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Shklovski por el filo de la navaja rusa / soviética

Por Kaosenlared  ·  16.02.2020

En Contra toda esperanza, Nadiezhda Mandelstam , la viuda del poeta, escribía: « En Moscú sólo había una casa abierta para nosotros, los proscritos […]. La casa de los Shklovski era el único sitio donde nos sentíamos personas. Esa familia sabía cómo tratar a unos condenados»; se ve que el escritor, estrenándose en las filas del futurismo, crítico e historiador de la literatura y teórico de cine, acompañado por su familia, no huía de las amistades peligrosas, que entonces no eran pocas; siendo secretario de la Unión de Escritores soviéticos, no se achantó a la hora de denunciar los procesos a escritores acusados de trotskismo y otros crímenes. Quien fuera creador del formalismo ruso ( que más tarde brillaría de la mano de los Propp, Jakobson…) osaba afirmar en sus trabajos de los años veinte la autonomía del lenguaje poético, preconizando el análisis estructural de los textos, posturas que exponía en su Teoría de la prosa ( 1925), posición que completaría más tarde integrando en sus trabajos teóricos los factores de índole histórica.

No corrían buenos tiempos para formalismos, que inmediatamente eran catalogados como arte burgués que daba primacía al arte por el arte, y demás posturas alejadas del compromiso socialista necesario. Si esto no concitaba las simpatías por parte de la nomenklatura del poder dicho soviético, qué decir acerca de sus relaciones que hacían que estuviese en el punto de mira del poder junto a los Shostakóvich, Pasternak y otros…Su señalamiento quedaría bien a las claras en 1936 cuando en los interrogatorios de Ossip Mandelstam saliese a relucir su amistad con Viktor Shklovski ( San Petersburgo, 1893- Moscú, 1984), las lecturas de sus poemas, declarando a la vez que en Moscú vivía gracias a Shklovski, y otros, que eran quienes le mantenían…sin obviar los textos en los que se alababan los poemas del escritor acmeísta.

La obra que ahora se presenta en Capitán Swing: « Viaje sentimental. Recuerdos de 1917-1922» son unas crónicas de la revolución rusa y las andanzas del autor de ellas. La mirada escéptica del escritor nos lleva al corazón de la época y a los campos de batalla que Viktor Shlovski experimentó como instructor de la División Acorazada de la Reserva rusa, cuando la revolución ya estaba en marcha. El pulso del estado de ánimo de los ciudadanos es expuesto con nitidez, la moral por los suelos ante las carencias que se padecían y ante el desbarajuste creciente, aumentado por la participación en la primera guerra mundial y los desastres que ésta provocaba; se ha de tener en cuenta que la ciudad en la que habitaba nuestro hombre, Píter, que se llamaba a la sazón Petrogrado, era el hogar de la revolución de febrero que dio al traste con el imperio de los zares.

Ya el título deja ver las tonalidades admirativas del escritor con respecto a Stendhal y Sterne, ya que el relato está teñido de aires subjetivos, sin privarse de expresar los sentimientos y cierta distancia con respecto a cualquier luminosa esperanza…el relato es el de un soldado que ve el fuego en las calles, y las víctimas de las refriegas, en un ambiente de violencia desatada. Como una sucesión de olas gigantes que arrastran a la población, al propio escritor, y que alcanza al parlamento del país…las armas andaban sueltas y el desorden invadía las calles como un torbellino en medio del cual nos sitúa Shklovski que observa con estupefacción la confusión de bandos, que a veces parecían responder a la lógica de las variables veletas. Nos habla el autor de la frecuentación de cantinas que se suministraban de diferentes requisas, y los gritos de alegría y esperanza que inundaban el ambiente ante la promesa de un radical cambio social, encabezado por el poder de los soviets. Shklovski pasó a ocupar el puesto de comisario rojo y tuvo ocasión de ver el absoluto desfondamiento de Kérenski y de su endeble gobierno, del mismo modo que da cuenta de la presencia de Vladimir Illich Ulianov y su capacidad de arengar a la población con una absoluta fe en la victoria y en el cambio que le seguiría. El autor de las crónicas nos narra como fue enviado al frente de Austria, y desvela la división que se daba en el ejército, dudando acerca de a quién se debía obedecer, en unos momentos de vacío de poder, o de doble o múltiple. Esta situación confusa hacía que se diesen comportamientos de confraternización con el supuesto enemigo, situaciones de desobediencia y de actuaciones propias de bandas de forofos fuera de cualquier disciplina. Él sin mayor convencimiento trataba de animar a la tropa, no como algunos otros que repetían las consignas con una fe ciega en la victoria y en los beneficios que ésta traería, lo que no impedía deserciones al por mayor y fugas de oficiales con su tropa, etc. El barro y la humedad de las trincheras frente al fuego enemigo de alemanes y austriacos, fueron testigos de la herida que recibió Shklovski en el abdomen, con la consecuente hospitalización y la falta de esperanzas acerca de su vida…una medalla al mérito le fue concedida y de vuelta a su ciudad, vio la masiva entrega de la ciudadanía al movimiento bolchevique.

El propio Shklovski relata como participó en una misión en Persia a donde fue enviado como comisario de las tropas de ocupación, y más tarde se mezcló en una empresa que perseguía volver a la Asamblea constituyente frente al poder de los bolcheviques, tal posicionamiento le empujó a tener que huir para evitar ser aprehendido , mientras conocía el fusilamiento de su hermano; recurrió a hacerse con documentación falsa, jugó al despiste – tiñéndose el pelo- derivando de un lado para otros antes de volver a Moscú, en donde le robaron los documentos y el dinero …escapando a Ucrania, en donde conoce la profundidad de la tragedia de la falta de pan, la abundancia de frío y las transformaciones de diferentes tejidos en vestimentas, y otros materiales – libros y muebles- en alimento para la chimenea.

El apoyo de Maksim Gorki le facilitó la vuelta a Rusia, si bien más tarde volvió a huir a Finlandia que es en donde escribió el libro que tenemos en las manos, en el que se entreveran la ironía y una cuidada prosa…El libro se publicó, en 1923, en Berlín…y nuestro hombre volvió a su ciudad que había adoptado del nombre de Leningrado en donde hubo de vérselas y deseárselas para librarse de la bota de Stalin y sus secuaces.

El viaje avanza a la deriva, completando una imagen por medio de fragmentos de la historia de aquellos convulsos tiempos y de las andanzas del escritor.

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