Salvaje tiene varios aspectos que no comparto y sobre lo que se podría discutir mucho. Uno es una excesiva visión monetarista de la conservación del entorno, con varios momentos en los que se defiende la rentabilidad económica de la resalvajización vía turismo. Otro sería que el autor da por hecho que el ser humano ha sido el causante de la extinción de la megafauna desde sus orígenes, algo que es controvertido y que, además, proyecta una imagen un tanto esencialista de la humanidad. Además, es un libro que se centra mucho en el caso británico, con extrapolaciones no siempre posibles a otros lugares del mundo, como el propio autor plantea.
Pero creo que todo esto no es ni lo más esencial, ni lo más destacable del texto. Considero que lo fundamental es la oda al salvajismo que destila. Siguiendo esa inspiración, esta reseña no va a tener ninguna estructura ni finalidad predeterminada. Me voy a limitar a copiar partes del texto para que cada cual se deje provocar por las palabras de George Monbiot.
Después de una sequía de sensaciones desde comienzos de la edad adulta, una sequía que había acabado aceptando como una condición de la mediana edad, como la pérdida de umbral superior de audición, en un año había escuchado dos veces el canto: esa nota aguda y salvaje de la exaltación.
En ese momento me vi transportado por el pensamiento —la certeza— de que ya había hecho eso antes.
Oí el ruido de niños jugando en el barro, vi los rostros serios y tensos de la partida de caza, contemplé en mi mente mujeres y ancianos vadeando el estuario con sus lanzas y puntas, y sentí que entendía mejor quién era, de dónde vengo y lo que sigo siendo.
En todos los casos, (…) los europeos decidían quedarse con los indios americanos, mientras que estos últimos volvían con sus comunidades en cuanto tenían ocasión.
Hemos puesto la seguridad por encima de la experiencia, y al hacerlo hemos ganado mucho, y hemos perdido mucho.
La muerte del espíritu desnudo que le mueve, es demasiado grande para las limitaciones en las que nosotros tenemos la obligación moral de vivir.
Perseguimos a la bestia, pero la bestia somos nosotros.
Explicar que lo que hemos acabado aceptando como natural es, en realidad, consecuencia de un desastre ecológico —el erial que ha sustituido a la selva— es exigir un viaje imaginario para el que no estamos preparados.
El principal objetivo de resalvajizar es restaurar todo lo posible las interacciones dinámicas de la ecología. (…) Restaurar la diversidad trófica significa aumentar las oportunidades que tienen los animales, las plantas y otras criaturas de alimentarse los unos de los otros; reconstruir los hilos rotos de la red de la vida.
La reintroducción de lobos en Yellowstone demuestra que cuando se permite que una sola especie desarrolle su comportamiento natural, transforma prácticamente todos los aspectos del ecosistema, e incluso altera la geografía física del lugar, cambiando la forma y el flujo de los ríos y los índices de erosión de la tierra.
Más ballenas significa más ciclos de nutrientes, lo cual genera más plancton, produciendo más peces y kril.
Mi pregunta era: “¿Qué quiere hacer la naturaleza aquí?”. Eso es crucialmente diferente a la filosofía de dominación humana. Resalvajizar es cosa de humildad, de dar un paso atrás.
No pretendo ocultar mis motivos para querer que se vuelvan a introducir animales desaparecidos. (…) Las razones provienen de mi deleite en las maravillas de la naturaleza, su riqueza e infinita capacidad de sorprender; desde la sensación de libertad, de la emoción de deambular por un paisaje terrestre o marino sin saber qué voy a ver a continuación, qué podría acechar desde los bosques o el agua, qué podría estar observándome sin que yo lo sepa. Es la sensación de que sin esos animales el ecosistema resulta asimétrico, resumido, disfuncional.
Quiero que se reintroduzcan los lobos porque (…) me parecen la sombra que se escurre entre la sístole y la diástole, porque son los monstruos necesarios de mi mente, habitantes del apasionante mundo al que hemos cerrado nuestras puertas.
El impulso hacia el monocultivo provoca una desalvajización, tanto de los lugares como de las personas. Arrebata a la tierra la diversidad de vida y la estructura natural que atraen a los seres humanos. Crea un mundo aburrido, un mundo apagado, un mundo en el que no hay color ni variedad, que aumenta la monotonía ecológica, estrecha el ámbito de nuestras vidas, limita el alcance de nuestro compromiso con la naturaleza y nos empuja hacia un monocultivo del espíritu.
Tengo una obsesión insana con las ovejas. (…) Las odio. Tal vez debería matizar un poco mis palabras. No odio a los animales en sí, (…) pero odio su impacto sobre nuestra ecología y nuestra historia social.
Los grupos ecologistas intentan proteger a los animales y plantas que viven en hábitats cultivados del siglo pasado, en lugar de imaginar lo que podría vivir allí si dieran un paso atrás.
De entre todas las criaturas del mundo, las que más necesitan la resalvajización tal vez sean nuestros niños.
Comprendí que en ese momento para mí ya había empezado una resalvajización. En la búsqueda de rincones de tierra y agua que podían inspirar y guiar un intento de resucitar el mundo natural, había resucitado mi propia existencia. Mucho antes de que mis sueños de recuperación se hicieran realidad, el espíritu indomado que quería provocar ya había vuelto.
Me había enfrentado al poder azaroso de la naturaleza y —no, no había ganado, nadie gana nunca— había sobrevivido.
Con una resalvajización total pierdes la historia no escrita, tu sentido de identidad y del lugar. Es como quemar libros.
Para ampliar información se puede consultar:
Monbot, Goerge: Para más maravillas, resalvajicemos el mundo. TED
Monbot, Goerge: Salvaje Renaturalizar la tierra, el mar y la vida humana. Madrid. Capitán Swing. 2018.
Si desea citar esta entrada
González Reyes, Luis (2018). ¿Es la tecnología neutral? En Niaia, consultado el 30/05/2018 en http://www.niaia.es/salvaje-de-georg…da-al-salvajismo/
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