“Todo el mundo miente. Las personas mienten sobre cuántas copas bebieron antes de volver a casa. Mienten sobre la frecuencia con que van al gimnasio, el precio de sus zapatos nuevos, el haber leído tal libro. Dicen que están enfermas cuando están sanas. Dicen que llamarán cuando no lo harán. Dicen que el problema no es el otro cuando sí lo es. Dicen que te quieren cuando no es así. Dicen que son felices cuando están deprimidos. Dicen que les gustan las mujeres cuando en realidad les gustan los hombres. Las personas mienten a sus amigos. Mienten a sus jefes. Mienten a los niños. Mienten a sus padres. Mienten a los médicos. Mienten a los maridos. Mienten a las esposas. Se mienten a sí mismas. Y sin sombra de duda mienten en las encuestas“.
Hablemos de sexo. Si usted consulta los sondeos sobre relaciones heterosexuales recogidos por la General Social Survey, con fama de ser la fuente más seria sobre las conductas erótico-festivas de los estadounidenses, las mujeres declaran utilizar en total 1.100 millones de preservativos al año mientras que los hombres aseguran usar 1.600 millones. Es evidente que alguien miente pero, ¿quién? ¡Todos y todas! Los fabricantes de condones informan de unas ventas anuales medias de unos 600 millones de unidades. Pero si las encuestas blanquean semejantes trolas, ¿cómo enterarse de algo? En realidad, hoy es más fácil que nunca. Abran su buscador de Internet y entren en Google. Es lo que hizo durante cuatro excitante años el escritor, economista y filósofo Seth Stephens-Davidowitz. Los resultados, sobre sexo pero también sobre odio, prejuicios, abusos o amistad se exponen en un libro excepcional y perturbador: ‘Todo el mundo miente: lo que Internet y el big data puden decirnos sobre nosotros mismos’ (Capitán Swing, 2019).
Los sociólogos y psicólogos saben ya desde hace bastante tiempo que la gente miente en las encuestas para no admitir comportamientos considerados vergonzosos, con el fin de causar buena impresión al encuestador o sencillamente para engañarse a sí mismos. Es posible, sin embargo, aplicar un eficaz suero de la verdad a todas estas cuestiones como buscar datos reales que no dependan de la subjetividad personal… o preguntarle a Google. Explica Stephens-Davidowitz que nuestras búsquedas digitales muestran que en Google sí aireamos nuestros pensamientos más indecorosos, nuestras dudas más inconfesables, nuestros miedos y arrepentimientos más privados como en un confesionario sin censura y sin penitencia.
“Nuestra cultura nos inunda todo el tiempo”, afirma Stephens-Davidowitz, “con imágenes de familias felices y maravillosas. La mayoría de las personas nunca piensan que puedan arrepentirse de tener hijos. Pero algunas lo hacen. Puede que no lo admitan delante de nadie, salvo Google”.
Porno e incesto
Para colarnos en las alcobas ajenas podemos echar mano de Google pero también de las opciones sexuales que recoge Facebook o de las búsquedas en el increíblemente plural mundo de las webs porno como Xvideos o Pornhub. Este última posibilidad no es apta para todas las sensibilidades, advierte el autor de ‘Todo el mundo miente’. La mayoría de las búsquedas en sitios pornográficos son predecibles. Los hombres buscan términos como “adolescente”, “trío” o “mamada” y las mujeres expresiones como “hacer el amor apasionadamente”, “chupar pezones” o “chico comiendo coño”. Ellas se interesan por los “altos”, “morenos” y “guapos” pero también por “viejos gordos y feos” o por “discapacitados”. Ellos quieren ver féminas “rubias”, “delgadas” o con “tetas grandes” pero también “calvas” o mujeres sin pezones”.
Lo que más conmocionó al autor fue el número impactante de personas que buscan “incesto” en los sitios pornográficos tradicionales
Pero lo que más conmocionó al autor fue el “número impactante de personas que buscan representaciones de incesto en los sitios pornográficos tradicionales”. Por ejemplo, entre las 100 primeras búsquedas de Pornhub, 16 en el caso de los varones y nueve en el de las féminas son vídeos de temática incestuosa. Ellos buscan “hermana y hermana” o “mamá e hijo”. Ellas invierten y buscan “papá e hija”. Y si añadimos Google a la ecuación con su sistema que permite que el buscador complete por sí solo una búsqueda en relación al número de veces que se ha buscado anterioremente, cunde el desasosiego. La frase “Quiero tener relaciones sexuales con mi…” se completa tres de cada cuatro veces con deseos incestuosos: “mi mamá”, “mi hijo” y “mi hermana” ocupan las tres primeras posiciones. ¿Más perturbaciones? El 25% de las mujeres heterosexuales buscan pornografía protagonizada por “sexo con violencia”.
Las parejas adquieren nuevas tonalidades inesperadas con este peculiar suero de la verdad digital. Hay el doble de quejas acerca de un novio que se niega a tener relaciones sexuales que sobre una novia que haga lo mismo. Los hombres están perocupadísimo por los tamaños de sus penes pero a las mujeres la medida del miembro viril les da bastante igual. Por cada búsqueda que ellas hacen sobre el falo de su pareja, ¡ellos hacen 170! Por cierto que una de las preguntas más comunes en Google es “De qué tamaño tengo el pene”. Con lo fácil que sería coger una regla…
Los hombres están perocupadísimo por los tamaños de sus penes pero a las mujeres la medida del miembro viril les da bastante igual
Y para terminar: ¿cuál de los dos sexos es más generosos en las lides del amor? Atiendan a Stephens-Davidowitz que hay sorpresa final: “Tomemos todas las búsquedas relacionadas con la mejor manera de practicar sexo oral con una pareja del sexo opuesto. ¿Buscan los hombres más consejos que las mujeres? ¿Quiénes son sexualmente más generosos, los hombres o las mujeres? Las mujeres, obvio. Sumando todas las posibilidades, estimo que la proporción es de 2:1 a favor de las mujeres al buscar consejos sobre cómo practicar sexo oral con su pareja. Y cuando los hombres sí buscan pistas sobre el sexo oral, a menudo no buscan maneras de satisfacer a otra persona. Los hombres hacen más o menos el mismo número de búsquedas sobre cómo practicarse sexo oral a sí mismos que sobre cómo hacer para que una mujer tenga un orgasmo”.
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