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Sexo sin reglas: Cuando lo que cambia es la edad pero no el deseo

Por The Objective  ·  08.03.2018

Provengo de una familia donde se habla de dinero, pero nunca de sexo. El sexo es algo que ocurre a oscuras y deja de suceder cuando tienes hijos. Jamás pillé a mis padres en pleno salto del tigre, ni siquiera los he visto dándose un apasionado beso. En mi familia, las mujeres se miran a un espejo imaginándose que las mira otro y cuando llegan a abuelas dejan de ser mujeres y tampoco se miran. Ni mucho menos se exploran. Lo que hay entre nuestras piernas es un misterio. Pero hace unos años trabajé en una residencia de ancianos y descubrí con asombro a mujeres muy mayores coqueteando con los enfermeros y a hombres muy mayores coqueteando conmigo. Entendí que la edad cambia los cuerpos pero no el deseo. Entre el montón de mentiras que se han tejido, especialmente, en torno a las mujeres (sexo es igual a coito y a maternidad; igual, necesariamente a amor. La falta de iniciativa y deseo son femeninos…), hay una que nos golpea sobre todo al traspasar el umbral de la 50, cuando dejas de ser un ser sexualmente activo para convertirte, según quienes nos narran (el sistema también envejece), en algo así como una planta de interior con más achaques que orgasmos, con más canas que ilusiones, sin más novios que tus nietos… Y sin más reglas, y aquí viene lo bueno, que la propia.

Escribe la profesora y feminista Anna Freixas, autora de ‘Sin Reglas: Erótica y libertad femenina en la madurez’ (Capitán Swing, 2018) que “Si algo define la sexualidad de las mujeres a todas las edades es el silencio respecto a su sexualidad, silencio todavía más espeso en mujeres que han traspasado el misterio de la menopausia”. Un silencio que para Freixas tiene sus razones biológicas, históricas y educativas: “En los últimos treinta años ha aumentado la esperanza de vida; antes las mujeres y hombres mayores no existíamos, o estábamos fuera de juego o muertos. Pero además hemos vivido un período franquista de durísima represión en el que la Iglesia ha estado controlando y atormentando nuestra vida sexual –curiosamente no controlaba la vida sexual de los suyos-. Todo este coctel de situaciones ha hecho invisible algo que ya empezamos a reconocer, que los seres humanos y, sobre todo las mujeres, somos seres sexuales desde que nacemos hasta que morimos”.

Porque la sexualidad, como dice la autora, va de cero a infinito y hay tantas vivencias de la menopausia como personas. Y así lo atestiguan las 719 mujeres de entre 50 y 83 años que participaron en su libro y los numerosos grupos de debate que organizó en el proceso de investigación de ‘Sin reglas’, cuyo objetivo, apunta, es “destapar la cazuela del silencio”, apropiarnos del discurso sobre nuestra propio placer. Sí, nuestro. Porque, aunque sorprenda en esta sociedad donde ser joven es sinónimo de saludable y de sexualmente activo, la mitad de las protagonistas de ‘Sin reglas’ disfruta y mucho de su intimidad, sola o compartida.“Hay mujeres de todas las edades a las que no les interesa nada el sexo, o que aprovechan la menopausia para cerrar el quiosco, y otras que afirman tener más deseo que en otros momentos de su vida porque han conocido mejor su cuerpo o renegociado con su pareja”, cuenta la autora. Y a veces incluso deciden aventurarse en territorios inexplorados…

“Debemos encontrar un modelo de belleza que nos reconcilie con nuestros cuerpos y no nos disfrace” – Anna Freixas.
“Cuando les preguntábamos a mujeres maduras si creían que una nueva pareja sexual animaría su vida sexual y si preferirían que fuese un hombre o una mujer, un porcentaje de heterosexuales afirmó que se animaría a probar con otra persona del mismo sexo. De hecho, algunas contestaban sobre su opción sexual: “Soy heterosexual por ahora… Las mujeres mayores fueron heterosexuales por mandato y pueden replantear su sexualidad”, resume. Mientras que a las lesbianas les pesa menos la tiranía de la belleza patriarcal porque no se visten ni se miran en el Otro masculino, la idea de que a mayor edad menor es el atractivo está grabada a fuego tanto en nuestras cabezas como en nuestros cuerpos y, o bien nos borramos, o bien nos convertimos en la típica ‘madurita sexy’ (¿existe una categoría igual para ellos?). “Hay un modelo de mujer que trata de mantenerse atractiva y llamativa y tiene que ser una Barbie para seguir gustando a los hombres. Debemos encontrar un modelo de belleza que nos reconcilie con nuestros cuerpos y no nos disfrace”, asegura.

Con pareja formal o amantes esporádicos, sin sexo por propia voluntad o en camas redondas; si la sexualidad, como dice la autora, va de cero a infinito, lo que apaga el fuego no es la edad, sino las circunstancias: los envites propios de la vida y la estrechez de miras de una sociedad que infantiliza a los mayores o los medicaliza. La solución: Crear dinámicas entre mujeres para que puedan hablar en libertad, así como que la vejez entre de una vez por todas en el debate feminista: “Gracias al feminismo hemos ido avanzando, pero a pesar de que las feministas nos hecho mayores el tema aún no se ha abordado en profundidad”, dice Anna Freixas. Por eso, porque ya es hora de que las escuchemos a ellas, congregamos a un grupo de amigas en la madurez para una pequeña sex party en la que la fotógrafa de The Objective, Diana, y yo fuimos las anfitrionas. Y hubo de todo, incluso maletas rojas…

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