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Sin dinero no hay poesía

Por El País  ·  15.06.2021

Por muy grande que sea la obra de un artista, de un
escritor, de un músico, siempre será más grande su boca que pide alimento y más intenso el
aullido de su cuerpo que pide una casa. El crítico estadounidense William Deresiewicz acaba de
publicar un brillante ensayo titulado La muerte del artista, en donde se recoge una reflexión, llena
de casos concretos, de la relación compleja del creador contemporáneo con el dinero. Lo que
hace del libro una lectura apasionante es que el autor contabiliza el dinero que ganan los artistas
americanos, y los gastos que tienen. A veces el libro parece una guía de apartamentos cutres y
baratos de Nueva York , San Francisco o Chicago. 40.000 o 50.000 dólares al año es lo que
Deresiewicz considera una profesionalización aceptable. Leyendo este libro he pensado en su
posible extrapolación al ámbito español. Deresiewicz sostiene la teoría de que solo los creadores
que proceden de familias acomodadas pueden dedicarse a la literatura, la música o el arte desde
el primer momento de su juventud. Los demás tienen que buscarse la vida como pueden, eso es
igual en España. El 95% de los escritores de mi generación proceden de las clases medias
españolas, o de las clases medias bajas. Más información Una treintena de escritores catalanes
crea un ‘sindicato’ profesional Los escritores y su primer libro El otro día iba en un tren con la
escritora Sara Mesa . Nos pusimos a hablar de nuestros orígenes humildes y de cómo eso había
dificultado el paso a nuestra profesionalización como escritores. No es queja. Es análisis. Queja
ninguna. Es solo conciencia de quién eres. Ni Sara ni yo tuvimos padres que nos mandaran a un
colegio bilingüe desde los tres años y largos veranos de adolescencia a Inglaterra a perfeccionar
el inglés. No hablar bien inglés es también una declaración de clase social. Una catástrofe más.
Un escritor español de 40 años que no pueda vivir de la literatura acaba pensando que eso es así
porque no tiene talento. No, eso es así porque vive en un país de economía mediocre.
Deresiewicz no sabe que hay países en donde la profesionalización de los creadores es
infinitamente peor que en Estados Unidos. Le diré un país: España. Los países con democracias
centenarias y con capacidad de producir riqueza económica invierten sus excedentes en cultura. Y
esa es la paradoja más incómoda del dinero, pues cuando hay dinero de sobras, te puedes
comprar un libro, puedes ir a la ópera o al teatro. Si no hay dinero, no hay poesía. “Deresiewicz
advierte que el entusiasmo que anidan en las vocaciones artísticas pueden convertirse en una
estrategia para no pagar” En España nos cuesta hablar de dinero, está mal visto. Y en el terreno
de la cultura hablar de dinero aún está peor visto. Deresiewicz ya advierte que el entusiasmo y la
ilusión y la disponibilidad total que anidan en las vocaciones artísticas pueden convertirse en una
estrategia para no pagar, aceptar trabajo gratis o remuneraciones humillantes. Ojo con la visión
romántica de la creación artística, que lleva a la miseria. Los creadores son trabajadores
autónomos que no descansan nunca. Yo no conozco ningún escritor profesional que se tome ni un
día de vacaciones. Es verdad que en las profesiones artísticas hay una confusión muy estimulante
entre vida y trabajo, pero todos sabemos lo que es el trabajo. Porque el trabajo de un creador
consiste en lo mismo que en cualquier otra profesión, es decir, en un intenso ejercicio de voluntad,
de sacrificio y de tiempo de tu vida, en donde no paseas, no tomas el sol, no vas en bicicleta, no te
bebes una cerveza en una terraza, no estás con tu familia, con tus amigos, o con tus hijos. Ni
siquiera puedes ponerte enfermo

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