A finales de los 80 en Oxford se encontraron algunos de los futuros líderes de la campaña por el Brexit. El periodista Simon Kuper analiza en ‘Amigocracia’ (Capitán Swing, 2023) la red de amistad que marcó la historia reciente del Reino Unido.
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Si Boris Johnson, Michael Gove, Daniel Hannan, Dominic Cummings y Jacob Ress-Mogg no hubieran entrado a Oxford con 17 años, el Brexit no hubiera existido. Así de contundente es la hipótesis que Simon Kuper, periodista del Financial Times, defiende en su libro Amigocracia (Capitán Swing, 2023).
El autor sostiene que Oxford fue el caldo de cultivo en el que se gestaría ese “daño que nos autoinfligimos”. Es ahí donde a finales de los 80 y principios de los 90 se formaron los miembros de un selecto grupo de políticos —provenientes de la élite más tradicional del Reino Unido—, para aprender y desarrollar esa retórica tan británica, plagada de solemnidad mezclada con chistes, pero sobre todo de recursos para desviar a los oyentes de los temas que no interesan. Esos que informan de verdad, con datos, estadísticas… y que son aburridos. Pero atender a ellos podría haber evitado muchos problemas causados por el Brexit.
Aquellos eran los años del thatcherismo. También la época en la que Margaret Thatcher dejó de ser una aplicada pupila del europeísmo y comenzó a cuestionarlo. No en vano, en 1988, pronunció su famoso discurso de Brujas, en el que alertaba contra “un superestado europeo que ejerce una nueva dominancia desde Bruselas”. Y saltaron las alarmas.
Los jóvenes de la más alta clase social británica, que estudiaban en Oxford, y que se veían como los futuros gobernantes, se percataron de que ese superestado también amenazaba sus privilegios y reduciría los poderes que tendrían cuando llegaran a Westminster. Así que empezaron a debatir sobre lo “poco que la Unión Europea ofrecía al Reino Unido” y a sumarse a la esfera de grupos euroescépticos como la Campaña por una Gran Bretaña Independiente o el Bruges Group.
En esa época —cuando la contrarrevolución social y cultural de inicios de los 80 comenzaba a apagarse—, entre el punk, el auge del libre mercado y el declive de la protesta social se abrió paso Retorno a Brideshead, la exitosa serie inglesa basada en la novela de Evelyn Waugh. Y, según cuenta Kuper, sería una inspiración para muchos de estos jóvenes que se verían retratados en esa casta inglesa tan conservadora y tradicionalista, que había vivido tiempos mejores, aquellos en los que las crisis, guerras y la socialdemocracia no eran una preocupación para los “señoritos de Oxford”, aquellos en los que el imperio británico aún podía llevar la batuta y marcar el ritmo de la política internacional. Y esa nostalgia sería otro gran motor para el nacionalismo británico antieuropeísta.
Pero el estilo señorial y caballeresco de los protagonistas de Retorno a Brideshead no sería el único que moldearía a estos nuevos señoritos de Oxford, también lo sería el gamberrismo que caracterizaba las juergas del Bullingdon, un exclusivo club universitario que escogía a sus afiliados en función de sus orígenes sociales y de su género, y que “se movían en manada, arrasando restaurantes o la habitaciones de los nuevos miembros, reventando botellas en las calles, humillando a trabajadoras sexuales contratadas para la ocasión o bajándoles los pantalones a los outsiders de la baja casta”.
En esta maraña de tradición, nostalgia, gamberrismo y retórica es donde se formarían personajes como el exprimer ministro Boris Johnson, un representante que hoy avergüenza a buena parte de la comunidad de Oxford.
En Amigocracia planteas que la élite de Oxford de la década de 1980 fue clave para impulsar el Brexit y darle credibilidad. ¿Cómo eran sus miembros?
A finales de los 80 y principios de los 90, los futuros brexiteers que estudiaban en Oxford venían de escuelas privadas muy exclusivas, casi todos eran hombres y pertenecían a una clase social muy alta. Esa gente creció pensando que gobernaría el país. Sabían que sería así, porque es lo que se espera en Reino Unido de esta casta, de esta clase alta tradicional.
