Los avances tecnológicos están generando cambios en lo que somos. ¿Vamos a superar nuestras limitaciones biológicas con tecnología? Perder nuestra humanidad, ¿nos hará mejores o peores? Mark O’Connell nos presenta la primera exploración completa del transhumanismo: sus raíces filosóficas y científicas, sus jugadores clave y futuros posibles.
Por su parte John Carreyrou se centra en las implicaciones políticas y sociales del progreso tecnológico y la tecnología digital, a través de la historia de una startup que se convierte en la estrella de Silicon Valley y cómo el «progreso» no debe justificar el fraude, engañar y poner en peligro la salud de miles de personas.
El neurocientífico Matthew Walker nos alerta sobre la desventaja de pasar una noche entera sin dormir, y nos narra una lista de efectos nocivos que van desde la pérdida de memoria y un sistema inmunológico muy convulso y cambios de humor salvajes. La epidemia silenciosa de la pérdida del sueño es uno de los mayores desafíos de salud pública que enfrentamos en el siglo XXI.
Javier Padilla considera que hay espacio para la acción política en la consulta, diferenciando esta de una “visión partidista y proselitista”. En su opinión, esta acción en la consulta tiene como objetivo “la disminución de las desigualdades sociales”. Pone como ejemplo la atención a personas desfavorecidas “como un acto profundísimamente político” y cita una frase del patólogo del siglo XIX Rudolf Virchow: “La Medicina es una ciencia social y la política no es otra cosa que Medicina a gran escala”. Bajo el falso paraguas de la nueva economía y de la innovación parece que se esconde otra realidad: la de la precariedad.
Noemí López Trujillo cuenta su propia experiencia de como esta precariedad atraviesa nuestros cuerpos y es vital; la capacidad de predecir cómo serán nuestras propias vidas no existe porque la precariedad ha dinamitado la posibilidad de visualizar nuestro futuro y la incertidumbre que ha generado es un escenario donde plantearse tener hijos da pánico. Pero no tenerlos, cuando lo deseas tanto, también.
La serie de HBO, Chernobyl, ha vuelto a poner a este lugar en el punto de mira. Esta central nuclear ucraniana, desconocida para la gran mayoría antes del terrible escape de 1986, está ahora más de actualidad que nunca gracias a la exitosa mini serie de cinco capítulos que todo el mundo parece estar viendo. El objetivo de Kate Brown es exponer los intentos de minimizar el impacto del desastre nuclear de Chernobyl. El desastre fue menos un accidente, que un signo de exclamación en una cadena de exposiciones tóxicas que reestructuraron el paisaje, los cuerpos y la política. Las publicaciones de Unscear fueron encubrimientos, y las enfermedades relacionadas con la radiación son un jinete oscuro cabalgando salvajemente por los territorios de Chernobyl.
Harry Smith, que murió hace unos meses a los 96 años de edad, nos cuenta como vivió el regreso a las indignidades de su infancia en la Gran Depresión y a la guerra contra los más débiles. Smith ve la era de la posguerra, en particular la creación del estado del bienestar, como el mejor momento de Gran Bretaña, un pacto entre la industria y el trabajo, la clase media y trabajadora, destruido medio siglo o más después por la economía neoliberal y el capital financiero sin restricciones. Toda la esperanza de una mayor igualdad o una democracia genuina está siendo barrida, aquí y en el resto de paises; la avaricia de las corporaciones, los gobiernos ricos y casi corruptos, evadidos de impuestos, que «actúan como acólitos de un culto que adoran las ganancias por encima del sentido común». Esto ha devuelto al Reino Unido al paisaje de su infancia, en el que «la pobreza alimentaria, como una inundación de marea, ha comenzado a invadir tanto a los habitantes de la ciudad como a los suburbanos».
Kristen Ghodsee argumenta que las mujeres tienen mejores relaciones sexuales bajo el socialismo: una encuesta de alemanes orientales y occidentales después de la reunificación en 1990 descubrió que las mujeres orientales (el lado socialista de Alemania durante la Guerra Fría) tenían el doble de orgasmos que las occidentales ¿Qué explica una brecha tan amplia? Según Ghodsee, se trata de redes de seguridad social. Argumenta que si construyes una sociedad que apoye a las mujeres y no las castigue por tener hijos ni devalúe su trabajo, resulta que serán más felices y tendrán mejores relaciones sexuales. La línea entre las redes de seguridad social y un mejor sexo es más borrosa de lo que implica el título del libro, pero aquí hay algunas ideas interesantes. Y, para su crédito, Ghodsee no reduce todo a una elección simplista entre capitalismo y socialismo, ni pide un retorno al comunismo al estilo soviético, que obviamente fracasó. Su libro trata sobre el uso de principios socialistas para compensar las desigualdades de género en las sociedades capitalistas.
Gracias a la lucha que llevan a cabo las mujeres por fin podemos descubrir a muchas escritoras que fueron borradas de la historia y del canon literario, denostadas, ninguneadas o silenciadas. El machismo es el que ha impregnado el mundo editorial durante décadas, y que es solo ahora cuando empezamos a leer, desprendiéndonos de prejuicios, a las autoras olvidadas de la Generación del 27 y posteriores. Recuperando el título de un pequeño cuento con el que la puertorriqueña Rosario Ferré analizó la misoginia literaria en los años 90, El coloquio de las perras pretende ser un homenaje a las escritoras hispanohablantes que sortearon todo tipo de obstáculos para hacer su literatura. Desde populares guras como Elena Garro, Gabriela Mistral o Alejandra Pizarnik hasta otras más desconocidas como Alcira Soust Sca o, Agustina González López o María Emilia Cornejo, la periodista y poeta Luna Miguel entabla una conversación llena de ladridos con una decena de mujeres, con la voluntad de que sus obras sean leídas y reivindicadas, y tal vez con la esperanza de que la egoísta y peligrosa raza del «escritor macho» quede de una vez por todas extinguida.