde no sólo se iba a comprar alimentos sino también a comer, a cocinar, a invitar a amigos o reunirse entre vecinos.

También aboga por regresar al modelo alimentario del “huevo frito” en que la urbe, en el centro, sería la yema, rodeada de la clara: el campo donde se cultivan los productos animales y vegetales para alimentar a la ciudad.

Pero con la expansión de las ciudades, y la navegación que trajo el comercio internacional y externalizó la producción alimentaria, “la yema se ha esparcido por toda la clara”, aduce Steel, y ahora “nos hemos acostumbrado a la comida barata”, que en realidad, sostiene, es cara, si se integran los costes de salud y ambientales.

Recuperar ese modelo del huevo frito es lo que propone también el movimiento “ciudad jardín” impulsado, entre otros, por el urbanista Ebenezer Howard, que visualiza una urbe central autosuficiente, rodeada de campo -combinando los beneficios urbanos y los agrícolas-, y con ciudades satélite que se crean cuando la central alcanza su población plena.

Estas propuestas apuntan a mejorar la calidad de vida de las personas y a superar algunos de los retos que comporta el sistema alimentario global: entre otros, la huella climática asociada a la deforestación para la producción agrícola y ganadera, o al viaje de los alimentos importados desde el otro lado del mundo, así como la desertificación y degradación del suelo por el uso de agroquímicos.

Steel es escéptica con las promesas de la tecnología, que dibujan un futuro alimentario que ella considera “distópico”, y juzga que “lo que necesitamos es más personas cultivando” en el campo y en la ciudad, pero para ello hace falta tiempo.

Así, se reconoce “decrecentista” si bien el “decrecimiento” no le parece un término políticamente útil pues “resulta negativo”, y prefiere apostar por un enfoque que plantee la cuestión de “cómo volver a las cosas de la vida que nos hacen felices y que no requieren crecimiento económico” en un mundo de recursos finitos.

La comida, en ese sentido, “es un buen ejemplo de algo que da alegría, pero que en realidad se trata de una economía en estado estacionario, y no de una en expansión sin fin”, abunda Steel, para enfatizar que “necesitamos una economía que se sitúe dentro de la economía natural, de la ecología”.

Todo esto pasa, según la arquitecta, por un “cambio político” y una redistribución de la riqueza, por ejemplo, mediante una reforma tributaria que reequilibre los privilegios “pues estamos en un punto en que puedes ganar más simplemente siendo rico que trabajando”.

“El capitalismo está acabado, ya no funciona”, sentencia Steel, que considera que la solución para las sociedades occidentales exige adoptar una forma de pensar más oriental, centrada en “disfrutar de lo necesario y en comprometerse con el tiempo, el lugar y el contexto, y nutrirse de ello”. EFE

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