¿Eran euroescépticos?
Eran muy conservadores y efectivamente se convirtieron en euroescépticos. Se trata de la época en la que Margaret Thatcher se convirtió en euroescéptica y comenzó a advertir de que Bruselas se estaba volviendo un superestado dominante y que tomaría poderes que correspondían a Gran Bretaña y al Parlamento Británico. Y, para estos chicos de escuelas privadas, esta era también una gran amenaza para su poder personal, porque pensaron: “Algún día gobernaré Gran Bretaña. No quiero que estos de Bruselas le quiten los poderes a este gran país”.
También tienen una especie de nostalgia por los días de grandeza antes de que nacieran, digamos hasta 1945, cuando Gran Bretaña era una superpotencia. Ven que, en los años 80 y 90, Gran Bretaña se está convirtiendo en un país pequeño e insignificante, y esto realmente los molesta. Debaten todos estos temas en la sociedad de debate Oxford Union, en la que Boris Johnson fue presidente, y donde esta élite aprendió esa retórica del Brexit.
Ven que, en los años 80 y 90, Gran Bretaña se está convirtiendo en un país pequeño e insignificante, y esto realmente los molesta
¿Puedes detallar cómo funciona esta sociedad de debate y cómo ayuda a los estudiantes a llegar a la primera línea de la política en el Reino Unido?
Hay tres elementos importantes. El primero es que es un sitio para hacer contactos que duran toda la vida. Son chicos de 18 o 20 años, de derechas —porque la izquierda tradicionalmente no participaba—, de escuelas privadas, que ya habían aprendido a debatir y continúan haciéndolo en la Oxford Union.
En segundo lugar, es ahí donde aprenden la retórica característica de la política británica, esa en la que haces chistes y hablas de una manera muy formal, el tipo de retórica de la Cámara de los Comunes, que a menudo admiran los extranjeros y que es muy conservadora.
Y tercero, en la Union se celebraban elecciones para presidente, secretario y tesorero. Hay elecciones todo el tiempo, y tienes que hacer tratos con los amigos si te postulas. Buscas apoyo, y luego, en el último momento, te puedes cambiar para apoyar a otro amigo, en una lista diferente. Haces campañas, tratos, persuades a otros estudiantes. En definitiva, la Oxford Union te da redes, experiencia en elecciones y trucos retóricos.
Es en la Oxford Union donde aprenden la retórica característica de la política británica, esa en la que haces chistes y hablas de una manera muy formal, el tipo de retórica de la Cámara de los Comunes
¿Hay alguna alternativa para los estudiantes de izquierda?
No participaban en la Union, se reunían en el club laborista, pero sus debates tenían unos argumentos muy tecnocráticos. En aquella época, decidían cosas como si apoyar una huelga que estaba ocurriendo o si enviar dinero a los palestinos o a alguna causa de izquierda en América Latina. Era un debate mucho menos retórico, mucho más burocrático, por así decirlo. También era muy buena formación para la futura élite laborista. Es ahí donde se encuentran y construyen redes.
Muchos de los líderes laboristas de la década de 2010, quienes trabajaron para Tony Blair, salieron del club laborista de Oxford en los años 80. Keir Starmer, el líder laborista que probablemente será primer ministro el próximo año, estuvo en el club. Estudió en Leeds, pero luego hizo un posgrado en Oxford, se unió al club y se convirtió en una figura importante allí.
¿La retórica del Club laborista es igual de eficiente que la de la Oxford Union?
El Club Laborista no es realmente sobre debate, no aprenden esos trucos retóricos. Cuando llegan al Parlamento, como Starmer, no son buenos oradores porque no tienen esta especie de exuberancia y estilo que tienen Boris Johnson o Michael Gove. Aún así, la élite laborista se produce en gran medida ahí. Y la mayoría de los líderes laboristas han salido de Oxford, como Harold Wilson, Tony Blair, Clement Attlee.
