10º Aniversario
¡El capitán cumple diez años!
descúbrelo

Sebastian Junger: “Cualquier cosa que pueda matarnos nos resulta fascinante”

Por La Vanguardia   ·  04.06.2020

¿Por qué los chavales van a la guerra?

De niños jugaban a la guerra, incluso el tipo que venía de una familia pacifista. Ir a la guerra es la prolongación natural de aquello.

¿Y arraigan fuertes vínculos?

Los hombres con los que yo estaba se alistaban porque querían seguir los pasos de su padre, probarse algo a sí mismos… Encuentran un grupo de compañeros y un propósito en la vida, algo que a menudo no encuentran en esta sociedad.

¿Cuál fue su primera guerra?

Sarajevo, en 1993, y continué cubriendo guerras civiles, incluida la de Afganistán en 1996, y también en el 2000. Tras los ataques en mi país quise saber qué era ser un soldado estadounidense en combate y seguí a un pelotón durante un año.

¿Por qué nos resulta tan cautivadora la guerra: cientos de películas, kilos de libros…?

Existen muy buenas razones por las que cualquier cosa que pueda matarnos nos resulta fascinante. Hay muchos más documentales de naturaleza sobre leones que sobre tortugas.

Entiendo.

Es probable que no haya nada más dramático que una guerra; y todas las respuestas humanas ancestrales: el miedo, el valor, la lealtad, se ponen de relieve.

También la empatía.

El ser humano se crece en la adversidad, lo que nos daña es no sentirnos necesarios. Durante la Segunda Guerra Mundial, en Londres y en Alemania, la resiliencia civil creció en proporción a los ataques aéreos. Y a menudo las adversidades se recuerdan con más cariño que las bodas.

¿La adversidad nos une?

En la adversidad las diferencias de clases se borran temporalmente, las disparidades de ingresos se tornan irrelevantes. Se valora a los individuos por lo que están dispuestos a hacer por el grupo. La guerra redujo sustancialmente la tasa de suicidios en los países europeos.

Lo mismo ocurrió tras el 11-S.

Sí, el índice de suicidios, el consumo de antidepresivos y los crímenes violentos descendieron drásticamente. En la ciudad de Nueva York los asesinatos bajaron un 40%. Los desastres empujan a la gente hacia una forma de relación más antigua y orgánica, una conexión con los demás inmensamente tranquilizadora.

¿Y pasado el desastre?

Hemos evolucionado para sobrevivir y sobrevivimos mejor en grupos. Pero la sociedad moderna ha solucionado la mayoría de nuestros problemas de supervivencia cotidianos: alimento, refugio, seguridad. Por eso respondemos bien cuando se produce una catástrofe, porque por fin podemos experimentar la proximidad y la solidaridad de un grupo. Pasado el desastre todo se diluye.

¿Añoramos la tribu?

Creo que la falta de comunidad –y su sustitución al por mayor por los medios de comunicación sociales– es la principal razón de nuestras tasas increíblemente elevadas de suicidio, depresión, ansiedad, drogadicción y obesidad. Cuando aumenta la riqueza, también aumentan las tasas de depresión y suicidio.

No ser nadie en el grupo nos enferma.

El humano requiere de tres cosas básicas para estar satisfecho: sentirse competente en lo que hace, auténtico en su vida y conectado a otros, todo eso que en la sociedad moderna escasea. Evolucionamos para vivir en grupos de 30-50 personas, y esa escala de comunidad resuena muy profundamente en la gente; es el tamaño de un pelotón de infantería, por ejemplo.

¿Qué aprendió en el frente?

Que podemos adaptarnos a casi todo menos al aislamiento. Nos encantan la proximidad y el esfuerzo compartido. En la vida del pelotón se crea un vínculo de grupo muy íntimo que no es posible reproducir en la sociedad.

¿Lo duro es regresar?

Muchos veteranos y civiles se sienten mejor en tiempo de guerra que de paz. Incluso una cuarta parte de los voluntarios del Cuerpo de Paz caen en depresión al volver a casa. Resulta muy duro pasar de una pequeña comunidad cerrada a la sociedad occidental moderna.

¿Preferimos competir o colaborar?

A los hombres se les da muy bien competir entre ellos a fin de prepararse para hacer frente a un grupo rival, y esto sin duda es una forma de colaboración.

¿Y es cosa de hombres?

Un estudio ha revelado que los boxeadores y los tenistas se abrazan unos a otros con mucha más frecuencia y durante más tiempo que las boxeadoras y las tenistas después de competir.

¿Cuál es la teoría?

Que este comportamiento forma parte de una dinámica de grupo masculina orientada a hacer grandes esfuerzos para sanar las desavenencias después de las competiciones y de la violencia, para mantener al grupo unido.

¿Qué tipo de liderazgo requiere el momento actual?

Empatía y valentía. Mientras Charles de Gaulle se dirigía a las multitudes en el París liberado, los francotiradores empezaron a dispararle a él y a otros. Pero él permaneció de pie porque sabía que en ese momento el pueblo francés necesitaba desesperadamente ver un acto de coraje. El liderazgo es eso, y es igual de necesario hoy que hace 75 años.

Ver artículo original