Rebecca Solnit (San Francisco, 1961) se hizo mundialmente conocida con su libro ‘Los hombres me explican cosas’. Publicado en 2014, la autora logró acuñar el término ‘mansplaining’, que se ha quedado en nuestro vocabulario. La anécdota que dio origen a la palabra (un hombre quiso dejarle claro que sabía más del tema del que hablaban y trató de explicarle algo que había leído en un libro, sin reparar en que la autora del libro era ella) es un espejo de cómo nos hemos sentido muchas mujeres en muchas ocasiones a lo largo de nuestra vida.
Solnit divide su nuevo libro en dos partes: la primera (‘Se rompe el silencio’) gira en torno a la voz y a las distintas formas que se han utilizado para callar a las mujeres y hacerlas sentir que su opinión, su pensamiento, tiene menos valor que el de los hombres. La voz es la herramienta que nos permite contarnos para entendernos, crear redes, buscar ayuda u ofrecerla. El silencio es la herramienta que deshumaniza, que excluye. «Las palabras nos unen y el silencio nos separa», concluye Solnit, y explica cómo el silencio nos deja desprovistas del discurso, es decir, impide que compartamos nuestras ideas y nuestra visión del mundo, de lo que se deduce que no es tan importante como para ser contada.
En la segunda parte (‘Rompiendo la historia’), Solnit habla de cómo se fija el relato y cómo a partir de una visión sesgada de la historia se han construido roles y estereotipos. La autora reflexiona sobre la discriminación y analiza cómo los movimientos racistas basan sus ataques en homogeneizar el grupo y hacer creer que todos tendrán el mismo comportamiento que el peor de sus miembros. Tomando la parte por el todo -algo que curiosamente sólo funciona en negativo; nunca se dice que todas las mujeres son extremadamente inteligentes porque existió Marie Curie- se consigue que cada miembro de un colectivo cargue sobre su espalda con la responsabilidad de lo que han hecho todos los demás.
Uno de los ensayos más ácidos es el titulado ’80 libros que ninguna mujer debe leer’, publicado originalmente en ‘Literary Hub’, que surge como respuesta a un artículo que publicó la revista masculina ‘Esquire’ titulado ‘Los 80 libros que todo hombre debe leer’. Después de aclarar que todo el mundo puede leer lo que le dé la gana y que no hay libros para hombres o para mujeres -parece obvio, pero vivimos tiempos en los que hay que advertir que la ironía es ironía-, repasa algunos autores que en sus novelas utilizan, cosifican o provocan que las mujeres sientan desprecio por ellas mismas: de Bukowski a Hemingway -a quien compara con Scott Fitzgerald y dice que este escribe «frases tan suaves como la seda, mientras que la prosa de Hemingway se parece a las piezas de Lego»-, Norman Mailer, John Updike o William Burroughs… Solnit defiende que los libros deben servir para «ampliar nuestras identidades en el mundo» y no para encerrarnos en nuestro género.
En la misma línea, ‘Los hombres me explican Lolita’ se abre con esta referencia a ‘Orgullo y prejuicio’, de Jane Austen: «Es una verdad universalmente reconocida que a la mujer en posesión de una opinión le hace falta una buena corrección» para hablar de cómo las opiniones se confunden con hechos y eso es el principio de un dogmatismo peligroso. Si damos por cierto algo que pensamos o sentimos sólo por el hecho de hacerlo, estamos construyendo una realidad falsa en la que nos apoyamos para seguir interpretando el mundo. En ‘La madre de todas las preguntas’, Solnit nos ayuda a interpretar el mundo con mejores herramientas.