¿Esta retórica es la que se usó en la campaña del Brexit?
Las cuestiones del Brexit son demasiado complicadas, cosas como el mercado único, la unión aduanera y la frontera de Irlanda del Norte, pero Johnson aprendió en la Oxford Union que puedes ganar debates siendo divertido, cambiando de tema si el tema se vuelve demasiado complicado, evitando temas técnicos o aburridos. Esa es justo la tradición de debate de Oxford.
Johnson, como líder de la campaña, se comportó como si estuviera en la Oxford Union. Lo principal era ser gracioso, construir una personalidad, ser una especie de animador… Y, cuando el otro lado presentaba estadísticas o hechos, simplemente fingías que tal vez tenían razón, tal vez estuvieran equivocados… Hablemos de algo más. Hablemos de la adhesión de Turquía a la Unión Europea, lo cual nunca iba a suceder, pero esa es una distracción de los argumentos técnicos, precisos y estadísticos.
¿Por qué esta élite conecta con los votantes pro Brexit, una población radicalmente distinta, procedente principalmente de las zonas rurales o de la clase obrera de las zonas industriales?
En realidad, les resultó difícil conectar. A los hombres de Oxford lo que realmente les interesaba era hablar del poder británico versus Bruselas, la grandeza perdida de Gran Bretaña. Les importaba que el Parlamento británico tuviera más poder y Bruselas menos. Pero, para los votantes, estas cosas no eran interesantes ni importantes. Fue Dominic Cummings, el estratega de campaña, también de Oxford, quien dijo: “Tenemos que centrarnos en la salud y la inmigración, porque eso emociona a los votantes potenciales”.
La otra cosa es que las personas tienen una especie de reverencia hacia quienes estudiaron en Oxford, piensan que deben de ser muy inteligentes. Así que, cuando Boris Johnson y Michael Gove decían que podíamos irnos, que económicamente no sería malo y que podríamos quedarnos en el mercado único, daban credibilidad al mensaje. Con sus acentos, su origen, su alto estatus, daban a sus argumentos una credibilidad que los argumentos no merecían.
Con sus acentos, su origen, su alto estatus, daban a sus argumentos sobre el Brexit una credibilidad que los argumentos no merecían
Y, sin embargo, mencionas que ahora parte de la comunidad de Oxford se avergüenza de haber formado a gente como Boris Johnson.
Fui al colegio de Johnson en Oxford y no estaba su retrato en las paredes del comedor, ni de otros ex primeros ministros. Todos eran de exalumnas. Oxford ya no quiere ser el lugar que educa a élites blancas y holgazanas, hombres blancos que nacieron en la clase alta y llegaron a Oxford porque todos los hombres de esa clase llegan a Oxford. Y que no tuvieron que trabajar duro, y que aprendieron a hablar bien, pero sin mucho contenido. Johnson es la encarnación de muchas de las debilidades de Oxford. En los últimos cinco o seis años, ha estado intentando admitir alumnos de manera mucho más diversa, igual que Cambridge.
La mayoría de los estudiantes en Oxford ahora son mujeres, por primera vez en la historia de la universidad. Hay una diversidad étnica muy alta y también tienen muchas personas de clases sociales más bajas. Intentan muy duro encontrar niños inteligentes que provengan de barrios desfavorecidos, de escuelas que nunca hayan enviado a nadie a Oxford antes.
Oxford ya no quiere ser el lugar que educa a élites blancas y holgazanas, hombres blancos que nacieron en la clase alta y llegaron a Oxford porque todos los hombres de esa clase llegan a Oxford
¿Eres optimista? ¿Crees que esto será útil para cambiar la política en el Reino Unido?
Creo que sí, porque estos niños talentosos y estas mujeres y las personas menos privilegiadas en general marcarán una diferencia. Muchos de ellos se convertirán en la élite en unos 20 años. Y también porque creo que Johnson ha desacreditado el estilo del caballero de clase alta. El próximo caballero de clase alta, todos pensarán: “Oh, hay otro Boris Johnson”. Eso hace que sea más difícil para esas personas.
