El que haya dormido como un bebé la noche pasada que levante la mano. La falta de sueño es una circunstancia que se ha convertido en habitual, y los expertos han alertado ya de que no tomárnoslo en serio puede tener graves consecuencias.
El neurocientífico inglés Matthew Walker alerta en su último libro (Por qué dormimos, editorial Capitan Swing) de los efectos nocivos de la falta de sueño sobre la salud. Entre estos destaca la incapacidad del cerebro para almacenar nuevas informaciones. «Es como si la caja de almacenamiento de la memoria se cerrase, como si los e-mails que enviaran a tu cerebro fueran rechazados y tu terminas sintiendo como una especie de amnesia».
Las claves contra el insomnio
Pero el problema más alarmante tiene que ver con el aumento de probabilidades de desarrollar enfermedades como alzhéimer, cáncer e infartos. «Hay evidencias del incremento de los niveles de una proteína tóxica del cerebro, la beta-amiloide, que se asocia con el alzhéimer —asegura Walker—. Es durante el sueño profundo cuando se pone en marcha un sistema de limpieza que elimina esa proteína. Si no duermes mucho por la noche el exceso de esta proteína se va almacenando, y cuanto más se acumule más probabilidades habrá de sufrir una demencia en la tercera edad».PUBLICIDAD
Entre los efectos de privar del sueño al cuerpo humano se incluyen también los que afectan al sistema reproductivo. «Se sabe que los hombres que duermen cinco o seis horas al día tienen un nivel de testosterona que correspondería con una edad diez años superior a la que tienen en realidad», afirma el experto, que reconoce que no dormir te echa encima una década en lo que a virilidad se refiere.
Están demostradas también las alteraciones del sistema inmunitario. Dice Walker que solo después de una noche en la que hayas dormido cuatro o cinco horas, hay una reducción del 70 % en las células que luchan de forma natural contra el cáncer. «El dormir poco predice tu riesgo de desarrollar varios tipos de cáncer —añade—, entre los que se incluye cáncer de próstata, colon y mama». De hecho, la vinculación del cáncer con la falta de sueño es tan fuerte que recientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha decidido clasificar como potencialmente carcinógenos los trabajos que supongan cambios en las rutinas de sueño. «Este tipo de trabajos pueden inducir al cáncer en la medida en que desestabilicen tus ritmos y tus horarios», afirma Walker.
El sistema cardiovascular también se ve afectado por la falta de sueño, «porque durante el sueño más profundo es cuando se produce la reparación de la presión sanguínea. El ritmo del corazón disminuye, la tensión baja… Si no descansas lo suficiente no alcanzas ese reinicio del sistema cardiovascular. Si duermes seis horas o menos la tensión arterial sube y se incrementan en un 200 % las probabilidades de sufrir un ataque al corazón».
De hecho, el neurocientífico afirma que hay un experimento global llevado a cabo con 1,6 millones de personas dos veces al año, en el que «se demuestra que en primavera, cuando perdemos una hora de sueño (con el cambio horario), el número de ataques al corazón se eleva un 24 % durante el día siguiente».
Matthew Walker habla también de la tasa de recuperación del cuerpo humano. Es decir, cuánto podemos aguantar sin dormir hasta que apreciamos que empieza a declinar las funciones cerebrales. «La respuesta parece que está en 16 horas de estar despierto. Una vez que pasas de ahí es cuando empezamos a apreciar un deterioro mental y fisiológico», afirma.PUBLICIDAD
Y explica que «cuando una persona está despierta durante 19 o 20 horas su capacidad mental está tan comprometida que su situación sería comparable a la de una persona que está borracha según las tasas legales al volante de un coche». Necesitamos ocho horas de sueño para reparar los daños leves que la falta de sueño produce en el cerebro.
«Lo ideal es entre seis y nueve horas, ni menos ni más»
«Si coges un avión a las once del mediodía, te das cuenta de que en cinco minutos el cincuenta por ciento de los pasajeros están dormidos. Y eso cuando el sol está entrando por las ventanas y en el momento del despegue, cuando una gran parte de nosotros estamos acojonaos. ¿Por qué? Porque tenemos un déficit de sueño importante». Carlos Egea, neumólogo y miembro de la SES, también insiste en la idea del sueño como clave para mantener la salud.
¿Pero cuántas horas tenemos que dormir para estar tranquilos? Mathew Walker asegura que el número ideal son ocho. Egea considera que «realmente no sabemos muy bien cuánto hay que dormir, porque ni siquiera cuando miramos a nuestros primos -que son los homínidos y duermen casi doce horas-, entendemos muy bien por qué dormimos menos que ellos si somos iguales. Lo único que sabemos es lo que mata: hay estudios que han demostrado en grandes poblaciones que dormir seis horas o menos; o nueve horas o más se asocia con problemas de salud». En las encuestas de salud, explica el experto, hay un porcentaje de población que llega al 30 % y son los que duermen seis horas o menos, con amplia mayoría de mujeres. «Es necesario dormir no solo para descansar, si no porque el cerebro durante el sueño organiza sistemas y fases que contribuyen a la desintoxicación. Y por eso aquellos que tienen insomnio o trabajan a turnos tienen problemas y deberían esforzarse en completar ese círculo mágico de hasta las seis horas, completando con una siesta y no utilizando fármacos». Y es que las pastillas para dormir, asegura, no son la solución al problema. «Hasta ahora los fármacos se han vendido alegremente. Tú vas y dices ‘no duermo’ y te dan una pastilla, pero hay que buscar la causa real, porque el insomnio, que hasta ahora se pensaba que era un síntoma, puede ser una enfermedad». Egea recuerda que los fármacos pueden contribuir a problemas derivados de la somnolencia, «como por ejemplo accidentes de tráfico, o caídas». Además, asegura, «el fármaco es bueno en el tramo corto, pero a la larga hay una necesidad de aumentar la dosis para conseguir más efecto».
¿Y la siesta, es mala o buena? «La siesta es beneficiosa si es de corta duración y algunos días a la semana. Otra cosa es el jet lag del fin de semana, porque cambiamos los horarios y el lunes vamos todos con una somnolencia terrible, incluidos los chavales».
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