Pero, aún así, tengo un problema con un país que intenta seleccionar a su élite a la edad de 17 o 18 años, algo que España creo que no hace. Como en muchos países europeos, no es tan importante dónde fuiste a la universidad. No decide tu futuro lugar en la élite tanto como en Gran Bretaña o Francia.
Pero incluso si Oxford cambia, seguirá habiendo universidades de élite.
No es inevitable. Alemania, Canadá, Australia, los países escandinavos no seleccionan a las personas según a qué universidad fueron cuando tenían 18 años. No seleccionan la élite de esa manera. Y hay una tendencia entre los empleadores británicos, especialmente en el sector público o en organizaciones como la BBC de tratar de no mirar a qué universidad fuiste, sino tratar de mirar más allá de eso.
Por ejemplo, en el Ministerio de Relaciones Exteriores, que tiene un sistema de entrada muy selectivo, ahora tiene un sistema ciego respecto a la universidad, así que no pueden saber a qué universidad fuiste cuando solicitas un trabajo ahí. Puedes decir qué título obtuviste, qué calificación, pero no a qué universidad. Eso está bien porque antes solo reclutaban a personas de Oxford y Cambridge.
Quieren alejarse de eso porque en Gran Bretaña hemos hecho el grupo de talentos de élite muy pequeño. Aproximadamente el 1% de los estudiantes van a Oxford y Cambridge, y les decimos al otro 99% que no pueden unirse a la élite.
En Gran Bretaña hemos hecho el grupo de talentos de élite muy pequeño. Aproximadamente el 1% de los estudiantes van a Oxford y Cambridge, y les decimos al otro 99% que no pueden unirse a la élite
Y volviendo a Brexit, y a la élite que lo promovió. ¿Crees que se arrepienten o harían campaña nuevamente a favor?
Yo creo que lo lamentan, aunque no lo vayan a admitir, ya que entienden que todo ha sido un fracaso. La economía ha sido dañada, el servicio de salud ha sido dañado. Querían reducir la inmigración, pero la inmigración ha aumentado mucho.
Eran euroescépticos en buena medida porque tenían miedo de perder sus privilegios, ¿crees que sus privilegios están en riesgo?
Sus poderes, sí. La fantasía era que, si salíamos de la Unión Europea, entonces seríamos libres e independientes. Podríamos tomar nuestras propias decisiones en política exterior, pero resulta que Gran Bretaña sola no es muy fuerte. Quiero decir, Estados Unidos, China pueden actuar solos. Pero, por ejemplo en Ucrania, si Gran Bretaña tiene una posición independiente, no hace ninguna diferencia. Tenemos que trabajar con la OTAN, que puede marcar la diferencia en Ucrania, pero Gran Bretaña no tiene suficiente dinero para marcar la diferencia. Israel, Gaza… A nadie le importa realmente lo que el Reino Unido opine.
Tenemos una posición muy impotente, aislada. En el pasado podías tener una posición de la Unión Europea, y lo que la Unión Europea considera acerca de un problema global sobre comercio o clima es importante, pero lo que cree Gran Bretaña es completamente irrelevante.
¿Crees que el resultado hubiera sido distinto si no hubiéramos pasado por una pandemia y la guerra en Ucrania?
Es cierto que hemos tenido dos crisis enormes, pero ¿cuál es la razón para creer que el Brexit comenzará a ayudar en la economía ahora o que comenzará a mejorar el servicio de salud? Ya nadie sostiene ese argumento. Nadie está defendiendo que, ahora que la inflación por la guerra de Ucrania se está controlando y que se ha acabado la covid, el Brexit empezará a mejorar Gran Bretaña, porque nadie encuentra ningún ejemplo para defender este argumento. Y parece que lo que hace al país no es un desastre, una catástrofe como una guerra, pero es simplemente un daño que nos hicimos a nosotros mismos por elección.